Abusos en el Colegio del Salvador

La complicidad también se juzga

 

En diciembre de 2018 la actriz Thelma Fardín, en una conferencia de prensa donde estuvo acompañada por el Colectivo de Actrices Argentinas, contó por primera vez al mundo que había sido violada a sus 16 años por su entonces compañero de elenco Juan Darthes, quien tenía 45 años. El caso conmocionó la escena local y despertó a un país que hasta ese momento miraba para un costado cuando se trataba de abusos en la infancia. En los días que siguieron a su denuncia pública, las llamadas a las líneas de ayuda por abuso sexual infantil crecieron un 1.200 %. Cientos de víctimas comenzaron a relatar sus historias, a hacerlas visibles, a denunciar. Una de ellas fue Gonzalo Elizondo. Llevaba 16 años en silencio. “Cuando me pasó, no entendí que había sido un abuso. Pasé muchos años sin decir nada, pero el tema cada tanto me volvía a la cabeza. Me marcó lo de Thelma. Me di cuenta de que no se lo había dicho a nadie y de que tenía que hablarlo para empezar a sanar”, explicó a El Cohete a la Luna.

Gonzalo fue abusado en 2002, cuando tenía 11 años, por el cura César Fretes. En ese entonces cursaba sexto grado en el Colegio del Salvador de Buenos Aires, donde el cura era tutor. Pudo contarlo recién 3 años después de que su abusador muriera impune. En octubre de 2022 decidió acudir a la Justicia, junto a otros 10 ex alumnos, para denunciar a las ex autoridades del colegio, que actualmente forman parte de la cúpula de la Compañía de Jesús —la misma a la que perteneció el Papa Francisco— por ser autores, coautores, instigadores, cómplices y/o encubridores del delito de corrupción de menores, agravado por ser todas las víctimas menores de 13 años, por mediar abuso de autoridad y ser los perpetradores encargados de la educación y guarda de las víctimas.

La investigación quedó a cargo de la Fiscalía N.º 2, cuyo titular es Santiago Vismara y tomó intervención el Juzgado en lo Criminal y Correccional N.º 59, a cargo de Alfredo Godoy. El pasado 10 de marzo llevaron a cabo allanamientos en ese Colegio y también en el Colegio Máximo de San José, en San Miguel, donde se realizaban retiros espirituales y campamentos.

Si bien los denunciantes hoy son 10, hay identificadas más de 40 víctimas de Fretes durante su paso por el colegio entre 1995 y 2004. Todos ellos eran estudiantes de entre 10 y 12 años. Varios adelantaron que declararán como testigos en la causa, pero no desean ser querellantes.

Las víctimas apuntan contra Luis Rafael Velasco, ex rector del colegio y actual provincial de la Compañía de Jesús (máxima autoridad de la congregación en el país); Ricardo Moscato, ex rector y vicerrector; Andrés Aguerre, quien también cumplió el rol de rector del colegio y actualmente es rector de la Universidad Católica de Córdoba; Alfonso José Gómez, entonces superior provincial de la Provincia Argentino Uruguaya de Compañía de Jesús entre 2003 y 2009, y Álvaro Pacheco, delegado del Provincial para la prevención y denuncias de abusos en la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay.

 

 

Modus operandi

La mayor parte de los abusos de Fretes ocurrieron durante las tutorías. “Por su rol, llamaba a los chicos en horario de clases a ‘charlar’ y aprovechaba ese momento para tocar temas de sexualidad, les pedía que se saquen los pantalones y los abusaba sexualmente”, reveló Gonzalo.

Los ex alumnos describen que la oficina del cura estaba ubicada “en un lugar estratégico”, al final del pasillo del tercer piso, donde el tránsito era escaso. Sus ventanas estaban tapadas con cartulinas, para que nadie pudiera ver lo que pasaba adentro.

