educación virtual y neoliberalismo

En memoria de Ramona Medina, vecina y militante del Barrio Padre Mugica

 

 

 “(…) Educar se usó hace muchos años en un momento dado de la historia.
Ya pasaron 200 años, ya ahora lo que hay que hacer es recurrir
al superpoder del ser humano, que es el aprendizaje. El ser humano es autodidacta,
lo que necesita es un espacio amigable, las herramientas y guías
que no lo abandonen en su búsqueda. El verdadero maestro es el
que acompaña esa indagación y no el que dice andá por acá, anda por allá (…)
 La educación argentina está en su peor momento.
Estoy hablando de los procesos artísticos, las ciencias,
 las universidades, que por cierto, pronto no van a existir más (…)
el colegio es como la cárcel (…) tiene los celadores, los recreos,
las bandas, los que mandan y obedecen. ¿A quién se pone siempre en el centro del proceso?
A la currícula, no a los chicos”
                                                                            CRIS MORENA, La Nación Revista, 26/08/2018

 

Durante la segunda mitad del siglo XIX, el imperialismo inglés decidió invertir millones de libras esterlinas en el montaje de líneas férreas a lo largo de vastas zonas argentinas; todas ellas culminaban, como redes neuronales, en las zonas portuarias de la provincia de Buenos Aires, pero especialmente, en el puerto de la ciudad unitaria. Ezequiel Martínez Estrada calificó ese enjambre como una cabeza con hidrocefalia, un entuerto desmedido; en definitiva, la cabeza de Goliat.

Si pensamos sin perspicacia, y casi ingenuamente (como hacen ciertos intelectuales de la bobera utópica), podríamos creer que en la actualidad estamos ante una nueva instancia del capitalismo; hasta de una nueva derecha neoliberal: un neoliberalismo progresista. El pedido que lleva a cabo la fundación Argentinos por la Educación habría que pensarlo de la misma manera en que cierto mediopelo porteño pudo haber imaginado las inversiones inglesas en territorio argentino, para la realización de su sueño maquínico ferroviario. Es que uno hubiera estado obligado  a pensar que tamaña inversión era un costo muy duro para los inversores ingleses; que ellos eran los que más arriesgaban: ¿a quién se le ocurría colocar cientos de miles de kilómetros de vía férrea en un país de cuarta? Pues bien, esta fundación, con una mochila de sacrosantos nombres de la educación argentina, se presenta como punta de lanza de un emprendimiento filantrópico, y quien no lo entienda así es un trasnochado que se quedó en el pasado que tan bien describió en pocas líneas la pedagoga y creadora de Chiquititas.

El sueño neoliberal se hace realidad y las pesadillas de la razón educativa se presentan ominosas. ¿Sueñan los docentes argentinos con estudiantes virtualizados? Porque en definitiva la pregunta no debería ser si queremos la liberación de datos para uso de plataformas, sino si queremos la epistemología, la metodología y la ética –en el sentido político del término— que estas proponen de la mano del neoliberalismo. En definitiva, un cambio de estas características siempre redunda en una concepción determinada de la educación.

Desde hace unos días circula por las redes un petitorio, impulsado por la mencionada ONG Argentinos por la Educación, cuyo objetivo es alcanzar la conectividad libre y gratuita en todo el país, de modo tal de garantizar el acceso masivo a las plataformas educativas. Con el hashtag #sinconexionnohayeducacion, se pide también el uso gratuito de mensajes de texto  y audios de WhatsApp en villas de emergencia y asentamientos.

Argentinos por la Educación está integrada por exponentes académicos del neoliberalismo, algunos con participación en los gobiernos de Fernando De La Rúa y  Mauricio Macri: el ex ministro de educación porteño Mariano Narodowski; el ex ministro de educación de la nación, Juan José Llach; Mariano Palamidessi, designado como rector de la UniCABA —la polémica universidad de formación docente creada por Horacio Rodríguez Larreta, sin consenso en la comunidad docente y estudiantil de los profesorados de la ciudad—; y CEOs de diversos grupos económicos, como Constanza Gorleri (Banco Galicia), Ricardo Torres (Pampa Energía, ligada a Marcelo Mindlin), Eduardo Elsztain (Grupo Irsa), Karina Román (Grupo Román), etc.

