Si, pero...

La música que escuché mientras escribía

 

La semana pasada volví con Marian Anderson, en una nota que titulé No habrá ninguna igual.

No me retracto pero tampoco ignoro que es una afirmación de alta subjetividad, que tiene que ver con los momentos de la vida de cada uno, tanto el artista como quien al recibir la obra la completa.

Sé que esto puede inducir a la injusticia con otros grandísimos intérpretes. Y esta no es una reflexión teórica, a las que soy poco afecto. Tiene una inspiración muy concreta, que quiero compartir.

Marian Anderson vivió 93 años. Kathleen Ferrier, apenas 41. Ninguna de ellas tuvo una formación académica tradicional y las dos gozaron de una inmensa popularidad, cuyo mérito se comprende con la escucha de unos pocos minutos. Ambas fueron admiradas por los grandes conductores de sus respectivas épocas, que sólo se solaparon cuando una recién comenzaba y la otra entraba en la madurez. Había entre ellas 15 años de diferencia. Por suerte nadie nos obliga a elegir entre ellas. Podemos gozar de ambas sin culpa.

La contralto norteamericana enfrentó las adversidades que la sociedad de su época le opuso por el color de su piel. La contralto inglesa padeció los tormentos de su salud, en un tiempo en que la medicina tenía pocos y toscos recursos para atacar un cáncer sin destruir a quien lo padecía. 

Por supuesto, su repertorio también incluyó las cantatas de Bach. Aquí tenés una muestra, con las arias de La Pasión según Mateo.

 

 

 

 

 

También interrpetó el Mesías de Händel,  con la Filarmónica de Londres, dirigida por Adrian Boult.

 

Su mayor repercusión fue con las canciones populares, como los lieder de Brahms, Schumann y Schubert. (Lieder, plural de lied, es la palabra alemana por canciones). Este es el registro de una presentación en vivo en el festival de Edimburgo, en 1949, con Bruno Walter al piano.

Este es el orden de los temas y en qué minuto comienza cada uno. Los títulos están en alemán, y les agrego la elemental traducción que me ofreció el Doctor Google. El disco incluye una entrevista en la que KF habla de lo que significa para ella el festival de Edimburgo.

Franz Schubert (1797-1828) -

Lieder Romance from ‘’Rosamunde’ (Canciones del romance de Rosamunde’, D797 no.3b (00:00)

Du bist die Ruh, (Tu eres el resto) D776 ( (03:51)

Die junge Nonne, (La joven monja) D828 (08:34)

Der Tod und das Mädchen, (La muerte y la doncella) D531 (13:01)

Suleika I, D720 (15:39)

Du liebst mich nicht ! (¡No me quieres!) D756 (20:27)

Kathleen Ferrier habla: Lo que significó para mi el festival de Edimburgo (24:10)

Robert Schumann (1810-1856) -

Frauenliebe und -leben Seit ich ihn gesehen , (Amor y vida de mujer desde que lo vi) op.42 (27:00)

Er, der Herrlichste von allen, (El más glorioso de todos) (29:06)

Ich kann’s nicht fassen, nicht glauben (No puedo creerlo), (32:05)

Du Ring an meinem Finger, Tocas mi dedo (33:48)

Helft mir, ihr Schwestern (Ayúdenme, hermanas), (36:37)

Süßer Freund, du blickest mich verwundert an (Dulce amigo, me miras con asombro), (38:33)

An meinem Herzen, an meiner Brust (En mi corazón, en mi pecho),  (42:15)

Nun hast du mir den ersten Schmerz getan (Ahora causaste mi primer dolor),  (43:40)

 

Johannes Brahms (1833-1897)

Immer leiser wird mein Schlummer (Mi sueño se está volviendo más tranquilo) , op.105 n°2 (47:41)

Der Tod, das ist die kühle Nacht (La muerte es la noche fría),  op.96 n°1 (51:45)

Botschaft, op.47 n°1 (Mensaje)  (55:12)

Von ewiger Liebe, op.43 n°1, (Del amor eterno),  (57:27)

 

 

 

 

