Bach, siempre Bach

La música que escuché mientras escribía

 

El catálogo de Mubi es una delicia para quienes buscamos algo distinto al formato estándar del cine europeo occidental o estadounidense. Incluye películas de cinematografías poco conocidas aquí, como los clásicos turcos, persas o filipinos restaurados por el fondo que creó el gran Martin Scorsese, el gringo con vocación universal. Pero también las primeras películas poco recordadas de directores famosos, las candidatas en los festivales más apreciados y retrospectivas de cineastas que valen la pena, como Agnes Varda, cuyo primer documental en un pueblo de pescadores de Francia tiene reminiscencias de la obra maestra de Visconti, La Terra trema. ¿Dónde más encontrás películas griegas, árabes, centroamericanas, africanas?

Esta semana encontré allí El silencio antes de Bach, dirigida hace ya quince años por Pere Portabella, un personaje digno de conocerse, que a los 95 sigue produciendo, como lo hizo a mediados del siglo pasado con Buñuel, Saura o Marco Ferreri; dirigiendo y activando en la política española, donde fue resistente antifranquista, diputado catalán y senador europeo. Es una película desconcertante, casi sin hilo narrativo, que te spoileo sin culpa porque creo que así dan más ganas de verla. Va de la recreación biográfica de Bach en Leipzig, a las visitas a la iglesia luterana de Santo Tomás, donde está su tumba, y la rutina cotidiana del anciano que lo personifica ante los (escasos) turistas que se interesan por su historia. En un inmenso espacio vacío, una pianola danza mientras reproduce las variaciones Goldberg; un albino ciego afina un piano de cola con infinita paciencia; un camionero con su armónica hace prodigios para no destrozar una variación bachiana, y en la escala siguiente su compañero de cabina le retribuye soplando ese rarísimo instrumento que es el fagot. Un caballo trota al ritmo de una partita de Bach. El camión está ploteado con vírgenes y el apuro por llegar pese a una tormenta feroz es porque deben trasladar un piano. Cuando el instrumento comienza a sonar, otros veinte lo acompañan, secuencia paralela a otra en la que un vagón de subte sólo aloja a decenas de cellistas que atacan una de las suites...para cello solo.

El poliedro del marxista Portabella propone una lectura sobre el mundo antes y después de Bach, sobre el sentido de la música y acerca del mensaje que ese genio que hizo de Dios un tipo interesante (como le hace decir a uno de sus personajes) aún tiene para transmitirle a la humanidad. Si querés lanzarte a ese océano, ya sabés dónde hacerlo. Yo sólo te muestro algunas escenas que pude encontrar disponibles y el trailer del propio Portabella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí