Al Paro

Crónica de la asamblea de organización del Tercer Paro Internacional Feminista

 

Tanto ha abarcado el feminismo contemporáneo que parece difícil separarlo de una posición crítica total. Ser feminista es como ser contrera, nada le viene bien, le ve el pelo al huevo, le busca la quinta pata a la mesa. Y luego, un mito de prepotencia: que estamos juntas y somos invencibles. Que mirá como se ponen las actrices, somos marea. Las publicidades, el fútbol, el rock, toda la cultura es revisada en clave de género, nada es ajeno al feminismo. Se ha instalado como prisma. Sin embargo, poco se sabe de lo que se esconde detrás de la efervescencia y omnipresencia de los feminismos, especialmente los del Conosur: la organización política. Se escatima hurgar ahí, como si la revuelta cultural pudiera darse sin los intentos colectivos de coordinar el movimiento. Por ejemplo, el viernes 15 en Buenos Aires se desarrolló la 2da asamblea feminista para organizar el Tercer Paro o Huelga internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans. El del 8 de marzo será, si continúa el viento en esta dirección, el primer paro de 2019 contra el gobierno de Cambiemos. Y es el movimiento feminista el único actor político que está construyendo un paro general. Hay política feminista y se vuelve cada día más compleja.

En un año electoral la transversalidad que caracteriza a este tipo de construcciones asamblearias empieza a jugar como una fuerza desestabilizadora. Si en otros años fue posible privilegiar la agenda de los feminismos y lograr una unidad temporaria entre todas las fuerzas políticas que componen la asamblea, en 2019 la heterogeneidad empieza a jugar en contra de la organización. Las grietas políticas surgen debajo de cada escombro que tapiza el suelo del galpón junto a la Mutual Sentimiento. ¿Por qué hay tantos escombros?

Los acuerdos, sin embargo, no son pocos. La oradoras repiten una y otra vez las mismas consignas generales, luego las proyecciones de cada espacio, donde los acuerdos se deshilachan. Pero la base común, aunque la repetición roce el tedio, está: el aborto legal y la educación sexual integral; la urgencia de medidas efectivas contra los femicidios; la justicia patriarcal; y el anclaje económico de las violencias machistas que coloca como amenazas al capitalismo o el neoliberalismo, según quien hable, y la necesidad de contrarrestar el plan de ajuste y deuda de Cambiemos. Ese es el piso común de cristal. Luego, las grietas.

Hay dos tipos de grietas, o tensiones, por un lado las internas al feminismo (los feminismos) y que suscitan discusiones desde hace varias décadas; y, por otro lado, las tensiones que podrían pensarse como heredadas o continuidades de la política partidaria.

Este año, a tono con el avance de la expoliación fascista de derechos en toda la región, y también con el fortalecimiento de campañas antiderechos en todo el mundo, en Buenos Aires apareció con cierta fuerza algunos grupos de mujeres autodenominadas Feministas Radicales, que buscan que el feminismo tenga como sujetos únicamente a mujeres nacidas con genitales femeninos. Las llamadas TERF por sus siglas en inglés Trans Exclusionary Radical Feminism (Feminismo Radical Trans Excluyente), hicieron una agitación en redes sociales y una asamblea propia para prepararse para pedir en la asamblea general por el 8M que se ocupe de “los problemas reales de las mujeres reales”. Este espacio empalma con el abolicionismo de la prostitución, que remite a otra de las grietas que se ha manifestado en las últimas asambleas: abolicionistas vs. pro trabajadoras sexuales.

 

"Un feminismo con todxs y todes adentro. Sin travas y putas no es feminismo", es grito más sonante.

 

Tal es la identificación entre las autopercibidas feministas radicales y el abolicionismo que en la lista de oradoras se anotaron como Bloque Abolicionista. Estas dos tensiones: la exclusión de personas trans/el trasnfeminismo, por un lado; y el abolicionismo/pro trabajadoras sexuales, por el otro, dispararon los momentos más efusivos de la asamblea del viernes 15.

—No están perdidas, son desaparecidas para ser prostituidas. No están perdidas, no están perdidas…

Cantó una porción minoritaria luego de que expresara su posición una de las participantes de Madres Víctimas de la Trata, que reeditó la denuncia a un “Estado proxeneta” y la caracterización de la prostitución como “esclavitud para satisfacer el deseo de los machos y de los puteros”.

La asamblea reacciónó. Las trabajadoras sexuales organizadas, que reclaman por derechos laborales y el cese de la violencia policial contra ellxs, forman parte, como las abolicionistas, de la asamblea.

—Siempre con las putas, nunca con la yuta. Siempre con las putas, nunca con la yuta.

Se cantó. Y se respondió:

—Fuera fiola, fuera fiola.

