Task force, cambio de doctrina y contexto mundial

Hoy el objetivo central pasó a ser el dominio de los recursos estratégicos

 

He aquí algunos, no todos, de los rasgos que definen a un Imperio. En primer lugar, el Imperio debe defender su posición de poder hegemónico, que debe sostener y a la vez ser sostenida por los altos ingresos de la metrópolis. Esa concentración de riqueza se traduce en alto nivel de consumo, y ello requiere una alta demanda de energía.

Otro de sus rasgos es sostener la dominación mediante el despliegue militar. Ambos, consumo y despliegue militar, necesitan garantizar el abastecimiento de los recursos estratégicos afincados en sus colonias.

Otro rasgo es poseer laboratorios de pensamiento a largo plazo capaces de anticiparse a los movimientos de aquellos territorios que se resistan a ser dominados. Y un último rasgo necesario para este análisis, sin agotar la totalidad, es que, al sentirse y actuar como responsables de amplias zonas del planeta, sus objetivos son de tal importancia que deben cumplirse a como dé lugar. A la hora de lograrlos, cae toda la prédica de valores éticos con que hayan intentado justificar moralmente su predominio.

Sin perjuicio de los intentos de autonomía que datan de los levantamientos de finales del siglo XVIII como el de Túpac Amaru, pasando por las gestas libertadoras del siglo XIX, los movimientos nacionales y las experiencias insurgentes del siglo XX y los gobiernos populares de este siglo, los EE.UU. nunca dejaron de considerar a América Latina como su propiedad. Por eso, cuando en plenos años '70 su batalla crucial era preservarla de la influencia del bloque socialista, no vacilaron en aplicar los métodos más horrendos con tal de lograr su objetivo.

Hoy el objetivo central pasó a ser el dominio de los recursos estratégicos —agua, biodiversidad, petróleo, gas, energías renovables, litio, niobio, titanio, tungsteno, grafeno— que atesora la región. Y, desde esa perspectiva, no pueden tolerar que sean administrados por gobiernos populares. No pueden tolerar un nuevo gobierno de Maduro, ni de Evo, ni de Correa, ni de Lula ni de Cristina. A como dé lugar.

En la región, la gira del secretario de estado Rex Tillerson (foto principal) desató una feroz ofensiva de sus aliados contra el proceso electoral de Venezuela, tanto en el plano diplomático como mediático y militar.

Por su parte, también el gobierno actual de la Argentina posee algunos rasgos centrales: garantizar los negocios privados a los que responden sus funcionarios, y también, reforzar la función represiva del Estado para contener la protesta social frente al ajuste impuesto. Ambos rasgos están presentes en la compra de armas, el asesoramiento en materia de inteligencia, la apelación a la DEA y la realización de ejercicios e instalación de dispositivos militares estadounidenses. Garantizan así represión y negocios.

Pero lo más grave es el brusco realineamiento geopolítico de la región en los planos económico-financiero, comercial, ideológico y militar. Esto nos retira de dos lugares que muy trabajosamente habían construido los gobiernos populares: la autonomía política y el ser una Zona de Paz. Y nos re-sitúa en un espacio de alta vulnerabilidad. Nos expone a los mismos riesgos que comprometen al imperio bajo el cual estos gobiernos neocoloniales nos han conducido nuevamente.

El “mundo” al que Macri se jacta de haber retornado, es el de una irracional concentración financiera cuyo precio es la construcción de muros, los bombardeos a poblaciones civiles, las cuadrillas interminables de refugiados que huyen expulsados por la guerra, la miseria y el desamparo. Consecuencias que despiertan mucho odio y revanchismo a los que América Latina no ha contribuido a generar.

Sin embargo, a partir del actual realineamiento, habitamos un territorio pasible de recibir las señales de ese mismo odio que las víctimas profesan contra el imperio y sus aliados. Es un motivo más que suficiente para reorganizar cuanto antes a las fuerzas populares de toda la región y retomar la senda de paz y autonomía, como marco indispensable de nuestro desarrollo.

 

 

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