El doble estigma de ser joven y pobre

Una lógica comunicacional que contribuye a crear la figura de un sujeto despersonalizado y peligroso

 

Vivimos en una época en la que los medios bombardean de forma sistemática a la sociedad con información de todo tipo. La que nos quita el sueño a nosotros es aquella que asocia a los jóvenes con el delito, con la delincuencia, destruyendo ―muchas veces― la esperanza de construir proyectos de vida como consecuencia de esta asociación.

En este sentido, el Observatorio de Jóvenes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata nos dice que los jóvenes aparecen situados ―en la representación que hacen de ellos los medios― en un 52% en el territorio de la calle, configurando un escenario en el que solo se expresan cuando son víctimas o victimarios, con una ruptura total de los lazos que los unen a la comunidad de la que forman parte y construyendo la figura de un sujeto despersonalizado y peligroso.

A esta representación debemos sumarle la mirada cargada de prejuicio que se potencia cuando los jóvenes pertenecen a los sectores marginales. De hecho, y antes de que suceda el hecho que los convierte en victimarios, ya son considerados potenciales «chorros» porque existe una lógica comunicacional que correlaciona la delincuencia con la pobreza, provocando una pereza intelectual bastante conductista y reduccionista ―propia de la colonización del sentido común― que sostiene que todo pibe pobre es pibe chorro.

¿Dónde se observa? En el tratamiento que reciben nuestros jóvenes que se agrava cuando a la categoría de asesino, violador, delincuente se le suma la de «joven», trayendo consigo una doble carga amenazadora (Arfuch, 1997). La primera es la que opera en la subjetividad de las personas y que los conduce a pensar: si esto hacen de jóvenes, ¿qué harán de adultos? Y la segunda es la conformación de identidades grupales juveniles en la que nunca aparecen como sujetos individuales sino, más bien, formando parte de una «banda», «patota», «barras» o «pirañas»

De muestra tomaremos algunos titulares del diario Clarín que evidencian la doble carga amenazadora. La importancia de analizar los titulares deriva de que ellos ―según van Dijkprograman el proceso de interpretación y aportan una definición subjetiva de la situación:

Siete chicos detenidos por asaltar y golpear a un hermano de Mauricio Macri; Una banda de ladrones “piraña” detrás del crimen del policía de Avellaneda; Liberan a los jóvenes que habían sido detenidos por el asalto al shopping Parque Brown; “La banda de los peques”: robo a mano armada y visitas express a comisarías;Dos motochorros de 15 y 17 años robaron una moto y apuñalaron a un policía.

Si bien el espectro de los titulares es bastante amplio, tienen el poder de configurar un escenario homogeneizado en el que se replica la carga negativa hacia este público. Lo aberrante de cada delito se vuelve similar con la representación que se hace de ellos, ya que en todas las noticias hay jóvenes.

¿Por qué es importante esto? Porque cuando se piensa en términos de los jóvenes, es posible darse cuenta que solo son noticia cuando roban, caen presos o mueren en un tiroteo con la policía. Por ello es fundamental replantear esquemas de comunicación para modificar la representación que de ellos se hace, sensibilizar sobre la temática, construir nuevos significados que consideren al joven sujeto de derecho y no lo condenen a una situación de culpabilidad a priori.

Debemos hacernos cargo como sociedad de que es la desigualdad la que provoca el abandono, la sensación de falta de presente que tienen los más chicos y jóvenes. Sólo una sociedad más solidaria produce círculos virtuosos de integración.

 

 

 

 

*Magíster en Comunicación.

*Magíster en Políticas Sociales. 

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