La integración nacional

Las consecuencias para los trabajadores argentinos del éxito de la política salarial de Biden

 

La tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el primer trimestre del corriente año fue del 2,5%, según cifras preliminares del INDEC. Pandemia y confinamiento, el PIB en 2020 cayó (-9,9%). Es una buena nueva al igual que se haya frenado la tasa de desempleo, aunque sea apenitas la reversión: en el primer trimestre de 2020 fue del 10,4%; en el primer trimestre de este año, del 10,2%. Ahora bien, para llegar al crecimiento anual del PIB del 6%, de acuerdo a la proyección generalmente aceptada por el sector privado y el oficial, se tendría que dar un crecimiento del 7% promedio para cada uno de los tres trimestres que restan para completar el año. Supuestamente debería estar bastante más por arriba del promedio para los dos últimos trimestres si se presume, en el mejor de los casos, un crecimiento apocado en este segundo trimestre que concluyó, dado que el aumento de las exportaciones, de la inversión estatal en obras públicas y la notable caída de los stocks almacenados por la pandemia, que tallaron en el primer trimestre, no están para repetirse. Lo de “en el mejor de los casos” cobra todo su sentido en razón de que algunas mediciones privadas arrojan resultados negativos sobre la marcha de estas variables durante el segundo trimestre. Difícil que el pollo fume.

Por otra parte, esta atonía en el crecimiento queda apreciada en la estimación preliminar del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de abril de 2021del INDEC (29/01/2021), que es un anticipo del PIB. En la medición desestacionalizada, la actividad económica en abril bajó un 1,2% respecto de marzo. Asimismo, el primer cuatrimestre de este año registra un 8,2% de alza con respecto al primer cuatrimestre de 2020, que no compensa la caída del 11% del primer cuatrimestre de 2019. Además, en vista de que el consumo explica el 70% del PIB, hay que sopesar que el gobierno recién tomó nota –y comenzó a actuar en consecuencia– hacia el final del segundo trimestre de que su objetivo de los salarios por encima de la inflación no se estaba cumpliendo.

Las perspectivas del crecimiento mejoran con la masividad de la vacunación, otras medidas al solo efecto y la eficacia en frenar la mutación Delta del Covid-19. Contrapesan los temores por el dólar, a los cuales una tasa de interés en el nivel adecuado debería conjurar. Que la tasa de interés está inversamente relacionada con la inversión es un cuento neoclásico sin apego a la realidad. La tasa que pagan los consumidores puede ser subsidiada sin ningún problema diferente a los provocados por los prejuicios fiscalistas. No subir la tasa se puede entender, objetivamente, como una picardía para culpar al mercado de la devaluación que se busca sin pagar costos políticos.

 

El Aceitoso

De todas formas, atañe al horizonte cercano si en la post pandemia ma non tropo el crecimiento se achancha o no. Habrá que ver las consecuencias que acarrea el acaecer de uno u otro escenario sobre los resultados de la compulsa electoral de mediano término. Esa inmediatez no quita que la falta de crecimiento sostenido es un concepto estilizado que resume las históricas frustraciones del ciudadano de a pie y, por lo tanto, la suerte y verdad del movimiento nacional se juega en encontrarle la punta al ovillo para hacer realidad ese demorado objetivo. Entre las tendencias que  hacen a la potencialidad de frenar o acelerar el crecimiento, se destacan la poco feliz decisión de la Unión Industrial Argentina (UIA) de encaramar en su conducción a Daniel Funes (El Aceitoso), junto al aniversario de los 100 años del Partido Comunista Chino en medio de la disputa geopolítica con los Estados Unidos, y las consecuencias para la Argentina del empeño del POTUS Joe Biden para que suba el poder de compra de los salarios de sus compatriotas.

El desarrollo de las fuerzas productivas, avances para los seres humanos en el grado de calificación y para las máquinas en su mayor cantidad y refinamiento, es un asunto de interés primario para los trabajadores porque lleva implícita la promesa de mejor nivel de vida. Los empresarios no se ven necesitados del desarrollo porque su nivel de vida es propio de los países desarrollados. Es un tema atinente a la conciencia política del movimiento nacional en pos de la alianza de clases que los empresarios se preocupen por el desarrollo en un país de la semiperiferia como la Argentina. El trabajo político ha de hacerlos ver necesitados del desarrollo para lo cual el nuevo sentido común que se propugna instalar incorpora la racionalidad de la clase trabajadora necesaria y sabiamente indócil. No es voluntarismo, es voluntad política.

