ADIOS, HERMANO CRUEL

 

La torrencial confesión de Mariano Macrì sobre la trama de poder, política, negocios y familia detrás del hombre de negocios dudosos con el Estado y desde el Estado, Maurizio Macrì, confirma buena parte de las constataciones a las que habían llegado investigaciones periodísticas y judiciales, pero ahora con el sello de calidad que le confiere el testimonio de un protagonista. Rebosante de chimentos, el libro se lee como una edición especial de Hola, con sus páginas pringosas de estafas, traiciones, venganzas y lamentos.

El capítulo final narra el último encuentro entre los hermanos, el 18 de marzo de este año, un día antes de que Mariano comenzara a derramar su catarsis sobre el teléfono de su viejo conocido de Washington, Santiago O'Donnell, el hijo de GOD. Es decir que se trata de un fast book, que careció del tiempo necesario para el ordenamiento y el chequeo de las introducciones a cada declaración grabada, a lo largo de 17 horas, por el menor de los hijos varones de Franco Macrì y Alicia Blanco Villegas. Por eso se repiten errores como el muy común que afirma que el hermano Presidente autorizó a que el hermano testaferro, Gianfranco Macrì, blanqueara 35,5 millones de dólares, por un decreto que eliminó las restricciones de la ley que lo impedían. En verdad, la ley sólo prohibió que blanquearan padres, madres, cónyuges, e hijxs de los funcionarios públicos, pero no hermanxs. El decreto interpretativo permitió que también las categorías prohibidas pudieran hacerlo, si conseguían demostrar que los activos transparentados ingresaron a su patrimonio antes de que el familiar accediera al cargo público. Como el dinero es fungible, esta cláusula es tramposa.

Esa limitación editorial se salva por la cita de los trabajos periodísticos más serios sobre los negocios de la famiglia, entre los que se destacan El Pibe y su actualización una vez que el protagonista accedió a la presidencia, Big Macrì, ambos de Gabriela Cerruti. Ella es quien cuenta que Jaime Durán Barba planteó que la carrera política de Maurizio requería matar al padre y convertir a Maurizio en el Macrì bueno, y a Franco en el Macrì malo, algo que Néstor Kirchner supo o intuyó cuando instaló la consigna Maurizio, que es Macrì.  A sugerencia de Durán Barba intentaron colocar a la madre en el centro de la escena, pero sus incontenibles elogios a Videla y su aversión a pobres y homosexuales lo disuadieron.

Mariano no le perdona a su hermano que dos semanas después de la muerte del padre, Maurizio instaló que Franco pertenecía a un sistema extorsivo, mafioso. “Se lo dijo a Luis Majul, que ni siquiera se lo había preguntado”.

 

 

Mariano y Maurizio: teléfono descompuesto.

 

 

La mirada impávida de ojos celestes

En las páginas finales se destila lo esencial del retrato de un hombre frío, falso, incapaz de sentir empatía aún por las personas más próximas y vulnerables, como su padre anciano o su sobrinita enferma de cáncer: Maurizio repite un libreto en el que nunca tiene nada que ver, y se queda callado, mientras mira impávido al interlocutor con sus ojos celestes. “Siempre tratando de borrarse, de eximirse. Lo tiene realmente muy incorporado, hasta se cree la película. Y siempre hay un fusible para despedir cuando las cosas no salen”. Mariano afirma que en el delirio en que se cree el salvador de la Patria y del mundo, Maurizio le da vuelo a un costado insensible y destructor “que tanto daño le hizo a toda la familia y a toda la Argentina”. A lo largo de 234 páginas, Mariano Macri no se esfuerza por ocultar el odio que siente por el primogénito de la familia, con quien ostensiblemente compite por el favor del padre. En razón del alineamiento con Maurizio en la guerra intestina, ese resentimiento también alcanza a Gianfranco.

