“La Corte tenía una deuda”

Dialogo con Fernando Poviña, el juez que procesó a Carlos Blaquier por los crímenes de Ledesma

 

Fernando Poviña dice que el fallo de la Corte era esperado en el sentido en el que salió. “La Corte tenía una resolución pendiente desde hacía tiempo, una resolución que como ciudadano estaba esperando, un fallo trascendente sobre el proceso judicial”.

En diálogo con El Cohete a la Luna, el magistrado que subrogó durante cinco años el juzgado federal de Jujuy donde las causas por los crímenes de lesa humanidad aún esperaban el despertar que había dejado pendiente la CONADEP en 1985, habla sobre el primer encuentro con las víctimas, agotadas de no conseguir ninguna respuesta del ámbito judicial. Del mea culpa que hizo frente a ellas en nombre de la Justicia y del fallo que dictó el primer procesamiento del propietario del Ingenio Ledesma por su complicidad con la dictadura, un desafío jurídico porque era la primera vez que una causa debía contemplar la intervención de un empresario y la motivación económica de los crímenes.

 

—Un día la Corte decidió intervenir el juzgado federal de Jujuy, donde prácticamente no habían empezado las investigaciones por crímenes de lesa humanidad, cuando el resto del país ya llevaba seis años en juicios orales. ¿Cómo fue?

La Corte, como cabeza del Poder Judicial, tiene atribuciones puntuales para no seguir el recorrido habitual para designar jueces subrogantes, que para esa época nombraba el Consejo de la Magistratura. En abril de 2012, para tratar de regularizar la situación particular de Jujuy en cuanto a los delitos de lesa humanidad (que no avanzaban, en la instrucción no se hacían investigaciones, no se llevaban adelante los procedimientos),  toma esa atribución como cabeza del Poder Judicial y dispone una subrogancia del juzgado federal de Jujuy. Me designan al frente con una acordada de la Corte con siete miembros. Así me voy a Jujuy.

—Estabas en Tucumán.

Era juez federal de Tucumán, designado por los mecanismos vigentes de la Constitución, y me hice cargo del juzgado de Jujuy sin dejar de estar a cargo en Tucumán. Una subrogancia que duró unos cinco años y unos cuantos meses, promediando el año 2017.

—¿Con qué te encontraste? ¿Cuál es la primera imagen?

La primera imagen es que llego y me presentan a la gente del juzgado. Los saludo a todos, me presento y explico qué iba a hacer. Y lo primero que refieren es la parte conflictiva que tenían con los organismos de derechos humanos y con los familiares de las víctimas, porque había un déficit en los procesos de lesa humanidad. Familiares y organismos habían peticionado una audiencia conmigo porque tenían conflictos con el anterior magistrado. No habían sido recibidos ni escuchados. Era una situación bastante crítica. Llegaron estas peticiones a través de los secretarios. Yo recién asumía y concordamos una reunión al día siguiente o casi inmediatamente como primera medida, para poder escucharlos.

—¿Cómo fue?

Les dije a los secretarios que la organicen. Se comunicaron con algunas personas que difundieron la noticia a los demás. Las personas más grandes llegaron, estaban sentadas y nosotros todos parados. No entrábamos, había muchísima gente. Estábamos atiborrados. Los recibí, los saludé a todos y me presenté. Dije quién era, cómo había llegado ahí, cómo había sido designado y que quería escucharlos porque quería saber qué tenían para decir. Y ellos me hablaron de todo el periplo y el sufrimiento que habían sido esos años en que no tenían respuesta.

—Era la primera vez que eran recibidos.

Así me dijeron. Que era la primera vez que podían hablar. Algunos tenían tantas ganas de hablar que se quedaban bloqueados y no sabían qué decir. Empezaron a contar otras cosas hasta que podían sacarlo, algunos se largaban a llorar. Fue una reunión larga, en la que hablaron todos. Y yo les dije que era imperioso dar respuesta a las víctimas, en cualquier caso, pero en este caso más porque se trataba de hechos que habían pasado hacía 40 años. También les aseguré que tenían que ser escuchados en un proceso judicial y que se iban a investigar todos los hechos, que no había hechos ni chicos ni grandes, ni imputados chicos o grandes. Todos los imputados y todos los hechos se iban a ver con la misma vara, la misma prudencia, la misma rigurosidad. Y los procedimientos iban a avanzar a medida que se encontrara evidencia como en cualquier proceso, de acuerdo al Estado de Derecho. Ellos entendieron perfectamente. Dije que el juzgado iba a tener las puertas abiertas. Que era obligación nuestra darles respuesta como víctimas y a toda la sociedad porque son delitos que afectan a todos, haciendo un mea culpa del Poder Judicial, que no había avanzado como debía hacerlo durante toda esa época.

—Muy importante ese reconocimiento.

Todas las causas estaban en su parte primigenia. No se había hecho nada. Ellos nunca habían bajado los brazos, pero estaban agotados de tanto empujar y de no poder empezar a andar. Era la desconfianza lógica, y tenían esa desesperanza que te da chocar siempre contra la pared.

—Una imagen.