Es por este verdadero hueco político perfilado por las insuficiencias del movimiento nacional que se filtró el síndrome de Funes El Aceitoso, una señal inequívoca del sector más pesado de la patronal de predisponerse a enfrentar a-en-lugar-de acordar con los trabajadores. Si el resto de la dirigencia de la UIA u otros sectores gremiales empresarios son conscientes o no de esa situación, o las cabezas del sindicalismo la ven imposible y la perciben como una corrida con la vaina, es de aguardar que se despabilen a tiempo tanto acerca de que la función hace al órgano como del real significado de darle electricidad al moderno Prometeo. Para colmo Funes El Aceitoso no tuvo mejor idea que la de invocar a Arturo Frondizi en su discurso de asunción del cargo. Que el gobierno de Frondizi haya sido el intento más serio y más sólido de acelerar el desarrollo capitalista de la Argentina, ciertos sectores empresarios y políticos lo malversan –además de Funes, Mauricio Macri entre otros– para llevar agua al molino de la expansión de algunos capitalistas a expensas del resto. Y obvio que nada que ver una cosa con la otra.

 

Reanimando al moderno Prometeo.

 

Partiendo del interrogante de Rogelio Frigerio (el abuelo): ¿qué nos hace más nación? En la respuesta política, el desarrollo es un medio para el gran fin de la integración nacional. No se puede hacer una democracia industrial capitalista en serio sin el concurso de los trabajadores o, bastante peor aún, perjudicándolos seriamente; esto último que es lo que objetivamente busca lo que resume la figura de Funes El Aceitoso. El frente electoral victorioso de febrero de 1958 fue una reversión a partir de un freno al país desintegrador, al país gorila. Frondizi, tres años después de la sanción de la nueva Ley de Asociaciones Profesionales en 1958 –que buscaba unificar al movimiento obrero, nada menos–, les devolvió la CGT a sus legítimos ocupantes en medio del CONINTES, una iniciativa para frenar el primigenio intento gorila de derrotar a los trabajadores con el Estado terrorista.

 

China 100

Lamentablemente, muchos sectores peronistas siguen aún hoy sin comprender cabalmente el significado de la integración nacional del accionar político de Frondizi y Frigerio y le regalan esa rica experiencia histórica al hato de reaccionarios que reivindican los resultados subvirtiendo sus causas o mistificándolas en función de sus intereses, que no son los de la nación. Hay que calibrar que antes de Frondizi y Frigerio el concepto de desarrollo ni siquiera era tenido en cuenta en el argot político de la época. La ironía de la historia quiere que el 1° de julio, cuando se conmemoró el centenario del Partido Comunista Chino (cuyos dirigentes gobiernan desde 1949 la República Popular China), se verifique una convalidación de la parte más debatida e incomprendida aún hoy del modelo de desarrollo alentado por Frondizi. En efecto, las reformas económicas de Deng Xiaoping en 1978 se centraron primordialmente en la apertura a las multinacionales. Según datos del FMI sobre el Producto Bruto Mundial (PBM), medido en términos de paridad del poder adquisitivo del dólar, en 1990 los Estados Unidos era el país más grande con el 21,6 % del mismo, seguido por Japón con el 9,1%. China estaba sexta con el 4,0% (con Deng estaban en 3%) y la India novena con 3,5%. En 2020, China encabeza el lote con 18,3%, la secundan los Estados Unidos con 15,9% y tercia la India con 6,8%. Japón quedó cuarto, generando el 4,0% del PBM. No fue magia, fueron las multinacionales. Fueron las multinacionales norteamericanas las que promovieron el crecimiento alemán, italiano y japonés después de la guerra. Fueron las corporaciones de esos países las que pusieron fuerte en China. Por cierto, actualmente alrededor del 80% de la producción china está en manos privadas, de acuerdo a las cifras más aceptadas entre los analistas.

Quiere también la ironía de la historia que el otro país más poblado de la Tierra, la India, convalide también la experiencia frondicista. Para colmo, la India empezó a crecer de forma interesante cuando se deshizo de los prejuicios y arribaron las multinacionales. ¿Qué prejuicios? Hasta hace unas décadas era el país más refractario a la inversión externa y profeta de la burguesía nacional, al punto de que un numen del estatuto del subdesarrollo como el ingeniero Guido José María Di Tella preconizaba el modelo de la democracia más grande del mundo para anteponerlo al de Canadá, que batía todos los récords de inversión externa. Los disparates argentinos tienen un gran historial.

