Paquita Bernardo, la bandoneonista hereje

“La flor de Villa Crespo” fue compositora y dirigió una orquesta masculina en los años ‘20

 

Fue para el tango: la rara, la hereje, la señalada por el dedo de la envidia; pero también la idolatrada, la revolucionaria.

Toda su historia cabe en la palma de una mano. No llegan a ocho los años que van desde el día en que sintió el llamado del bandoneón y lo apoyó sobre sus faldas y apretó la botonera de nácar y el alma de esa oruga triste tembló. ¿O vos no sabías que ese bicho tiene alma? De dónde sino ese asma, ese carraspeo, esa viruta, ese sonido que puede ser elefantiásico o melancolizante si las manos son de Troilo; saltarín o vivaz si el melodista es Ciriaco Ortiz; prepotente o erótico si el que taladra es Astor Piazzolla.

Pero esto no es un homenaje al bandoneón. Es un redescubrir el periplo musical de la primera bandoneonista de tango: Paquita Bernardo. Pena grande que no existan registros de su sonido. Sí de su romance con el género, con su instrumento, hasta que llegó “la sin rostro” –que es la muerte– y todo lo ensombreció.

 

Paquita entre las figuras destacadas de la popular revista, 1921.

 

 ¿Una mujer en los años ‘20 dirigiendo una orquesta masculina? ¿Estirar el fueye del bandoneón con lo que implica un continuo abrir y cerrar de piernas? ¿Compositora? Sí, todo eso, y más.

Te propongo un ejercicio: visualizá el cuadro de época. ¿Qué habrá pensado el malandraje, las chicas de los dancing, los obreros, los músicos que iban a oírla? ¿Se erotizaban al verla? ¿Se mordían los bigotes de rabia? ¿La amaban, se espejan en ella? ¿Y los cajetillas? ¿Y los snob que nunca faltan? Esos, seguro la vieron como una freak.

 

Floreal (Paquita Bernardo) por el sexteto de Juan Carlos Cobián, 1923

 

 

El raid de “La Flor de Villa Crespo”

Paquita (Francisca Cruz Bernardo) nace el 1 de mayo de 1900 (Villa Crespo). A temprana edad tiene claro su destino: será música. José María Bernardo y María Giménez (sus padres) la inscriben en el conservatorio de Catalina Torres. Paquita es una adolescente de quince años y si se habla de estudios musicales el mandato en las niñas será el canto, el piano, la flauta o el violín, a priori instrumentos “femeninos” que, por cierto, signaban estatuto social. Elije el piano. Las variaciones de Frédéric Chopin no le interesan en demasía, lo suyo es el arrastre cadenero del tango La Payanca, que a decir del letrista Francisco García Jiménez “estaba en los atriles de todos los pianos de la Republica”.

Abandona el piano, se apropia del bandoneón. A contrapelo de las familias marcadas por la moralina del “qué dirán”, la de Paquita apoya su deseo. Comienza el raid de “La Flor de Villa Crespo”:

