Alguien debería responder

No hacen falta hipótesis conspirativas para reclamar respuesta a una serie de preguntas cruciales

 

Dixie Harris es neumonóloga de cuidados intensivos en un hospital en Salt Lake City (USA). El 6 de agosto del año pasado la llamaron para atender a un paciente con un cuadro pulmonar grave. El joven de veintipico de años fumaba cigarrillos electrónicos.

El caso le llamó la atención y consultó a otros hospitales estaduales donde se reportaban más casos. Registró una veintena de pacientes, todos fumadores electrónicos.

Al mismo tiempo, otro adolescente que enfermaba en Long Island (New York), debió ser asistido con un respirador y su padre declaró: “Hicieron análisis para encontrar enfermedades infecciosas. Hicieron análisis para encontrar bacterias. Hicieron análisis para encontrar una serie de enfermedades. Todo salió negativo”.

Dos semanas después una mujer joven murió luego de presentar los mismos síntomas en el estado de Illinois.

Los casos despertaron la curiosidad de Sheila Kaplan, del New York Times, quien el 2 de septiembre publicó una nota.

En su crónica puede leerse la valoración de otra especialista: los pacientes “sufren misteriosas enfermedades relacionadas con vapear (vaping), las cuales han amenazado sus vidas a mediados de este año. La doctora Melodi Pizrada aseguró que el brote ‘se está convirtiendo en una epidemia’, comentó. ‘Algo está muy mal”.

“Los pacientes, la mayoría adolescentes o personas de veintitantos años, sanos en otros aspectos, llegan jadeando mucho y con dificultades graves para respirar, a menudo después de haber sufrido varios días de vómitos, fiebre y cansancio. Algunos han terminado en la unidad de cuidados intensivos o les han puesto respiradores durante semanas”. 

El 30 de agosto el Centro de Control y Prevención de enfermedades (CDC) en su informe HAN 00421 reporta un brote de neumonía aguda asociada a cigarrillos electrónicos, valorando 215 casos en 25 Estados de fumadores entre los 18 y los 35 años de edad. La publicación de un reporte sobre este tema da cuenta sobre la gravedad del asunto ya que esta agencia sólo emitió 7 alertas durante 2019. Quedó establecido que no había diagnóstico para estos casos.

El 31 de octubre la CBS informa sobre la muerte de tres personas relacionadas a la enfermedad del vapeo en Illinois. Las autoridades continúan sin identificar cuál es el mal que aqueja a los pacientes, es por esta razón que los casos llaman la atención y reciben cobertura de los principales medios de comunicación.

El 31 de diciembre Marisa Cohen publica en un sitio especializado en medicina un reporte sobre la enfermedad del vapeo. 

Allí declara la pulmonóloga Joanna Tsai, quien afirma que todavía no saben exactamente qué es lo causa la enfermedad, que ataca a pacientes con un promedio de 24 años. Informan que el mal causó varias muertes y que los afectados más graves precisan de respiradores artificiales para poder sobrevivir.

El coronavirus acapara la atención pública de los estadounidenses recién a finales de febrero y a principio de marzo un debate gana algo de fuerza en los medios: un posible vínculo entre el nuevo virus y el vapeo. El tema llega a la revista Time de la mano de Jamie Ducharme.

Allí puede leerse lo siguiente:

“Los informes noticiosos han señalado que algunos pacientes jóvenes y hospitalizados con Covid-19 también vapearon. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas publicó que las personas con trastornos por uso de sustancias, incluidas las que se vaporizan, podrían verse especialmente afectadas por Covid-19”.

La afección llegó incluso a la Argentina, donde se registraron numerosos casos que tampoco pudieron ser diagnosticados. A principios de noviembre la por entonces secretaría de Salud emitió una alerta epidemiológica por el vapeo.

Varios medios dieron seguimiento al tema. Lxs pacientes presentan los mismos síntomas que el coronavirus y la misma incertidumbre sanitaria acerca del origen del mal.

 

 

 

Interrogantes

Estas noticias amplían una serie de interrogantes significativas sobre el origen del virus que merecen ser admitidas con mayor seriedad dentro y fuera de Estados Unidos.

Hay evidencia de un número no menor de pacientes que debieron ser tratados en Estados Unidos desde agosto del año pasado, por afecciones pulmonares que no pudieron ser diagnosticadas por las autoridades sanitarias de ese país. Queda claro que esto activó las alarmas de sus autoridades en salud y de los medios de comunicación por lo llamativo del caso. 

Esto no quiere decir que pueda afirmarse que el coronavirus tenga como origen a los Estados Unidos, no hay evidencia científica sobre eso; así como no la hay que haya sido en China. Esta valoración no es menor en medio de la batalla geopolítica que se está desarrollando sobre este tema. 

No hay información oficial ni trascendidos acerca de si las autoridades estadounidenses realizaron pruebas posteriores a los cadáveres de los afectados por la llamada enfermedad del vapeo para poder descartar o confirmar coronavirus. Pero no se sabe por qué murieron ni qué enfermedad los afectó. Esta es una anomalía significativa.

