Don Osvaldo y Pantaleón

La música que escuché mientras escribía

Las estampillas en homenaje a Piazzolla, con foto de Pupetto Mastropasqua.

 

Osvaldo Pugliese presenta a Astor Piazzolla como un gran músico, intérprete y compositor y dice de sí mismo que rasca la viruta. Hay que ser grande para achicarse así. Estas raras grabaciones, realizadas en Holanda en 1989 son las únicas de estos dos grandes músicos juntos, Piazzolla con su sexteto, con el gran Gerardo Gandini al piano, y Pugliese con su orquesta de siempre, con Osvaldo Ruggiero como primer bandoneón, que le cede gustoso el primer lugar en la fila.

Pantaleón sentía anacrónicos a los tangueros tradicionales que le hacían la guerra como a un cuerpo extraño que debían rechazar. Esta antipatía recíproca tenía un par de excepciones que, no por casualidad eran los más grandes: Troilo, con quien Piazzolla se inició cuando era un chiquilín, y Pugliese. Los dos lo admiraban a pesar de su carácter vitriólico, y él los respetaba.

La Yumba, tema histórico en el repertorio de Pugliese, y Adios Nonino, el emblema de Piazzolla, fueron encadenados en aquella sesión, y en el medio un solo de Gandini, quien ya comenzaba a experimentar sus impresionantes Postangos. También hicieron A Evaristo Carriego, de Eduardo Rovira, otro prodigio del bandoneón al que toda la música que tenía dentro no le cabía en el molde tanguero, cuyo Sónico es una bachiana porteña.

Hace demasiados años viajamos juntos a La Habana, donde Gandini participó de un festival de música contemporánea y yo me reencontré con mi familia cubana, argentinos que volaron hacia allí cuando la revolución. En el subsuelo del hermoso hotel Nacional había un bar, donde un pianista muy veterano trataba de recrear el clima del Rick's Café, donde Humphrey Bogart se encontraba con Ingrid Bergman en Casablanca. Entre bambalinas aguardaba el pianista suplente, obligatorio en toda orquesta cubana en los tiempos del pleno empleo estatal, antes de periodo especial y el colapso de la Unión Soviética. Una noche Gandini aprovechó que el titular había ido al baño, se acomodó en el taburete y se puso a curar las lastimaduras en el alma de aquel instrumento maltratado. Al escuchar los acordes complejos del gran músico argentino, el suplente apareció como un rayo, y agitado preguntó: "¿Se murió el pianista?".

Después viene la versión de La Mariposa, que Pugliese tocó en el Colón y que mereció el respetuoso elogio de Astor, quien vio en Pugliese al único tanguero que no se quedó en el pasado, un interlocutor válido con pase libre para el ingreso a su galaxia propia.

Y para terminar, Piazzolla solo en bandoneón, en tres temas de la banda de sonido de la película Sur, de mi querido amigo y compañero Pino Solanas: Vuelvo al Sur,  Sueños  y Tristeza y Separación. No se pierdan una sola nota, que es oro puro.

 

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