Restricción externa y regulaciones

Urge tratar de manera integral las guaridas fiscales y el abuso fiscal y financiero

 

Las medidas anunciadas por el Banco Central restringen los distintos canales de pérdida de divisas que se fueron generando a partir de las restricciones anteriormente dispuestas: la demanda del “dólar ahorro”, el creciente endeudamiento en moneda extranjera del sector privado y el contado con liquidación. La formación neta de activos externos del sector privado sumada a las cancelaciones de deuda —netas de entradas— y de intereses (excluyendo al Sector Público y de organismos internacionales y FMI) arrojaron salidas de divisas por alrededor de 7.700 millones de dólares entre enero y julio de 2020.

La escasez del ahorro doméstico no es la traba del desarrollo económico argentino, sino, más bien, el drenaje del excedente hacia el exterior, actitud que resulta característica de los agentes económicos locales de mayor envergadura. Luego de 4 años de apertura del mercado cambiario y considerando que la globalización y liberalización del sistema financiero global han erosionado el poder de regulación nacional de las operaciones internacionales, resultaba imperioso fortalecer aún más los controles de la cuenta financiera, cuya desregulación provoca inestabilidad y crisis, como atestiguan los últimos años de la gestión de Cambiemos.

Con relación a las medidas dispuestas por el BCRA, en primer lugar es interesante destacar que el acceso a los 200 dólares en el mercado oficial produjo, en promedio, en los últimos tres meses, una sangría de 450 millones de dólares mensuales. Si bien las actuales disposiciones mantienen el monto de 200 dólares mensuales por persona, podrían reducir las salidas por esta vía, ya que, por un lado, se desestimula su compra a través del impuesto del 35% (como pago a cuenta del impuesto a las ganancias) y, por otro, los pagos con tarjetas de crédito en dólares se descuentan del cupo mensual individual de 200 dólares.

Desde enero a julio de 2020, la formación de activos externos del sector privado no financiero arroja una salida neta total de 1.826 millones de dólares. Como puede advertirse, esta cifra es muy baja con relación a la FAE del sector privado registrada en años anteriores (27.230 y 26.870 millones de dólares, en 2018 y 2019, respectivamente), aunque en los últimos meses se evidenció un incremento de los montos de compra asociado a un crecimiento del número de compradores. En efecto, se registraron importantes movimientos en la cantidad de compradores de moneda extranjera en el Mercado Único y Libre de Cambios, que pasaron de 2,6 millones de individuos en diciembre de 2019 a 600.000 compradores en enero de 2020, para luego retomar la tendencia creciente hacia 1,2 millones en abril, 2,4 millones en mayo, 3,3 millones en junio y llegaron hasta 3,9 millones de personas en julio pasado.

Por otro lado, las operaciones de contado con liquidación también representaban un posible canal de drenaje de moneda extranjera, por lo que se dispusieron medidas con el objetivo de reducir esa vía de salida. Las más importantes fueron el incremento del plazo mínimo de tenencia (a 15 días) para la operatoria de contado con liquidación y la prohibición a los no residentes respecto a la realización de operaciones de liquidación de títulos valores contra moneda extranjera. Esta última está orientada fundamentalmente a los fondos de inversión del exterior que compraron títulos en pesos durante el gobierno de Mauricio Macri y en la actualidad buscan vender sus tenencias en moneda extranjera.

Estas regulaciones sobre la operatoria del “contado con liqui” podrían reducir la demanda en este mercado y conjuntamente con la eliminación del parking (plazo de tenencia) para las operaciones de compra de títulos con moneda extranjera en el mercado local, que contribuye a aumentar la oferta, podrían causar un efecto positivo sobre la brecha cambiaria con el dólar oficial.

Por último, se dispuso un límite del 40% para disponer de moneda extranjera a través del Mercado Único y Libre de Cambios para la cancelación de vencimientos de deuda privada superiores al millón de dólares mensuales. Ello, considerando que el ritmo de endeudamiento del sector privado resultaba incompatible con las actuales necesidades de moneda extranjera de la economía argentina. Desde el BCRA explicaron, además, que grandes empresas aprovechaban la reducción en la tasa de interés en pesos, tomaban deuda en moneda local y compraban moneda extranjera para pagar deudas contraídas durante los últimos años.

Según el balance cambiario del BCRA, en lo que va del año (enero a julio de 2020), las salidas de divisas por pagos de vencimientos de capital de préstamos financieros, títulos de deuda y líneas de crédito (excluyendo Sector Público y préstamos de FMI y de otros organismos) fueron de 6.213 millones de dólares, mientras que los egresos netos —de ingresos de deuda— por estos mismos préstamos fueron de 4.170 millones. Asimismo, los pagos de intereses de deuda (excluyendo los del Sector Público y de los de organismos internacionales y FMI) significaron 1.706 millones de dólares.

Según el balance cambiario del BCRA, la cuenta financiera del “Sector Privado No Financiero” acumuló entre enero y julio un déficit de 4.049 millones de dólares. Si a eso le sumamos los intereses de deuda pagados por el sector privado no financiero, que acumulan 1.573 millones, este sector arroja un déficit de 5.622 millones de dólares.

La experiencia de los pasados cuatro años demostró los efectos negativos de la liberalización cambiaria y financiera sobre los niveles de inversión productiva, promoviendo el ingreso de flujos especulativos de corto plazo que sumergen a la economía argentina en escenarios indeseados de volatilidad e inestabilidad, a la vez que la apertura propende a una aceleración de los niveles de fuga de capitales de residentes, que en los últimos años de la gestión de Cambiemos alcanzaron máximos históricos.

En el marco de un modelo económico basado en la economía real, es decir con el trabajo y la producción como ejes ordenadores, donde el endeudamiento externo no representa una variable central del proceso de acumulación, se hace necesario establecer una política de largo plazo de controles de la cuenta capital y financiera, así como de administración estratégica de la moneda extranjera, que permita emprender la tan deseada estrategia integral de desarrollo.

La libre movilidad de capital incrementa la volatilidad macroeconómica y la vulnerabilidad externa de los países en desarrollo frente a shocks externos (Rodrik, 1998; Pastor y Wise, 2014; Reinhart, 2012). Es válido afirmar que el daño de la crisis económica que genera la pandemia hubiera sido muy superior con libre cambio y con una cuenta financiera desregulada. Los controles de capitales (restricciones cuantitativas, requerimientos de encaje, controles administrativos, impuestos, etc.) pueden ser utilizados como herramientas efectivas que permiten moderar los impactos macroeconómicos de los flujos financieros e incrementar la independencia de política de los países en desarrollo (Fernandez, Bortz y Zeolla, 2018; Baumann y Gallagher, 2012). En esa línea, algunos autores también impulsan la construcción de una nueva arquitectura financiera global que brinde un ambiente financiero internacional estable mediante la introducción de reformas que mejoren las prácticas de operación, supervisión y regulación de las instituciones y de los mercados financieros en los países en vías de desarrollo (Kregel, 2006; Eatwell y Taylor, 2006).

Es imperioso fortalecer los controles domésticos a la cuenta financiera y abordar las fallas del sistema financiero internacional, que socava la capacidad de los países periféricos para responder ante la crisis. Urge tratar de manera integral las guaridas fiscales, el abuso fiscal y financiero por parte de los grupos económicos locales y multinacionales y otros flujos financieros ilícitos que empeoran la distribución de ingresos, obstruyen la redistribución y drenan recursos que son esenciales para atender las desigualdades.

 

 

 

 

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