El relato de la jugada magistral

La designación del nuevo aspirante a vice de Macri fue presentada como una movida brillante, pero...

 

La designación de Miguel Pichetto como candidato a la vicepresidencia de la Nación acompañando a Mauricio Macri a partir del 10 de diciembre, generó una conmoción política y también un sorprendente eco económico en los mercados financieros.

Las acciones de las empresas argentinas que cotizan en el exterior se valorizaron fuertemente, en algún caso hasta un 25% en dólares, mejorando la capitalización bursátil en casi 5.000 millones de dólares. El Riesgo País disminuyó, el dólar retrocedió más de un peso e incluso bajó la tasa de interés de referencia. La repercusión positiva en las bolsas locales y neoyorquinas, en el Riesgo País y en la cotización del dólar llevó a realizar una serie de conjeturas sobre el significado de éstos movimientos en los mercados, que vale la pena analizar.

 

El valor económico de Pichetto

Indudablemente ha habido una oleada de valoración muy positiva de la figura de Pichetto para contribuir a estabilizar los negocios que desean las corporaciones. Ese valor estaría dado por sus capacidades para incidir sobre el Senado de la Nación, logrando que una parte de los mismos, de origen peronista, estén dispuestos a avalar los viejos y nuevos negocios solicitados por distintas fracciones empresarias, llamados piadosamente “reformas”.

No cabe duda de la extensa trayectoria institucional y el amplio abanico de contactos con los que cuenta Pichetto a nivel federal. Sin embargo suena exagerado atribuirle el mismo poder de control parlamentario que cuando asumió el actual gobierno, dado el deterioro político del bloque opo-oficialista. Incluso si Pichetto pudiera exhibir buena relación con una cartera de gobernadores, esos contactos no se pueden aislar de la marcha de la economía, de la situación en las provincias en un contexto de ajuste recesivo como el actual y de la dinámica expansiva del verdadero bloque opositor.

Los mercados, en este sentido, actuaron como si Pichetto fuera el dueño del Senado, o de las provincias, y de una parte del peronismo. Se celebró la partición del peronismo y la disgregación de su capacidad electoral y pos-electoral. Error grave de lectura, que desconoce la complejidad de los grises que cruzan el variado campo del peronismo y la veloz dinámica de la crisis productiva y financiera actual.

Por ahora, los logros previsibles en materia electoral serían que en algunas provincias los oficialismos anunciaran “lista corta” para las elecciones, es decir, que no apoyaran abiertamente a ninguna fórmula presidencial. No parece un vuelco decisivo, ya que continúa abierta una dinámica política nacional incierta, que depende del vigor con que cada espacio desarrolle sus capacidades de interpelación al gran electorado. Y para que Pichetto pueda maniobrar en el futuro gobierno de derecha, deberá previamente ganar las elecciones, junto al deteriorado Macri.

 

¿Qué les pasa a los mercados?

Varias lecturas, muy diversas, se hicieron sobre la fiebre que se desató bruscamente en los cenáculos corporativos y de inversionistas extranjeros.

Por supuesto que la lectura propuesta desde el oficialismo refiere a que el mundo empresarial, especialmente extranjero, interpretó en forma sumamente positiva el nuevo armado electoral de Macri, y releyó el futuro económico en términos mucho más optimistas que hasta la actualidad. Se desprende de ese relato que la ola de optimismo y el retorno de la confianza permitirían llegar en buenas condiciones económicas a las elecciones –sin sobresaltos cambiarios, ni golpes inflacionarios o corridas bancarias— y pondría a Macri a tiro de reelección. Eso habilitaría a continuar y profundizar ¡las actuales políticas económicas!

Otras lecturas, un poco menos entusiastas, mencionaron la posibilidad de que se hubiera usado el episodio Pichetto para lanzar un conjunto de rumores que permitieron elevar el valor de diversos títulos y acciones argentinos muy devaluados en los meses previos, para poder desprenderse de esos activos vendiéndolos lo más caro posible. Un miembro de la firma de inversiones Balanz Capital de Buenos Aires declaró en un medio local: "Creemos que la reciente suba en los bonos ofrece una oportunidad para reducir posiciones en la Argentina, ya que los precios reflejan 60% de probabilidades de que Macri gane la elección y una posible compresión a 450 BPS en ese escenario", y le deslizó al cronista que tales supuestos “le resultaban demasiado optimistas".

