Un peligro que florece

Encuentro Patriótico, para pensar colectivamente la Patria que soñamos

 

Un club de laburantes, un gimnasio repleto de militancia, una Patria con urgencias dolorosas y una voluntad inquebrantable de no diluirse en el laberinto que deja encerrados a cobardes y posibilistas.

Pablo Zufriategui nació en Montevideo, fue militar de profesión, se sumó al ejército de José Gervasio Artigas en la Batalla de las Piedras, aquel primer gran triunfo en territorio de la Banda Oriental de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Zufriategui es además la colectora de la avenida General Paz, donde se ubica el Club de los Trabajadores del Banco Nación, lindo lugar para un Encuentro Patriótico.

“Somos un peligro que florece”, repetían las 2.000 impresiones de la última página del documento con el que fue convocado este gran Encuentro Patriótico, pensado colectivamente, desde abajo, ahí donde se calienta la fragua que aprieta los alambres del Movimiento Nacional.

“Nos convocamos para pensar colectivamente la Patria que siempre soñamos, liberándonos primero que nada de aquellos debates que sólo intentan disputar cargos ejecutivos o legislativos como si de eso se tratara el Poder” decía el documento (texto completo en ENCUENTRO PATRIOTICO, y se expuso a los gritos en muchas de las más de 40 intervenciones que matizaron ideas, pusieron en común experiencias y poblaron de certezas la asamblea que marcó el ritmo del Encuentro.

 

 

La apertura fue un disparador, aunque la prensa acostumbrada a los mentideros la presentará como la puesta en escena de los dirigentes que expresan el espacio.

Se nos encaprichó andar enarbolando banderas históricas, pero no por nostalgia, más bien por esa perseverante certeza de que en la soberanía política, la independencia económica y la justicia social se siguen encontrando las respuestas necesarias a tantas urgencias que tiene nuestra Patria y el remedio a tanto dolor social que atraviesa las entrañas de nuestro pueblo.

Pensamos en Julio De Vido para que ponga sobre la mesa un aporte sustancial a la hora de pensar los desafíos de nuestra soberanía en este siglo XXI. El ministro de Planificación Federal de Néstor y Cristina Kirchner, el autor del Plan Estratégico Territorial, aquel que desacostumbró a la Argentina a que los ministros de obras públicas solo estaban para tirar asfalto y dejó instalados satélites, represas, rutas, centrales nucleares, viviendas e iluminó con fibra óptica cada uno de los rincones de nuestra Patria.

Demasiado para debatir con Julio De Vido sobre los desafíos de una Nación bicontinental, con un principio bioceánico ocultado y un enclave colonial en nuestras Islas Malvinas que sigue siendo un dolor en las tripas de cualquier compatriota. Una premisa lúcida sobre la necesaria construcción de un federalismo en el siglo XXI, que llegó al Encuentro a reivindicar a los padres fundadores de nuestra Patria.

 

 

Hay leña para calentar el debate, a pesar de que quieran encerrar a la militancia en la infame pelea por un cargo o un lugar en alguna lista.

Nos acompañó la flaca, mi compañera, la Milagro. Me duele verla por Zoom, tendría que estar con nosotros, pero la revancha oligárquica la sigue teniendo presa. La sigue teniendo presa después de dos años y medio del gobierno en el que íbamos a volver mejores. La mancha imborrable en la ética del movimiento nacional es motivo suficiente para interpelar más allá de la tropelía de algún cronista que busca el anatema sobre nuestros compañeros, como método de desprestigio.

Milagro construyó miles de viviendas, planificó educación y salud para los suyos y fue tan grande la obra que terminó siendo para todos. Edificó fábricas para sustituir productos encarecidos que llegaban de otro lado. Milagro es el testimonio en carne viva de lo que significa tener fe en el pueblo.

La libertad de la flaca es una agenda de futuro en un país que necesita generar laburo, pensar el arraigo, la comunidad y el hábitat que otorgaría un gran programa de construcción de viviendas, que generaría miles de empleos. Mirá si Milagro no va a tener cosas para aportar a esta agenda patriótica donde la Justicia Social sigue siendo un tema pendiente en nuestro país.

Se acercó Horacio Rovelli a la apertura del Encuentro. Puso tantos números que desnudan el estado de dependencia en que se encuentra sumida la economía nacional, que hace falta un gran ejercicio de formación política para dimensionar las enormes tareas con las que tenemos que librar la batalla hasta conquistar nuestra independencia económica. También puso nombres y apellidos, los de siempre, los que deciden qué argentino come o no come, los fugadores de divisas de ayer y de hoy, los Paolo Rocca, los Bulgheroni, los Pagani, los Galuccio, los Marcelo Mindlin, las siete agro-exportadoras dueñas de nuestro Paraná y de nuestros granos, para nombrar algunos de los pocos que concentran la riqueza de nuestra Patria a costa de la pobreza, el desempleo y el hambre de millones de argentinos.

 

Nos faltó el locro, maíz, falda, patas y orejas de chancho, zapallo, mandioca, productos degradados y tan estigmatizados para los chefs de alto nivel como las organizaciones populares y su militancia para los cagatintas de los grandes medios de comunicación, ocupen las filas del progresismo o le cedan sus crónicas a los editores de la embajada norteamericana. Lo que no nos falto fue el postre, donde el Teatro Sanitario de Operaciones nos regalo un himno nacional que nos emocionó hasta las lágrimas y nos arrancó del corazón el grito de “¡Patria sí, Colonia no!”. Los medios de desinformación también quisieron estigmatizar y ridiculizar el himno y, bueno, cada uno elige con qué productos culturales conmoverse. A nosotros nos sigue emocionando el himno debajo de una bandera argentina cantado por artistas populares.

Tampoco faltaron los sánguches que vinieron de los comedores del Frente Milagro Sala. Mientras se repartían, circulaba también la palabra. Algo para picar y mucho para ir pensando entre todas y todos.

“Es la hora de la militancia”, dijo uno, “Sólo el pueblo salvará al pueblo”, dijo una compañera y me acordé que la frase que ocupa un lugar destacado en la puerta del gremio de los gráficos, el de Ongaro, el de la CGT de los Argentinos que hicieron su aporte en el encuentro, como otros compañeros del movimiento obrero, de las organizaciones sociales, de la militancia de derechos humanos.

Curas, profesionales, estudiantes, laburantes… al Encuentro Patriótico se acercaron de todos lados para poner una experiencia en clave colectiva.

“Esto es la apertura de algo bien necesario en el Movimiento Nacional”, dijo uno en la asamblea, y tenía razón: el Encuentro Patriótico acaba de asomar, como el sol del 25 que nos fue negado en la jornada, que nos empujó del predio al aire libre que los tupakeros habían preparado un día antes al amontonamiento en un gimnasio. En realidad no estuvimos amontonados sino amalgamados.

Y amalgamados necesitaremos andar como cuando dijimos aquel 2018 que la Patria estaba “en peligro” y nos fundimos en esa marea humana en la 9 de Julio contra los calculadores de las relaciones de fuerza.

Hoy la patria sigue estando en peligro, ocupada por multinacionales extranjeras y por profesionales de la política a su servicio. Creen que nuestro destino es el de una factoría pero, como dijo Fernando Gómez en el cierre del Encuentro Patriótico, todavía no nació el cipayo que le haya borrado a nuestra Patria su destino de grandeza, ni ha nacido el miserable que le borre el destino de felicidad que se merece nuestro Pueblo.

 

 

 

* Alejandro Garfagnini es militante de la Organización Barrial Tupac Amaru.

 

 

 

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