A RÍO REVUELTO

Exacerbando el America First, Trump pretende pagar el costo político del virus

 

¿Puede o no la Argentina hacer alguna diferencia en este mundo infectado y en cuarentena con la base económica global en caída libre? Como para acelerar su desarrollo, en términos más específicos, necesita inversión externa, ¿se conseguirá en esta situación o hay que despedirse por largo tiempo? Las circunstancias actuales de proteccionismo creciente y retiro de inversiones norteamericanas de China sugieren que la ganancia que el río revuelto ofrece a los pescadores es posible capturarla a condición de establecer hacia donde van las correntadas y cómo operar en consecuencia. Un primer indicio sobre la dirección que van tomando los hechos proviene de la encuesta que uno de los bancos más grandes del mundo realiza todos los meses entre los cuerpos gerenciales de las principales administradoras de fondos (assets management). En la correspondiente a abril los financistas bursátiles y extra bursátiles manifestaron su creencia de que Coronavirus no unirá al mundo. En las llamadas cadenas globales de valor esperan un alza persistente del proteccionismo.

En esa inteligencia, resulta consistente que para los administradores de fondos el crecimiento basado en la cooperación comercial global tenga casi nula probabilidad de ocurrir. Asimismo, se muestran incrédulos sobre la puesta en vigencia del ingreso básico universal. Se puede bajarle el precio a las opiniones de los administradores de fondos trayendo a colación su comportamiento de manada. Pero por eso mismo, bueno o malo, su compromiso con la realidad es inmediato porque no tienen otro margen que colocar cotidianamente fondos para conseguir al menos el rendimiento promedio del mercado. Esto no significa que la entiendan en profundidad o tan siquiera que la entiendan, sino que no pueden desentenderse de sus rasgos inmanentes.

La percepción de que el mundo pinchó la globalización también se comprueba en la encuesta que Global Business Alliance (GBA) hizo entre los cuerpos directivos y gerenciales de sus 200 multinacionales, europeas en mayor medida y japonesas y de otros países en menor, con inversiones en los Estados Unidos, generalmente en el sector de manufacturas. De acuerdo a la información de esa encuesta del Financial Times (10/05/2020) el 77 % de los consultados opina que los Estados Unidos profundizaran su inclinación proteccionista en materia comercial, de fusiones globales y en el compre nacional del Tío Sam. El 69% prevé que el resto de los países procederá de igual manera.

No debe ser ajeno a las preocupaciones de la actual GBA que a mediados de mayo el Senado norteamericano haya dado luz verde en comisión al proyecto de ley bipartidario llamado de “Responsabilidad de Empresas Extranjeras”. Aunque el objetivo es China, nada indica que no avancen en otra dirección. El proyecto de ley abarca a todas las empresas extranjeras que realizan distintas operaciones en la bolsa estadounidense, con el objetivo de que declaren si son o no propiedad del gobierno respectivo y se sometan tres años seguidos a una auditoría pública común a las otras empresas norteamericanas que cotizan en bolsa. De no hacerlo, se las retira de las pizarras. Los chinos se niegan al procedimiento de auditoría y los norteamericanos con inversiones en esas empresas chinas también. Hay casi 700.000 millones de dólares de capitalización bursátil de empresas chinas en la bolsa de New York en juego, el grueso encuadradas en actividad comercial por plataforma, provisión de Internet y tecnología. Los números del Banco Mundial dicen que en 1998 el 53% del producto bruto industrial chino lo explicaban empresas propiedad del Estado. En 2015 había caído a 22%. Entre 2006 y 2015 similar ritmo de subida se dio con la inversión privada y bajada con la estatal.

 

 

America First

Los datos de la realidad que alimentan las percepciones referidas van en aumento. El sitio FOX Business, el lunes 11 de mayo dio a conocer una carta enviada por el asesor de seguridad nacional Robert O'Brien y el presidente del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, al secretario de Trabajo de los Estados Unidos, Eugene Scalia, afirmando que la Casa Blanca no quiere que el Thrift Savings Plan, que es un fondo de jubilación de empleados federales, coloque en acciones chinas los 4.000 millones de dólares que se habían anunciado en el plan de inversiones. Tras la misiva, ni lerdo ni perezoso el mismo lunes 11 Scalia le escribe a Michael Kennedy, presidente de la Federal Retirement Thrift Investment Board, compartiendo la carta de Kudlow / O'Brien en la que señala que ambos tienen "serias preocupaciones con la inversión planificada por razones del riesgo de la inversión y de seguridad nacional". La sugerencia tipo Don Vito de una propuesta que no puede ser rechazada, cuantitativamente es poco significativa pero simbólicamente importante.

 

 

Secretario de Trabajo Eugene Scalia.

