Ruidos en el sistema

La reflexión eclesiástica sobre aspectos del actual sistema económico y financiero

 

Al pensar esta columna de reflexión sobre el documento presentado el 17 de mayo en el Vaticano y elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe junto al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, confieso que —utilizando la metáfora popular que designa una confusión para entender algo— me “hacen ruido” algunas cuestiones.

Ruido 1. La fe y el sistema. El despacho que transcribe la rueda de prensa en la que fue presentado el documento “Oeconomicae et pecuniariae quaestiones" (OPQ), reproduce los comentarios de los cardenales responsables de los dos organismos de la curia vaticana citados como autores. Luis Francisco Ladaria Ferrer, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma —con cierto aire narcisista— que “este documento maravillará a muchos”. Más adelante afirma que pretende sugerir la base de una ética adecuada de las dinámicas económicas pero advierte que “no es un experto en el tema”. Continua señalando que el motivo del documento es una mirada sobre algunos ámbitos del mundo financiero actual e intenta ofrecer un juicio ético sobre ciertos de sus aspectos. Este servicio de la Iglesia —afirma— es una orientación para una sociedad que “pretende ser lo menos injusta posible”, concediendo tácitamente que un poquito de injusticia siempre va a haber. Creo que fijar posición sobre la ética en el capitalismo quizá podría haber sido tarea de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. ¿Es viable que la congregación para la doctrina de la fe escriba sobre la ética en el capitalismo financiero del siglo XXI? Me hace ruido.

Ruido 2. Una inyección de ética. Me pregunto si se puede “inyectar” la ética en un cuerpo que no lleva la ética en el ADN de sus células. Me viene a la memoria el célebre discurso del “tiburón financiero” Gordon Gekko en el film “Wall Street” (1987). En esa memorable escena les dice con vehemencia a los accionistas de su empresa Teldar Paper: “¡La codicia es buena!” (Greed is good.)

 

 

Esta consigna es parte de la formación de los agentes financieros, y de no pocas escuelas de formación económica donde la ética parece ser irrelevante. El común de la gente tiene esta percepción de sentido común cuando opina sobre Wall Street o los CEOs. Parecen no tener ética y precisamente ese es el motivo de su “éxito” económico. No les importa nada. Aristóteles en su Política (siglo IV a.c.) cuenta el caso del filósofo Tales de Mileto que, previendo una buena cosecha de aceitunas, adquirió el derecho a utilizar los molinos de aceite y, cuando la demanda de molinos de aceite estaba en su pico, en el momento alto de la temporada, alquiló los molinos al precio que quiso y obtuvo grandes beneficios. Esta operación financiera realizada hace veinticinco siglos, es todo un antecedente de las exitosas maniobras especulativas de los grandes capitales en el sistema actual: comprar barato y vender caro, tras un análisis de expectativas de crecimiento de la demanda en un mercado concreto o de un producto particular, con la consiguiente subida de precios. Sin ir más lejos, solo con un poquito de información y cercanía con sus amigos en el gobierno, los grandes capitales especulativos se hicieron —en la Argentina la semana pasada— un festín de ganancias comprando dólares a 20$ y vendiéndolos a 25$ en solo 4 días. Ninguno de esos apostadores ha reparado en las consecuencias de la especulación en la distribución de la riqueza. Si hubieran pensado desde una ética de la justicia no se dedicarían a los negocios de ese tipo, que están amparados por la legalidad del sistema capitalista. En el capitalismo del siglo XXI los que más ganan son los que especulan. ¿Les interesa la ética? ¿La ética puede convivir con el sistema? Me hace ruido.

Ruido 3. Principismo vs. realidad. Los documentos del magisterio de los papas sobre cuestiones sociales (e incluso algunos documentos de comisiones pontificias sobre problemáticas económicas o sociales) escritos a lo largo de poco más de un siglo, han sido un muy valorable aporte reflexivo para el mundo. Algunos de estos documentos han tenido mucha repercusión en su contexto histórico concreto, como Rerum Novarum (1891) y otros han sido referencia de la ética del pensamiento social, de todos los tiempos, tanto para los creyentes como para la humanidad en sentido amplio. No obstante, han tenido en general un fuerte sesgo principista e idealista. Los principios éticos, los ideales sociales, son metas, orientan el rumbo, señalan el camino, marcan los desafíos que deben ser asumidos, son los vectores de la conducta. Pero, ¿mientras tanto qué?  ¿No son también muy necesarias las mediaciones, las acciones que realizan los principios, los cambios estructurales? Reflexionar sobre el salario justo —por poner un ejemplo— y demostrar su valoración ética relacionada con la justicia es un aporte. Pero mientras tanto es necesario accionar contra la aplicación de salarios injustos, acompañar los movimientos organizados de la sociedad por un salario justo, ponerle nombre a los obstáculos, denunciar los intentos de desconectar al salario de la justicia o volver atrás en la validez de la seguridad social atada al trabajo registrado y el salario justo. OPQ está escrito en un tono genérico y abstracto, no menciona ni una sola vez palabras tales como capitalismo, neoliberalismo, Wall Street, precisamente porque aborda la problemática desde los principios éticos cristianos de la economía, sin mediaciones que nos acerquen a la situación concreta. Me hace ruido que no haya nombres de instituciones, de mecanismos del sistema que generan muerte e injusticia. El sistema tiene rostros, organismos internacionales que presionan, potencias hegemónicas que toman decisiones según sus conveniencias, una globalización construida para someter. “Los mercados”, “el sistema”, son personas, son grupos identificables. No puedo soslayar la frase mágica de Federico Sturzenegger de esta semana: “El mercado nos está diciendo que ya no creía en nuestra política”. El mercado dicta sus oráculos sobre la economía pero nadie sabe quien es y nadie sabe si le importa la ética.

