ACARICIANDO LO ÁSPERO

Los espectros de Di Tella y Pereda en el desempleo creciente

 

El desempleo creciente y persistente (subempleo comprendido) es la consecuencia ineludible del manejo de la economía argentina que el FMI lleva adelante vía los alfiles y peones del gatomacrismo. Para el tiempo que le queda al gobierno al frente del pañol de los asuntos nacionales, lugar que ocupa debido a su propia inopia, ni hasta sus panegiristas más audaces o más temerarios se animan a pronosticar otra cosa que el continuo declive de la producción, el desorden generalizado en precios y finanzas y la amenaza de la bomba activada de las cuentas externas. En el tránsito por ese andarivel se entiende que en la semana de las obsequiosas fiestas de fin de año, la miseria planificada de la que hablaba Rodolfo J. Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar reciba como regalo del gatomacrismo el empeño en consolidar el legado de Celedonio Pereda; patente en el costo estratosférico de la canasta navideña en particular y familiar en general.

 

Rodolfo J. Walsh (derecha) con Paco Urondo (izquierda) y Juan Carlos Portantiero, en 1968

 

En la Carta, Pereda —en ese entonces presidente de la Sociedad Rural— es citado por Walsh diciendo: “Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos”. Pereda enunciaba así el núcleo duro de todos los programas que viene ensayando, bajo distintos signos políticos, la derecha reaccionaria desde el golpe del ’76: alimentos caros significan salarios baratos. Esa misma meta que durante la revuelta de 2008 obviaban confesar las patronales agropecuarias que las encabezaron, hoy por hoy anima al gobierno y lo enfrasca en el grado que ha tomado su fervor represivo. Esto último trasunta que desde el primer minuto que asumió es consciente de que no tiene ante sí para apalear e infiltrar a “grupos pequeños y activos” sino al grueso de la sociedad argentina.

Si bien ahora la persistencia del desempleo y el subempleo es lo que hay que aguardar, consecuencia forzosa del programa del FMI, de todas formas hubiera acontecido igual sin el FMI, en razón y prueba del sesgo rústico y frívolo del ramplón elenco gobernante.

 

La Argentina Di Tella

Lo más inmediato para ubicar el origen del ataque al empleo, que refleja el asedio para frenar y revertir el proceso de industrialización, se encuentra en las manos siniestras de José Alfredo Martínez de Hoz. Pero como todas las cosas en la historia –que bien caracterizaba Lenin como política congelada— fue un punto de partida en cuyo vector direccional confluyeron ideas y propuestas que venían cocinándose desde antes. La mejor expresión orgánica de esas ideas fue formulada por el ingeniero Guido José Mario Di Tella, en su ensayo: “La Estrategia del Desarrollo Indirecto” (1973), que reunía un total de 9 ensayos, 5 de los cuales habían sido publicados entre 1962 y 1971. (Las citas que se incluirán son de ahí.) Heredó junto con su hermano Torcuato S. el imponente malogrado complejo industrial que había levantado Torcuato Di Tella padre, quien falleció en 1948 cuando Guido tenía 18 años. Guido Di Tella se acercó al peronismo a fines de los ’50, en plena proscripción. Fue viceministro de Antonio Cafiero (1974-1975) en el periodo de Isabelita. Al producirse el golpe de estado del 24 de marzo de 1976, lo arrestaron junto con varios otros dirigentes justicialistas en un buque en el puerto de Buenos Aires. La idea de la Marina, su captora, era robarle la enorme y valiosa pinacoteca que poseía.

 

Guido Di Tella

 

Allí, entre rejas, conoció a Carlos Saúl Menem, del que eventualmente fue canciller. Su amigo de siempre, el ministro de Economía del Proceso, José Alfredo Martínez de Hoz, bajo amenaza de escándalo internacional, hizo que lo liberaran y que lo dejaran exiliarse. Marchó a Inglaterra, donde ejerció la docencia en Oxford. La historia se suele escribir con tinta irónica y la de la sustancia fluida del color Di Tella es de las más espesas. Lo confirma la crónica de un industrial de raza, punta de lanza intelectual de la minoría –y de la cual fue personalmente víctima— que se oponía a la industrialización en pos, en el mejor de los casos, de convertir a este país en una factoría de bajos salarios tipo lejano Oriente, al costado de una estancia ordenada.

Di Tella sostenía que la Argentina se equivocaba con el camino de la industrialización que había elegido pues demandaba mucho capital y poco trabajo, siendo que el factor abundante era el trabajo, por lo que, según propias palabras, “resulta deseable elegir actividades que usen los factores en la proporción y calidad en la que los tenemos o podemos tener a corto plazo. Así parecería conveniente seleccionar actividades que no usen demasiado capital, relativamente, y que usen mano de obra del tipo que tenemos o podemos desarrollar durante el período de vida de la inversión”. Entonces Di Tella sostenía que “la tecnología argentina resulta trabajo intensiva con respecto a la norteamericana, no siendo ninguna de las tecnologías absolutamente superior a la otra, ya que la conveniencia de la elección depende de la dotación relativa de factores”. Hay que considerar que, para Di Tella, “la gran dependencia con respecto al capital extranjero” constituye uno de los “grandes inconvenientes” del esquema liberal. Desaconsejaba de cuajo la inversión externa. No obstante, su propuesta levantaba el gran estandarte del esquema liberal dado que “requiere en cambio una reapertura de la economía, ya que por un lado los esfuerzos industriales se habrán realizado de mayor modo, pero en una gama menor, y por otro lado, la necesidad de un gran mercado requerirá acceder, con exportaciones manufactureras, a otros mercados”.

