Ahora gobierna el FMI

El dólar ya no flota, porque vuela

La jornada cambiaria del jueves 14 terminó con Sturzenegger fuera del Banco Central. Al cierre del mercado de cambios redactó su carta de renuncia, para agradecer al Presidente de la Nación y dejar por escrito que el mercado financiero ya no creía ni en su visión, ni en sus planes, ni en sus explicaciones sobre qué hacer con un dólar que ya no flota, porque ahora vuela. El emblema del liberalismo financiero más ortodoxo del mundo de las finanzas perdió por goleada frente a un mercado que le propinó una derrota por sometimiento. Sólo esa situación explica la extrema confesión que se vio obligado a realizar en medio de una rendición ideológica, que volvió a dejar un reguero de víctimas en los sectores del mundo del trabajo y la amplia clase media. Resta ver qué sucederá en el plano judicial: la oposición ya avisó que pedirá que le sea prohibida su salida del país y se investiguen las operaciones realizadas en el marco de la corrida. Un policymaker sabe que la sociedad, a veces, no está a la altura de los sacrificios que tiene que hacer. Así piensa Sturzenegger.

Sin embargo, a pesar de los fracasos y del errado diagnóstico que todo el equipo del Directorio sostuvo desde el inicio de la gestión, que fue más el fruto de un golpe palaciego que de un legítimo procedimiento de designación, no todo fueron impericias y desconocimiento del timing del mercado cambiario.

Durante los últimos dos meses nos hemos acostumbrado a ver movimientos frenéticos del dólar, que desde el comienzo del año ya devaluó el peso un 57%. El 24 de abril el JPMorgan se hizo de 1.475 millones de dólares a 20,20 pesos, que al tipo de cambio mayorista de cierre del día viernes da una rentabilidad de 450 millones de dólares. De la nada. A pesar de ello, aún quedan operadores del JP Morgan en la mesa de dinero del Central. En el mercado de futuros se vendieron contratos a plazo sin tasa implícita, es decir sin precio futuro. Una sutil manera de subsidiar la compra de billetes a través de operaciones de mercado a término. Pero la forma en que la mesa de operaciones intervino el martes, miércoles y jueves no se condice con el mandato de actuación contra-cíclica que tiene que defender un Banco Central, en un contexto de fuerte corrida hacia el dólar. El miércoles vendió dólares entre la apertura del mercado y las 12.30 aproximadamente. Luego soltó la manija y el billete subió velozmente con un volumen operado muy inferior al promedio diario. El jueves el dólar voló libremente, marcando una depreciación del 6,5%, porque el Central ya estaba retirado de la mesa. El viernes directamente lo dejó correr. Nadie detiene la corrida y un dólar a 29 pesos no es la manera de sortear prolijamente los vencimientos de LEBACs de la semana próxima. La bomba estalló.

Si el equipo económico pretende explicar que ve el precio de equilibrio al menos en torno a los 30 mangos, parafraseando a la economista británica Joan Robinson, habría que decirles que no hay nada que haga suponer que los precios de equilibrio son tales, que en ese caso todo el mundo puede ganarse bien la vida. De un lado, ganancia especulativa pura y dura. Del otro lado, una feroz destrucción de la capacidad de compra del poder adquisitivo del salario. El gran enemigo en la Argentina es el poder sindical, los movimientos sociales y las centrales de la economía popular. La poderosa arma que está utilizando el capital financiero encaramado en el aparato del Estado es la flotación del tipo de cambio. La cuestión es simple: al trabajador que sólo tiene para ofrecer su fuerza de trabajo, el patrón dispuesto a comprarla le paga lo mínimo y necesario para garantizar la reproducción de esa fuerza laboral. Los sindicatos inciden en esa pelea, generando conquistas sociales y derechos salariales. La única forma de bajarlos es mediante el efecto aritmético. Por eso, todos los servicios básicos fueron pasados a dólar, la nafta también, al igual que parte del mercado de alquileres. Es el camino más eficiente para licuar salarios. Por eso no hay inconsistencias ni desmanejo por parte del dream team. En varias oportunidades afirmamos que las metas de inflación solo servían en perjuicio del poder de negociación sindical. Fueron funcionales a bajar salarios. Desdibujada la pauta anti inflacionaria, que hoy está en el 27% según el REM, la liberalización plena del tipo de cambio es la nueva ancla salarial.

