El aborto al Congreso: ¿cómo ganamos esta vez?

Este es un momento histórico en la lucha de las mujeres para decidir sobre su cuerpo

 

El aborto en condiciones de ilegalidad hace que las mujeres pobres mueran. Llevar la discusión de la legalización del aborto al recinto del Congreso Nacional representa una primera conquista colectiva y un momento histórico en la lucha de las mujeres para decidir sobre nuestro cuerpo. Tenemos el desafío de dar esta batalla para que no se muera ni una sola piba más por un aborto clandestino. Entonces, ¿cómo hacemos para ganar?

El derecho a la interrupción voluntaria del embarazo no es sólo una demanda por ampliar nuestra soberanía y capacidad ciudadana como mujeres en una sociedad patriarcal, sino que es concretamente una necesaria e ineludible respuesta a un problema de salud pública. El aborto es hoy la principal causa de muerte materna. Se estima que en nuestro país que se practican entre 370.000 y 522.000 abortos clandestinos por año. Mientras tanto, en el mundo el aborto es legal en la mayoría de los países de Europa (España, Francia, Inglaterra, Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca son solo algunos ejemplos), en Estados Unidos y Canadá, en Cuba y en Uruguay, también entre otros; habiéndose demostrado además estadísticamente que en los países donde despenalizaron el aborto, se redujo drásticamente la mortalidad materna. Sin ir más lejos, hoy en Uruguay no hay muertes por complicaciones de aborto y se puede atribuir ese efecto a la interrupción legal del embarazo acompañada de servicios de educación y salud sexual y reproductiva en el sector público. Toda esta información confirma y re-confirma una vez más lo que venimos sosteniendo hace ya muchos años desde la militancia feminista pero también desde la política pública en algunos espacios de gobierno: la penalización del aborto no inhibe, ni evita, ni reduce la realización de abortos, sólo hace que sea económicamente inaccesible y extremadamente inseguro. Por eso el Estado debe responder a esta realidad con una política pública integral que atienda esta problemática, tal como venimos reclamando hace muchos años desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.    

También sabemos —es evidente si uno observa los debates que se dan en estos días en los medios de comunicación y los argumentos que circulan en contra de la legalización del aborto—, que no estamos frente a un deseo masivo de participación ciudadana en un tema de salud pública sino que estamos, quizás, frente a la demanda histórica que más se mete en el corazón mismo del núcleo del patriarcado. Y eso es explosivo, insoportable e impensado para un gran sector de nuestra sociedad.

La cuestión del aborto sintetiza como ningún otro asunto las implicancias de un modelo social en el que el cuerpo de la mujer se cosifica como propiedad del varón. Durante cientos de años fueron los varones los que han concentrado el poder de decisión sobre las mujeres, su sexualidad y su cuerpo. Varones esposos, varones padres, varones políticos, varones periodistas, varones legisladores; todos ellos han tenido, hasta ahora, una posición de poder desde la cual ejercieron esa capacidad de decidir sobre las mujeres. Y es esto, esta matriz profundamente arraigada en todos los ámbitos de nuestra vida, la que estalla con la discusión del aborto, la que pone en tensión todas nuestras relaciones sociales, familiares e institucionales haciendo que este debate sea tan polémico.

Volviendo al inicio de esta reflexión: ¿cómo hacemos para ganar la discusión esta vez? El movimiento de mujeres lleva años reclamando este derecho, el feminismo histórico lleva esta bandera con militancia y compromiso desde hace décadas y cada año que pasa volvemos a discutirlo en espacios que hasta ahora solían ser potentes, pero también minoritarios y marginales en relación con la centralidad del poder y la política. El aborto no fue nunca en estos años un tema de la agenda de la política. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito ya presentó la iniciativa legislativa seis veces, habiendo logrado en una oportunidad juntar hasta setenta firmas de diputados/as. La semana que viene presentaremos este mismo proyecto por séptima vez, encabezándolo ahora de manera transversal con firmas que representan los distintos bloques parlamentarios esperando lograr superar esa cantidad firmas. Pero, ¿por qué esta vez será distinta? ¿Qué hace que hoy estemos finalmente frente a una oportunidad histórica?