Otra de las víctimas, Francisco Segovia, quien asistía a un curso superior al de Gonzalo, contó respecto de Fretes: “Sacaba a un alumno y lo tenía más o menos 40 minutos. Cuando lo devolvía sacaba a otro y así sucesivamente. Pasamos cientos por allí. Yo no sé si consumaba ataques en cada reunión, pero seguramente lo intentaba”.

Francisco también tardó más de 20 años en hablar sobre su abuso. Lo motivó  leer la historia de Gonzalo en una nota periodística a mitad del año pasado. “Un amigo me mandó el link y me impresionó que los hechos que relataban Gonzalo y Pablo (otro denunciante) eran idénticos a lo que yo había pasado. Me dio fuerza para hablar. Terminé de leer la nota y me puse en contacto con ellos y comenzamos a unirnos todas las víctimas”, recordó.

De Gonzalo, el cura abusó durante un “Encuentro con Cristo”. Así se llamaban los retiros espirituales que hacía el colegio, en los que Fretes participaba y, según denuncian, hasta solía entrar por la noche a las carpas de los menores para violarlos.

 

 

Un secreto a voces

En su presentación judicial, los ex alumnos cuestionaron el desconocimiento de las autoridades de los abusos que realizaba Fretes cuando era tutor. “Para que César Fretes pudiera retirar alumnos del aula durante las horas de clase de otros docentes, ocasiones en las cuales llevó adelante sus abusos, necesariamente contó con el conocimiento y la autorización expresa de Velasco y Moscato debido a sus roles de rector y vicerrector del colegio, respectivamente. O cuanto menos con su tolerancia reiterada, puesto que nadie podía retirar alumnos de primaria de sus clases en forma habitual, sistemática y reiterada, sin contar con dicho conocimiento y autorización”, manifestaron.

Dos años después del abuso de Gonzalo, la Compañía de Jesús trasladó a Fretes a Mendoza, donde se le asignaron nuevas tareas en la Escuela P. Llorens. Gonzalo, quien transitaba sus primeros años de la secundaria en el mismo colegio, hoy recuerda haber escuchado rumores de que el apartamiento se debía a otro caso de abuso. “En ese momento me di cuenta de que lo que me había pasado no había sido un accidente, ni un hecho aislado. Ingenuamente, creí que el colegio se había hecho cargo del tema. Así fue como nunca lo hablé con nadie por 20 años”, explicó.

Según consta en la acusación que realizaron en 2022 ante la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM), al momento del traslado de Fretes, el rector Velasco ya había recibido al menos tres denuncias de abusos, por parte de los padres de tres niños que asistían a la institución, y una cuarta denuncia por parte de un sacerdote de la orden. Sin embargo, lejos de tomar medidas para salvaguardar a los niños —como creyó Gonzalo en ese momento— desde la institución nunca se advirtió a la comunidad educativa lo que estaba ocurriendo.

Tampoco al colegio a la cual fue asignado el cura en Mendoza. Por el contrario, cuando fue trasladado, el provincial Alfonso Gómez le escribió una carta en la cual le agradeció por el “valioso servicio” que brindó durante sus años de trabajo en el Colegio del Salvador. Inclusive, en los años que siguieron, el religioso volvió de visita a la institución al menos en dos ocasiones y, una vez que ​​presentó su dimisión a la Compañía de Jesús, le brindaron recursos económicos para “reinsertarse” en la sociedad.

Como parte de su recorrido personal, Gonzalo, en 2019, se reunió con Aguerre, con Velasco y, tiempo después, con Álvaro Pacheco, responsable de tomar las denuncias de abuso dentro de la institución. “Les planteé que era momento de hacerlo público y pedir disculpas. En el fondo lo que yo veía era un daño que persistía en el tiempo. Me encontré con que muchas víctimas, al no poder hablarlo y procesarlo, estaban sin poder sanarlo, entonces me parecía importante que el colegio hiciera algo”. Las autoridades no quisieron y sólo obtuvo respuestas evasivas: “Me dijeron que hicieron lo que pudieron, que cuando se enteraron lo trasladaron, pero que no habían hecho la denuncia en la Justicia porque correspondía a las familias”.

