Una revolución en el cine argentino

 

En La Onda expansiva, que se publica en esta misma edición, describí el conmovedor testimonio de Albertina Carri en el juicio por la desaparición de sus padres, Roberto y Ana María Caruso, quienes fueron vistos en el campo de concentración Sheraton, que funcionó en una subcomisaría de Morón.

 

 

Hice también una brevísima referencia a la extraordinaria película Los Cuatreros, con la que Albertina ocupa un lugar único en la historia del cine argentino. En esa nota anunciaba que pronto la veríamos en El Cohete a la Luna. Pero a Albertina se le ocurrió que éste era el momento, en el aniversario del golpe maldito.

Esta película extraña y fascinante, un ejercicio de narración literaria sin precedentes. Preparate, porque nunca viste una cosa así. Un consejo personal: no trates de entender cada cosa dentro de ese torrente avasallador de detalles en las tres pantallas simultáneas, porque si te quedás atras te puede embolar. Dejate llevar por  el flujo de las imágenes asincrónicas, el tipeo de una máquina de escribir que ya es una pieza de museo y por la voz hipnótica de Albertina que dice como si fuera improvisado un texto literario de alto voltaje, como en un sueño o una fascinante inmersión más allá de la conciencia.

https://vimeo.com/261563361

 

Lo que sigue es la entrevista que le hicieron en la página del Festival de Cine de Mar del Plata.

Masterclass de narración cinematográfica. Albertina Carri presenta su película más inusual, y funda una nueva manera de pensar y hacer cine. Una película sobre una no película, que establece una original forma de palabrear la violencia. Como su misma directora confiesa, "una construcción ficcional”, pero a partir de una personalísima voz en off y multiplicidad de líneas visuales de invaluable archivo fílmico. Una propuesta hipnótica que explota en la pantalla y se instaura como una cita obligatoria para cualquier cinéfilo.

Cuatreros se presenta como algo completamente nuevo en la narrativa cinematográfica, ¿Cómo trabajaste para lograr esta propuesta tan distinta, incluso de tus anteriores películas, que ya están marcadas por la originalidad?

Cuatreros es una película inesperada, es como una película realizada a espaldas de sí misma. Siempre se habla de filmar de espaldas al guión. Esta película se filmó de espaldas a la realización también. Mientras la hacía, me negaba a hacerla, mientras la terminaba, me negaba a la idea de estar haciendo una película, y ahora que es película, dudo de su existencia. A veces creo que es más una performance o una pequeña novela. Y estoy convencida de que es un poco de cada cosa. Y también una intervención política sobre el lenguaje. De algún modo, me inspiré para hacerla en un imaginario que me heredó mi madre, un gusto por la literatura y a la vez por la lectura crítica de la ficción. Hay algo de libro de aventuras en la película, y por eso menciono a Huckleberry Finn, que particularmente es lo que más me gusta y, a la vez, lo que creo la hace soportable. Es una road movie sobre la memoria, llena de viajes infructuosos, en territorios desconocidos, con un personaje principal que se va abrumando y alienando hasta encontrar una única salida: narrar ese viaje. De algún modo el guión no es nada original, más bien es un film de género con estructura clásica. Entonces lo que la vuelve original es que no se ha generado ni una sola nueva imagen para que ese guión se convierta en película.

Tu película evidencia un juego entre la autobiografía y la ficción. ¿En qué momento del proceso se presentó esta particularidad o fue una idea inicial?