“Me imagino que para una persona que se maneja con ese nivel de impunidad y de creerse dueño de la verdad, la única oportunidad de reflexionar y hacer un repaso por su vida, sería estando privada de su libertad. O sufriendo un golpe fuerte en la vida”, como el propio Mariano, quien revela que tiene un tumor en el cerebro y una de cuyas hijas contrajo cáncer. Con el típico psicologismo porteño, sugiere que desahogarse en un libro lo curará. “No es que yo tenga intención de que vaya en cana”, agrega. Pero “si funcionaran las cosas en nuestro país, si tuviésemos un país que nos diera tranquilidad para nuestros hijos y nuestros nietos, y fuera más justo, una persona con determinadas conductas tendría que ir presa y pagar con su libertad. Podés querer que a alguien que hizo daño le peguen un tiro. (…) Si puedo hacer algo por mi hermano, quisiera hacerlo desechar toda esa locura en la que se ha metido y tratar de revertir el daño que hizo. Lamentablemente siempre es tarde. Cuando esos tipos pasan por la máxima expresión de poder y de responsabilidad y tienen la oportunidad de hacer un bien, sacan lo peor de sí mismos y terminan haciéndoles un mal a todos. Lo más probable es que necesite un poco de encierro en la cárcel para darse cuenta”.

Mariano recuerda que Maurizio “en vez de ser afectuoso era siempre provocador, hiriente. Haciendo un repaso por mi vida, pensé: ‘Pero este tipo en la puta vida fue cariñoso conmigo’. Sólo cuando empezó en la política se puso a ensayar, y tan exageradamente que me agarraba la mano, me franeleaba (…) Mientras pensaba cómo era posible que fuese tan frío, tan hijo de puta, me fui dando cuenta de que (…) nunca tuvo la capacidad de amar. En muchos aspectos era realmente un psicópata”.

En sus poluciones de rencor Mariano también revela el odio de la rama materna, los Blanco Villegas. Franco Macrì se casó a los 18 años con Alicia Blanco Villegas, de 15, la acaudalada heredera de una de las mayores extensiones de tierras productivas del país. Con 26.381 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, el Grupo Agropecuario Blanco Villegas integra la cúpula de los mayores propietarios del país. Los accionistas del grupo eran la última vez que escribí sobre el tema, cuando Maurizio fue electo Presidente, su madre, su tía Lía Esther Blanco Villegas, su hermano Gianfranco Macrì, su tío Jorge Alberto Blanco Villegas, su esposa Argentina Cinque y Julio H. D’Hers. Alicia nunca pudo superar que Franco la dejara “después de ella darle sus mejores años (sic). Estaba despechada. Y no se recuperó nunca. Lo puteaba permanentemente, pero en la puteada se notaba también la admiración. En esto de patinar y quedar atrapada en esa lógica y no poder sobreponerse, se parece un poco a mí y a lo que me pasa con toda esta confrontación. No logro independizarme y cortar este mal vínculo con los hermanos. A mis 12 años se separaron y, en cierto modo, desde entonces la vieja me usa como paño de lágrimas y no para de insultarlo y de hablarme mal de él. Yo creo que el viejo buscó en mi madre un modelo que tuviera semejanzas con su propia madre, una mujer muy distante con quien casi no tuvo relación”.

 

 

El ex Presidente con su madre, Alicia Blanco Villegas.

 

 

Con la mayor naturalidad, Mariano narra el enfrentamiento entre su madre y Gianfranco por la división de un terreno en el Buenos Aires Golf. “Gianfranco le quiso pisar una parte del terreno de ella porque en el proyecto figuraba como parte de otro lote. Mamá le dijo: ‘Yo nunca te cedí ese terreno, me estás quitando un triángulo que es mío. No corresponde’. Y el otro, para que no se le cayera la venta y para no perder su negocio, se le plantó y la llevó a la Justicia. La enfrentó y se lo pisó nomás”. En varias notas conté cuántas otras cosas menos privadas pisaron en ese emprendimiento. Gianfranco también dispuso que los guardias de seguridad le prohibieran la entrada a las oficinas de Socma a su padre, quien había donado la empresa a lxs cinco hijs. La relación fue violenta desde la infancia. “Gianfranco era medio incontrolable. Mamá lo ataba a los radiadores. Ella y el viejo lo surtían mucho”. También “mamá ha sido muy maltratadora de mi hermana Sandra. Le decía que no quería llevarla a ningún lado porque le daba vergüenza que fuera gorda”. A Mauricio lo castigaba por su mala pronunciación en inglés (los celos por la perfección de Adolfo de Prat Gay, tanto en inglés como en francés, incidieron en su pronta salida del gabinete).

