La cumbre del romanticismo

Fred Astaire tenía 54 años, veinte más que cuando filmó sus grandes éxitos con Dolores del Río, Joan Crawford o Ginger Rogers. Meditaba retirarse cuando Vincente Minelli le propuso filmar The Band Wagon, con Cyd Charisse como partner, que tenía 31. Ambos temas fueron incluidos en el guión y le dieron una potencia extra.

En la ficción y la realidad, Cyd era una bailarina clásica, cosa que intimidaba a Fred Astaire tanto como los centímetros que ella le llevaba y que la obligó a bajar sus tacos al mínimo.

Los sarcasmos de la compartida inseguridad entre sus personajes fueron llevando la relación ficticia al borde de la ruptura, hasta que un paseo nocturno por el Central Park puso las cosas en su lugar. Su Dancing in the Dark me parece el número más sensual que Astaire filmó en su vida y Cyd Charisse su pareja ideal, con esas piernas perfectas que no permiten imaginar su infancia con polio.

Con economía de movimientos alcanzan una cumbre del romanticismo, que no me canso de ver al menos una vez por año y que comparto con placer. Cuando Mónica cumplió 50 mi regalo fue llevarla por sorpresa a un show de MGM en homenaje a las estrellas del musical. Como las entradas eran inaccesibles, nos paramos en la puerta del Carnegie Hall esperando las devoluciones de último momento. Un millonario bobo, que arrastraba por la vereda los pantalones de su traje carísimo porque no le habían cosido el ruedo, nos vendió por dos mangos las entradas que le había afanado a su mamá.

El éxito fue total. Comparada con Donald O’Connor, Gloria De Haven y Arlene Dahl, de 72; Ann Miller de 74, Kathryn Grayson, Donald O’Connor y Cyd Charise, de 75, Mickey Rooney de 77, June Allison y la desopilante Celeste Holm, de 80; Van Johnson de 82 calzando unas inverosímiles ballerinas rojas, Mónica se sintió una pendeja. Aprendan a hacer regalos ad feminam. La única superlativa de todo el lote era Cyd Charisse. Nos mató verla multioperada y con un ojo caído o vitrificado. Por suerte, ahora que ya no están, podemos volver el reloj atrás y encontrarla junto al impar Fred Astaire, en su mejor hora, cuando eran jóvenes y gloriosos y (como decía Thomas Wolfe el bueno) sabían que nunca morirían.

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