El movimiento Ni Una Menos, en el que se enmarca esta asamblea y el Paro Internacional Feminista, no es estático, desde su nacimiento en 2015 ha incorporado sujetos políticos, virado y ampliado su perspectiva, si comenzó como una denuncia dolorosa hacia las violencias, luego fue incorporando la dimensión corporal, la disidencia sexual, las diversidades culturales y, también, la dimensión del trabajo y el capital. Ese movimiento desde la violencia hacia el estallido de potencias que es hoy, ha dejado actores descentrados, quizás uno de ellos sea el movimiento esencialista, anacrónico, que piensa el feminismo en términos de “los problemas de las mujeres”.

Si bien estas tensiones tomaron buena parte de la emocionalidad de la asamblea, la tensión preponderante, novedosa en su vehemencia, es la que se puede leer en continuidad con la competencia electoral y es la que una asistente a la asamblea caracterizó así:

—Uh, loco, otra vez las troskas versus las peronchas. Infumable.

El diagnóstico es el mismo, las propuestas, antagónicas. La tensión se redujo a dos variantes: se construye en la calle contra el capitalismo patriarcal o se gana las elecciones y se combate el neoliberalismo macho desde el gobierno, con políticas públicas. La profundidad que una y otra posición podría desarrollar quedará para el próximo encuentro, o para las discusiones dentro de cada espacio; en la asamblea, las alternativas levantaron tanta pasión que entibiar el fuego con algún matiz analítico sería imposible de oir, ruido.

En la cinchada entre “disputar el poder real” y “construir contra la burocracia”, se cuela un “unidad de las trabajadoras, y al que no le guste, se jode, se jode”, que calma por un rato. Pero luego vuelve la máquina de conflicto: “las feministas vamos a tirar a Macri”, y luego: “lo único bueno de Cristina fue la Asignación Universal”. En el medio, una poeta se pinta bigotes. Una gorda, la investigadora Laura Contrera, se define desertora de la industria de la dieta y contra el neoliberalismo magro (quizás uno de los más interesantes conceptos que circulan en el feminismo contemporáneo). Aplausos cerrados también para el pedido por una migrante peruana expulsada por la ley de Bullrich. Y para las mujeres y disidencias de la CEB (Coordinadora de Base de Estudiantes), todo el repudio a Bolsonaro y al golpe en Venezuela, el apoyo a las indígenas, contra el extractivismo, a las sordas, a las negras, a las villeras. La Garganta poderosa sugiere acampe el 7 de marzo, si bien parte del colectivo Ni Una Menos apoya e impulsa, no hay acuerdo aún sobre esta acción: “ante la violencia machista, acampe feminista”, proponen.

—No es momento de resignar la lucha contra el aborto,—grita una oradora.

—¿Y quién dijo que se iba a resignar?,—responde alguien.

—La alianza que hacés con la iglesia,—otra.

El trasfondo, como el runrun que amalgama, a pesar de las grietas (que, más que grietas, expulsan del feminismo a los grupos antiderechos), sigue siendo la fortaleza del movimiento. Es el único espacio político en el que se está trabajando para construir un Paro General contra el macrismo. “El movimiento de mujeres y disidencias tiene la enorme tarea de frenar el fascismo en la región”, está segura Paula de Nueva Mayoría cuando lo dice. Lo mismo, convincente, la lesbiana peronista Lía Ghara, cuando se va de boca diciendo que “tenemos que buscar la unidad en un año de elecciones, podemos subir la vara de la política argentina”. Otra: “no tenemos que esperar a que un dirigente nos diga cuándo salir a la calle”, dice una legisladora de Autodeterminación y Libertad.

—Paro, paro, paro, paro general.

La primera maestra trans de CABA, Melisa d`Oro, menciona la represión contra el verdurazo; otra dice que lxs trabajadores de prensa no son los medios en los que trabajan y pide la reincorporación de Poli Sabatés, delegada de Página 12 despedida de la producción de uno de los programas de Radio AM750 del Grupo Octubre; una mujer del PCR remarca que Cambiemos “solo gasta 11$ por mujer en políticas de prevención”; la FUBA cuenta que están organizando protocolos contra violencias machistas en todas las facultades. Se remarca que el paro debe ser efectivo, una chica de Las Rojas lee una carta que pide que todas las centrales obreras convoquen. Paro, paro, paro.

La lista sigue, es infinita, quedan más de 50 oradoras para el próximo viernes, cuando comience a organizarse en comisiones el trabajo para armar el cuarto paro feminista a Macri, el tercero de proyección internacional. El movimiento feminista en la Argentina es faro en todo el mundo, y es mucho más que denuncias y dedos en alto, son feministas reunidxs haciendo política, no exentas de conflictos, de tensiones internas ni de potencias efectivas en el plano de la política partidaria, en un año electoral, construyendo el Paro a Macri y al machismo.

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