 

 

Sandra con Franco, el día de su casamiento con Néstor Leonardo. Mariano con el tío Jorge Blanco Villegas.

 

 

Mariano también cuenta cómo Maurizio, junto con su tío Jorge Blanco Villegas y el gerente Ricardo Mansueto Zinn, aprovecharon un infarto de Franco para viajar a Italia e intentar desplazarlo de la conducción de Sevel, la automotriz que fabricaba los vehículos Fiat y Peugeot. Durante la dictadura cívico-militar, Fiat le había cedido la conducción a los Macrì para que cerraran varias plantas y despidieran a 15.000 trabajadores, cosa que los italianos por razones políticas no podían hacer, dice. Cuando Sevel salió a la bolsa, en 1992, Maurizio manejó todo el proceso porque venía de trabajar en la City. “El viejo dijo que el tío le había hecho deprimir el precio de la acción. Había salido en 15 y terminó en 3. Debe haber habido un manejo en el que seguramente Maurizio tuvo algo que ver”.  Mariano consigna que su familia se caracteriza por una “falta total de comunicación”. En 1995 Alicia Blanco Villegas invitó a todxs sus hijxs y nietxs a pasar las fiestas en Italia. “Pero Maurizio dijo: ‘Con esta familia de mierda yo no voy a ningún lado’. Y no fue”.

No eran mejores las relaciones con las respectivas parejas de la progenie de Franco y Alicia. Isabel Menditeguy, cansada de las infidelidades ostentosas de Maurizio, bajó de su computadora información sensible sobre los negocios turbios en Boca Juniors y así consiguió un divorcio subsidiado con 8 millones de dólares. Cuando el esposo de Sandra denunció a Maurizio porque lo espiaba, el entonces jefe de gobierno le exigió de desistiera de la causa. Como ella no pudo incidir en las decisiones de su pareja, Maurizio dejó de hablarle, hasta su muerte.  Mariano se casó a los 22 años con Marie France Peña Luque, de 27, “una rubia potente que estaba más fuerte que un búfalo”, con quien tuvo dos hijos  “en muchos años de relación tortuosa (…) ella salía con flacos porque quería pincharme, se hacía la femme fatale   (…) esas cosas la mujer siempre las maneja  (…) Al compartir un hijo y una hija, quedé pegado para toda la vida. El acuerdo de divorcio fue difícil porque ella pedía cualquier cosa. Pensó que yo tenía derecho a 200 millones de dólares, un delirio que hacía imposible cualquier diálogo”. Transaron por muchos millones menos.

 

 

Isabel Menditeguy, Marie France Peña Luque.

 

 

Grupo de familia

El hábito de desligarse de sus responsabilidades también describe a Mariano Macrì, quien tampoco asume las implicancias de haber sido parte de las empresas offshore conocidas a partir de los Panama Papers, como Fleg Trading, y los Paradise Papers. En su rol de ingenuo benjamín de la familia, Mariano dice que “hace quince años pude haber firmado algo que me pidió el viejo. Yo lo hacía sin preguntar y, además, no entendía muy bien estas cosas de las offshore. Por eso pude haber firmado la constitución en ese tiempo; pero después, si hubo movimientos en la cuenta, no firmé ninguno. (…) En un momento Gianfranco me planteó: ‘Hemos decidido que lo que vamos a hacer es blanquear, porque al blanquear se hace un tapón fiscal y, con eso, no hay averiguación de origen de fondos’. No querían que se descubriera el origen de una cuenta que supo tener, según dice la causa, más de quince palos [verdes]. ‘Podés blanquear vos, puedo blanquear yo o podemos blanquear los dos’. Yo le dije: ‘Ni en pedo me meto en las pelotudeces que ustedes hacen’. (…) Esta reunión se hizo en Socma y no estaba Maurizio. Maurizio hace muy bien su papel de no figurar. (…) Durante muchos años quise entender si el grupo se había manejado en negro, quise que se me explicase, y nunca terminaron de explicarme nada ni de mostrarme ningún asiento. El hecho de que no hubiese una mesa de diálogo ni discusiones abiertas, fuertes, sanas, fue parte de la gran rivalidad que tuve con Maurizio. Fui muy ingenuo y tomé las cosas como venían”, dice Mariano.