  • 1918 – Descubre en una de las aulas del conservatorio el bandoneón de José Servidio –compositor de El Bulín de la calle Ayacucho–. Se enamora de su sonido.
  • Se vuelve autodidacta, agiliza su digitación con el método de Augusto P. Berto (compositor de La Payanca).
  • Las primeras lecciones serán de la mano de un tal Chumbita (bandoneonista del barrio). Luego irá a la caza de Pedro Maffia y Enrique García.
  • Se sube a su primer conjunto, un trío (formación que se mantendrá hasta 1920.) La acompañan Alberto Pugliese (hermano de Osvaldo) en violín y Hortensio De Franco en guitarra. Recorren viejos cafés y todo sitio que invite a musicalizar. Será también la bandoneonista del sexteto de José Junnisi, al tiempo que forma dúo con su hermano Arturo, hermosa rareza: batería y bandoneón. (Párrafo aparte: si te interesa la experimentación sonora, rítmica y de especies musicales interpretadas en formaciones de tango, escarbá entre 1920 y 1935, está todo).
  • 1921 – El año trampolín de Paquita:
  • Gaspar Astarita (investigador) entrevista a Arturo Bernardo: “En 1921 se presentó en casa el violinista Alpidio Fernández en representación del dueño de Café Domínguez, quien había oído a Paquita. ‘Le vengo a ofrecer 300 pesos por mes (los bandoneonistas de ese tiempo ganaban 120)’. Paquita no aceptó. Volvió al mes siguiente. 600 pesos para la bandoneonista. Estamos en presencia de una mujer que en medio de la jungla varonil pelea por su trabajo y el de sus músicos. Cuentan que nunca reculó ante empresarios y directores de orquesta que veían en ella una amenaza. Sin embargo, se le impidió grabar en Odeón: la historia se perdió oírla en discos.
  • Por fuera de los cafés, Paquita suele presentarse en espacios de militancia organizada, por caso, La Sociedad de Resistencia Social de Berazategui. Lo hace también en hospitales y espacios de beneficencias.
  • Cerrado el contrato en el prestigioso “Café Domínguez” de la calle Corrientes (que tiene su tango y su poema, buscalos en la web) debuta con su “Orquesta Paquita”: Alcides Palavecino en violín; Miguel Loduca en flauta; Arturo Bernardo en batería, y mirá que otros dos nenes: Elvino Vardaro en violín y Osvaldo Pugliese en piano.
  • 1922 – La flamante Broadcasting Radio Cultura la contrata para tocar solos de bandoneón.
  • 1923 – Montevideo la recibe, el amor es mutuo. El pueblo uruguayo la despide fervorosamente. Paquita les paga con la composición del vals Cerro Divino.
  • De regreso a Buenos Aires se vincula con la actriz Blanca Podestá y actúa para su compañía. Realiza conciertos en múltiples cafés, y teatros: Smart, Coliseo, Café la Paloma, entre otros.
  • 1924 – Entre más de 140 composiciones creadas por músicos varones, los famosos certámenes de la casa Max Glucksman le otorgan el premio Accesit por su tango “Soñando”.

 

Paquita premiada 1924. Archivo personal.

 

 

 

 

La compositora

Paquita fue la primera compositora del tango, pero ¡ojo!, esta definición es sólo desde el punto de vista de la popularidad. En trance de hacer memoria y homenajear a las mujeres músicas compositoras del tango criollo y la guardia vieja, caben como antecesoras los nombres de Eloisa D’Herbil de Silva, Julieta Duparc, Juana Giroud Faleni, Alcira Fernández, Ester Isabel Seoane, María Eloísa Peirano, entre otras. Lo mismo para sus contemporáneas bandoneonista: La Negra Fermina Maristany (también compositora e integrante de Orquesta de Señoritas), a decir del investigador Oscar Zucchi “una mulatita delgada y menuda, bastante motosa (…) Su costumbre de llevar el pucho del cigarrillo en su comisura labial y el silbar mientras caminaba por las calles de Barracas, escandalizaba a los santurrones de la época”; Margarita Sánchez Gasquet; Haidée Gagliano; y acá te vuelvo a soltar otra joya perdida en el tiempo: la bandoneonista H. Maddalena. La encontré en uno de mis ejemplares de El Alma que Canta de los años ‘20.

 

No sólo estaba Paquita. Archivo personal.

 

 

Sus creaciones

  • La luciérnaga (tango) No hay registros de época.
  • Floreal (tango) Lo graba Juan Carlos Cobián.
  • Cachito (tango) Lo graba Roberto Firpo. Dedicado a uno de los hijos de los dueños del Café Domínguez.
  • Cerro Divino (vals) en homenaje a la ciudad de Montevideo.
  • Villa Crespo (vals).
  • La enmascarada (tango) con letra de Francisco García Jiménez. Lo graba Carlos Gardel con las guitarras de Ricardo y Barbieri.
  • Soñando (tango) con letra de Eugenio Cárdenas. Lo graban Carlos Gardel y Juan Carlos Cobián (Paquita no llegó a oírlos).
  • La Maja y ¡Dejadme solo! (pasodobles).

