Algo huele mal

Los pronósticos infundados del Presidente

 

Aun dentro de la tónica habitual mediática cotidiana del Presidente Milei de cataratas de mensajes y opiniones a toda hora en sus redes sociales y las de su equipo de influencers, resultó muy llamativa la suma en pocos días de discursos públicos presidenciales ampliamente difundidos: ante referentes empresariales de cúpula en el Foro Llao Llao (18 de abril); en la siempre considerada por los libertarios inconcebible cadena nacional obligatoria (23 de abril); y en el ámbito ideológico muy afín de la cena de la Fundación Libertad (25 de abril).

Lo llamativo no fue la repetición en las ocasiones de sus muletillas usuales de autobombo (“una hazaña de proporciones históricas a nivel mundial”), de descalificación de cualquier opositor (“quedarían hechos un huevo frito, abajo”) y de su necesidad de mostrar dominio de la economía mientras que los demás son ignorantes (“en realidad los únicos que decíamos qué era lo que había que hacer éramos nosotros”). Estas expresiones vienen formando parte de su repertorio y, lamentablemente, llegan a contar con llamados a acostumbrarse a sus groserías y desmesuras.

Lo más notable no fue lo anterior, sino que la andanada argumental y discursiva casi no centró la atención en los dos hechos más relevantes ocurridos en los últimos días: a) el fracaso de la misión a Washington del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo para conseguir en forma inmediata créditos adicionales, y b) la gigantesca marcha en defensa de la educación y las universidades públicas que puso referencia diametralmente distinta a sus aseveraciones anti-estatales de clichés agresivos provocadores. (“Siento un profundo desprecio por el Estado, es el enemigo, una asociación criminal”.)

 

 

¿Anunciar o distraer?

La única línea argumental reiterada a través de declaraciones y mensajes mileístas es que tuvo que recibir el país “ante un incendio” al borde de la hiperinflación y que, con severos ajustes fiscales, limitación a la emisión monetaria, estabilidad cambiaria y confianza internacional, está logrando hacer bajar la inflación a un dígito mensual en abril. Esta meta, de cumplirse, sería por supuesto una caída en relación con los niveles sufridos por los argentinos en los primeros cuatro meses de su gobierno (diciembre, 25,5%; enero 20,6%; febrero 13,2%; marzo 11,0%), pero igualmente representaría una cifra altísima si se comparara con el promedio mensual histórico en lo que va del siglo XXI.

¿Es cierto lo que asevera el primer mandatario respecto a que sus resultados son exitosos y promisorios? ¿Está su gestión estabilizándose o comienza a mostrar crecientes contradicciones y tensiones? Ante tan importantes incógnitas, es necesario entonces poner atención a los argumentos de Milei, que se presenta a sí mismo como un economista experto y un estratega providencial, incomprendido y combatido sólo por “intereses de casta”.

