¿A quién le habla Lagarde?

Lagarde nos habla a todos nosotros. En pocos meses podremos contestarle qué pensamos de su programa.

 

Qué rápido pasa el tiempo. En poco más de un año, las recomendaciones teóricas que los técnicos del Fondo Monetario Internacional incluyeron en diciembre de 2017 en su informe no vinculante sobre la economía argentina se transformaron en junio de 2018 en compromisos explícitos que el gobierno de Mauricio Macri debió asumir para que el Fondo le prestara 50.000 millones de dólares, devinieron en septiembre exigencias inflexibles que el directorio del organismo le impuso a cambio de ampliar el monto de ese préstamo y acelerar sus desembolsos, y mutaron, ahora, en amenazas irreverentes que  su directora gerente Christine Lagarde profirió el jueves pasado contra quien amague desobedecerlas.

¿Es sólo a los eventuales candidatos de la oposición que se dirigió Lagarde cuando advirtió, en su conferencia de prensa del jueves 11 a la mañana, que “sería una estupidez de parte de cualquier candidato darle la espalda a todo el trabajo que se está haciendo”?  La oportunidad, por no decir la hora exacta, en que pronunció esas palabras sugiere que también deberían darse por aludidos los cinco gobernadores de Cambiemos que esa tarde se reunieron con el jefe de gabinete Marcos Peña para acercarle sus ideas sobre cómo bajar la inflación y reactivar la economía. Por si el telegrama colacionado de Lagarde no bastaba para disuadir de propuestas temerarias a los radicales Gerardo Morales de Jujuy, Alfredo Cornejo de Mendoza y Gustado Valdés de Corrientes, y a sus rivales íntimos, la bonaerense María Eugenia Vidal y el porteño Horacio Rodríguez Larreta, Peña los recibió escoltado por ministros y funcionarios de las áreas de hacienda y energía. Especialistas en decir no que se ocuparon de desacreditar con argumentos “técnicos” cualquier medida que fuera más allá de un acuerdo de caballeros con los supermercados para ampliar y prolongar el programa de precios descuidados, que Macri quizás anuncie la semana próxima. A juzgar por la rapidez con que la liga de gobernadores depuso las armas, sus integrantes estaban más interesados en exhibir preocupación por la crisis que afecta a sus compatriotas que en contribuir a atenuarla a costa de irritar al prestamista. Como reconoció “alguien cercano” a uno de ellos citado en La Nación, “podemos tener buenas ideas, pero hay que ver su viabilidad”.

Un día después, el jefe de la misión argentina del Fondo, Roberto Cardarelli, y su jefe, el director del Departamento del Hemisferio Occidental Alejandro Werner, reunieron a los periodistas argentinos para reforzar el mandamiento de que el plan se mira y no se toca. “Si las reglas se cambian cada trimestre, los agentes económicos no saben cuáles van a ser las reglas monetarias y cambiarias que van a regir los próximos tres meses”.

Es curiosa la preocupación de Werner porque la modificación trimestral de las reglas monetarias y cambiarias es uno de los rasgos distintivos del programa económico que él ayudó a diseñar y sus subordinados gerencian. El stand-by original acordado con las autoridades argentinas en junio del año pasado prescribió la flotación libre del tipo de cambio, salvo en situaciones de volatilidad significativa y disfuncionalidad de mercado, y ratificó el régimen de metas de inflación. Su versión corregida en septiembre le prohibió al Banco Central usar reservas para contener el dólar mientras su cotización no perforara los extremos de una banda de precios, pero lo autorizó a vender U$S 150 millones diarios si su cotización superaba el tope superior, y reemplazó las metas de inflación con el congelamiento de la base monetaria hasta junio de este año. En diciembre los técnicos del Fondo y los funcionarios argentinos cruzaron los dedos y decidieron postergar nuevas correcciones porque vislumbraban “señales tempranas de que el rediseñado programa de reformas económicas, incluyendo el nuevo marco de política monetaria, está dando resultados”. La suerte y la confianza no les duraron más de tres meses. Hace dos semanas volvieron a cambiar las reglas pautadas para permitir que el gobierno venda U$S 60 millones por día, aunque el precio del dólar se mantenga dentro de la banda, y prorrogar hasta fin de año la prohibición de emitir moneda que debía concluir en junio.

El último de esos cambios formaliza la renuncia del gobierno a impulsar antes de las elecciones un repunte de la actividad económica de la mano de una recuperación, aunque sea módica, del poder de compra de los salarios. Si el Fondo prohíbe que la cantidad de pesos crezca en lo que resta del año, ¿cuánto más subirá el costo de financiación de las empresas cuando tengan que competir por los mismos pesos escasos que circulan hoy para pagar los aumentos de sueldos de veinticinco por ciento o más que se acuerden en las paritarias?

Entonces, ¿a quién le habla Lagarde? Yo diría que a todos nosotros. Afortunadamente, dentro de unos meses el calendario electoral nos cederá la palabra. Sería estúpido de nuestra parte no aprovechar la oportunidad para contestarle lo que pensamos de su programa económico intocable.

 

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