Un juicio amargo, lavado y sin espuma

Jaque y enroque en Virasoro

En Gobernador Virasoro, Corrientes, comenzó este mes el primer juicio oral y público por delitos de Lesa Humanidad ocurridos durante el terrorismo de Estado. Hubo allí una veintena de víctimas que sufrieron secuestros, torturas y cárcel; casi todos trabajadores rurales sindicalizados y vinculados laboralmente de manera directa o indirecta a la empresa Las Marías, propiedad de la familia Navajas Artaza. Dos de ellos, Neriz Pérez y Marcelo Peralta, permanecen desaparecidos.

Desde hace años, familiares de las víctimas y sobrevivientes denuncian la responsabilidad que tuvo este grupo económico en los crímenes. Aunque existen fuertes evidencias que demuestran la colaboración logística y financiera que prestó el establecimiento durante la dictadura, los dueños de Las Marías aún no fueron juzgados.

El único imputado en el juicio que acaba de comenzar es el empresario y militar retirado Héctor María Torres Queirel, ex intendente de facto en el municipio de Virasoro entre 1976 y 1983. Se lo juzga por el secuestro y posterior desaparición de Peralta, que habría ocurrido en su estancia privada.

El pequeño pueblo correntino de Gobernador Virasoro tenía una población de aproximadamente 6.000 personas cuando se produjo el golpe cívico-militar de 1976. Más del 90 por ciento pertenecía a familias de peones rurales.

No había muchas alternativas para quienes sólo disponían de su fuerza de trabajo. La gran mayoría se dedicaba a la cosecha de yerba mate y té, o se desempeñaba en otros rubros de la actividad agroindustrial.

La empresa Las Marías, propiedad de la familia Navajas Artaza, se ubicaba en la cúspide de la estructura económico-social del pueblo: miles de hectáreas de tierra en la región, la mayor producción de yerba mate del mundo, extensas plantaciones de té y una próspera proyección en ganadería y forestación.

Un reducido grupo de estancieros de peso secundaban a Las Marías en el negocio agrario. En la defensa de sus intereses actuaban en bloque a través de la Sociedad Rural local.

Uno de esos terratenientes de la oligarquía rural virasoreña era Héctor María Torres Queirel.

Militar y empresario, Héctor María Torres Queirel pertenece a una familia acomodada. Sus padres fueron pioneros de la producción agropecuaria en la región. De ellos heredó la estancia “María Aleida”, localizada al nordeste de Virasoro, sobre la ruta provincial 37, a pocos kilómetros del casco urbano de la ciudad.

Cuentan en el pueblo que en los años setenta Torres Queirel era uno de los personajes “visibles” y “notables” de Gobernador Virasoro, junto con el cura párroco, el comisario, el médico, y, por supuesto, los Navajas Artaza. Pertenecía a la élite local.

Hacia 1976 ya estaba casado con Marta Moglia, prima de los propietarios del establecimiento Villa Corina, ubicado cerca de la estancia María Aleida, al fondo del barrio Narciso Vega. Por entonces el administrador de Villa Corina era Raúl Sócrates “Rulito” Moglia. Esta estancia es bien conocida por los militantes agrarios de la zona, quienes relatan que allí funcionó un vivac militar (campamento temporal) durante el terrorismo de Estado, coincidentemente en el período en que se ejecutaron los operativos de contra subversión “Toba” (1976 y 1977).

Torres Queirel es, además, cuñado de Juan “Pancho” Szychowski, el patriarca de La Cachuera, establecimiento donde se produce la yerba mate Amanda, localizado en la ciudad de Apóstoles, provincia de Misiones, a cincuenta kilómetros de Virasoro.

Al igual que los demás estancieros de la zona, Torres Queirel mantenía una alianza estratégica con los Navajas Artaza. En sus campos se dedicaba principalmente a la producción ganadera, pero también contaba con alrededor de cincuenta hectáreas de yerba mate. La cosecha de yerba estaba tercerizada: Ignacio “Nacho” Balbuena, contratista de Las Marías y empleado municipal, se ocupaba de llevar sus cuadrillas de tareferos a la estancias “satélite” de los Navajas Artaza. Torres Queirel era uno de los “proveedores”. En el establecimiento de Navajas Artaza funcionaba el único secadero de la zona, por lo que la totalidad de la yerba cosechada en Virasoro iba a parar allí.

Además de la yerba, Torres Queirel también se vinculaba con los Navajas Artaza en negocios del rubro ganadero. El establecimiento Las Marías tenía una incipiente industria ganadera, con cabañas genéticas y otro tipo de innovaciones. A través de las ferias de la Sociedad Rural se exhibía un polo comercial afianzado, del que formaban parte los estancieros más capitalizados de la región.

Con 35 años de edad, en 1976 Torres Queirel era teniente primero del Ejército. Muchos en el pueblo lo recuerdan por su porte militar. Un altanero de uniforme, dicen, reluciente desde el cabello engominado hasta las botas de caballería. Se jactaba, orgulloso, de su pertenencia a las fuerzas.

Apenas consumado el golpe de 1976 lo nombraron interventor en el municipio de Gobernador Virasoro. Para los genocidas era un hombre de confianza, alguien que podía acompañar desde ese rol político la “lucha antisubversiva” en esa “zona roja”, donde los sindicatos de trabajadores rurales y de la industria alimenticia habían alcanzado un desarrollo notable.

Fue intendente de facto hasta diciembre de 1983, cuando se produjo la restauración democrática en Argentina. Luego volvió a dedicarse de lleno a la actividad empresarial en su establecimiento, desde donde conservó las relaciones sociales y comerciales con la familia Navajas Artaza.

Hace algunos años se mudó a Posadas, capital de Misiones, donde vive actualmente junto a su esposa, en un barrio residencial de la ciudad. La estancia de Virasoro se convirtió en la “casa de fin de semana” del ex militar.

 

 

 

Sebastian Korol es periodista e investigador de Misiones. Foto, Marcos Otaño

 

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