También circuló el rumor de que operadores de fondos de inversión cercanos al gobierno, y que cuentan con una cartera de activos argentinos significativa, intervinieron para dar impulso a estos títulos y revertir el clima fúnebre que se estaba posando sobre ellos. Estos operadores apuestan políticamente a la continuidad del gobierno macrista, al que consideran más confiable en materia de compromisos con sus “derechos adquiridos”.

Por otra parte, la (insólita) recategorización de Argentina como “mercado emergente” por parte de Morgan Stanley ocurrida a partir de mayo, habilitó que grandes inversores institucionales dispongan en forma automática de más fondos para colocar en activos argentinos, lo que puede estar ayudando a levantar los precios de éstos papeles.

Finalmente, y de no menor importancia, puede estar en marcha una “operación optimismo”, para quebrar toda especulación devaluatoria en el sector agrario local, que debería abrir las silobolsas para incrementar el tonelaje exportado y traer los dólares resultantes, para ayudar a evitar un desmadre cambiario. Si se lograra disipar la sensación de fragilidad de la situación financiera gubernamental gracias al milagro Pichetto, perdería sentido estar retaceando los dólares de aquí a las elecciones, lo que efectivamente contribuiría a reducir la volatilidad cambiaria. Cuando se termine la cosecha se podrá observar el comportamiento de los actores.

 

Realidad y fantasía del operativo optimismo

Cuando se revisa la “espectacular” reacción de los mercados frente al volantazo oficialista, queda gusto a poco, y parece una más de las euforias superficiales que caracterizan esa actividad especulativa. Veremos en un semana.

La recuperación parcial del valor de las acciones de empresas argentinas en el mercado de Nueva York (ADR) luego de haberse derrumbado en los meses previos fue importante, pero ya perdió todo el impulso inicial.

El Riesgo País cayó al nivel de abril de este año, pero sigue estando mucho más alto que el nivel que mostraba en febrero. Ya el descenso frenó, en 850 puntos, mucho más alto que el final de la gestión del ogro come-mercados Cristina Kirchner.

La euforia en el Merval duró dos días y ya se tranquilizó, mostrando leves bajas.

El dólar mostró un retroceso en las épicas jornadas pichettistas. Un medio financiero tituló en estos días: “Dólar en caída libre por Pichetto y la soja”, pero al final de ese mismo día el dólar ya había retornado a la cotización que tenía antes de la "magistral" jugada presidencial.

La tasa de interés que estaba por arriba del astronómico 70% anual, se derrumbó al… 67%.

Los CDS, Credit Default Swaps, activos financieros que sirven a los prestamistas para cubrirse del riesgo de incumplimiento crediticio por parte de Argentina, cerraron la semana en dirección a los 1.000 puntos, luego de tocar las semanas previas los 1.200 puntos (alta presunción de riesgo). Pero recordemos que en abril estaban en 800 y hace un año estaban en menos de 400. El cuadro estructural de incertidumbre del cumplimiento de los compromisos financieros argentinos no se ha alterado sustancialmente.

En síntesis: la euforia duró poco.

 

La indudable capacidad de Cambiemos

La reversión de la tendencia declinante en materia financiera debido a la “jugada magistral” no existió, pero sí existe y persiste la capacidad de acción psicológica gubernamental sobre propios y ajenos, astuta para sacar la foto adecuada en el momento adecuado y crear los climas necesarios para sostener su dominio sobre el escenario político.

Recordemos la capacidad oficial para generar climas de desasosiego en el kirchnerismo, como luego de las elecciones de 2017. Cambiemos aparecía teniendo garantizada la reelección en 2019, cuando había logrado el 42% de los votos. Pocos meses después, cuando se cortó el crédito privado internacional al país y hubo que salir corriendo a aferrarse del FMI, la fortaleza macrista yacía en ruinas, pero el transitorio desaliento opositor se había logrado.

La derecha local parece contar con el poder general de sugestionar al campo adversario, hacerle creer cosas, desorientarlo y manipularlo. No puede separarse esta habilidad de una realidad sociológica más profunda: la existencia de una hegemonía ideológica y cultural que se fue asentando sobre buena parte del cuerpo social en los últimos 40 años, de la cual no está exento el propio espacio que hoy se enfrenta a las políticas retrógradas de la derecha local.

 

La realidad no es lo que importa

Luego del efímero baño de alegría producido por la "genial" maniobra presidencial, el dinosaurio sigue allí. El contexto pésimo de la economía real continúa, apenas aliviado por la llegada de paritarias y el próximo medio aguinaldo.