Toto on shore

El arribo del Ministro de Finanzas al BCRA marca el inicio de un inédito régimen, donde Toto tendrá un pie puesto en el banco y el otro en la Tesorería. El régimen de las dos palancas: conseguir la plata por un lado, abastecer el mercado de dólares por otro y además, administrar la política monetaria del BCRA. Un pleno muy bien jugado, pero poco compatible con la noción de independencia que dicen esgrimir. En este caso el pliego deberá pasar inevitablemente por el Senado, aunque el gobierno de Cambiemos intente dejarlo en comisión sine die, como hizo con el resto del directorio que (des)administra de facto el Banco Central. Además de que Caputo no puede actuar como Presidente por su condición de funcionario público, aún debe brindar las explicaciones al Congreso Nacional, del cual huyó justo en el momento en que arrancaban las preguntas complicadas de responder, es decir, aquellas vinculadas con el ocultamiento de sus empresas offshore y la causa penal por los manejos sospechosos de los fondos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Estos dos antecedentes justifican un tratamiento especial por causales de inhabilidad moral para el ejercicio del cargo. Veremos si finalmente cumple con sus responsabilidades y se maneja on shore del Parlamento. Por el momento, la presencia de Caputo en la Presidencia del BCRA no es el resultado de un acto de patriotismo, ni del renunciamiento de un jugador de las grandes ligas para venir a manejar “asuntitos” del país. Es el mejor ejemplo de la captura institucional que el poder financiero está efectuando sobre áreas claves del proceso de discusión y formación de políticas públicas en nuestro país.

 

Los compromisos

Ahora que se conocen los compromisos con el FMI, sabemos que la mesa de operaciones del BCRA quedará en manos del FMI, que seguramente, al igual que durante los años '90, volverá a tener una oficina dentro del edificio de Reconquista 250. A las pocas horas de conocerse la salida de Federico Sturzenegger y Damián Reidel, se conoció también la renuncia del Vicepresidente del Banco Central. En su lugar asumirá Gustavo Cañonero. Su CV informa: “Doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Master en Teoría Económica del Instituto para el Desarrollo Económico y Social (IDES-Argentina) y Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Trabajó como economista del Fondo Monetario Internacional para el Departamento Europeo y el Departamento del Hemisferio Occidental y tuvo a su cargo investigación económica para Latinoamérica en Salomon Brothers. Antes de sumarse al GRUPO SBS como Director y Socio, se desempeñó como Economista en Jefe de Deutsche Bank para Mercados Emergentes”. El grupo SBS, del cual es miembro del Directorio, es un fondo de inversión regulado por la CNV que mantiene una alianza estratégica con el grupo Templeton Investment. El artículo 8 inciso b de la Carta Orgánica también prohíbe ser directores del BCRA a los directores de empresas que presten servicios financieros al momento de su designación. Seguramente habrán renunciado minutos antes. Eso no elude la puerta giratoria.

 

 

Ahora se entienden mejor los compromisos asumidos por el nuevo Presidente del Banco, cuando en las horas previas al vencimiento de LEBACs del mes de mayo sacó debajo de la manga unos 3.000 millones de dólares frescos invertidos por el fondo Templeton. Cañonero es Templeton. Cañonero es el FMI. La oficina del Fondo estará entonces localizada a metros de la oficina del nuevo Presidente del Banco. Nadie podrá alegar en un futuro desconocimiento del pedigree de las nuevas autoridades y de sus vínculos con el poder financiero global y el organismo internacional.

Pero los compromisos van más a fondo, como pide el Fondo. Por eso, dentro del Memorándum de Entendimiento Técnico (MET), que en medio de la disparada del dólar firmó Sturzenegger el 12 de junio se comprometió (imagino que con acuerdo del resto de los miembros del Directorio) a proporcionar al Fondo con frecuencia diaria los datos de activos y pasivos en moneda extranjera del sistema financiero argentino. Ese compromiso de suministro de información relevante, con sólo un día de rezago, será el insumo técnico que el staff del FMI utilizará para diseñar las políticas de respuesta en el mercado de cambios, tal como da cuenta el siguiente párrafo del Memorádum de Políticas Económicas y Financieras (MPEF), cuando establece “En el caso improbable de que nuestra intervención en el mercado de divisas (tanto al contado como a término), esté por encima de lo que es consistente con este sendero, iniciaremos conversaciones con el staff del FMI para analizar las condiciones en los mercados de divisas y nuestra política de respuesta”.