 

 

Gianfranco, con modelo Valeria Mazza y su señor. Foto Roberto Almeida Aveledo.

 

 

Este rasgo del Yonofuismo común a ambos hermanos también caracterizaba al padre. A principios de la década de 1990, cuando publiqué mi libro Robo para la Corona, sobre el remate a precio vil del capital social acumulado por generaciones de argentinos en las empresas públicas, Franco me pidió una entrevista, que mantuvimos a solas en mi oficina. Allí intentó convencerme de que las renegociaciones de contratos para abultar la cuenta con rubros excluidos adrede en los pliegos de la licitación era una práctica de otras compañías, pero no de las suyas. En su simpático cocoliche, este gran seductor me dijo: “No se equivoque Horacio, nosotros no pagamos abogados, sólo tenemos ingenieros”. Sentado en la misma silla Maurizio me pediría años después al iniciar su carrera política que lo juzgara por él y no por su padre. Otra vez, en la torre vidriada de Puerto Madero desde la que conducía el grupo, Franco me juró que ellos no tenían un aparato de inteligencia para escuchar a sus competidores, como el que le permitió al Grupo Soldati ganarles la licitación de Obras Sanitarias, presentando una oferta con pocos centavos de diferencia con la de las Sociedades Macrì. Sólo se distrajo unos segundos para mimar a una nena de bucles rubios a lo Shirley Temple, que entró como una tromba y le desordenó el escritorio ante su sonrisa embobada. Era su hermana, Florencia, un cuarto de siglo menor que Maurizio, quien cuando fue Presidente la mandó espiar por el aparato de inteligencia estatal, que ahora minimiza como cuentapropistas. El libro suministra indicios sobre los motivos de ese seguimiento: Florencia y la otra hermana, Sandra, acordaron sindicar sus acciones con las de Mariano para desalojar de la conducción del holding a Maurizio y Gianfranco, desafío del que luego desistieron por decisión del padre padrone.

El desconocimiento que Mariano alega de todas las trapisondas es poco creíble, dado que durante años se encargó de llevar las actas y los registros de cada reunión del grupo, directivos y gerentes. Otro tanto puede decirse de la visión idealizada de su padre, pese a que cuenta su participación en la compra de la Banca Nazionale del Lavoro  [continuador en la Argentina del Banco Ambrosiano, que se derrumbó estrepitosamente en Italia en 1982, en una trama que involucró al Vaticano, la mafia y la P2]. (…) Pero su manera de vivir y desenvolverse para mí era suficiente carta de presentación para no tener ninguna duda de que no era un mafioso. (…) El viejo era una persona muy solvente, un empresario italiano migrado a la Argentina, asociado con los Agnelli, y fue desarrollando una relación con [el primer ministro italiano Bettino] Craxi (quien le decía): ‘No hay ningún gobierno que pueda tener éxito si no tiene por lo menos tres de los cinco poderes transversales de su lado como socios’. ¿Y cuáles son esos cinco poderes transversales?. ‘La plata de las armas, la plata de la droga, los sindicatos, la Iglesia [Católica] y el poder económico’”.

Como diría Charly García, familia muy normal.

 

 

La música que escuché mientras escribía

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí