BELICOSIDADES

Trump ha logrado el milagro de acercar a Irán con China y Rusia

 

Si hubiera un índice que midiera la belicosidad en el mundo, probablemente marcaría que en este mes de julio tuvo un perceptible repunte.

Estados Unidos y China volvieron a las andadas y elevaron su  antagonismo a raíz de:

  1.  El avance de la alianza entre China e Irán, que cuenta con la aquiescencia rusa y se ha acelerado luego de la decisión norteamericana de desligarse unilateralmente del acuerdo de supervisión y  control del desarrollo nuclear iraní denominado “5 +1”.
  2. El reciente fallo del Tribunal Penal Internacional de La Haya en favor de Filipinas, en su controversia con China respecto del Mar de la China del Sur;
  3. Las nuevas imposiciones arancelarias impuestas a China por Donald Trump y del cierre del Consulado chino en Houston.

 

 

 

China e Irán + Rusia: una alianza en desenvolvimiento

En una entrevista concedida a la agencia de noticias IRNA el pasado 11 de julio, el embajador iraní en China, Mohamad Keshavarzzadeh, se refirió públicamente a la existencia de un plan integral chino-iraní orientado a desarrollar la cooperación bilateral.  Al día siguiente, Alí Aqa Mohamandi, asesor del líder de la Revolución Islámica, Seyed, Alí Jamenei, destacó que el documento de cooperación estratégica entre Beijing y Teherán —cuya duración se extiende por 25 años— estaba destinado a fortalecer la cooperación económica y defensiva de ambos países, entre otros asuntos.

Diversos medios indicaron que ese material tiene apenas el carácter de una hoja de ruta, aunque también se mencionó que existía ya un documento de 18 páginas. El acuerdo se habría comenzado a conversar hace cuatro años y contempla la participación de Irán en el proyecto económico-mercantil y geopolítico de la “Ruta de la Seda”.

Todo parece indicar que las conversaciones entre ambos países comenzaron en 2016 y se aceleraron luego del destemplado retiro de Estados Unidos del llamado “Acuerdo 5 + 1” con Irán. Como se recordará, Trump sacó a su país unilateralmente de ese entendimiento el 9 de mayo de 2018. Argumentó que “en el corazón del acuerdo había una gran ficción: que un régimen de asesinos sólo deseaba un programa de energía nuclear pacífico. Hoy tenemos pruebas definitivas de que esta promesa iraní era una mentira”. Sin embargo, jamás mostró evidencia alguna respecto de esta acusación, aunque sí adicionó sanciones económicas contra aquel país. La denominación “5 + 1” aludía a las cinco mayores potencias atómicas del planeta: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Rusia, más Alemania.

El desatino del Presidente norteamericano fue fenomenal. Ninguno de los cinco restantes asociados lo siguió. En 2019 Irán anunció su retiro del acuerdo cuando sus conversaciones con China ya se estaban llevando a cabo.

Rusia, por su parte, se mostró aquiescente con el entendimiento chino-iraní y continuó avanzando en el establecimiento de relaciones asociativas y de cooperación castrense con Pekín. Sobresalen en este último plano las ejercitaciones militares Vostok (Este, en ruso) llevadas a cabo entre ambos países en septiembre de 2018, que movilizaron a centenas de miles de efectivos.

Menos visibles pero igualmente notorios han sido los ejercicios navales emprendidos entre fines de 2019 y comienzos de 2020 por Rusia, China e Irán en el Océano Indico y el golfo de Omán, que llevaron el nombre de “Cinturón de Seguridad Naval”

En fin, todo esto se desprende, en parte, de la enorme “metida de pata” de Trump que ha culminado en un resguardo económico y militar a Irán ofrecido por China y Rusia, que ningún otro país del mundo de rango mediano tiene.

 

 

 

Estados Unidos vs. China, en el Mar de la China del Sur

El pasado 12 de julio, el  Tribunal de La Haya produjo por unanimidad sentencia en favor de Filipinas, en la disputa que mantiene con China sobre cuestiones de soberanía tanto en las aguas como en islas e islotes localizados en el mar arriba aludido. Al final de un proceso judicial que duró tres años, los cinco jueces intervinientes dieron la razón a gran parte de los argumentos presentados por la parte filipina.

