Diario de mis vidas

Mi vida como observadora de aves 

 

Admiro a las personas que se dedican a observar la naturaleza en forma profesional, esos sistemáticos que pueden reconocer a una tilapia por sus aletas dorsales y a un mirlo por el color del pico. Nada que ver con una diletante como yo, que puede pasar horas contemplando las diligencias de un gusano pero es incapaz de distinguir un acantocéfalo de un quetognato.

Me gusta además la palabra birdwatching, que denomina la actividad de quienes se visten de ligustrina y se quedan inmóviles durante días enteros para avistar y nombrar a los pájaros en su medio natural.

Mi birdwatching personal, más rústico y cotidiano, consiste en observar a las personas en los colectivos, las salas de espera y los supermercados, imaginar a partir de sus gestos cómo son y cómo es su vida y tomar apuntes gráficos de sus características más relevantes.

En cada lugar donde he vivido monté mi observatorio, y así llegué a identificar especies raras, sus tipos y subtipos, y a crear mi propio sistema taxonómico.

El Cohete a la Luna tiene el privilegio de dar a conocer una parte de esas observaciones antes de la publicación de Seres Raros, el libro que Editorial Planeta publicará próximamente.

 

BARRIO NORTE

Cuando se habla de países y de barrios, norte siempre es mejor que sur. Al norte están los países más cool y al sur del sur estamos nosotros, los argentinos. Será porque el norte es arriba, y arriba están el cielo, el aire puro, las ideas y Dios. En cambio abajo es el lugar del barro, el infierno, el sexo, el culo y las chancletas.

Este fenómeno también se observa en Buenos Aires, donde el norte brilla por encima de la modesta realidad de los otros barrios.

Durante muchos años viví más al sur, en San Telmo. Había pobreza, mugre, gritos y botellazos pero las personas era normales, tal vez por falta de presupuesto o de tiempo ocioso. Y eran iguales todos los días: no mutaban los fines de semana en un desfile de seres bizarros.

Ahora vivo en el Barrio Norte, un microclima en el que abundan especies raras, vistosas, algunas en extinción. La calle es un catálogo de la decadencia en sus formas más floridas. Ex ricos, ex lindas y ex jóvenes se pasean como si fueran ricos, lindas y jóvenes, aunque las rodillas hinchadas y los zapatos viejos los obligan a andar despacio y en distintos ángulos de escora. Los domingos, cuando lanzan series especiales que no se ven durante los días hábiles, salgo sólo para ver pasar los ejemplares más fascinantes. Después, siguiendo la tradición de los naturalistas, vuelvo a casa y los dibujo para no olvidarlos.

 

Primera entrega: el Cadáver Ambulante Femenino.

Acá la gente vive más que en otros barrios. Quizá por la vida descansada que siempre han llevado, o por la ración diaria de proteínas que recibieron en la infancia, muchos llegan a una edad muy avanzada en aceptable estado de salud. Algunos tienen tantos años que han ido perdiendo el relleno y sólo les queda la cáscara exterior de lo que fue su persona. Sin embargo se siguen teniendo en muy alta estima; le dedican tiempo y esmero a su arreglo personal aunque son poco más que su mero esqueleto y la ropa que lo cubre.

Los cadáveres ambulantes que fueron mujeres van a misa de once los domingos. También conservan otros vestigios arcaicos, como las blusas con estampados de cadenas doradas, correajes ecuestres y escudos nobiliarios, que se usaron y se dejaron de usar varias veces en las últimas cuatro décadas. Por austeridad obligada o por indiferencia a la moda, llevan con elegancia faldas que siguen perfectas después de cincuenta años de uso. Casi todas usan collar de perlas o una cadena de plata gruesa con una medalla religiosa. Sólo las más audaces llevan un collar de materiales modernos como la baquelita, o un broche de strass en la solapa. Cada vez que me cruzo con una de ellas me pregunto qué pasaría si me acerco y sin decir palabra le arrebato el collar y me lo llevo. ¿Gritaría como un pajarito aterrorizado? ¿Me pegaría un carterazo? ¿Caería en silencio con el corazón fulminado por la sorpresa? Habría que probar para saberlo.

 

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