“Al día de hoy podemos contar que desde el año 1998 recibieron anuncios de lo que estaba pasando sistemáticamente y los ignoraron hasta que no daba para más y lo apartaron. No fue simplemente un incumplimiento por el hecho de trasladarlo y no denunciarlo, hubo complicidad”, dijo Gonzalo.

En la misma línea, Francisco aseguró que los abusos de Fretes eran “un secreto a voces” en el colegio. Aclaró: “Entre los propios chicos había comentarios y burlas a algunos chicos que habían sido víctimas. Era un secreto a voces, todos los adultos sabían lo que pasaba”.

La escuela planteó que a partir del traslado hubo una investigación interna que derivó en su expulsión en 2007. Los denunciantes pidieron conocer esa investigación sin éxito, tampoco fue aportada a la Justicia cuando se allanó el colegio. Además, hay registros de que Fretes renunció a la Compañía de Jesús, no fue expulsado.

En 2020, Gonzalo le envió una carta al papa Francisco, quien además de ser parte de los jesuitas, fue docente en el colegio hace muchos años, en la que le revelaba los abusos. En 2022, ya con la denuncia hecha en la Justicia y habiendo relevado más de 40 víctimas, volvió a escribirle. Hasta el momento no obtuvo una respuesta.

 

 

 

Delitos imprescriptibles

Los abusos por parte de Fretes denunciados el año pasado ocurrieron entre el año 2000 y 2003. Si bien el Código Penal de la Nación establece que la víctima tiene hasta 12 años para iniciar un proceso judicial contra el acusado o encubridores, la querella señala que las leyes internacionales, como la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) —que tiene rango constitucional desde 1994— y la ley​​ 114 de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires avalan la no prescripción de los hechos. Asimismo, la UFEM validó el reclamo.

Pablo Mayer, patrocinante de las víctimas, explicó a este medio: “A nuestro entender este tema no está prescrito. La legislación ha ido evolucionando en este sentido porque en un comienzo se pretendía que un niño en pocos años debía denunciar el abuso, cuando se trata de un chico que no tiene conciencia a los fines de saber que tiene que denunciar esto y que hay un plazo para hacerlo. En ese sentido, tanto la legislación como la jurisprudencia ha ido evolucionando y permiten que el plazo de prescripción comience a correr desde que las personas hacen la denuncia cuando fueron abusados de niños”.

Mayer explicó que en el caso de Rafael Velasco y Andrés Aguerre la imputación es por partícipes necesarios de los delitos de corrupción de menores y abusos sexuales, en tanto que Alfonso Gómez Ricardo y Álvaro Pacheco lo son por encubrimiento. “Con posterioridad a los hechos, les hemos pedido formalmente por carta información en torno a lo actuado en el expediente canónico de expulsión de Fretes. Les hemos solicitado que se nos permita ser parte de ese expediente, y eso se nos ha negado en forma reiterada. Por eso consideramos que por parte de algunos de estos denunciados hay encubrimiento”, explicó el letrado.

Además de las víctimas, ya declararon las familias de tres que con anterioridad al año 2000 denunciaron abusos por parte de Fretes en el colegio. “Si el rector Velasco hubiera removido a Fretes, no se hubiera producido los abusos que ahora estamos denunciando”, manifestó Meyer.

Buena parte de los denunciados hoy son las mayores autoridades de los jesuitas en la Argentina. A lo largo de estos años se los ha premiado y ascendido en su carrera. En este caso se repite además un patrón que suele utilizar la Iglesia con los denunciados por abuso. Cuando se torna imposible continuar sosteniendo al abusador en su cargo, se lo traslada a otro lugar para protegerlo. Si bien el pedófilo murió impune, se presenta hoy una oportunidad para juzgar a sus cómplices y quebrar por fin un sistema de abusos muchas veces enquistado en la institución religiosa.

 

 

 

 

 

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