LOS TIBURONES DE MANHATTAN

El programa del capital financiero es político antes que económico: dividir al Frente de Todos

 

La ampliación de la brecha cambiaria de las últimas semanas hace imprescindible reexaminar cuestiones centrales de la economía política. La situación planteada exige una separación de campos dentro del pensamiento económico con un corte diferente a los de otros momentos. Los problemas de la hora enfrentan estas dos concepciones:

  • La que entiende que la internacionalización financiera constituye una situación estable e irreversible y, por lo tanto, no se pueden pensar las políticas nacionales sin aceptar como axioma que la Argentina persistirá inevitablemente en su inserción profunda en las finanzas globales establecidas por la hegemonía de la economía neoliberal.
  • La que entiende como fundamental encontrar los mecanismos nacionales que permitan ganar grados de autonomía creciente del capitalismo financiero internacionalizado. Esta corriente le da valor a la política económica como herramienta para conseguir el objetivo de reducir el grado de inserción en las finanzas globales.

Los caminos a recorrer y las estrategias a construir se bifurcarán en función de la opción adoptada entre estas dos visiones. La elección de la autonomía popular, de la reivindicación del autogobierno no se define sólo por la adhesión a alguna vertiente heterodoxa como marco teórico. Requiere de la no aceptación de la inserción en la internacionalización financiera como dato irreversible de la realidad. Esta perspectiva asume la posibilidad de utilizar y garantizar la efectividad de la utilización de regulaciones extramercantiles en la política económica, incluyendo las esferas monetarias y cambiarias, sin que esto signifique que se renuncie al uso de las mercantiles. Pero asumiendo que la decisión sobre cuáles y cómo utilizarlas constituye una atribución del gobierno elegido por la ciudadanía. Si no fuera así, la democracia habría sido transformada en una pura ficción.

La escalada del dólar ilegal y de las transacciones en los mercados del MEP y CCL (en los que se opera la divisa mediada por operaciones con títulos públicos nominados en moneda extranjera) ha sido acompañada por una acometida intensa de la presencia de los economistas del establishment en los medios concentrados de comunicación. Más que una acometida ha constituido un desembarco, una invasión. Sus ideas, también, han sido reproducidas intensamente por los operadores periodísticos que se ocupan de difundir monocordemente los mismos diagnósticos catastróficos y concepciones económicas. En ellas asoma la perspectiva del vaciamiento de la democracia, porque cuando los “mercados disponen”, el pueblo es marginado de su libertad para autogobernarse.

 

 

La coalición del poder concentrado

El viernes 23 de octubre el editorialista económico de Clarín, Marcelo Bonelli, escribía en el diario del multimedio más concentrado, poderoso y opositor del país que “los banqueros insisten en que las soluciones requieren una cuestión central: una respuesta política, y no solo económica, de la Casa Rosada. En otras palabras: resolver el creciente conflicto político en el Frente de Todos y que la Casa Rosada retome la iniciativa. Saber quién manda. Para los “tiburones” de Manhattan la gravedad de la crisis requiere cuatro acciones:

  • Replantear el gabinete y que esas figuras reflejen un apoyo político del Frente de Todos.
  • Reestructurar y darle homogeneidad al equipo económico.
  • Un plan monetario y fiscal con acuerdo del FMI.
  • Solo en ese marco, un ajuste del tipo de cambio oficial. Devaluar sin plan sería suicida.

Esta dura receta es compartida por los hombres de negocios de la Argentina. Este jueves se manifestó en tal sentido el Comité de bonistas argentinos. En la UIA, Adeba y la Bolsa de Comercio dicen que la suerte está echada y que Alberto debe actuar urgente para minimizar los costos del ajuste. El prestigioso Aldo Ferrer lo definió así: planes de estabilización en la Argentina”.

Bonelli, quien expresa la línea oficial del medio, comienza la cita de las “cuatro acciones” atendiendo a las soluciones que requerirían los banqueros, o sea los agentes centrales del mundo de la financiarización. Estos propiciarían modificaciones no sólo económicas sino también políticas. Adjudica a los actores principales del capitalismo especulativo el diagnóstico sobre una “gran interna en el Frente de Todos” y la opinión de la necesidad de que Alberto Fernández se separe de Cristina Fernández. MB se hace eco de las presiones para dividir al Frente de Todos, agita la presunta interna y expone el deseo de los “tiburones de Manhattan” (los grandes especuladores del liberalismo neo) para que la Casa Rosada recupere la iniciativa (alienta la marginación de la Vicepresidenta y lideresa del kirchnerismo).

Luego continúa el pliego de exigencias con el requerimiento de cambio de gabinete, reestructuración del equipo económico y un plan monetario y fiscal acordado con el FMI (esto es un reclamo de renuncia a la autonomía del gobierno popular para definir su política económica), Los “cuatro puntos” concluyen con la frase: “Devaluar sin plan sería suicida”. De lo que debe entenderse que los banqueros, los “tiburones de Manhattan”, Clarín y Marcelo Bonelli promueven una devaluación con un plan tradicional de ajuste convenido con el FMI y la reconfiguración del gobierno mediante la marginación del kirchnerismo del Frente de Todos.