 

 

Lo cierto es que ningún resquicio se está dejando sin obturar para cumplir con el objetivo de que no sea China la válvula de escape de los episodios de crisis de sobreproducción norteamericana, o destino estratégico para abaratar costos salariales. Asimismo, esto estaría indicando que Trump está sufragando los costos políticos del manejo de la pandemia, con la exacerbación del America First. Así, el mismo 11 de mayo Robert E. Lighthizer, el funcionario del gobierno norteamericano de rango máximo encargado de los asuntos del comercio exterior, publicaba una columna de opinión en The New York Times, titulada: “Se Terminó la Etapa de Deslocalización de los Empleos Norteamericanos” (The Era of Offshoring U.S. Jobs Is Over). Lighthizer, the U.S. trade representative conforme su denominación oficial, señala que “la deslocalización fue una tendencia que se transformó en una moda. Alentados por los analistas y consultores de Wall Street, o simplemente arrastrados por la mentalidad de rebaño de sus pares, las empresas vieron la deslocalización como algo que se esperaba que hicieran para servir a los intereses de los accionistas”.

“Para los negocios, esta estrategia valió la pena a corto plazo. La mano de obra barata significaba mayores ganancias. Pero para Estados Unidos, los efectos fueron traumáticos. Estados Unidos perdió cinco millones de empleos manufactureros. Eso, a su vez, devastó pueblos y contribuyó al colapso de las familias, a una epidemia de opioides y a la desesperación”, es el análisis del balance negativo de la etapa que hace el trade representative. Para Lighthizer está claro que de ahora en más, la pandemia y Trump están acelerando la tendencia a traer de nuevo la manufactura a los Estados Unidos y es por eso que “la era de la deslocalización especulativa ha terminado, y con ella el viejo énfasis excesivo en la eficiencia y la falta de preocupación concomitante por los empleos que se perdieron. Después de derrotar esta enfermedad y reabrir nuestra economía, no podemos olvidar las duras lecciones aprendidas de este experimento equivocado. A largo plazo, el camino hacia la certeza y la prosperidad es el mismo para nuestras empresas que para nuestros trabajadores: devolver los empleos a Estados Unidos”.

 

 

Representante comercial Robert E. Lighthizer.

 

 

En el mismo New York Times, el martes 5 de mayo el Senador Josh Hawley, Republicano de Missouri, se despachó livianito desde el mismo título de su columna de opinión: “La OMC debe Ser Abolida”. El Senador Hawley discierne que los Estados Unidos deben negociar con otras naciones a efectos de poder restaurar la soberanía económica. El recio de Missouri deslinda que “la emergencia de coronavirus no es solo una crisis de salud pública. Con 30 millones de estadounidenses desempleados, también es una crisis económica. Y ha expuesto una dura verdad sobre la economía global moderna: debilita a los trabajadores estadounidenses y ha potenciado el ascenso de China. Eso debe cambiar […] El sistema económico global como lo conocemos es una reliquia; requiere reformas, de arriba abajo. Deberíamos comenzar con una de sus principales instituciones, la Organización Mundial del Comercio […] Deberíamos abolirla”.

Hawley refiere que “durante casi 50 años antes de la fundación de la OMC, los Estados Unidos y sus aliados mantuvieron una red de comercio recíproco que protegió nuestros intereses nacionales y a los trabajadores de la nación. Podemos hacerlo nuevamente, para el siglo XXI”. Para Hawley este camino debe ser recorrido sí o sí porque “la única forma segura de enfrentar la mayor amenaza para la seguridad estadounidense en el siglo XXI, el imperialismo chino, es reconstruir la economía estadounidense y fortalecer al trabajador estadounidense. Y eso significa reformar el sistema económico global”. El siempre ubicuo diplomático brasileño Roberto Azevêdo renunció a su cargo de director general de la Organización Mundial del Comercio el 14 de mayo, haciéndola efectiva a partir del 31 de agosto. Su segundo mandato de cuatro años concluía en septiembre de 2021. No se sabe a ciencia cierta si la OMC conseguirá nombrar a la o el reemplazante de Azevêdo. Está en plena crisis interna y paralizada, por la negativa norteamericana a que sean reemplazados los jueces del órgano de solución de diferencias entre países, corazón de la OMC.