No suena descabellado valorar que muchos estadounidenses pudieron ser portadores de coronavirus antes de que el mal fuera diagnosticado por las autoridades chinas y que aquellos más afectados sean precisamente quienes fueron atacados más agresivamente por el virus en función de que eran consumidores de cigarrillos electrónicos. Avalaría esta hipótesis el hecho de que ya descubierta la enfermedad las autoridades informan que puede atacar con más fuerza a quienes utilicen este tipo de vaporizadores, muy de moda entre la población joven en el país del norte.

 

 

Un dato inquietante

El viernes 2 de agosto pasado, cuatro días antes de que la doctora Harris atendiera el caso de neumonía grave anteriormente mencionado en Salt Lake City y 28 días antes de que la publicación del Centro de Control y Prevención de enfermedades (CDC) publicara su alerta sobre la “enfermedad del vapeo”, la misma CDC anunció el cierre del laboratorio de Fort Detrick en Maryland, donde funcionaba desde 1943 el Comando Médico del Ejército de los Estados Unidos siendo el epicentro de su programa de armas biológicas.

El New York Times informó esta noticia tres días después.

El vocero de la CDC declaró que no habían establecido sistemas suficientemente capaces de descontaminar las aguas residuales para los trabajadores en los laboratorios y mencionó que no había ningún riesgo para la salud pública ni para los empleados. A continuación aclaró contradictoriamente que no revelaría información adicional sobre la decisión tomada por razones de seguridad nacional.

Cuando a inicios de este mes el titular del CDC Robert Redfield compareció ante la Cámara de Representantes para informar sobre el coronavirus, ningún legislador le preguntó sobre el caso de Fort Detrick, aunque sí debió admitir sin precisar fechas que pueden haber casos de fallecidos diagnosticados con gripe que en realidad pudieron ser afectados por el coronavirus. Según declaraciones de Donald Trump, Estados Unidos registró 37.000 fallecidos por gripe durante 2019.

 

 

 

China pide explicaciones

El 14 de marzo, el periódico oficial del Partido Comunista de China instó al Gobierno de EE.UU. a aclarar las actividades del laboratorio de Fort Detrick.

“Existe una gran incertidumbre acerca de las actividades del Laboratorio Microbiano del Ejército de EE.UU. (Fort Detrick) respecto a la propagación del coronavirus, denominado Covid-19, lo que ha llevado a las personas a pedir una aclaración de sus actividades”. 

 

 

 

Antrax

En 2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, se registraron una serie de atentados biológicos mediante cartas infectadas con Antrax. El caso arrojó como resultado 22 personas infectadas y cinco fallecidos. El FBI identificó como el principal responsable al microbiólogo Bruce Edwards Ivins, quien reportaba al USAMRIID, el Instituto de Enfermedades Infecciosas del Ejército con sede en Fort Detrick. En agosto de 2008, antes de ser capturado, Ivins se quitó la vida con una sobredosis de paracetamol.

 

 

 

Aclaración del autor

No es mi intención afirmar ni promover ninguna hipótesis conspirativa acerca de la propagación del coronavirus, pues no hay ningún dato conclusivo a tal respecto. Sin embargo, existe información suficientemente documentada que merecería ser aclarada por las autoridades estadounidenses. La sincronía entre el cierre del laboratorio de Fort Detrick y la aparición de extrañas neumonías que las autoridades sanitarias no pudieron diagnosticar alimenta la suspicacia. El CDC debiera repetir las autopsias de esos pacientes para descartar coronavirus y aclararlo ante la opinión pública de manera veraz y oportuna. 

El antecedente del Antrax evidencia que aquellas ficciones en las que vimos que uno o varios insanos mentales altamente calificados pueden poner en serio riesgo a la humanidad están lamentablemente mucho más cerca de la realidad de lo que se supone.

Sería una irresponsable ingenuidad pensar que si hubo un demente capaz de esparcir el Antrax desde el centro de guerra biológica de Estados Unidos no pueda haber otro que hizo lo mismo con el coronavirus. En todo caso valdría la pena debatir la legitimidad de mantener presupuestos estatales millonarios para desarrollar armas biológicas que provocan la muerte en lugar de destinar esos recursos a promover la vida.

Pienso que el coronavirus mutó y se esparció en nuestra especie de manera natural y que no hubo ninguna intención deliberada de inocularlo antojadizamente, de manera individual o por una determinación estatal de guerra bacteriológica, pero creo que no estaría demás seguir el rastro de toda esta información que no es menor para determinar claramente qué fue lo que sucedió y zanjar las susceptibilidades entre las principales potencias mundiales. 

No deja de llamar la atención que sea posible trazar una lógica cronológica entre la aparición de los primeros casos vinculados al vapeo en Estados Unidos y el descubrimiento de pacientes con síntomas calcados en Argentina, por lo que no parece infundado especular que algún tipo de virus pudo haberse esparcido en esos meses a nivel continental en dirección norte-sur sin que haya sido debidamente identificado por las autoridades sanitarias.

Los síntomas son exactamente los mismos entre los afectados por la enfermedad en Estados Unidos y en la Argentina (además de muy similares o idénticos a los del coronavirus) y no se habían registrado afecciones vinculadas al vapeo con anterioridad a la aparición de los pacientes estadounidenses, por lo que puede afirmarse que se trató de una nueva patología.

 

 

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