Digamos que desde la idea de la unicidad del yo y cierta imposibilidad de encontrarla, porque convivo con un yo disociado, decidí abusar del recurso y soltar esa voz interior que va y viene, se pregunta y se desdice, avanza y retrocede, recuerda y se olvida, todo eso como sistema de supervivencia. Esto sería en términos personales, en la zona performance. En términos sociales, ese personaje en primera persona como sujeto social, como sujeto político, se juega el todo por el todo. Convive con una cantidad de historias que son colectivas, pero que también son parte de su memoria familiar, lejos de cualquier memoria conmemorativa, y eso la/me convierte en testigo privilegiado con responsabilidades civiles que me exceden, pero de cualquier modo no puedo apagar esa voz que imagina diferentes escenarios. Entonces, la ficción autobiográfica se escribe casi sola. Esta sería la zona nouvelle. Y finalmente llegando a la película, toda ficción tiene algo de autobiográfico y toda autobiografía suma ficción. El pasaje mismo de un medio al otro te obliga a mentir, reescribir, sumar detalles, y olvidar otros. En el caso del cine es el medio mismo el que te lleva a la ficción. El cine es la ruptura del tiempo tal como lo conocemos, pueden pasar mil años en media hora, o como en el caso de Cuatreros, cuarenta años en ochenta minutos, eso ya es pura fantasía. Es un espacio sin límites en el que las luces y las sombras forman personas que a través del espacio sonoro se vuelven sujetos. Estamos siempre dentro de una maquinaria onírica. Intentar darle algún carácter de verdad a lo autobiográfico dentro de ese soporte, sería casi psicopático.

 

 

Cuatreros podría presentarse, con esa multiplicidad de líneas que se logra con la voz en off y la pantalla partida, como una clase magistral de cine. ¿Podés contarnos un poco cómo la trabajaste?

Hay algo que me obsesiona desde hace algunos años que tiene que ver con la metodología de producción. No me da igual el dinero que corre, el dinero que se gasta para hacer una película. Entonces, en la búsqueda de esa relación ecológica entre producción y realización, encuentro también cierta tensión narrativa que en lugar de funcionarme como imposibilidad utilizo como trampolín, como la posibilidad de dar un salto al vacío, una geografía donde pararme para destruir cierta retórica burguesa. El cine en las últimas décadas se ha convertido en un espacio muy conservador, de distribución de discursos conservadores; y conservador sobretodo en términos gramáticos y semánticos. Entonces romper con ese espectador pasivo, cada vez más acostumbrado a relatos maniqueos y lenguajes edulcorados, requiere de mucha concentración, entusiasmo e insistencia. Encuentro en la idea de insistencia una fuerza política y en la de entusiasmo una energía necesaria para expandir la pantalla a multiplicidad de lecturas. Es decir que la multiplicidad de pantalla no se vuelva un recurso estético sino más bien ético donde conviven diferentes discursos y diferentes posibles caminos para formar una historia. Intentar entenderlo todo es un gesto algo autoritario, la película propone un viaje, una pequeña odisea hacia múltiples temas que finalmente convergen en una única obsesión, la batalla por el lenguaje.

¿Cómo surge la idea de la utilización del fílmico y cómo fue su selección?

Todo empieza con el archivo. Soy parte de una generación bisagra, educada en un gusto por el fílmico y con el anhelo de filmar en 35 mm. Cuando pude filmar en 35 mm, dicho formato ya no se usaba para rodar películas. Entonces me puse a revisar fílmicos. Hace años que molesto a coleccionistas con pedidos ridículos como partos de animales, pornografía muda, films en 16 mm distribuidos durante la dictadura, películas sobre aborto, material sin clasificar. Siempre son búsquedas medio erráticas, esperando que el material me devele una historia, me indique como seguir. ¿Qué nueva película debería hacer? ¿Alguien filmó en Chaco durante los '70? ¿Vale la pena generar nuevas imágenes?. ¿Qué se hace cuando aparece un material en el que se asesinan personas a cámara? ¿Se da a conocer? ¿Hasta dónde el espectador de hoy puede poner distancia y generar una crítica sobre eso que ve?. Así, de este modo, me pasé años viendo materiales raros, incunables, abyectos y/o espantosos; algunos de ellos fraguaron en algún corto o en algún proyecto de cruce de lenguajes, otros quedaron en el tintero o en algún cuaderno de notas. Tal vez un día escriba sobre la visita a los archivos fílmicos, o tal vez un día filme una película que trate sobre la escritura de los archivos. O tal vez todo eso ya lo hice en Cuatreros, lo que tengo claro es que Cuatreros es una película que se impuso a sí misma, que se hizo sola. Nunca dije que voy a hacer una película, ella me tomó el ánimo y me fue llevando en su gestualidad memoriosa y olvidadiza.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Estoy en posproducción de un largo porno, Las hijas del fuego, y preparando una próxima película titulada Los extraños de la montaña helada, que como su nombre lo indica, será en la nieve.

 

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