La “pyme” General Motors ha decidido parar la producción de unidades por un mes. No es un caso aislado: esta semana trascendió que en la industria automotriz se evalúa su subsistencia en el país, de persistir los actuales indicadores de precios y demanda. La actividad industrial lleva acumulada una caída del 9% en el último año, contracción digna de graves sucesos económicos, como una guerra o una crisis mundial. Cambiemos lo logró sin ayuda de nadie.

Los precios, elevadísimos en relación a la capacidad adquisitiva de dos tercios de la población, sufrieron un incremento adicional de más del 3%, pero acentuando la suba en ítems tales como harinas, lácteos, yerba y fideos, consumos marcadamente populares. En el último año, los alimentos subieron el 65%, el transporte 70% y la salud el 63%.

El escenario financiero del país sigue igual: el gobierno construyó un altísimo grado de vulnerabilidad frente a los movimientos rápidos de capitales, que se combina con una aguda sensibilidad de los depositantes frente a los movimientos del dólar y la incertidumbre general.

Recordemos, para poner un ejemplo de estos días, que en el Golfo Pérsico Estados Unidos acaba de acusar a Irán de atacar a buques petroleros de países aliados. Esperemos que esa mecha sea apagada, porque un agravamiento de ese conflicto –dado el impacto potencial sobre la economía mundial y los mercados bursátiles— podría ser funesto para el gobierno de Cambiemos.

Esta fragilidad y desprotección de la economía nacional es el resultado directo de las políticas macristas.

 

Pichetto, plenamente integrado

En su discurso de aceptación del cargo, el candidato vicepresidencial ha dicho que "compartía con el gobierno una visión capitalista, un tema que no se discute más en el mundo. Un capitalismo moderno, inteligente, que defienda la industria nacional, pero que exporte, que abra mercados".

Esta sola frase ha logrado condensar tantas falacias, que merecería un artículo en sí misma.

Precisamente lo que no ha hecho el gobierno de Cambiemos es defender la industria nacional sino atacarla por todos los flancos, salvo momentáneos parches salvavidas para disimular la clara orientación anti industrial.

Ni qué hablar que el camino exportador no ha ocurrido, porque no hay ninguna estrategia en ese sentido, como no la hubo en ninguno de los experimentos neoliberales argentinos, que no sea la depresión económica para generar saldos exportables de una producción estancada. Para no mencionar el ataque a la única actividad que garantiza perspectivas positivas a futuro, como es la generación de ciencia y tecnología nacional, aplicada a la innovación productiva y social.

O sea, Pichetto comparte imaginariamente lo que el gobierno no hace, pero lo presenta como una coincidencia programática.

Pero lo más interesante de estas zonceras condensadas es la mención a “una visión capitalista, un tema que no se discute más en el mundo”. ¿Con quién está discutiendo Pichetto? ¿Con el FIT? En ese punto, el recién llegado peronista sintoniza con los ideólogos del actual gobierno, en especial con los más extremistas, que intentan confundir un capitalismo regulado y socialmente responsable con socialismo. La única versión del capitalismo sería el actual engendro catastrófico, que sería la aplicación local “de lo que se hace en el mundo”. Como siempre en el discurso de Cambiemos, la psicopatía propia se combina con la ignorancia ajena.

Probablemente Pichetto extreme próximamente los argumentos delirantes en defensa de este capitalismo, llevándolos incluso al campo de la política: ahí aparece la construcción del Kicillof “comunista”, en sintonía con los múltiples comunicadores de Cambiemos descubriendo ocultas tendencias autoritarias o totalitarias en el espacio de los Fernández. Magistral en materia de creatividad ficcional fue la interpretación del ex presidente Pinedo, quien señaló que el nombre “Frente de Todos” podría encerrar una pretensión totalitaria.

No cabe duda de que el gobierno, dado lo lamentable del panorama que tiene para exhibir, apuntará a construir un peligro K. Para los mercados, tiene el chavismo, las expropiaciones, las deudas externas impagas, que es una pura ficción en relación a la historia económica reciente. Para sectores retrógrados o ignorantes, las amenazas a la libertad, el autoritarismo, el regreso de los cepos y las opresiones que habrían caracterizado la gestión cristinista. Otra ficción convertida en miedo a partir del machaque incesante y coordinado de medios y redes, y la repetición voluntaria de un público manipulable y desinformado.

Falta, entonces, observar qué discursos y prácticas políticas será capaz de desplegar el bloque opositor realmente existente, para develar si los artificios y ficciones cambiemitas alcanzan para prolongar los festejos de los mercados, o si se empieza a vislumbrar un horizonte en que el destino de las y los argentinos deja de depender del humor de un puñado de especuladores.

 

 

 

 

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