¿Por qué baja el precio de la droga?

La droga secuestrada por la Policía vuelve en gran parte al mercado y los jueces queman lo que les ponen

 

El Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires ha vuelto a ser “la Jefatura” (de la Policía de la Provincia de Buenos Aires). Eso expresa que lenta y silenciosamente, la “bonaerense” ha vuelto a ser lo que era antes de la navidad de 1997, cuando León C. Arslanian anticipó la reforma policial.

En el hall central del edificio siempre permanecieron las placas doradas con los nombres y fecha de fallecimiento de los caídos en cumplimiento del deber. Otro mural, con placas de fallecidos décadas atrás, se ubica en un pasillo perpendicular al hall.

Cuando el Ministro de Seguridad era Carlos Stornelli, su gestión se caracterizó por terminar de deshacer las buenas medidas de su antecesor, León C. Arslanian. Sobreactuando, Stornelli colocó dos guardias permanentes en el hall disfrazados (sic) con uniformes policiales del año 1920 tomados del museo policial y encendió una antorcha en el memorial. Los policías no pedían tanto y veían a los guardias un tanto ridiculizados. Pero preferían “aquello a esto”.

El actual Ministro Cristian Ritondo, por el contrario, cerró el paso por el hall y puso en las puertas cerraduras electrónicas inteligentes que se abren digitando un código. No contempló que a la vez es el acceso al único ascensor que hay en el edificio de tres pisos.

Un pasillo que contiene uno de los murales posee una puerta que acorta el trayecto entre la puerta y la cochera del Ministro. Esa puerta es una de las permanecen cerradas y poseen código que sólo conocen la guardia y la custodia del Ministro, motivo por el cual sólo se abre cuando el Ministro entra o sale. En esos instantes, el tránsito peatonal de ese sector del edificio es interrumpido por la custodia y quien se cruce con el ministro y su séquito, debe esperar. El Ministro no cede el paso a nadie, sean damas o discapacitados, aun como consecuencia de haber sido heridos en acto de servicio. A nadie.

En este contexto, hace algunas semanas sucedió un hecho tan efímero como cargado de simbolismo azul. Un Comisario Mayor caminaba por un pasillo, a la altura de la puerta donde se intersecta con el memorial. Un custodio del Ministro de baja jerarquía, abrió la puerta del memorial-pasillo para que aquel se dirija a su despacho. El custodio paró en seco al Comisario Mayor para que le ceda el paso al Ministro, haciendo abuso del fugaz poder que le delegó Ritondo. El instante gratificó al subalterno y generó el odio del Comisario Mayor por partida doble: al subalterno por haber subvertido la jerarquía. Pero más detestó al Ministro por no respetar el memorial, que ignora cada vez que pasa por allí. Para el Ministro es un pasillo de mierda que le sirve para acortar distancia entre el despacho y el auto. Para los policías, es un lugar a ser respetado.

Todo instante tiene una carga de eternidad. Esta sensación se apoderó del cuerpo del Comisario Mayor, mientras registraba en su memoria el rostro del custodio. Ya se volverán a encontrar.

Cuando el breve pero simbólico suceso aconteció, el Ministro regresaba de “derribar el búnker narco N° 100”. Nada más fácil e ineficiente que derribar un búnker que, lejos de ser tal, es una frágil habitación hecha con ladrillos de 8 cm. de ancho. Derribar un búnker es parte de la espectacularización de la política. Por supuesto, unas horas después el punto de venta resucita a pocos metros de los escombros o peor, estimula la venta vía delivery.

En “la lucha contra el narcotráfico”, tanto Ritondo como la Gobernadora suelen apelar a cifras redondas, no a la estadística rigurosa. Nos explicamos figurativamente: Ritondo dice “en 2017 hicimos diez mil procedimientos antidrogas y en 2018, veinte mil”. La impresión que pretende dar el Ministro es que los procedimientos se duplicaron. Lo que soslaya es decir en qué medida creció el narcotráfico en ese lapso. Porque si en 2017 se traficaban diez toneladas de cocaína y en 2018, treinta, la cantidad de operativos en términos relativos es menor. Además, que haya más operativos no implica mayor decomiso de droga. Ritondo ya demostró que la matemática no es su fuerte, cuando anunció que había delitos que habían descendido un 150 %. O sea, delitos con cifra negativa.

Como no hay cifras confiables, el indicador indirecto de los resultados de la “lucha contra el narcotráfico” es el precio de venta al público. Si el precio baja, hay sobreoferta y por lo tanto más tráfico. Si el precio sube, hay menos drogas porque la política antidrogas es eficiente. En la provincia de Buenos Aires el precio viene descendiendo, por lo que es dable inferir que hay mayor oferta. Las circunstancias de la muerte del Comisario Martín nos eximen de mayores explicaciones. Era el Jefe del Gabinete de Drogas de Avellaneda y murió a manos de efectivos de la Policía Federal cuando fue a recaudar dinero para el Estado policial.

Las topadoras que derriban búnkers sólo se aplican a los transas pobres. Obsérvese el metamensaje. No entraron a Nordelta a derribar la mansión de “los reyes del norte”. En ese caso, por señalar sólo ese ejemplo, además de mansiones había ostentosos Audi, BMW, embarcaciones de lujo, etc. La presencia narco era un faro, como en muchos countries.