El gobierno chino, que reclama la posesión del 80% de ese mar, rechazó la sentencia. Su Ministerio de Relaciones Exteriores expresó que “el laudo es inválido y no vinculante y China no lo acepta ni reconoce”. La comunicación ministerial añadió, asimismo, que Filipinas había presentado la demanda de arbitraje en forma unilateral y que “su objetivo había sido malicioso y no destinado a resolver una disputa bilateral ni a mantener la paz y la estabilidad en el Mar de la China del Sur”.

Conviene aclarar, además, que la decisión del Tribunal es vinculante pero no existe ningún mecanismo para hacerla cumplir.

Ni lerdo ni perezoso, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, declaró poco después que “los reclamos chinos sobre la mayor parte de ese mar fueron completamente ilegales”. Y dejó abierta la posibilidad de apoyar tanto a Filipinas como a Vietnam y Malasia –que también reclaman derechos de soberanía allí— si surgieran enfrentamientos entre estos países y China. Desde hace tiempo ya Estados Unidos mantiene un dispositivo naval operativo en ese teatro con el alegado propósito de afirmar la libertad de navegación, que habría sido restringida por Pekín. Recientemente arribaron dos portaaviones, el Nimitz y el Ronald Reagan, a los que acompañan varios otros navíos de guerra que estaban ya en la zona. No es para nada sorprendente que dado el fallo del Tribunal mencionado más arriba, los Estados Unidos aumentaran su presencia y, por ende, su presión en el mar en disputa.

Así las cosas, esta zona marítima se va convirtiendo poco a poco en uno de los lugares de más alta tensión del planeta.

 

 

 

Nuevas imposiciones y cierre del consulado chino en Houston

Persiste asimismo la ofensiva norteamericana contra China en el área mercantil. Donald Trump informó, a mediados de julio, que ponía fin al tratado comercial preferencial que tenía con Hong Kong, luego de que aquella reprimiera la amplia protesta social y anunciara restricciones a su régimen de autonomía. El Presidente norteamericano avisó, también, que en lo sucesivo iba a tratar a esa ciudad “igual que a la China continental”, incluido el plano arancelario. Y anticipó que impondría sanciones a los miembros del Partido Comunista Chino. Estas medidas se suman a otras decisiones sobre comercio y tasas dispuestas por Washington con anterioridad.

Por su parte, la Cancillería china indicó que su país dará “la respuesta adecuada y aplicará  sanciones al personal y a las autoridades estadounidenses competentes”.

Finalmente, el miércoles 22 de julio, el gobierno estadounidense anunció su decisión de cerrar el consulado chino en Houston, acusado de practicar el espionaje, de violar derechos de propiedad intelectual y de robar investigaciones biomédicas, entre otros cargos. Y concedió un plazo de apenas 72 horas para que esa decisión se consumara. Ciertamente, se trata de una medida extrema de alto voltaje diplomático. El vocero de la Cancillería china calificó la medida como una “provocación política que viola el derecho  internacional”. Pero hasta el cierre de esa nota el gobierno chino no había tomado aún ninguna decisión sólida.

 

 

 

Final

Es corriente, en esta temporada previa a las próximas elecciones norteamericanas, que cuando Trump fuerza las situaciones se lo interprete como una mera estrategia de campaña. Y es probable que haya algo de eso. Pero no debe perderse de vista que todo lo que se ha descripto y examinado más arriba hace sistema con decisiones y hechos que se han producido desde el mero comienzo de su gobierno, cuando la fecha de la siguiente contienda electoral estaba aún muy lejos.

Se habla hoy de una nueva “guerra fría”. La posibilidad de autodestrucción por vía nuclear continúa disuadiendo a las grandes potencias de una mutua agresión atómica. Pero el encuadre de coexistencia pacífica y competencia económica que existía también en aquel pasado, en el que pugnaban los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy ya casi no rige.

La escalada entre Estados Unidos y China crece en diversos planos no militares, en los que aquella competencia económica se ha resquebrajado. Y en el plano bélico convencional, la coexistencia pacífica adelgaza con rapidez, como está ya ocurriendo peligrosamente en el Mar de la China del Sur en el que, paradojalmente, cualquier chispa puede llegar a encender una acuática pradera.

 

 

 

 

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