Una persona. Condorí (NdR: El Coya Condorí, detenido desaparecido del Ingenio Ledesma), se destacaba por todo lo que representaba y podía expresar. Estaba muy emocionado. No podía creer que por fin se lo estaba escuchando. Decía que había sido tan maltratado, ninguneado, la falta de respeto era tan grande que estaba emocionado y sus palabras fueron muy sentidas. Lo mismo Inés Peña. Pero todos, cada uno, hablaban de lo que habían vivido en esa época, lo que habían sufrido en carne propia o algún ser querido. Varias eran víctimas de La Noche del Apagón, personas que eran chicas, que fueron secuestradas, torturadas, violadas. Terrible. Algunas no podían hablar de las agresiones que habían sufrido, porque además de los padecimientos nunca habían sido escuchadas, ni se había investigado lo que ellas denunciaban.

—Una de las primeras medidas fueron los allanamientos a Ledesma. Dos simultáneos. ¿Podés contarnos cómo lo pensaste, qué dificultades evaluabas?

Eso estaba enmarcado en distintas investigaciones. Había dos que referían a la participación de miembros que eran de la empresa Ledesma o a trabajadores de esa empresa. Y en esos casos, eran causas donde no se había hecho ninguna medida de instrucción de importancia. Esa medida de pesquisa para mí era obvia, de manual. Era un lugar sobre el que había muchas testimoniales, de participación, de testigos directos y nunca se había ido a ver si en esa empresa había algo. Es una medida de instrucción, lógica, totalmente medida, adecuada, razonable y, por alguna razón, nunca se había tomado. Tal es así que ordenamos procedimientos en distintos lugares al mismo tiempo.

—¿Por qué al mismo tiempo?

Porque eran dos lugares en los que podía encontrarse documentación. Yo tenía dos secretarios en el juzgado que recién empezaba a conocer, pero que tenían competencia penal. Y los puse a cada uno al frente de un allanamiento. Y al mismo tiempo, para garantizar el éxito. Se hicieron en simultáneo, con el éxito de las cosas que se podían encontrar después de tanto tiempo. Más allá de eso, se encontró otra documentación que se puso a disposición de otra causa porque eran datos de seguimientos más recientes a distintos actores de la comunidad. Controlé bastante el operativo, hablé con los oficiales que iban a hacerlo un tiempo muy cercano a la hora. Y recién se enteraron en ese momento, cuando estaban en camino, cuál era el lugar. Les dije que eran causas muy importantes y trascendentes.

—Y el informe que apareció ahora parece una precuela de lo que vimos en estos años: un espionaje o seguimientos a la gente que iba a la marcha del Apagón de 2005.

Exactamente. Ahí surgió. Se secuestró la documentación y la puse a disposición de otro juzgado porque nosotros investigamos hechos de lesa humanidad, y como dije, esto era más reciente.

—La Corte estaba preocupada por tu seguridad.

Yo hice 800 kilómetros por semana durante cinco años. Y en la ruta uno está mucho más desprotegido. En ese momento vinieron de un ministerio con un análisis de riesgo. En esa época avanzamos al mismo tiempo contra muchas personas vinculadas de manera directa a delitos de lesa humanidad. Muchos militares, policías, y yo iba y volvía de viaje. Me dijeron que estaba con mucha exposición y mucho riesgo. Y me pusieron un auto y dijeron que tenían que estar con custodia, que no podía estar solo.

—¿Tuviste algún episodio de inseguridad?

Yo no lo sentía. Igual, hubiese seguido haciendo lo que hacía. Dije que no hacía falta, pero me dijeron que los deje hacer su trabajo. Lo que sí sentí que tenía que proteger era a las víctimas. Y a ellas les ponía custodia. En ese momento tenían que declarar. Y ahí sí yo era bastante puntilloso para con las personas que aportaban todos estos datos, que realmente se la jugaban diciendo la verdad, señalando los hechos vividos. Ellos sí tenían que estar cuidados.

—Claro, era el comienzo de todo. El Ministerio Público decía en ese momento que tu antecesor rechazaba el 80% de los pedidos de indagatoria. ¿Cuánta gente indagaste?

Muchísima. La gran mayoría estaba libre porque los que estaban indagados estaban detenidos en otros juzgados, y acá la gran mayoría estaba en libertad. Había personas en otras provincias, estaban en el exterior. Fueron muchas causas, con muchos imputados y había que hacer detenciones, indagatorias, allanamientos, procesamientos, testimoniales. Un trabajo enorme. Todo estaba como muy… Desde el punto de vista profesional, estaba muy en el comienzo. No se había hecho nada. Había que hacer cosas básicas, ver todas las evidencias. Había causas distintas, de otra partes de la provincia, de distintas fuerzas, de distintos lugares, de distintas épocas. Había que mirar las pruebas del Ministerio Público para corroborarlas, porque todo se hacía con mucha rigurosidad. Esto ocurre en cualquier caso y en este más porque se trataba de la libertad de las personas. Fue un trabajo muy minucioso. No queríamos avanzar en una causa y no en otra. Y la Corte nos asistió con un par de contratos, porque no teníamos relativamente personal. Era un juzgado con pocas personas y competencia en todas las materias. Y también suprimió el turno penal del juzgado por algunos meses para poder poner esto al día. Era un trabajo frenético.