Es curioso, en los análisis relacionados con el gran crecimiento de China, que el tema clave de la inversión multinacional suele ni mencionarse, como si el capital invertido en el Reino Medio hubiera salido de una flor de loto. En cambio, se hacen todo tipo de especulaciones sobre la voluntad china de disputar el cetro del poder mundial, cuando en realidad es un problema interno de la clase dirigente norteamericana, que se le fue la mano relocalizando inversiones innecesariamente, estropeándole la vida al norteamericano medio. Todo parece indicar que Biden se ve en la necesidad de seguir agitando el boogeyman chino a efectos de logar sus objetivos políticos internos de mejorar marcadamente la distribución del ingreso, para lo cual la primera condición es que los capitales no se sigan yendo.

El juego, como todas las charadas, tiene sus riesgos. Pero todos están dispuestos a jugarlo, empezando por los chinos en pos de mejorar lo que les toca. El líder de la Unión Demócrata Armin Laschet, favorito para convertirse en el próximo canciller de Alemania, habló con el Financial Times después del primer viaje oficial de Biden a Europa, en el que prevalecieron las advertencias sobre el desafío que China representa para Occidente y la convocatoria a aliarse para frenar esa supuesta expansión. En coincidencia con Angela Merkel, Laschet expresó en la entrevista al diario londinense que “la pregunta es: si estamos hablando de ‘restringir’ a China, ¿conducirá eso a un nuevo conflicto? ¿Necesitamos un nuevo adversario? (…) Y allí la respuesta europea fue cautelosa, porque si bien China es un competidor y un rival sistémico, tiene un modelo de sociedad diferente, pero también es un socio, sobre todo en cosas como la lucha contra el cambio climático (…) Tenemos un mundo multipolar [ahora] con diferentes actores”. Al otro lado del mapa, la salida de las tropas indias de la conflictiva frontera con Pakistán y su nuevo estacionamiento en la frontera china forma parte de la misma coreografía de advertencia a Wall Street. Lo mismo que la relación sensata con los rusos.

 

Los salarios

¿Qué efectos puede tener entre los trabajadores argentinos el éxito de la política salarial de Biden? Los ingresos reales de los trabajadores argentinos se verían significativamente afectados por estos aumentos de salarios norteamericanos, debido a las alzas resultantes en el precio de los productos importados desde ahí. En forma directa si son bienes de consumo e indirecta como materias primas de otros bienes de consumo producidos en el país. Visto en espejo, lo anterior implica que el relativamente alto nivel de vida en los países industriales se debe, al menos en parte, al hecho de que el resto de los trabajadores del mundo trabajan por salarios bajísimos para producir algunas de las materias primas y algunos de los bienes de consumo que absorbe el mundo desarrollado. Así, se puede decir que mediante la obtención de incrementos en sus salarios monetarios, los trabajadores en los países desarrollados explotan o comparten la explotación de los trabajadores de los países subdesarrollados.

Una vez activado, este proceso se hace acumulativo. Los bajos salarios dan lugar a una transferencia de valor desde los países atrasados a los países avanzados, y esta pérdida reduce, a su vez, el potencial material de una futura mejora en sus salarios. En contraste, esto provee en los países receptores con la necesaria potencialidad para que las concesiones de los empleadores amplíen aún más la brecha entre los salarios nacionales. Esta ampliación de la brecha empeora la desigualdad del intercambio comercial y, eventualmente, el valor resultante transferido. Cuanto más pobre es uno, más explotado es, y más explotado uno es: en más pobre se convierte. Como en las relaciones entre trabajadores y empresarios dentro de una nación, del mismo modo entre los países, la pobreza condiciona la explotación y la explotación reproduce a través de sus efectos su propia condición.

No hay otra que cortar este rollo de cuajo, alzando el poder de compra de los salarios argentinos, avanzando en la sustitución de importaciones y, al igual que en los Estados Unidos, aumentando la presión impositiva para mejorar la distribución. Sin esto la integración nacional no es posible porque no arranca el desarrollo. Para el caso de que Biden sirva de aliciente a la capacidad de disputa de los trabajadores argentinos, una muy difícil de rebatir, el establishment tiene preparado a Funes El Aceitoso, la Corte Suprema y las enseñanzas de la desintegradora tradición política con puntos fuertes en junio de 1955 y marzo de 1976. Cuando la noche es más oscura, ¿se vendrá el día en nuestros corazones? Por suerte, menos mal que la bella señora sigue estando.

 

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