 

 

Moneda a transistores

En medio de estos tire y aflojes comerciales, en la segunda semana de mayo se anunció una nueva regulación que obliga a los proveedores extranjeros de semiconductores que usan diseños estadounidenses a obtener una licencia del gobierno estadounidense antes de vender a Huawei. Se aplica a los artículos fabricados en el extranjero utilizando tecnología estadounidense. El secretario del Departamento de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, acusó a Huawei de tomar medidas "para socavar" los controles de exportación anteriores y que estaba actuando para "evitar que las tecnologías de los Estados Unidos permitan actividades malignas contrarias a los intereses de seguridad nacional y política exterior de los propios Estados Unidos”. El golpe para las empresas chinas fue muy fuerte. Muchos análisis esperan que los chinos tomen represalias. No se ve bien cómo y sobre qué lo harían. Si bien son muy dependientes de esas tecnologías, el problema en sí no es que se les obstaculice comprarlas sino que, si las compran, se les cierra el mercado norteamericano y entonces no tiene mayor sentido adquirirlas. Es una simple cuestión de rentabilidad y no de oscuros pasadizos del poder tecnológico y cosas escabrosas por el estilo.

 

 

Secretario de Comercio Wilbur Ross.

 

 

Las grandes corporaciones norteamericanas digirieron muy mal la medida, alegando que les reduce los ingresos y obstaculiza la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías. David McCormick, director ejecutivo del fondo de inversión Bridgewater Associates, pone en claro hacia dónde se dirige en realidad el disgusto de las grandes corporaciones cuando escribe en el Financial Times (18/05/2020) que el gobierno norteamericano en la salida de la pandemia debe incluir una política nacional de innovación, en la que se apoye “a las empresas estadounidenses en sectores como la alta tecnología [...] Financiar el desarrollo de tecnologías prometedoras […] Apoyar el desarrollo interno de sectores donde las empresas extranjeras están altamente subsidiadas por los competidores estadounidenses [...] Priorizar las tecnologías estratégicas”. Y esto de acuerdo a McCormick, porque los “Estados Unidos deben avanzar para retener su poder económico. Estados Unidos necesita aprovechar su potencial en la lucha mundial por el poder”. Traducido: el reclamo al gobierno de Trump es que el ataque quirúrgico a Huawei debió ir acompañado de una política de subsidios que enjugue lo que se deja de ganar por no seguir explotando los bajos salarios chinos. No hay como el verso de la geopolítica para solicitar subsidios.

A la puesta en vigencia de la cripto moneda china respaldada oficialmente, ciertos análisis la afamaron de ser la gran retaliación donde más duele: el reemplazo del dólar como moneda mundial. El artículo del Cohete de Jorge Molinero contempla los detalles y alcances de esa emisión. A partir del yuan digital, el ex secretario del Tesoro Henry M. Paulson, en Foreign Affairs (19/05/2020) discurre sobre “El Futuro del Dólar” y entiende que depende de Washington y no de Beijing y les aclara a “los que se preocupan de que este desarrollo pueda anunciar el fin de la primacía del dólar estadounidense” que no están entendiendo “que si bien la forma del dinero puede estar cambiando, su naturaleza no lo ha hecho”, en tanto que “el valor de una moneda nacional para sus usuarios es, en última instancia, un reflejo de los fundamentos económicos y políticos del país”. El ex directivo de Goldman Sachs está diciendo que Wall Street no ve que el poder termonuclear norteamericano pueda ser desafiado por China.

Mientras tanto el canciller chino Wang Yi dijo en conferencia de prensa online (24/05/2020) que China y Estados Unidos están "al borde de una nueva Guerra Fría" y lamentó que ese sea el escenario en vez el de cooperación. El reconocido internacionalista Richard Haass advierte en el Wall Street Journal (07/05/2020) que “China puede entenderse mejor como una potencia regional que busca reducir la influencia estadounidense en su patio trasero y aumentar su influencia con sus vecinos. Beijing no busca derrocar el orden mundial actual, sino aumentar su influencia dentro de él”, por lo que “sería un gran error estratégico” establecer que “confrontar a China debería convertirse en el principio organizador de la política exterior de Estados Unidos, similar a la Guerra Fría contra la Unión Soviética”. Por las dudas y las certezas, el módico fondo de rescate de la UE propuesto por el Presidente francés Emmanuel Macron y la Canciller alemana Angela Merkel está siendo visto como un primer paso a la definitiva federalización que impida el desleimiento europeo en esta convulsión.

 

 

Canciller chino Wang Yi.

 

 

El río está bien revuelto y con pandemia. Las multinacionales parece que ya no podrán localizarse donde bajan costos (salarios) para vender donde hay mercados solventes a gusto y placer. Tendrán que lidiar con mercados nacionales protegidos. Allí invertirán, en la medida que esos mercados crezcan, es decir crezca el poder de compra de los salarios y se les hagan concesiones. Nada inesperado con la pandemia. Dios sigue siendo criollo, los nabos abogan por el modelo exportador en un mundo que se cierra, y los argentinos aguardan que su arma secreta: el alza del poder de compra de sus salarios, sea activada. Stanno tutti bene.

 

 

 

 

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