Sombras de la China

Solo 22 Presidentes de los 35 países miembros de la Cumbre de las Américas participaron en su novena edición

 

Solo 22 Presidentes de los 35 países miembros de la Cumbre de las Américas participaron en su novena edición. De nada sirvieron las gestiones del ex senador Chris Dodd, amigo personal del Presidente Biden, para lograr una gran fiesta. Tal como señaló Horacio Verbitsky en una nota publicada en El Cohete, durante su visita a la Argentina, Alberto Fernández le dijo que suscribía lo manifestado por Andrés Manuel López Obrador y que, si bien asistiría, defendería esa posición durante la Cumbre.

El Presidente mexicano mantuvo su decisión de no ir si se excluía de la Cumbre a Cuba, Nicaragua y Venezuela y su ausencia, y la de otros Presidentes, cubrió con un manto de opacidad los temas centrales que deberían haber sido abordados en ella. Lo que sucede en el fondo es que la única agenda que tiene Estados Unidos para la región es excluir la presencia china.

 

 

El tiempo pasa…

La actitud de AMLO de no asistir a la Cumbre fue seguida por los Presidentes de Bolivia, Honduras, y ocho de los 15 miembros de la Comunidad del Caribe que, a principios de mayo, habían decidido no participar en bloque si no se cursaba invitación a todos los gobiernos. Por otros motivos, tampoco participaron los Presidentes de El Salvador, Guatemala y Uruguay, con lo que el cónclave realizado con un año de retraso en Los Ángeles, la ciudad más alejada del centro del poder de la primera potencia mundial, fue el más deslucido de todos.

Antes del inicio de la Cumbre, el canciller mexicano Marcelo Ebrard había dicho que la mayoría de los países piensan lo mismo (pero no lo dicen) respecto a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Cumbre. Asimismo, que dichos problemas debían ser tratados dentro de ella y que tampoco compartían las políticas de embargo. Una evidencia de ello, señaló, la constituyen las reiteradas votaciones en la Asamblea de la ONU donde casi todos los latinoamericanos y caribeños se oponen al embargo a Cuba.

La incapacidad del gobierno estadounidense de lograr una amplia convocatoria a nivel presidencial a una Cumbre creada por su iniciativa en Miami, en 1994, es reflejo de la poca importancia relativa que le ha otorgado a la región en los últimos años. Su preocupación inicial de hacer de nuestra región un lugar de acceso irrestricto a sus recursos naturales, en particular la energía, así como a su enorme biodiversidad, hoy se ha transformado en una agenda destinada únicamente en aislar la creciente presencia china en América Latina y el Caribe.

La Cumbre de las Américas, cuya Secretaría Técnica está a cargo de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue un Foro creado en momentos en que Estados Unidos consideraba que los acuerdos comerciales, ya sea el ALCA o los TLC, servían al mismo objetivo que los pactos de seguridad durante la Guerra Fría, toda vez que comprometían a las naciones a garantizar la provisión de sus recursos naturales por medio de una serie de derechos y obligaciones. Con esta misma lógica, Barack Obama impulsó el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que incluía a tres países latinoamericanos (Chile, Perú y México) además de Canadá, Japón, Nueva Zelanda y otros del sudeste de Asia, y que Donald Trump abandonó al día siguiente de sumir el gobierno en enero de 2017.

 

 

La presencia china

En abril de este año el ex director del Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad (NCSC), William Evanina, señaló que “China representa la amenaza más compleja, perniciosa, agresiva y estratégica que jamás haya enfrentado nuestra nación”. Su presencia diplomática, comercial, de inversiones y préstamos en infraestructura en América Latina tiende a superar a la estadounidense. Los préstamos que China y sus bancos multilaterales otorgan para infraestructura son mayores a los que otorgan las agencias de financiamiento estadounidenses, el Banco Mundial y el BID juntos.

Además, para la mayoría de los países de la región, este se ha ido convirtiendo, desde 2010, en el principal mercado de sus exportaciones, básicamente materias primas, y fuente importante de sus importaciones. Su creciente presencia diplomática no es menor. China tiene status de observador en las siguientes organizaciones: OEA, Alianza del Pacífico, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),  en Foros de Inversión y Cooperación de Alto Nivel China-América Latina. Asimismo, mantiene estrechos lazos con la Comunidad del Caribe (CARICOM) y con la CAF (hoy Banco de Desarrollo de América Latina), realiza Foros con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Foros CELAC-China) desde 2015 y es miembro del BID desde 2008. Además, ya son 20 los países de la región que han firmado acuerdos en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, el megaproyecto de infraestructura mundial lanzado por China en 2013.

Para contrarrestar esta presencia, Estados Unidos ofrece programas como la “Iniciativa América Crece” desde 2019 que, se supone, brindan capitales para inversiones en infraestructura y telecomunicaciones, condicionados a limitar el flujo de los capitales del país asiático en la región, en particular a no contratar tecnologías 5G de ese país. El problema es que Estados Unidos no posee esa tecnología y se está consolidando como una maquinaria de imprimir billetes para financiar la industria armamentista tanto en el marco de la OTAN, como en la región Indo Pacífico. Su enorme déficit fiscal, sobre-endeudamiento, desigualdad (la más alta de la OCDE) y sus problemas de terrorismo interno impulsados por los supremacistas blancos, le dejan poco margen para atender la región, pocas veces tan dividida políticamente, incapaz de plantear algún lineamiento común en el ámbito internacional, que es dónde se definen las políticas internas.

El argumento para no invitar a los tres países mencionados por ser dictaduras y no respetar la Carta Democrática de la OEA se contrapone con la visita planeada por el Presidente Biden a Arabia Saudita, considerada en la situación actual de crisis energética mundial como un “socio importante” a pesar de sus graves antecedentes de violación de derechos humanos, que motivaron que Biden llegara a decir, hace algún tiempo, que debía convertirse en un “paria”. Por la crisis energética le ha suavizado las sanciones a la excluida Venezuela y, como si se tratara de relaciones virreinales, ha autorizado a algunas empresas, entre ellas Chevron, a comerciar petróleo venezolano.

La exclusión de los tres países ha opacado los temas centrales que agobian a la región latinoamericana y caribeña. De hecho, los protagonistas de uno de los prioritarios, la migración, no estuvieron presentes. La ausencia de los Presidentes de México y la de los denominado países del triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) con cuyas autoridades la Vicepresidenta Kamala Harris ha gastado innumerables visitas para resolver este punto que se perfila como una responsabilidad política de primer orden para Biden, representan un duro golpe.

La torpeza de la Secretaría de Estado de no incluir a todos los países ha develado la ausencia de propuestas de Estados Unidos para su patio trasero, hoy devenido en patio delantero. Centrar la estrategia de su relacionamiento con la región en excluir la presencia china representa solo una política de garrote sin zanahoria, que la región no está dispuesta a aceptar, independientemente del régimen político de sus gobiernos.

 

 

El tiro de gracia

En ese sentido, el discurso de Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas representó un tiro directo en la línea de flotación de una entidad semicolonial como lo ha sido desde su inicio. En efecto, no sólo rechazó la exclusión de los tres países mencionados sino que convocó a una Cumbre Extraordinaria de la CELAC –foro donde la región debe coordinar y marcar la línea de los temas de cooperación en el continente—, e invitó a Biden en calidad de observador a dicha Cumbre a realizarse en diciembre en Buenos Aires. Su pedido de que la OEA sea reestructurada y de remover por completo a quienes la conducen, así como su señalamiento de que esa institución actuó como un gendarme para facilitar el golpe de Estado en Bolivia, puede ser el tiro de gracia. Como cereza del postre denunció que “se han apropiado de la conducción del BID, que históricamente estuvo en manos latinoamericanas”, en referencia a la imposición del bloquero anticubano Mauricio Claver-Carone como presidente de esa institución por Donald Trump en septiembre de 2021.

El planteamiento de Fernández está en línea con la propuesta de AMLO, quien aboga por una integración de todo el continente americano, pero sobre las bases del respeto a la soberanía de los países y una nueva estructura institucional que excluya a la OEA. Así lo manifestó el Presidente mexicano en su discurso en la VI Cumbre de la CELAC, en septiembre, oportunidad en la que señaló que dicha institución puede convertirse en estos tiempos “en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías”.

Durante su reciente visita a La Habana, ante los atentos oídos del Presidente cubano, AMLO señaló que si la tendencia económica y comercial de las últimas tres décadas se mantiene, para 2051 China tendría el dominio del 64.8 por ciento en el mercado mundial y Estados Unidos solo entre el 4 y hasta el 10 por ciento, lo cual, insisto, sería una desproporción económica y comercial que resultaría inaceptable para Washington y que mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo cual sería un peligro para todo el mundo. Es este el marco de su defensa por una cumbre americana inclusiva y con cambios institucionales como la desaparición de la OEA. Sin duda, esta Cumbre constituye un punto de inflexión histórico en las relaciones de América Latina con Estados Unidos, en el que se presentan mayores márgenes de autonomía para determinar los términos de su inserción internacional en momentos en que Estados Unidos carece de una agenda propositiva y su política exterior se centra básicamente en aplastar el ascenso de China como su rival.

 

 

 

 

 

 

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