La droga decomisada, por otra parte, tiene destinos inciertos. No toda va al incinerador. Ya sabemos que las ratas se comen la marihuana, lo que justificó la desaparición de 540 kilos de esa droga de un depósito de la Departamental Pilar de la Policía Bonaerense hace un año.

Otro caso fue el reemplazo de 82 kilos de cocaína dentro del depósito de la Unidad Especial de Lucha contra el Narcotráfico del Ministerio de Seguridad, ubicada a 200 metros de “la Jefatura”. La mitad de la cocaína era de un decomiso cuyo expediente tramitaba en el Juzgado Federal de Tres de Febrero a cargo de Juan M. Culotta. Cuando el juez hizo la contraprueba previa a la destrucción, encontró que los 82 ladrillos no contenían cocaína sino azúcares reductores muy prolijamente embalados. Furioso, hizo la denuncia en el Juzgado Federal Nro. 3 de La Plata a cargo del Juez Ernesto Kreplak. Se instruyó la causa FLP 26.830/2014 en la que se limitó a imputar al Comisario Mayor Hugo Patricio Reyes, responsable de la dependencia, por el liviano delito de “malversación culposa de caudales públicos, previsto y reprimido en el artículo 262 del Código Penal”. Reyes sólo fue negligente a la hora de ser depositario judicial de la droga incautada. No se investigó quién hizo semejante operación de reemplazo ni dónde fue la droga.

La sobreoferta no sólo es por mayor tráfico y venta: un porcentaje de la droga decomisada retorna al circuito comercial desde su lugar de secuestro. La trafica la propia policía, luego de haberla usado en alguna conferencia de prensa como parte del decorado. La puerta giratoria no sólo es para los detenidos. La droga también entra y sale.

El hecho mencionado sucedió en el gobierno anterior, pero un responsable funcional era el ex Jefe de Policía, Pablo Bressi, primer Jefe de Policía de Ritondo. Lo que no avanzó la justicia, sí lo hacía la Auditoría de Asuntos Internos, en ese momento a cargo de la doctora Viviana Arcidiácono. A cargo de la Instrucción Sumarial Administrativa (ISA), estaba un excelente auditor, Máximo Zitti. La investigación se hallaba a mitad de camino cuando en diciembre de 2015 cambió el gobierno. E intervino Marcelo Rochetti, abogado histórico de la hinchada de Boca Juniors y Jefe de Gabinete de Asesores de Ritondo. Rochetti desplazó a dos de los tres auditores que llevaban causas sensibles, entre ellos, Zitti, a punto de lograr detenciones de policías por la droga reemplazada. El otro auditor, Gastón Rueda, tenía la ISA de “La Salada”. Luego de su desplazamiento, el sumario tomó un nuevo rumbo.

Rochetti fue Jefe de Gabinete de Ritondo hasta agosto pasado, cuando Elisa Carrió lo denunció públicamente como socio del operador judicial, Alfredo “Fredy” Lijo. Formalmente, Rocchetti dejó de ser el Jefe de Gabinete pero sigue de alta en el Ministerio de Seguridad, operando desde las sombras. Ventura Barreiro, Subsecretario de Planificación e Inteligencia Criminal, pasó a ser el virtual reemplazante en la Jefatura de Gabinete. Ambos se miran con recelo.

Por estos días, los funcionarios de Ritondo están en retirada. Hasta en lo gestual se nota que el poder va menguando; han dejado de trabajar todos los días, se van temprano y se limitan a temas menores. Se aseguran de que se firmen los nombramientos de sus preferidos o preferidas en cargos bien remunerados o manotean lo último que pueden.

Sólo la gente de Inteligencia sigue alterada. La sensación de que la causa que involucra a D'Alessio, Bogoliuk y Degastaldi puede implosionar en el Ministerio es inquietante.  La publicación de las notas sobre la “bonaerense” en El Cohete a la Luna generó una caza de brujas: Ventura Barreiro pidió a los informáticos de Ciber-Crimen que pasen el peine fino por las redes buscando empleados infieles, que comenten o recomienden la publicación. Los polis se saben vigilados.

Las réplicas de la muerte del Comisario Martín continúan en la DDI de Avellaneda e internamente el caso se resiste a fenecer.

Paradójicamente, un Ministro que es un enorme ignorante de la especialidad de Seguridad prácticamente acompañará toda la gestión de la Gobernadora Vidal, algo que puede resultar extraño. Se explica por varios motivos: 1) La gente encuestada, aquejada por la desesperante situación económica, privilegia el bolsillo a la angustia de las entraderas y motochorros. 2) A Ritondo lo acompaña un Jefe de Policía, Fabián Perroni, tan ignorante en la problemática de Seguridad como él. De manera que entre ambos no se produce un descalce discursivo. Si se leen con atención las escasas opiniones vertidas por Ritondo, se observará su pobreza conceptual. 3) Por último, el blindaje mediático que no interpela en modo alguno la gestión y menos, la de la Gobernadora Vidal.

Detrás de los decorados, las estadísticas truchas y las omisiones, la bonaerense volvió a ser “el hampa de uniforme que actúan en nombre de la ley” con todo su esplendor, como hace 50 años la caracterizó un tal Rodolfo Walsh.

 

 

 

 

 

 

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