No se pueden obviar los nudos de este discurso si se quieren entender las raíces más profundas que subyacen detrás del clima desestabilizador de la economía que hoy padece la Nación. Y tiene razón el hombre de TN cuando señala que la cuestión es “política y económica”. Con ese enfoque, para sumar densidad a la coalición propiciada por su grupo, el periodista agrega a ADEBA, la Bolsa de Comercio y la UIA como partícipes del programa de los “tiburones” de Manhattan. Trabaja para integrar al poder concentrado local a lo que no es otra cosa que el intento de un “golpe de mercado”.

No se debe omitir la cita de Aldo Ferrer que de manera equívoca cierra el pliego. Le adjudica a Ferrer el concepto de plan de estabilización y lo mezcla con un programa que está en las antípodas de las ideas del gran economista argentino. Para desvincularlo del pregón de los banqueros mejor una cita de Ferrer de la edición del año 2008 de su clásica obra La Economía Argentina (FCE, pag. 426). En sus palabras: “El peso creciente de la deuda externa generó un desequilibrio crónico que subordinó al país a negociaciones continuas, renovadas e interminables con el FMI y los acreedores. Las condicionalidades inherentes a los acuerdos con el Fondo y a las expectativas de los mercados para acceder al financiamiento voluntario de estos, subordinaron  la política económica al pensamiento céntrico y a la ideología  neoliberal profesada por los grupos hegemónicos en el espacio interno. El Consenso de Washington se articuló así con una estrategia de renuncia  a la capacidad de conducir la política cambiaria, monetaria y fiscal”. La cita de Ferrer al fin del programa descripto por Bonelli tiene la misma entidad que la elección del 17 de agosto para organizar un “banderazo” contra el gobierno popular. La práctica del contrasentido para disolver símbolos y pensamientos nacionales.

 

 

El liberalismo se divorcia de la democracia

En la nota que firma Carlos Pagni en la tribuna de doctrina de la derecha argentina, el diario La Nación, del jueves 22 de octubre, se cita una afirmación justa y oportuna de  Máximo Kirchner, quien dijo: “Los mercados deben entender que el que maneja la economía es el gobierno”, para contradecirla irónicamente agregando que “cuando Máximo formuló esa advertencia el dólar cotizaba a 178 pesos. Ayer llegó a 183. La brecha con el oficial llegó a 130%. El mercado todavía no entendió que la economía la maneja el Gobierno. O lo entendió demasiado bien”. En realidad el carácter de advertencia no corresponde a la firmeza del llamado democrático de Kirchner, sino a la pretensión liberal de Pagni, que coloca al plano económico fuera de la atribución ciudadana. La ironía del editorialista es la reivindicación del reino de los mercados sobre la economía. En la época de su versión neo el liberalismo se opone a la democracia. La instrumentaliza y reduce a una ficción. Porque la pretensión del poder económico de disciplinar con presiones mercantiles la voluntad de los gobiernos populares constituye una nueva modalidad para expulsar del poder a la voluntad ciudadana.

En una diatriba patética, el consultor Sergio Berensztein afirma en el mismo diario el 23 de octubre que el país “carece de moneda” y tiene “un aparato del Estado enorme”, con “un déficit fiscal, otra vez, enorme”. Esta falta de rigurosidad que ofende a la inteligencia, no deja de ser un buen instrumento para el objetivo de construir un clima de catástrofe. Berensztein confunde una crisis y/o deficiencia de la moneda como reserva de valor con ausencia de moneda. En Argentina los salarios se pagan en pesos, las transacciones se hacen en pesos –excepto la de inmuebles—, los impuestos se cobran en pesos, en el sistema financiero la gran mayoría de la actividad se desarrolla en pesos. La realidad es distinta al deseo o la fantasía. Lo del aparato del Estado enorme es un argumento para perseguir su reducción, para impulsar un modelo privatizador, para restaurar el neoliberalismo que estancó a la Argentina y concentró el ingreso. La comparación con otros estados centrales o periféricos muestra una realidad bien distinta. El déficit fiscal ni es enorme –sobre todo considerando el tiempo de pandemia— ni regresó, porque durante el gobierno de Cambiemos ese déficit se mantuvo y sufrió una mutación perniciosa debido al aumento de los servicios de la deuda externa en su composición.

Más adelante dicho consultor advierte sobre  que “la deteriorada autoridad del Estado está siendo abiertamente desafiada por actores sociales de la más diversa índole. Las tomas de tierras y los violentos arrebatos de 'supuestos pueblos originarios' parecen el resultado de un Estado capturado por segmentos marginales que alientan la violación de la propiedad privada más que un comportamiento autónomo de grupos con reclamos ancestrales o problemas de vivienda”. Sin embargo, el consultor no tiene la misma vara para alertar sobre los desestabilizadores de la economía que manejan el mercado ilegal del dólar.