El BCRA podrá no intervenir directamente, pero lo hará a través de ventas realizadas por cuenta y orden del Tesoro Nacional. El Memorándum de Políticas Económicas y Financieras (MPEF), introduce entonces el compromiso puesto en cabeza del Ministerio de Hacienda de programar ventas de dólares en el mercado para liquidar la asistencia financiera del FMI, pagar compromisos presupuestarios en pesos y abastecer de dólares a los bancos. Un mecanismo que se explica en función de la abierta sustitución de asistencias financieras del BCRA al Tesoro por endeudamiento externo.  Bajo esa hipótesis, la afirmación de un régimen de tipo de cambio flexible y un diagnóstico de partida que se niega a poner el centro de atención en la falta de generación de dólares, el déficit de cuenta corriente difícilmente baje al 3,6% como prevén las perspectivas anunciadas y comprometidas frente al FMI.

El verdadero compromiso acordado con el FMI no está escrito pero se infiere del régimen de tipo de cambio flexible. Durante 2018, la depreciación del tipo de cambio acumuló un 57%, es decir una pérdida de poder adquisitivo del salario medio de lxs trabajadorxs del orden del 34%. En cualquier economía monetaria el salario lo ponen los patrones, el capital. La determinación de ese precio es azarosa, es decir depende de cuánto esté dispuesto a acumular el empresario. En la Argentina, los sindicatos han logrado construir una base histórica de incidencia muy fuerte sobre esa determinación fundamental. La herramienta de paritarias permitió ganar terreno o frenar el avance del capital en la disputa del salario. Pero si el tipo de cambio flota, si la depreciación es es constante, el salario queda sujeto a un recorte aritmético. Por eso dejan liberado el tipo de cambio. El enemigo es el poder sindical. El arma con la que disparan es el precio del dólar. Si logran ganar esa pelea vamos al modelo mexicano, con chiquitos que venden tacos en la calle o roban gasolina para que el Estado los criminalice como narcos, con salarios congelados desde hace años y sin sistema de pensiones.

Hace unas semanas estuve en el DF mexicano y un viejito taxista me dijo:

—Al precio del reloj del taxi le ponemos 20 guitas más, porque la gasolina está muy cara, no alcanza y además yo ya no tengo seguro de pensiones.

Hacia allí vamos, a menos que la unidad del campo sindical y popular, detrás de un programa político económico y financiero, logre frenar el proceso de captura de la soberanía argentina por parte del capital financiero.

 

El pronóstico no escuchado

Sturzenegger tropezó con su propia cerrazón. Quién suscribe esta nota fue desplazado ilegalmente del Directorio porque en cada uno de sus votos fue dejando en claro que nos encaminábamos a una catástrofe financiera con impacto en la economía real. Todas las medidas que fueron adoptando provocaron dos órdenes de consecuencias: mayor vulnerabilidad externa y fuga de capitales. Les fue advertido cuando desregularon el mercado de cambios, luego cuando eliminaron parte significativa de las estadísticas. También cuando admitieron las inversiones en LEBACs de tenedores del exterior. (Ahora que el FMI los puso de rodillas, los obliga a “limitar sus contrapartes en operaciones a los bancos locales”, definida esta como una meta estructural del programa.) Lucas Llach solía decir que segregar entre residentes y no residentes era discriminatorio, violatorio del principio de igualdad ante la ley. Federico Sturzenegger comparaba la venta de dólares con un puesto de verdulería (con el respeto que tan noble oficio representa), Reidel se mofaba de las regulaciones cambiarias tildándolas de soviéticas. Frente a cada advertencia respecto del impacto que las medidas provocarían en la balanza de pagos y en el equilibrio del frente financiero, respondían en inglés que las medidas que llevaban adelantes eran overwhelming evidence, es decir evidencias abrumadoras de la eficacia del programa monetario. Un programa monetario eficaz para bajar salarios y alimentar la especulación financiera, que hoy volvió al país profundamente dependiente del FMI.

Tampoco fueron escuchadas las advertencias respecto del manejo de la tasa de interés de referencia y en el evidente proceso de acumulación de deuda cuasi fiscal a raíz de la emisión descontrolada de LEBACs. La creación del Comité de Política Monetaria y la delegación que hiciera el directorio del manejo de la tasa de interés, también incidió fuertemente en dejar las manos libres para que un puñado de representantes orgánicos de las finanzas fijaran niveles de tasa favorables al proceso de destrucción del entramado productivo en el país.

Todo está escrito en las actas del Directorio. Hay allí un testimonio del proceso de entrega del país al capital especulativo, del modo en que fueron cultivando el germen de finanzas tóxicas que se negocian en el sistema financiero argentino actualmente.

