La semana pasada fuimos a escuchar a Sonia Possetti al festival de tango, en la Capilla de la Recoleta. Cuando ahí funcionaba el asilo de ancianas San Vicente de Paul, era una capilla de veras y sólo le pintaron de negro los vitrales, de modo que no tiene la mejor acústica imaginable. Nos conocimos a fines del siglo pasado, cuando Sonia recién formaba su pareja musical y sentimental con el violinista Damián Bolotín. La escuchamos por primera vez por recomendación de Adrián Iaies, que es un tipo fantástico si no hablás de política. Hay que tener coraje para grabar un dúo de piano y violín, y estaba bueno. Mirá que belleza era a los 25, además.
Casi en coincidencia con la llegada del kirchnerismo editaron un álbum orquestal, en el que al piano, el violín, el bandoneón y el bajo que tocaba la giganta ruluda Adriana González, le agregaron un vibráfono, típico instrumento del jazz. Pero lo que hacían era tango. Ambos habían tocado en la orquesta de Leopoldo Federico (tal vez se conocieron allí) y ella estudió primero con Orlando Trípodi y luego con Horacio Salgán. Para una biografía más completa, cliqueá aquí. Escuchá el primer album del quinteto, de 2003. Ahí nos dimos cuenta de que Sonia es una excelente intérprete y una impresionante compositora. Amamos varios temas suyos como Bullanguera, Bailarina y Ahora sí. Recordábamos otro que nos gustaba mucho. Dulce de naranja, dijo Mónica. Dulce de zapallo, la corregí yo. Cuando nos quedamos chupando frío en la puerta del Recoleta Sonia nos desasnó: Dulce casero.
Seguimos viéndonos a lo largo de los años, los álbumes y los shows. Primero le salió una panza, muy notoria en una superflaca, después apareció Sofi, una nena rubia con rulos y vestidito rosa, que se iba con la hermana de Damián cuando se cansaba. La última vez que nos habíamos visto fue poco antes de la pandemia, cuando esa nena ya tenía 13 y oído absoluto, y Zoe ya cumplía 7. Cuando me invitó la semana pasada nos pusimos al día, con fotos de sus hijas y mis nietos. Mónica, que tiene un ojo clínico infalible, vio la foto de Sofi y dijo: "Parece una actriz italiana de la década de 1960". Sonia contestó que sólo le había fallado por la época, porque actriz es.

Una cosa muy linda de Sonia y Damián es que siempre están investigando cosas nuevas. En una época agregaron un trombón, tuvieron una bandoneonista belga, creo que alguna vez te conté que todos la llamaban La Gabel. Después Sonia empezó a escribir para orquesta de cuerdas, con su Stravinsky bien escuchado.
Tiene unas muñecas y unos dedos tan finos que no podés creer con que fuerza y a qué velocidad le pega a las notas. Y trata los viejos temas de hace 20 años como standards, iguales a si mismos y cada vez distintos, como los buenos jazzeros, a pesar de que me parece que Sonia tiene todo escrito, en unas partituras larguísimas que va doblando y desplegando mientras toca, sin ayuda del alcahuete de concierto que da vuelta las páginas.
En fin, me gustaría mostrarte más cosas, pero están en plataformas de pago que no podemos reproducir en El Cohete. Pero si estás abonado a alguna, no te la pierdas, porque vale la pena. Creo que fue el periodista Gabriel Plaza quien después de escuchar a Sonia escribió: "Hay vida después de Piazzolla". Muy justo, porque es una genia que en ningún momento suena apiazzollada. Y ella misma agregó: "No se trata de matar lo anterior, lo que hay antes es alucinante pero ya lo hicieron. ¿Qué voy a tocar como Troilo? Tengo que intentar la mía, porque lo que hizo Troilo es inmejorable. Así que falta por hacer. Creo que lo bueno de nuestra generación fue tomar el toro por las astas y no tener complejo de decir que nos gusta tocar tango". Y a mí me encanta oírlo cuando lo tocás vos.
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