Berensztein expone el carácter reaccionario que va surgiendo como “huevo de la serpiente” de una propuesta autoritaria en la derecha de nuestro país. El negacionismo de la existencia y derechos de los pueblos originarios, y también de la de numerosos sectores populares con gravísimos problemas habitacionales que recurren con desesperación a la ocupación de tierras es un llamado al autoritarismo y a la represión. Al fin y al cabo Von Hayek y Friedman, fundadores del liberalismo neo, apoyaron entusiastamente a Pinochet, bajo las premisas de que el autoritarismo era preferible al totalitarismo, y que cuando el Estado pretendía planificar la economía por sobre las señales mercantiles devenía en totalitario, frente a lo que se imponía la restauración de la libertad mediante un proceso autoritario. Es la fuente en que nutren el vapuleo del Estado que practican Cachanosky, Milei, Espert y similares, y de la crítica, y hasta el insulto, a los políticos que despliegan muchos de ellos.

 

 

La normalización tecnocrática

Pero además de estos exponentes sin velos de los proyectos económicos restauradores del neoliberalismo, conviven otros economistas que respaldan los proyectos del poder financiero transnacional y/o de la oligarquía diversificada local. No faltan aspirantes a conductores de la economía, ni tampoco quienes comienzan a agitar sus nombres como parte de la campaña para llevar a cabo el programa sintetizado por Bonelli.

En el mismo artículo, Pagni agita el nombre de Martín Pérez Redrado. El “Golden boy” auspiciado y erigido por Neustadt cuando lucía plenamente neoliberal y que luego con aparente moderada reconversión ocupara la presidencia del BCRA en una parte de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. En esta última circunstancia se negó a la aplicación de una Ley, parapetándose en su cargo frente al pedido de renuncia que le hiciera la entonces Presidenta de la Nación. Su argumento de defensa era el emblema máximo de la financiarización: la autonomía del BCRA estaría por encima de las instituciones de elección popular. Los acontecimientos que protagonizó son similares a ciertas dinámicas hoy presentes en hechos que ocurren en el Poder Judicial. En aquélla oportunidad Redrado buscó respaldos en la burocracia del poder financiero internacional para su actitud de resistencia al poder democrático. Ahora acaba de publicar un nuevo libro titulado Argentina primero, poner en marcha el país tras la pandemia (Sudamericana, 2020). Sus contenidos son reflexiones macroeconómicas de orden general, con selección de información y sin grandes aportes de ideas. En una actitud evidente de evitar la toma de posición bajo el título de la introducción: “¿Puede volver a crecer Argentina?” – que evoca el texto con el que se promocionó el ex ministro Cavallo—, se desmarca de lo que llama los dos modelos de desarrollo que se habrían alternado pendularmente, uno de inserción en el mundo aceptando los precios internacionales y el otro que había optado por el divorcio de los precios internos respecto de los vigentes en el mercado mundial. Luego de esta descripción dicotómica les achaca a ambos “políticas fiscales irresponsables y expansivas” (un guiño al FMI) y el agravamiento de los problemas estructurales. MR plantea que su programa es “invertir, innovar y exportar” para lo cual describe herramientas de carácter general caracterizables como tecnocráticas y renuentes a las definiciones políticas e ideológicas, aunque en el capítulo 2 afinca su pensamiento en una “Comisión para el desarrollo” auspiciada por el Banco Mundial y varios gobiernos europeos. Sin embargo lo más sugerente del libro es su título, que puesto en tiempo y espacio no oculta el empalme de su aspiración con la promoción que le hace el columnista de La Nación.

 

 

Sergio Berensztein & Martín Pérez Redrado: el desembarco.

 

 

Macri dejó una economía fuertemente debilitada, con escasas reservas y atada al endeudamiento con fondos privados y al FMI. Además, con cuentas fiscales deterioradas y una situación social muy desmejorada, escasas reservas y crisis externa. El gobierno del Frente de Todos tuvo que asumir en esa delicada situación y luego enfrentar la pandemia. Estas condiciones no deben omitir el registro de errores en el manejo de las divisas que condujeron a que, a pesar del superávit del Balance Comercial, no se aliviaran las dificultades del sector externo. Aun con la exitosa refinanciación con los acreedores privados.

 

 

La coalición social amplia del proyecto popular

Pero la discusión sobre la utilización del instrumental macroeconómico no debe empañar ni subordinar el problema principal que enfrenta el gobierno: existe una coalición del poder económico hostil al despliegue de otro período político en el que un proyecto popular gobierne en la Argentina. Urge la construcción de una coalición social para sostener una política de desarrollo e igualdad. Habrá que actuar sin duda, con habilidad y definición en el mercado cambiario y en la intervención macroeconómica. Pero el núcleo del problema es de otro orden. Con energía el gobierno popular debería construir un programa político, económico y cultural que convoque a una coalición amplia para enfrentar a la minoría plutocrática que se ha embarcado en una dinámica destituyente. Esta minoría se aprovecha de la debilidad externa que dejó Cambiemos para provocar una crisis cambiaria y asociarla a una estrategia para promover la división del gobierno. Esa coalición amplia no surgirá de la “cultura” del encuentro entre la cúpula de la CGT con los empresarios de AEA, sino por el camino que va en dirección inversa.

 

 

 

 

 

 

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