Lo invisible a los ojos

Límites y potencialidades de la llamada Economía del Conocimiento

 

Argentina tiene una larga historia de búsquedas e intentos de desarrollo tecnológico, con tensiones, intereses contrapuestos, discusiones acerca del rol del Estado e importantes experiencias que lograron perdurar pese a proyectos políticos primarizantes.

Estas experiencias conforman un sustrato que siempre permite volver a ilusionarse acerca de las capacidades del país, posibilidades que son mucho más que sólo ilusiones y se sustentan en una importante capacidad productiva (y de gran diversidad), una muy buena formación profesional (gracias a ĺa educación pública) y una serie de instituciones que constituyen sólidas bases científico tecnológicas.

En este marco nos proponemos acercar algunas tensiones del panorama actual de la industria del conocimiento y en particular la industria del software. La llamada Economía del Conocimiento ilusiona a políticos/as de diferentes países y distintas corrientes de pensamiento. Se la piensa como la economía de lo infinito (no existen materias primas físicas que pongan límite) y bajo el mito del emprendedor de garage, se promueve la idea de que puede desarrollarse en cualquier país sin importar las condiciones estructurales ni la división internacional del trabajo. Contra estas miradas genéricas y poco exhaustivas buscamos mostrar con análisis puntuales que las industrias informacionales son aún más monopólicas que las antiguas empresas del capitalismo industrial y que por las particularidades de los bienes y servicios que comercializan son menos enraizadas a los países y con mayores posibilidades de eludir controles del Estado.

En los últimos años en el país  se estancó el crecimiento de las exportaciones en este rubro y el repunte de fines del 2021 no alcanza a recuperar los números históricos. ¿A qué puede deberse la caída en las exportaciones centradas en la venta de horas de trabajo calificado? ¿Se exporta menos porque hay menos demanda en el mundo? ¿Cayó el precio internacional de estos trabajos? Esta desaceleración durante 3 años sucede en paralelo a la continua creación de empleo del sector. Por lo que la caída en las exportaciones parece generarse más por la falta de declaración de exportaciones por parte de empresas (y freelancers) del sector que por la caída real de la actividad. Esto se genera por múltiples causas que analizaremos a continuación.

La problemática de base nace de la diferenciación del tipo de cambio. Al igual que con el resto de las exportaciones hay una situación entendible de insatisfacción ante la obligatoriedad de liquidar las exportaciones de forma inmediata y al cambio oficial, más en un sector en el que la referencia del dólar está muy presente tanto en empleadores como en empleados/as.

En el reciente informe de Argencom (Cámara surgida a partir de la Ley de Economía del Conocimiento) son las propias empresas las que señalan que sólo este año existirían más de 2.000 millones de dólares en el exterior sin declarar, generados por trabajos locales. Si bien no es clara la construcción del número, esta declaración pone de manifiesto la problemática y puede entenderse como una posibilidad (traer dólares) o como una amenaza de grandes empresas (si no cambia la situación, los dólares no entran). Es importante resaltar que es el rubro que ocupa el tercer lugar en exportaciones del país, detrás de los sectores agroindustrial y automotriz. Estamos hablando de una actividad fundamental si queremos pensar en el desarrollo del país y como señalamos, estamos ante empresarios fuertes (con importantes posicionamientos político-partidarios en muchos casos) y un Estado con mayores dificultades de controlar y legislar que en el resto de las actividades.

Si lo miramos con atención parece lógico: un Estado que tiene muy poca capacidad para controlar el contrabando y subfacturación en la exportación de bienes físicos, poco puede hacer respecto a bienes informacionales que no atraviesan fronteras.

En el informe mencionado las empresas echan la culpa de la caída de las exportaciones al tipo de cambio y a los trabajadores autónomos, es decir al eslabón más débil. Sin embargo las empresas también consiguieron en los últimos años prestar servicios sin entrar dólares al país o hacerlo a través de mecanismos que buscan escapar de la conversión al dólar oficial.

Muchas empresas (algunas muy famosas) abrieron oficinas en países (limítrofes y no tanto) desde los que cursan toda o parte de la facturación de sus servicios tecnológicos hacia otros lares, dejando en el país la facturación local y lo mínimo y necesario para no perder exenciones fiscales y regímenes de promoción.

Otras empresas facturan sus exportaciones a través de una triangulación en el mercado cripto lo que permite ingresar la plata en pesos pero con un valor cercano al dólar blue (y no al valor oficial como se hace a través del sistema bancario tradicional).

En otros casos, como el de alguna de las empresas unicornio argentinas, con el objetivo de retener a empleados/as proponen dejar parte de la plata fuera del país y utilizar divisas para pagar parte de los salarios locales en cuentas en el exterior.

La intención de esta nota no es señalar si ciertas prácticas empresariales son ilegales o no, quienes estamos interesados en el desarrollo del país y de la industria tecnológica necesitamos analizar las potencialidades y limitaciones reales del sector para pensar nuevas políticas y entendimientos que faciliten el crecimiento. Lo que no puede suceder es que empresas que tienen un fuerte incentivo fiscal y crediticio realicen prácticas comerciales y contables que impiden la entrada necesaria de dólares; como tampoco puede suceder que el Estado no resuelva estas tensiones de forma rápida en tanto no se trata sólo de dólares que no entran sino de cambios estructurales en las formas de comercialización de empresas y personas que no se revierten fácilmente una vez acontecidos.

