El invierno de Schubert

La musica que escuché mientras escribía

 

El martes, después del partido de Messi, volví a Schubert. Tal vez influido por el resultado, esta vez no escuché sonatas ni sinfonías, terminadas o inconclusas, sino lieder, que es la palabra alemana por canciones. Y algunas de las de Schubert son tristísimas. Entre los 17 y sus 31 años, que son todos los que vivió, compuso 600 canciones, sobre poesías preexistentes, de Goethe, Schiller, Heine y Wilhelm Müller, entre otros. Un año antes de su prematura muerte completó la serie de  los Winterreise, o El viaje de invierno, de una melancolía desesperante. Encontré una traducción al castellano, que podés leer aquí para darte una idea de qué se trata.

Unos pocos ejemplos:

La doncella habló de amor
su madre, incluso de matrimonio...
Ahora el mundo rebosa tristeza
Mi camino está cubierto de nieve .

El viento juega con la veleta
encima de la casa
de mi bella enamorada.
En mi locura pensé al verlo,
que se burlaba del pobre fugitivo.

¡Lagrimas, mis lagrimas!
¿Tan tibias sois
que os convertís en hielo
con el frío rocío de la mañana?

¿Dónde encontraré un brote?
¿Dónde hallaré verdes prados?
Las flores han muerto.
La hierba está pálida.

¿No hay ningún recuerdo
que pueda llevarme de aquí?
Si mi pena es silenciosa,
¿quién me hablará de ella?

Mí corazón parece muerto.
Su imagen en él se ha vuelto hielo.
Si mi corazón se derrite alguna vez
así su imagen huirá por siempre

Nieve,
tú conoces mis anhelos.
Dime, ¿adónde irá tu curso?
Sigue mis lagrimas y pronto
te perderás en la corriente.

En ella cruzarás la ciudad.
Recorrerás las calles hormigueantes
Cuando veas encender mis lagrimas
habrás llegado a casa de mi amada.

Una corteza dura y seca
cubre tus aguas.
Frío e inmóvil
yaces en la arena.
En tu superficie grabo
con una piedra afilada
el nombre de mi amada.
la hora y el día.

La fecha del primer encuentro.
El día en que me marché .

Al recordar aquel día
ansío mirar atrás
otra vez.
Ansío volver sobre mis pasos.
y volver frente a su casa.

Por arroyos secos de las montañas
voy buscando con calma.
Todos los ríos alcanzan el mar
y toda pena alcanza su tumba.

Ahora, aquí estoy sentado, solo ,
y medito sobre mi sueño

Vuelvo a cerrar los ojos.
Mi corazón sigue latiendo cálido.
¿Hojas, cuándo verdearéis?
¿Amor, cuándo te abrazaré?

En las afueras del pueblo
hay un organillero.
Y con dedos entumecidos
le da a la cuerda penosamente.
Se tambalea desnudo
sobre el hielo
Y su platillo siempre
esta vacío.

Nadie quiere oírle, nadie le mira.
Y los perros gruñen alrededor
del pobre viejo.
Y él lo ignora todo,
no se inmuta.
Da cuerda a su organillo,
nunca para.

Fue imponente la versión que hizo en el Colón José Van Dam. Pero no me imagino ninguna superior a la de Dietrich Fischer-Dieskau, acompañado desde el piano por Alfred Brendel.

 

 

 

 

 

Después de mucho escucharlo, la conclusión inevitable es que hay cosas más graves que perder en un campeonato de fútbol.

 

 

 

 

 

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