JAZMÍN DEL MEDIO ORIENTE

La música que escuché mientras escribía

 

Obsesionado con las masacres recíprocas de Hamás y el Estado de Israel contra civiles indefensos y ajenos al conflicto, pensé en escuchar esta semana música de Palestina y de Israel. Pero no encontré nada que me pareciera demasiado interesante, más allá de curiosidades como los tangos en yiddish. Tampoco quise repetir alguno de los conciertos de la orquesta de jóvenes  israelíes y palestinos creada por Daniel Barenboim y Edward Said, que hace rato hubiera merecido el premio Nobel de la Paz, otorgado a empecinados guerreristas como Begin y Obama.

Recordé una película que vi dos veces, del director palestino israelí Elia Suleiman, De repente el paraíso. Sé que ha dirigido otros largometrajes, pero no los encontré por ningún lado. La crítica lo compara con el francés Jacques Tati, pero Suleiman me parece superior. Lo único que les encuentro en común es que no hablan. Su obra es sólo superficialmente humorística, pero en realidad comporta una reflexión muy profunda sobre la tragedia de su pueblo. Suleiman vive entre Palestina, París y Nueva York, cosa que se refleja en su obra y le permite observar con una distancia crítica, situaciones y personajes. Lo que más me impresionó de la película es la voluntad de una vida normal, como los demás pueblos del mundo (o como un palestino puede idealizar por contraste la vida de los otros). Y lo dice sin palabras, con impecables recursos cinematográficos, como el baile de los jóvenes en la disco en el final.

En una de las escenas aparece una cantante muy persuasiva, Yasmine Hamdan, que es la pareja de Suleiman. En el primer video podés verlos juntos. Suleiman es el expresivo canoso de barba. En los videos restantes se aprecia la difícil relación entre continuidad y ruptura cultural. El cinturón de monedas de Yasmine en el tema inicial remite a una pieza de la indumentaria clásica de las odaliscas de la tradición árabe, igual que su vientre descubierto. Pero viste un jean y su aspecto es el de cualquier chica de una ciudad occidental. (Beirut lo fue luego del colonialismo francés y antes de las invasiones israelíes y la difusión agresiva de las versiones duras del Islam. La nostálgica canción Beirut incluye escenas de aquellos tiempos.) Sólo que está descalza, como es regla en la danza árabe.

 

 

Espero que no te parezca una frivolidad mi deriva, desde las atrocidades de Hamás y Netanyahu a la música sensual de Yasmine Hamdan, que es libanesa pero también habla y canta en francés. Yo creo que no lo es, y que, muy en el estilo de Suleiman, defiende el derecho a no sufrir, a amar y a ser feliz, para judíos y palestinos, a pesar de Hamás y del gobierno de Israel.

 

 

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