Ruido 4. Este sistema no se aguanta. Una contradicción me hace ruido. Hay que reconocer que existe el esfuerzo de una reflexión sobre el sistema económico, y el Papa Francisco ha instalado como preocupación permanente la toma de posición frente al neoliberalismo, la injusticia, los pobres y otras temáticas urgentes que no deben estar fuera de la mirada crítica del cristiano y del público en general. A la vez —y he aquí la contradicción— OPQ parece reflexionar dando por sentada la validez del sistema siempre y cuando se busque el bien común, la ética de los medios para obtener ganancias, la necesidad de la gratuidad y la solidaridad como valores cristianos que no antagonizan con una recta obtención de una legítima ganancia. Parece sugerir que la ética de los individuos puede recuperar al sistema de sus desórdenes. Pero el Papa Francisco había dicho otra cosa en Santa Cruz de la Sierra a los movimientos populares: “Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.

 

 

La reflexión del Papa es que a este sistema no lo salva la mera ética de los individuos, tiene problemas estructurales. La estructura gira en torno del afán de lucro como fin que justifica los medios y está generando serios desórdenes en el ecosistema planetario. Hay que construir un sistema nuevo, por fuera de este, centrado en la dignidad de la persona humana y no en el afán de lucro, donde el combustible de una nueva civilización sea la generosidad y no la codicia meritocrática. El capitalismo ha fracasado como paradigma civilizatorio porque ha multiplicado la pobreza y la desigualdad. Ha aumentado los riesgos que corremos los habitantes del planeta tanto por el desarrollo de las fuerzas productivas de la industrialización y la sobreexplotación de los recursos naturales como por la generación de peligros sociales a partir de la agudización de las desigualdades, la concentración inmoral de la riqueza y el ansia de poder. Este sistema premia la codicia y castiga la solidaridad. Me hace ruido que para Francisco el dinero sea “el estiércol del diablo” y para OPQ sea “en sí, un instrumento bueno”.

Ruido 5. Dinero sucio. Después de mencionar que el dinero es bueno o malo depende de cómo se lo use, OPQ hace mención al “dinero sucio” lavado y escondido muchas veces en las cuentas offshore. O sea que el dinero no es un “instrumento bueno en sí” como también afirma OPQ y señalé en el párrafo anterior. Puede ser un instrumento malo si se ha obtenido mediante operaciones éticamente inaceptables. No sólo depende de su instrumentalidad sino de su origen. Se podría usar dinero sucio para ayudar a los niños pobres, pero no sería éticamente aceptable. Una miseria del sistema capitalista es que por un lado persigue delitos como el lavado de dinero o la evasión fiscal, pero a la vez crea huecos legales en los Estados para que se escondan los delincuentes. Los paraísos fiscales y las cuentas offshore se han convertido en guaridas de lavadores y evasores. Son “legales” pero las usan casi exclusivamente los que andan flojos de papeles. OPQ lo califica como “hipocresía” y lanza una propuesta. Un impuesto a las transacciones offshore para resolver el hambre en el mundo. Lo considera una cuestión de valentía, de animarse a hacerlo suponiendo que a alguno le interesara hacerlo. Más ruido. El hambre en el mundo es generado por el sistema que concentra la riqueza de manera desigual. Juntando plata para dar de comer no se impedirá que el sistema siga matando de hambre a un 56% del planeta mientras el 1% mas rico tiene más dinero que el otro 99%. Por otra parte, cobrar un impuesto proveniente de cuentas donde puede haber dinero no declarado, no resulta una buena idea. Esos capitales no están tributando en los Estados de origen, y es eso lo que debería cambiar. Lo éticamente inaceptable es que mientras el común de los mortales paga impuestos y declara sus entradas, haya una elite de clones de Gordon Gekko que escondan sus fortunas y el origen de las mismas.

OPQ aporta valoraciones críticas desde una ética económica que resaltan elementos y situaciones como las de las guaridas fiscales, y las cuentas offshore que también son observados desde las ciencias sociales, no tanto desde la ética sino desde el análisis científico serio.

OPQ es una reflexión válida, discutible, estudiable con mayor profundidad, pero me hace ruido.

 

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