Para mi gusto, nada de eso es comparable con sus versiones de los lieder de Gustav Mahler, quien murió en 1911, un año antes del nacimiento de Kath, como firmaba sus cartas. Entre esas grabaciones, mi preferida es el ciclo de las Kindertotenlieder, las canciones para los niños muertos. Durante muchos años creí que se inspiraron en el dolor por la pérdida de Putzi, una de las dos hijas de Gustav y Alma Mahler, que murió de escarlatina y difteria. Uno de los poemas de  Friedrich Rückert dice:

 

Cuando tu madre viene hacia la puerta
y giro la cabeza para observarla
mi mirada no cae primero hacia su rostro
sino sobre el lugar
cerca del umbral
donde tu pequeña carita solía estar
cuando tú, radiante de alegría,
entrabas, también, tan normal, mi hijita.  

 

La cronología desmiente esa historia que me inventé en la adolescencia, las primeras veces que escuché esos lieder: Mahler los escribió  en 1904, y Putzi murió tres años después, poco antes de cumplir los 5. En el caso de Rückert, la obra está dedicada a sus hijitos Louise y Ernst, muertos también de difteria. Y la hipersensibilidad de Mahler se origina en su historia familiar. Era uno de 14 hermanos, de los cuales apenas la mitad pasó de la infancia, cosa que no era rara aún hace un siglo y medio. Por eso las parejas tenían tantos hijos. "El más alto éxtasis, la fuerza más gozosa de la vida y el deseo más ardiente de muerte, estos dos temas reinan alternativamente en mi corazón; y a menudo se alternan de un momento a otro", le atribuye a Mahler su biógrafo Donald Mitchell. Y Alma contó: "En vida de las niñas, me costaba tolerar su interés en esos lieder. Las dos criaturas gritaban de alegría en el jardín y a mí me embargaba una sensación de horror cuando comprobaba que él era capaz de cantar su muerte". No pudo volver a dirigirlos luego de la muerte de Putzi. Ese fue el tema de una única sesión de cuatro horas con Freud, mantenida en agosto de 1910, mientras caminaban por las calles de Leyden, en Holanda, donde ambos pasaban sus vacaciones. Mahler sólo viviría nueve meses más.

 

 

Mahler con Putzi.

 

 

El contexto es interesante, pero lo que vale es la música. El director es Bruno Walter, que fue discípulo de Mahler y uno de los responsables de que su obra trascendiera, luego del eclipse al que lo sometió el nazismo, porque ningún genio musical podía ser judío en el país de Wagner y de Hitler.

 

 

 

 

 

También con la dirección de Walter, Ferrier cantó la parte femenina de La Canción de la Tierra, junto con el tenor austríaco Julius Patzak, que fue muy apreciado en su tiempo. Mahler escribió este poema sinfónico luego de la 8a Sinfonía, sobre poemas japoneses adaptados por un escritor alemán.

 

 

 

 

 

Sobre la fortaleza de Kathleen Ferrier da cuenta un episodio que varios de sus compañeros cuentan en un documental de la BBC de Gales, que no subo porque no tiene subtítulos en castellano. En 1951 le diagnosticaron un cáncer de mama. Pese a los agresivos tratamientos de rayos, la enfermedad hizo metástasis en sus huesos, que se volvieron frágiles y quebradizos.

A principios de 1953 le ofrecieron representar la Eurídice de Gluck en el Covent Garden, sede de la Ópera Real, y no dudó en aceptarlo. Pero durante una de las representaciones se fracturó una pierna. Pese al dolor, siguió cantando, abocada a la doble tarea de ocultarle al público lo que estaba sucediendo, pero hacerle saber sin palabras a sus compañeros que no podía moverse, para que modificaran sobre la marcha el libreto y se acercaran a ella, de modo de completar la ópera en la posición más cómoda que había conseguido sobre el escenario. Una de sus compañeras de elenco recuerda ese momento. "Oírla cantar era algo que... Ella sabía que se estaba muriendo. Sus bellos ojos lloraban sin lágrimas". Ocho meses después, murió, en octubre de 1953.

Y vos tenés el privilegio de escucharla en todo su esplendor, en casa, con sólo hacer click.

 

 

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