 

El mandato de la carta orgánica

El renovado plan presentado ante el FMI no ofrece nada nuevo, excepto en el capítulo BCRA, sobre el cual el gobierno pretende avanzar bajo excusa de reforzar su autonomía frente al Poder Ejecutivo Nacional. Este objetivo del plan se apoya en una falacia construida en torno a la idea de que la inflación en el país se explica por la emisión monetaria, cuando en realidad está atada al proceso de formación de precios a lo largo de la cadena de valor, como bien explicaban los economistas ligados al estructuralismo de los años '70. Las raíces de la inflación anidan en las contiendas y pujas distributivas entre las diferentes fuerzas que integran la sociedad. Lamentablemente, desde aquellos años en adelante las ideas liberales fueron ganando terreno, bañando el campo de análisis de las políticas públicas ligadas a la economía de afirmaciones ideológicas que no se condicen con la realidad. La tecnocracia le ganó terreno al estudio social de la inflación, a sus causas estructurales y a los factores del poder económico que inciden en su composición.

Reforzar la autonomía para garantizar la estabilidad de precios como mandato principal del BCRA tiene, como única finalidad, eliminar el mandato de pleno empleo, como se explicó en la nota publicada la semana pasada. Las principales potencias del mundo han llevado adelante este mandato —tal como establece el Banco Central de los Estados Unidos (la FED) al hablar de maximum employment— para emprender el camino hacia el desarrollo económico. Pero parece que los países dependientes tenemos prohibido asumir la responsabilidad de este mandato dentro de la Carta Orgánica. Cómo bien dice Matías Vernengo en un excelente trabajo sobre este tema: “En los países avanzados los bancos centrales fueron una de las instituciones que se usaron para la promoción del desarrollo nacional, pero una vez que el objetivo de la industrialización fue alcanzado, patearon la escalera para no permitir que los países periféricos utilizaran los mismos instrumentos y políticas de desarrollo. No hay un Banco Central adecuado para todos los países en todas las circunstancias históricas”. (Cfr. Vernengo, Matías, Pateando la escalera también. Los bancos centrales en perspectiva histórica). La promoción de la independencia del Banco Central encierra peligrosas falacias detrás de las que se hipotecan los objetivos de desarrollo nacional y las condiciones de independencia real del organismo regulador, que no es otra que mantener distancia del mercado y llevar adelante políticas de regulación prudencial y vigilancia sobre la actividad bancaria. Estas tradiciones han sido eficazmente eliminadas del campo de las ideas y sustituidas por modelos tecnocráticos que nos llevan por caminos equivocados y costosos para el futuro del país.

Detrás de la eliminación de ese mandato tan evidente y necesario para avanzar en un camino de reconstrucción económica del país se esconden otras afirmaciones que, cuando no son suficientemente discutidas, nos agarran desprevenidos y nos mandan derecho al camino del endeudamiento externo. Tal el caso de las transferencias al Tesoro, que el gobierno ahora se propone eliminar, luego de haberlas utilizado sin ningún empacho desde que asumió. La reforma sobre los procedimientos de remoción también forman parte de las entelequias asociadas a la autonomía del BCRA. No tuvieron ningún empacho en eliminar al autor de esta nota para callar una voz disidente dentro del directorio. El senador Federico Pinedo, que acompañó en su capricho a Sturzenegger, opinaba que quién suscribe conspiraba contra el Directorio del Banco Central, cuando en realidad intentaba convocar a la reflexión y modificar el rumbo de las erróneas políticas que estaban siendo implementadas, tal como fue puesto por escrito en diferentes informes presentados al ahora presidente despedido, con relación al manejo de las letras, la intervención en mercado de futuros y otros aspectos ligados con la mitigación de vulnerabilidades en el frente financiero externo. Ninguna conspiración contra nadie. Simple advertencia de por dónde irían a derrapar en este “mal momento”, como lo denominó uno de los directores salientes vía Twitter. Ese proceso de remoción fue ilegal, a pesar de que una jueza del fuero contencioso apañara a los responsables parlamentarios de haber impulsado dicha decisión (Eduardo Amadeo, Pinedo y Luciano Laspina).

Reforzar ahora las causales ligadas a la remoción implica, lisa y llanamente, blindar a los directores que sean designados para condicionar al próximo gobierno desde el plano de la política monetaria. Por eso no se trata de un afán de independencia, sino todo lo contrario. Están generando los mecanismos para garantizar la captura financiera del organismo responsable de definir las políticas monetarias del país. Podrán maquillar esta operación detrás del pomposo concepto de la neutralidad de los policymakers, como les gusta decir a Sturzenegger y sus aliados ahora salidos del banco. Lo único cierto es que, mientras mantengan capturado al organismo, no hay espacio para pensar un proyecto de independencia financiera real para la Argentina.

 

 

 

 

 

 

 

 

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