 

 

La revista Canciones Populares destaca sus tangos.

 

 

La enmascarada por Gardel y las guitarras de Ricardo y Barbieri, 1924.

 

 

La vida breve

En ciertxs artistas, toda muerte temprana puede operar como espaldarazo de consagración, y por añadidura el nacimiento del mito. ¿Sobre su muerte? Hay quienes aseguran que se la llevó la tuberculosis. Familiares y médicos, un resfrío devenido en feroz bronconeumonía.

Los detractores de siempre negaron por años las capacidades interpretativas de la artista; las sentencias: “no era para tanto”, “Paquita Bernardo fue una figura irrelevante dentro del género”. El pueblo que nunca se equivoca (¿o sí? por ejemplo cuando vota) dio cuenta de su popularidad colmando sus presentaciones en Café Domínguez, generando cortes de calles, tumultos, motivo de las extensas filas de espectadores que abarrotaban las veredas porteñas. Al parecer, a Paquita la seguían familias enteras.

Se cayó del alma un 14 de abril de 1925; tenía apenas 24 años. Desde entonces llovieron poemas, evocaciones en letras, tangos y pasodoble que llevan su apodo.

A un mes de su partida, El Canta Claro publica en sus páginas una letra simple, sencilla, humilde: ¡Pobre Paquita! (Tango sentimental) de L. García y L. Filardi. En homenaje a la eximia 1ª. Bandoneonista Nacional, Sta. Paquita Bernardo.

Los corazones llorando están tu trágica partida

Paquita tu vida la muerte llevó.

Y hasta el Bandoneón que con pena te reclama,

entre gemidos te llama porque solito quedó.

 

Con anhelo Paquita tu vida,

consagraste entera al Bandoneón;

expresando notas lastimeras

de un marchito y triste corazón.

Cuando habías llegado a triunfar,

conquistando una fama grandiosa;

quiso cruel, la muerte envidiosa

tus ojos cerrar (…)

 

 

Pasodoble dedicado a Paquita.

 

 

Y acá te comparto el testimonio de El Alma que Canta, la despide con estas líneas:

Ha muerto Paquita…

La musa de la lírica popular, la musa del tango dejó un día los lugares donde estremecía de emoción con las notas del bandoneón que era en su mano como un corazón que gemía, para marcharse al país de las cosas eternas y errantes…

En su homenaje sus amigos y admiradores, han resuelto levantar un monumento artístico en el Cementerio donde descansan sus restos; y con él se perpetuará el recuerdo de la dulce Paquita, la bondadosa Paquita, aquella que nos llenara más de una vez el alma de frescuras sentimentales, al arrullo de un tango que parecía desgranarse de sus pálidos dedos de griseta…

¡Pobre Paquita! Fue la musa del pueblo, la poetisa del arrabal, el alma de la milonga sencilla que tiene caricias de tango dormilón; y en su recuerdo deshojamos su dolor; que es también como un tango que se desgrana y nos descubrimos tristes y silenciosos todos los que amamos el arrabal, la música del tango y el alma pura humilde de las cosas del pueblo…

Nos adherimos a su homenaje y dejamos por un momento nuestra lucha diaria para permanecer en la íntima oración ante la figura de la buena pebeta que manejaba el bandoneón como si fuera un corazón a quien le arrancara la vida notas y melodías…

¡Porque Paquita tenía alma!

 

Paquita eterna, cerquita de Betinotti, Chacarita, 1975. Archivo personal.

 

Antes de escaparme, te llegan las semillas de Paquita. Para no abrumarte, sólo tres y de distintos países: Cindy y Heyni traen perfume de asfalto. Milagros, todo el naranjal.

¡Hasta la Victrola Siempre!

 

Cindy Harcha (Chile)

 

Heyni Solera (Estados Unidos)

 

Milagros Caliva (Argentina)

 

 

 

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