La ampliación del acceso a la conectividad, hasta llegar a su universalización, es sin duda un objetivo a lograr, pero ¿por qué los principales referentes académicos y corporativos del neoliberalismo argentino se ocupan de plantear a la sociedad la necesidad de ampliar el acceso a la conectividad, poniendo el énfasis en los barrios populares?

Para determinadas empresas, la ampliación del acceso a la conectividad sería una gran oportunidad para hacer negocios, haciendo realidad, además, viejos objetivos neoliberales: imponer la flexibilización laboral, convirtiendo a los directivos de escuela en pequeños “gerentes” (la docencia es uno de los pocos gremios argentinos que goza de estabilidad laboral y que accede a los puestos de trabajo mediante concursos) e incidir ideológicamente en los contenidos a enseñar. Si esta afirmación suena exagerada o tendenciosa, debemos recordar que Narodowski, antes de su paso por la gestión macrista, implementó las “escuelas charter”, una modalidad de semiprivatización de la educación, en la provincia de San Luis, en los años '90. El mismo Narodowski, en un informe del año 2018 —promovido por Diálogo Interamericano y la Organización de Estados Iberoamericanos— denominado Argentina: el estado de las políticas públicas docentes (2018), aleccionaba sobre la situación de los directivos de las escuelas públicas, quienes estarían inmersos en un contexto de “falta de autonomía para decidir cuestiones de diversa índole, como ser la contratación de su propio personal”. De esta manera, para el ex ministro macrista, sería necesario modificar las leyes que regulan de forma transparente el ingreso y la forma de acceder a puestos de dirección para, por lo tanto, destruir la carrera docente.

Para los exponentes políticos de la derecha, esta demanda por la conectividad gratuita de los sectores más postergados es una oportunidad para correr “por izquierda” al gobierno nacional; pero por otro, es la oportunidad para que este justo pedido no sea incluido entre los derechos ciudadanos, sino dentro del reparto caritativo por parte de las grandes corporaciones. El neoliberalismo se presenta en su fachada de populismo progresista.

La crisis de la escuela moderna, desde el sentido común neoliberal, obedece principalmente a la existencia de métodos de enseñanza y currículos obsoletos; a formas organizativas arcaicas que deben ser transformadas. Y entonces, recuperando el discurso de la Ley Federal menemista, se pretende imponer que “los expertos” sean el sujeto de la transformación educativa. En la frase esgrimida por estos sectores, “sin conexión no hay educación”, se expresa que la educación es solo transmisión de contenidos; no habría producción ni apropiación crítica del conocimiento por parte de docentes y estudiantes; no sería necesario el encuentro áulico. La escuela como espacio socializador es algo que parece carecer de vigencia. Por eso, el sueño neoliberal es el de la constante propagación de información a partir del uso de la virtualidad que, como se señaló en otro artículo, es un reservorio mediatizado de discursos, producidos por los aparatos de cultura del propio neoliberalismo. Suspender la escuela como ese espacio de producción, discusión, socialización y de encuentro con otros discursos que ponen en crisis el producto de los mencionados aparatos es abandonar la posibilidad (necesaria) de configurar sujetos críticos. Los neoliberales sueñan con sujetos virtualizados.

En el marco de la emergencia sanitaria actual, múltiples voces señalan la falta de equipamiento adecuado, de conectividad y de capacitación, así como la enorme voluntad y compromiso de los docentes para organizar espacios pedagógicos virtuales. El neoliberalismo ofrece una solución para enfrentar tal adversidad y promover  una escuela que va a “cambiar para siempre”. Lejos de sostener una mirada conspirativa u hostil hacia las nuevas tecnologías, pensamos que la ampliación de la conectividad debe ser una política pública y que las transformaciones educativas deben hacerse con la participación de los trabajadores de la educación y las organizaciones populares, pero poniendo por delante el sostenimiento de una pedagogía emancipadora y no reproductora.

 

 

 

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