Esta historia ya te la conté. Pero te la vuelvo a contar ahora, como homenaje a Mirtha Legrand, que me enseñó que el público es otro cada vez. Y si estabas la vez pasada, vale la pena que escuches de nuevo al mejor armoniquista del mundo. El que me dejó con las ganas de volver a escucharlo fue Hernán Oliva, el violinista nacido en Santiago. Igual que Hugo Díaz. Pero uno era santiaguino, como dicen los chilenos, y el otro santiagueño, del Estero argentino, uno de doce hermanos, pobres de solemnidad. Hace tres años leí un texto en Internet que publicó @norbertofernandez6857, a quien cada vez hay que agradecerle ese rescate.
"Cierta vez, viajando Hugo Díaz junto a Domingo Cura por Alemania, llegan a la ciudad de Frankfurt y entran en la casa central de Höhner, tal vez el mejor fabricante de armónicas del mundo. Estaban allí mirando distintos modelos mientras Hugo probaba y tocaba algunos, elogiando su calidad hasta que comenzó a notar que los empleados lo miraban de una manera especial. Hugo Díaz era descendiente de indígenas y le comentó por lo bajo a Domingo que parecía que lo estaban vigilando. Le pidió a su amigo que tomara las armónicas porque tal vez pensarían que él se podía robar alguna. A Cura le parecía exagerado pero también notó la particular mirada y convino que podrían sospechar de la apariencia de su amigo. En un momento, parece que una empleada avisó al gerente y este se apersonó ante ellos. Hugo escuchó que este le pedía si podía acompañarlo. Bajo la mirada inquisitoria de todos los empleados, siguieron los dos al Gerente, que los llevó a la sala de directorio de la empresa. Para su asombro, en una pared había una gran fotografía mural en la que él, Hugo Díaz, aparecía retratado tocando una armónica que lucía claramente la marca Höhner. El gerente los agasajó y lo presentó a todos como el mejor ejecutante de armónicas del mundo y que la empresa se enorgullecía de que él ejecutara una. Por ello lo miraban curiosos los empleados al reconocer en aquel pequeño hombrecito al mismo de la venerada foto". Su hija Mavi (Viuda e Hijas de Roque Enroll) conserva esta. Tocaba de oído, desde los cuatro años, y también se las rebuscaba con el violín y el contrabajo.

Escuchá algunas de las zambas y chacareras que tocaba en ese minúsculo instrumento.
Pero también tocaba jazz, ¡y cómo! Lo acompañan Bubby Lavecchia en el piano, el Zurdo Roizner en la batería, Ricardo Lew en guitarra, Mario Fernández en el bajo y su infaltable Domingo Cura.
Hace mucho confesé en una nota mi admiración por su talento y Mavi escribió para agradecerme y me anunció que me enviaría todos los discos de Hugo. Es una lástima que al anuncio no siguiera el envío. Me hubiera encantado escucharlo tocar junto a Oscar Peterson y, sobre todo, Louis Armstrong, o en La Scala de Milán, con Renata Tebaldi. También me gustaría saber cómo fue su encuentro con Toots Thielemans y Larry Adler, a quienes conoció en Bélgica, donde nació su hija. Pero tenemos esta docena de maravillas que dedicó a Gardel y Lepera, dos años antes de su absurda muerte, apenas a los 50 años. En uno se coló Celedonio Flores. Lo acompañan varios ases de la escudería Troilo, que no se sentaban con cualquiera. Al piano, José Colángelo, que se sentaba en el taburete de costado para mirar al público, como Nat King Cole. Roberto Grela y Norberto Pereyra en las guitarras. Y Roberto Murtagh en el bajo.
A los 17 años, siempre con su amigo bombista Domingo Cura, se largó hacia Buenos Aires, donde llegaron blancos como fantasmas por las bolsas de harina sobre las que durmieron en el tren de carga al que se treparan. De allí, el salto a Europa, donde lo contrató Höhner. Ella dice que en ese viaje, el papá tocó con Louis Armstrong, Sarah Vaughn, Edith Piaf y Marlene Dietrich.
Ya lo escuchaste tocar zambas, jazz y tango. Aparte de la obvia calidad de cada cosa que hace, me impresiona su versatilidad. Barenboim y Mercedes Sosa son descollantes en lo suyo, pero cuando la emprenden con el tango, sabés desde los primeros acordes que es una batalla perdida. Algo parecido pasa con la portuguesa Mysia, cuya lengua materna es el castellano. Mejor que se quede con los fados. La única comparación que se me ocurre es Caetano Veloso, cuya bossa tango es admirable. También me gustan los temas de Bach que toca Django Reinhardt, las versiones impecables de Keith Jarrett o el tango que tocó Jelly Roll Morton sin saber que era un tango, presentado como una fantasía española. Y además está Pantaleón, que partió del tango e inventó algo único. Él fue quien dijo que Hugo Díaz era "el más extraordinario músico intuitivo que he conocido".
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