La sociedad argentina está debatiendo el aborto por la lucha incansable del movimiento de mujeres que militó, construyó herramientas, sistematizó información, brindó argumentos y visibilizó esta problemática en la calle. Lo que no significa que las ventanas de oportunidad que se abren en la Historia para que un hecho político suceda no estén dadas hoy por los motivos menos pensados. Quiero decir, sabemos que Clarín no pone en su tapa al aborto por querer reflejar de pronto la realidad de las mujeres. No se nos escapa para nada el oportunismo del gobierno ni su habilidad política tampoco, para poner en la agenda de los medios masivos de comunicación un tema polémico que desvíe la atención y tape la debacle socio-económica, o incluso su intención de tener la iniciativa de promover el debate para llevarlo a un lugar que puedan controlar por derecha. La pregunta es: ¿qué hacemos nosotrxs en este escenario?

El movimiento de #NiUnaMenos configuró un punto de quiebre en los modos de comunicación del feminismo con el resto de la sociedad, generando una enorme potencia que puso eje en la comunicación. A partir de #NiUnaMenos la interpelación y representación de las mujeres se vio ampliada con un componente generacional renovador. Y ahí está la clave de lo que nos toca enfrentar ahora de cara al debate parlamentario sobre el aborto y al necesario debate social y público que lo acompañe y sustente.  

Seamos inteligentes y estratégicxs. Recordemos siempre la integralidad de nuestra propuesta para no caer en reduccionismos ni simplificaciones: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. No hay discusión posible sobre el aborto sin los tres componentes de la Campaña. Desde las marchas y asambleas feministas en la calle hasta la participación de compañeras feministas en los programas más populares de la televisión, tenemos que seguir construyendo formas innovadoras de hacernos escuchar, escuchando. Seguir interviniendo cada vez más en las redes sociales, acercando testimonios, revisando nuestro lenguaje para lograr comunicarnos con la mayor cantidad de personas, tengan la edad, religión o formación que tengan, debatiendo con argumentos y aprovechando cada uno de los espacios sociales, profesionales, laborales o personales por los que circulamos. Teniendo la humildad para entender y comprender las dudas y posiciones de otros/as para desde ahí, intentar convencer. Animándonos a des-sacralizar un tema que ha sido históricamente tratado con una hipocresía profunda. Pero animándonos también a respetar posiciones opuestas sin agresiones ni insultos y sin imposiciones, porque al igual que en las elecciones político-partidarias, cada voto, cada opinión cuenta y para poder convencer hay que poder dialogar.

Hoy el objetivo es que seamos cada vez más lxs que apoyamos la legalización del aborto. Unx a unx, de a grupos, o dirigiéndonos a lxs usuarixs de los medios masivos, en todas las escalas, con distintas herramientas y recursos de comunicación, tenemos que ser creativxs para construir cada vez más poder social y político que sustente nuestro reclamo.

La construcción política de esta demanda y de su victoria es y tiene que ser feminista. Debemos aprender de los modos feministas de construcción de poder, fortaleciendo las redes, los lazos, la solidaridad y la escucha, con la determinación y la fuerza del reclamo por la ampliación de derechos pero sin llevarnos puestas ni puestos a nadie en el camino. La legalización del aborto es una necesidad de justicia social y de salud pública, no tenemos dudas de eso. Pero sabemos que está atravesada también por la pretensión que aún persiste en parte de la sociedad pero sobre todo en muchos funcionarios públicos que piensan que en un Estado laico pueden seguir tomando definiciones de política pública desde convicciones morales y religiosas. Tenemos que transmitir un mensaje claro: ninguna mujer que no esté de acuerdo ni quiera hacerse un aborto lo va a hacer porque pase a ser legal. Pero una mujer que sí está decidida a hacerlo y no tiene recursos económicos, lo podrá hacer sin morirse en el camino. Eso es lo que el Estado deber garantizar.

El paro internacional de mujeres que protagonizaremos el #8M será, otra vez, una muestra mundial del poder colectivo de las mujeres. Un fenómeno político construido y gestado de manera feminista, de enorme potencialidad simbólica, de activa rebeldía contra el patriarcado y a la vez de construcción y ejercicio de poder. Es desde ahí que vamos a lograr seguir conquistando derechos, y ahora más que nunca, legitimar nuestro derecho a ser ciudadanas plenas, a poder ejercer el poder de decisión sobre nosotras mismas y nuestros cuerpos. Estamos atravesando un punto de inflexión y requiere de toda nuestra responsabilidad y cuidado. Sin duda el tiempo de las mujeres es ahora, porque se está cayendo el velo de la construcción histórica del poder, para todos los géneros.

 

  • Foto: gentileza de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito

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