Para volver necesaria la meta que se propuso, Di Tella historia que “el efecto beneficioso sobre la ocupación fue, sobre todo en la década de los años '30, considerado como uno de los principales argumentos de justificación de la industria” y a continuación afirma que “este aspecto ha ido perdiendo vigencia al alcanzar el país la plena ocupación”, no obstante lo cual el tema del desempleo resurgió “especialmente después de 1962, cuando se comenzó a sospechar que las inversiones realizadas en el período inmediato anterior, del tipo capital intensivo, no absorbían suficientemente los incrementos de la oferta de mano de obra”.

Su esquema no iba a esperar que se confirmen las sospechas del desempleo y postulaba provocarlo. Eso lo lleva a formular la “hipótesis [de] que el país se ve enfrentado a una doble y gigantesca tarea. Por un lado debe mejorar drásticamente la eficiencia productiva de lo que hace. Para ello debe invertir fuertemente, reduciendo la población ocupada a una fracción de la existente (algo así como entre la mitad y un tercio)”, nada más y nada menos. Pero eso sí: “[…] Para que esto tenga sentido, debe ir invirtiendo paralelamente en actividades que vayan absorbiendo la mano de obra que va quedando redundante”, puesto que, ahora con más precisión, por la hipótesis que puso en juego “a nivel global resulta una desocupación potencial, del orden del 40%”.

Hay que decir a favor de Di Tella que esa conciencia de que la reestructuración productiva de la Argentina que propugnaba tenía su potencial némesis en la demora en abatir el enorme desempleo que generaba, lo llevó a diseñar una planificación al solo efecto. Cosa de la que sus epígonos actuales se han desentendido olímpicamente. Ahora se limitan a diagnosticar que la sociedad argentina, por su pasado de mano de obra escasa, reclama obstinadamente altos salarios. Como la mano de obra se ha convertido en abundante, mejores ingresos sólo pueden lograrse a través de medidas proteccionistas, industrialistas y deficitarias. Entienden que el crecimiento requiere bajos salarios y una completa apertura comercial que permita aprovechar la especialización primaria con una trama industrial afín. Estiman que el desempleo únicamente puede ser momentáneo. El buen funcionar de los precios lo arregla.

 

De aquí en más

Los salarios no son bajos porque el factor trabajo sea abundante, o caro porque sea escaso. Para que eso sucediera debería haber un mercado que así lo determine. Un mercado laboral es mera ficción. Nunca ha existido. En ninguna parte ha existido. Pero si hubiera existido, los salarios nunca se habrían elevado más allá del nivel de subsistencia. Por el contrario, lo que permite que un salario salga de este nivel es el hecho de que su tasa se fija deliberadamente mediante la negociación colectiva en el momento en que los trabajadores se vuelven suficientemente fuertes en términos políticos. Por lo tanto, el nivel salarial no se ve afectado por las leyes del mercado. La industrialización procede para hacer sostenible los aumentos salariales. Di Tella y sus epígonos actuales quedan así desmentidos y sus ideas confirmadas como la causa del desempleo, agravado por el plan del FMI.

Y en cuanto al tipo de técnica, sucede que una técnica capital-intensiva puede ciertamente maximizar el valor social agregado y, por lo tanto, parecer óptima. Pero si en el ínterin se da un cambio en la estructura de este valor agregado como los alentados por el gatomacrismo: un aumento más que proporcional de los ingresos del capital y una correspondiente reducción en los ingresos del trabajo, cae la demanda y se desalientan las nuevas inversiones por el declive general de la actividad. Perdemos más de lo que podemos obtener por el rendimiento puntual de la técnica incriminada. Corolario: desempleo.

Frente al boceto de la realidad actual, en vez de empezar con la letanía de la mano de obra intensiva para dar trabajo, en vez de penar por una técnica deficiente, al contrario hay que alentar la introducción de la buena técnica y aprovechar el aumento de la producción para proporcionar los medios de estimular la actividad mediante medidas dirigidas a la redistribución. En resumen, no es un problema de técnicas: es un problema político. Encaminarse por el lado de la mano de obra intensiva lo acrecienta en lugar de atenderlo. Incluso, por el hecho de que los sectores que producen para el consumo masivo son generalmente, y por lejos, más intensivos en capital que los que producen artículos de lujo.

Cualquiera que haya tenido la impresión de que se estuvo exhumando un par de momias, a esta altura tiene elementos para comprobar que las ideas y afanes del bloque históricamente constituido no desaparecen en el aire. Están ahí listos para ponerse en práctica ni bien la coyuntura histórica le dé el margen necesario; tal como lo revela ahora el síndrome del desempleo. Para no desmentir a Marx, al menos en este aspecto, la Argentina no puede “comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado [mientras] debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido. Allí, la frase desbordaba el contenido; aquí, el contenido desborda la frase”.

O, quizás respecto de esto último, lo que fue el hit del verano pasado.

 

 

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