—Vos ordenaste el procesamiento de Blaquier en las dos causas. Te quiero preguntar por la prueba. Inmediatamente le diste un contexto, trajiste a cuento la historia, qué sucedía en Ledesma, los convenios con el Estado para pensar la participación civil. ¿Cuál era tu formación para pensar esa vuelta?

Yo tengo formación de la academia y en el mundo judicial. Fui juez, funcionario judicial, empleado judicial y, desde el punto de vista académico, me recibí de abogado, hice mis estudios de posgrado, doctorado. Pero esto tiene que ver no sólo con los estudios, sino con una visión más general del Derecho. No quedarse sólo con lo inmediato, sino tener una visión más abarcativa de una realidad. Esa realidad que también queda comprendida dentro de la norma legal: yo tuve un gran maestro, que es Pedro David. Una persona que había estudiado todos estos fenómenos. Fue juez de La Haya para los delitos de guerra de la ex Yugoslavia con Carmen Argibay. Yo trabajé con él muchos años, he sido relator, secretario, colaborador. Es una persona de una enorme vocación democrática. Fue alto comisionado de Naciones Unidas, lo corrieron del Tribunal en 1955 y en 1976. Era juez de la Cámara del Crimen y luego estuvo en Casación. Tiene un enorme reconocimiento internacional.

—¿Cómo jugó ese saber en el fallo?

Yo ya era juez, pero de alguna manera estaba nutrido de ese bagaje, que es jurídico, pero también cultural, humano. Y uno resuelve un caso con la historia que tiene, con conocimientos técnicos, pero también jurídicos, con los compromisos democráticos, todo ese andamiaje. Digamos que eran diálogos conmigo mismo.

—En ese recorrido, un día te encontraste con las camionetas de Ledesma. ¿Por qué era necesario ver en el contexto lo que pasaba con el Ingenio?

Los testigos oculares vieron las camionetas del Ingenio Ledesma. Los testigos vieron eso, pero eran sólo testimonios. Si bien son muy importantes, sobre todo en los delitos que pasaron hace mucho tiempo, había que corroborar con otras pruebas, independientemente de los testimonios, y fue así. Los testimonios alcanzan, pero el resto de las pruebas fortalece la evidencia. La evidencia que ubicaba a las personas en el lugar, a los autores en cualquier otro delito. En este caso, la evidencia del uso de camiones o camionetas, de acuerdo a las pruebas documentales que se encontraron, son muy importantes, pero adquieren más importancia con otro tipo de pruebas. Pero eso es un principio general.

—Pasaron diez años desde el procesamiento, ¿pero recordás esos otros elementos?

Materiales documentales, entrada y salida de camiones del Ingenio a Gendarmería, y eso coincidía con el tiempo y el uso que decían las testimoniales y los testigos. Más allá del contexto en determinado lugar, que tiene mucho valor. No es lo mismo hoy el interior de Jujuy que hace 45 años.

—Uno de los hallazgos fueron las pruebas sobre los apagones. Otro fue el descubrimiento de secuestros distintos, primero individualizados y luego en redadas para julio de 1976.

Sí. Como el caso de (Luis) Arédez (NdR: por quien había sido intendente de Libertador General San Martín, que había intentado cobrar impuestos a la empresa). En marzo y abril secuestraron a personas destacadas de la comunidad, o personas que tenían una actividad política y gremial importante, que ya para el 24 de marzo a la madrugada estaban señaladas para ser detenidas. Y después, en julio, hubo secuestros en Calilegua y General San Martín que fueron como redadas: entraron y sacaron a muchos jóvenes, sobre todo. Fueron detenciones masivas, a la noche. Dos procedimientos distintos con dos perfiles distintos de las víctimas. Eran de noche, ilegales, y se las conoce como La Noche del Apagón para graficarlo.

—¿Qué hito dejó el procesamiento para las causas de lesa?

El mojón en esta causa es que, por primera vez, miraba la participación de civiles desde el punto de vista de una empresa. Esto tiene que ver con beneficios económicos en las detenciones, de forma indirecta no directa. No eran responsabilidades comunes que son de mando: el oficial que ejecuta el hecho y arriba está el que lo manda. Y arriba, el oficial de la zona. Desde el punto de vista civil/empresario, las participaciones tienen características propias, distintas a las demás. Entonces, había que enlazar para tener cierta probabilidad en el hecho investigado con sus participaciones, por las características propias de esa participación que no es un mando militar o jerárquico, como dije, sino civiles que tenían empresas muy muy grandes, que tenían una participación como aporte que no se ve en la gran mayoría de las causas. Eran imputaciones que salían de lo común. Acá responden a otros intereses distintos a la jerarquía militar y para eso yo necesitaba la mirada más amplia de la realidad, como la que hablamos al comienzo. Y eso se vio en algunas causas con intervención de civiles pertenecientes a una empresa y con intereses económicos.

 

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