No es sólo el tipo de cambio lo que influyó en la caída de las exportaciones de estas actividades. Hay que recordar que a finales del 2018 el gobierno anterior impuso retenciones a las exportaciones de los servicios (de hasta el 12% en base al valor de las exportaciones), una medida muy mal vista que profundizó la búsqueda de mecanismos para saltar los controles o directamente evitar el ingreso de divisas al país.

También sobre finales de 2018, y con mucha demora, se presentó la llamada Ley de Economía del Conocimiento que buscaba reemplazar la exitosa pero ya caduca Ley de Promoción de la Industria del Software (vigente desde 2004 con modificaciones). Bajo el paraguas de fomentar el desarrollo tecnológico la Ley de Economía del Conocimiento generaba un esquema amplio de exenciones impositivas para muchas empresas de diversos rubros con un fuerte costo fiscal para el Estado. La misma no pudo reglamentarse tal como fuera votada no solo por el costo fiscal que suponía sino por diversos problemas técnicos, lo que dejó a empresas del sector sin previsibilidad y sin el marco de promoción con el que contaban desde 2004. En el año 2021 se quitaron las retenciones a los servicios informacionales y se reglamentó con modificaciones la llamada Ley de Economía del Conocimiento con lo que nuevamente se aumentaron los ingresos por exportaciones. Recordemos que la anterior Ley de Software y la actual Ley de Economía del Conocimiento brindan entre otros beneficios fiscales la exención del 70% de las cargas patronales y de hasta el 60% en el Impuesto a las Ganancias durante 10 años.

Puede verse entonces que la falta de políticas de desarrollo productivo en general y de desarrollo tecnológico en particular del gobierno anterior, sumado a los problemas planteados por el tipo de cambio paralelo y la dificultad de fiscalizar actividades que exportan bienes inmateriales convergen en la caída de las exportaciones del sector. En el rubro del conocimiento se repite lo que sucede en otros rubros industriales: las empresas buscan maximizar sus ingresos, peleando por reducciones impositivas para bajar lo que llaman costo laboral.

Respecto a los empleos y salarios del sector solemos escuchar que es un rubro de altos salarios y pleno empleo. Si bien es cierto que estamos frente a un sector de buenos salarios es importante destacar que el panorama laboral sufrió modificaciones y que estamos frente a un universo más diversificado (no sólo trabajos altamente calificados) y con salarios que no necesariamente le ganan a los aumentos de precios. Diversas investigaciones señalan que, pese a tratarse del rubro de crecimiento más dinámico del empleo, el salario ha caído comparado con otros sectores cerca de un 20% (entre 1998 y 2015). Con estos números se puede comprender mejor el alto grado de insatisfacción, rotación laboral y búsqueda de contratación directa en el exterior por parte de muchos profesionales. Otro sector más en el que el peso de los salarios ha caído en el último tiempo en referencia a las ganancias generadas por las empresas.

También es importante resaltar que pese a la existencia de diversos planes y proyectos que se han realizado en los últimos 10 años para aumentar la cantidad de profesionales, la formación universitaria en estas áreas se mantiene estancada o en caída.

Otro punto para destacar es que, mientras las exportaciones de la industria del conocimiento tienen estos vaivenes y algunas limitaciones que parecen ser estructurales, las importaciones del sector crecen de manera sostenida de la mano del Software como Servicio y las Plataformas OTT (Netflix, Spotify, etc.) con poca o nula operatoria local. La balanza de servicios basados en el conocimiento es fuertemente deficitaria en toda la región según puede verse en investigaciones de diversos organismos internacionales.

Para concluir, es importante destacar que no debe preocuparnos solamente la no entrada o fuga de dólares del sector en el corto plazo, que puede corregirse con cambios en la política económica-cambiaria (entre otras medidas).

Lo que debe realmente ocuparnos es la definición acerca de qué rol puede y quiere jugar la Argentina en la industria del conocimiento. En primer lugar, faltan instituciones públicas especializadas en el mundo digital. Esto dificulta el desarrollo de soluciones de software para el Estado al mismo tiempo que dificulta la articulación público-privada en temas centrales de nuestra sociedad. El INTA, INTI, INVAP, CONAE y otras instituciones han mostrado ser útiles y necesarias pero no suficientes para los nuevos desafíos del mundo informacional. Tenemos instituciones científico tecnológicas públicas con muy poca capacidad de retener mano de obra calificada por los magros salarios y las dificultades de las carreras laborales. La llamada fuga de cerebros del país en el rubro informacional es total y debilita las capacidades de desarrollo de valor local en un mundo en el que el conocimiento y los datos son la fuente de valor y poder.

Fortalecer la formación, resolver el tipo de cambio para el ingreso de dólares, incrementar los controles sobre las empresas que acceden a incentivos fiscales, crear instituciones para mejorar los servicios del Estado en estas áreas y para mejorar la articulación público-privada son algunas de las líneas de trabajo necesarias para pensar en el agregado de valor local en un rubro que a pesar de ser “nuevo” mantiene y profundiza las lógicas del capital monopólico.

 

 

 

 

 

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