Los elefantes

Los gigantes digitales y los límites de Naciones Unidas

 

La Unión Internacional de Telecomunicaciones fue fundada en 1865 (Argentina es miembro desde 1889), integra hoy las Naciones Unidas y su objetivo es dedicar esfuerzos a la conectividad internacional de redes de comunicación, atribuir los espectros de frecuencias radioeléctricas y fijar órbitas satelitales, elaborar normas técnicas que armonicen interconexión de redes y tecnologías y  mejorar el acceso a las TIC, Tecnologías de la información y la comunicación, desde el punto de vista de comunidades no suficientes.

Hasta ahí todo bien. Y es más, cuenta con cerca de 20.000 profesionales en condiciones de aportar conocimientos y soluciones a temas requeridos por el organismo. Y no hay por qué no creer cuando propone su compromiso de conectar a toda la población del mundo “donde quiera que viva cualesquiera que sean sus medios”.

Pero en verdad, la UIT es parte de un juego de incumbencias vivaz, permanente y poderoso. En ella conviven delegados de 193 países con otros que representan 900 presencias no públicas donde existen 700 empresas y cerca de 200 universidades y organizaciones varias, incluso regionales. Los primeros, entendemos, llevan la voz de los intereses de cada Nación y los segundos, bueno, imaginamos que defienden sus propios intereses.

Un dato a tener en cuenta es que entre las empresas participantes están Google, Facebook, Netflix, Telecom, Nokia, Sigfox (dedicada al internet de las cosas) y hasta Hyundai que se destaca por fabricar automóviles.

Vemos compleja la posibilidad de que en su seno y debido a la vastedad de los intereses contrapuestos, puedan debatirse y tomarse decisiones sobre la regulación de las grandes plataformas digitales y su manejo de los algoritmos sin control. Las descollantes son Google, Facebook, Twitter, Netflix, Baidu (motor de búsqueda en idioma chino, algo como Google) y Amazon.

Salvo Baidu, sabemos del resto. Conocemos la vinculación más que dudosa e inmoral durante las elecciones en Estados Unidos entre Cambridge Analytica y Facebook, igual relación forjada durante la campaña del Brexit en Gran Bretaña. Ambos ejemplos, de mal uso de los datos almacenados en la plataforma y provistos ilegalmente a una empresa consultora, y modelos de dispendio tecnológico que obligan a una urgente y fuerte regulación sobre los poseedores de códigos de algoritmos y propiedad de las plataformas.

En el caso de Baidu, como nota color digamos que el Secretario general de la UIT es Zhao Houlin representante chino y, en caso necesario eficaz defensor de la empresa connacional.

¿Cómo podrían limitar usos y facultades en las plataformas cuando la opinión e incluso decisiones les competen a los mismos “acusados”?

Por eso insistimos en la creación de un organismo interestatal integrado por países, no para suplir a la UIT que en muchos aspectos hace una tarea positiva, sino con la exclusiva tarea de regular las grandes plataformas digitales.

En 2010, previendo un conflicto de intereses en el Foro Internacional ISDB-T que era la instancia integrada por los sectores público y privado de la Televisión Digital, impulsamos desde la Argentina la Conferencia Intergubernamental de TDA como espacio para el intercambio de experiencias de políticas públicas relacionadas con la implementación de la televisión digital, “solamente entre autoridades nacionales”.

Única forma de sumar miradas inclusivas, integradoras y que contengan visiones de impacto social y cultural, que la actividad privada no toma en cuenta.

Bienvenido el modelo de producción digital. El uso de la tecnología hace mejor la calidad de vida. Si se controla y se evitan agresiones a los pactos democráticos de las sociedades, mucho mejor.

 

 

 

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