  •  Un caballito de batalla ha sido afirmar que asumió el gobierno recibiendo “la peor herencia”, refiriendo la existencia de “un déficit fiscal del 15% el PBI consolidado entre el Tesoro (5%) y el Banco Central (10%)”, para pasar a vanagloriarse en estos días de que se ha revertido “en tan solo tres meses de gobierno; es lisa y llanamente una hazaña de proporciones históricas a nivel mundial”. Lo cierto es que, aunque se enoje y lance dardos tuiteros fulminantes contra El Cohete a la Luna, los números que ha presentado el Presidente están tergiversados. La deuda del Banco Central en pesos, en la forma prevalente anterior en LELIQs y pases, ha pasado a convertirse en deuda del Tesoro Nacional con carga de intereses hacia el futuro inciertas, aumentando en el período que va de diciembre a marzo el endeudamiento en un equivalente a 32.372 millones de dólares. Es una cifra similar entonces a la supuesta eliminación del déficit cuasi-fiscal. El Central, en tanto, ha comenzado además a emitir bonos en moneda extranjera para el pago pendiente de importaciones (BOPREAL) y licuó parte de deudas en moneda nacional por efecto de la súper-devaluación del peso apenas asumieron las nuevas autoridades. El proclamado mejoramiento de las reservas de divisas del Banco Central, basado en la postergación de pagos, es también, por lo tanto, ficticio.
  • Los economistas de todo el espectro ideológico han puesto en evidencia la seria falacia de la afirmación presidencial en el discurso a la nación, sin sonrojo, en relación con que, de la eliminación del déficit del 5% del PBI del Tesoro, “sólo 0,4% responde a la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones”. No hubiera hecho falta más que leyera las prolijas planillas que elabora la Oficina de Presupuesto del Congreso Nacional, con cifras de su propio gobierno, para evitar el macaneo. El mayor golpe en el primer trimestre del año ha sido justamente a los jubilados, un 31,4% real —es decir, si considera la inflación— en relación con el mismo período de 2023. Mientras, como contracara, el único aumento sustantivo por sobre la inflación de las cuentas públicas en el mismo período ha sido el de los pagos de intereses de deuda (+ 7,3%), que es el segundo gasto de mayor significación del Estado nacional. Por otro lado, por la recesión provocada, va creciendo la caída de los ingresos estatales (-12,4% en marzo en comparación con el mismo mes de 2023).
  • Otra enorme confusión es la esotérica explicación del significado de la emisión monetaria y la equivocada aseveración simplista de su rol como causal inflacionario directo. En este caso, el defecto puede ser debido seguramente a su proclamado rol de seguidor ortodoxo de la Escuela Austríaca y su negativa a ingresar en lecturas más amplias y serias. La Argentina es buen ejemplo de su error: la suba de precios no está provocada por una demanda recalentada impulsora de inflación por exceso de liquidez y crédito para el consumo y la inversión. Por el contrario, si acaso ha habido una política permanente en los últimos años por parte del Banco Central, que se refleja en sus balances y con efecto sin dudas inhibitorio en el impulso de la actividad económica, ha sido el absorber en forma permanente la liquidez atrayéndola a instrumentos financieros remunerados. Este mecanismo ha sido central para generar tónica parasitaria y muy costosa para las arcas públicas y la sociedad: la timba financiera, causante fundamental de los desequilibrios estructurales que sufre el país. Recién en el último período, este gobierno venerador de los mecanismos de libre oferta y demanda se ha dado cuenta de que la inflación puede darse por vía de la oferta, por posición dominante y/u oligopólica. Un veloz aprendizaje forzado y mal improvisado lo causó la conmoción provocada a muchos de sus propios votantes y adherentes por los aumentos descontrolados de la cartelizada medicina prepaga, que, irónicamente, fueron autorizados previamente a hacerlos libremente por el propio gobierno.
  • Por último, debe ponerse en una perspectiva real y no fantasiosa la situación de las cuentas externas del país. Se requiere para ello el sinceramiento y no sólo referencias impresionistas. Es preciso reconocer que el aumento circunstancial de las reservas del Banco Central ha sido logrado por la postergación de pagos de importaciones y servicios del exterior, por la recesión limitante de importaciones y por la introducción de un anclaje cambiario —con el compromiso de devaluación del peso del 2% mensual— que no ha servido para ayudar a anclar la inflación. Pero es mucho más grave y endeble lo que la devaluación con tablita ha puesto en marcha, como en tantos ciclos lamentables de la Argentina: una ola flujo de capitales de corto plazo jugando con diferenciales entre tasas de interés locales y el tipo de cambio controlado (carry trade). Pareciera ser que no se ha aprendido de recurrentes experiencias que han sido desastrosas para el país y mayores causales del endeudamiento público. Cierto es que figuras principales del actual equipo de Milei fueron protagonistas de zafarranchos anteriores y ahora son designados como “Messi” (Caputo) o “el mejor Banco Central de la historia” (Sturzenegger). Puede reconocerse sí que pueden ser guías experimentados para conducir a un nuevo desastre. La circunstancial “confianza de los mercados” (achicamiento de brecha cambiaria, menor riesgo-país, loas por suma, “progreso impresionante”) no puede ocultar la fragilidad financiera a la que se está llevando chapuceramente al país. En tanto, se cierran las posibilidades de Caputo de lograr nuevos créditos por 15.000 millones de dólares por parte de fondos de inversión o del FMI para afrontar la acumulación de vencimientos en moneda extranjera, estimados para los próximos meses —abril/septiembre— en 16.420 millones de dólares. Como si fuera poco, el gobierno de Milei se ha sumado otro problema impensado previamente por ligereza, ideologismo y el desastroso desempeño amateur de la canciller Mondino al priorizar desde el inicio el vínculo con Taiwán: la anulación por parte de China del crédito Swap hacia la Argentina, que llevaría a tener que asumir en los próximos meses el pago no previsto en yuanes equivalentes a aproximadamente 5.000 millones de dólares. ¿No se le pagaría a China por ser un país comunista pese a reconocerse como un mercado relevante para las exportaciones argentinas?

 

 

La calle dice otra cosa

Mientras Milei seguía con su maratón de discursos, desprecios y fanfarronadas, la sorpresa notoria ha sido la magnitud, la pujanza y la claridad de mensaje de las multitudinarias marchas del 23 de marzo en todo el país, una de las mayores movilizaciones de la historia argentina, en defensa de las universidades y la educación públicas.

Llamativamente, lo ocurrido en las calles solo fue referido en forma lateral y un tanto puerilmente por el Presidente y sus amplificadores públicos. Increíblemente, su reacción inicial, sin saber y/o querer reconocer públicamente la magnitud y las características que tuvo la marcha, fue el culpar en forma ridícula y sin fundamento a Cristina, Kicillof, Lousteau y Yacobitti de haber orquestado y manipulado la protesta de centenas de miles personas en todo el país escribiendo en la red social X: “Al margen de la discusión acerca de cuál modelo de educación superior es deseable para un país en el que seis de cada diez chicos menores de 14 años son pobres, los mismos vivos de siempre utilizaron el escudo de una causa que suena noble para defender sus intereses de casta”.

 

 

Un solo evento puso contra la pared su exaltación de la motosierra, al no poder percibir a) que existe una larga historia de defensa de la educación pública y de la autonomía universitaria. Cada vez que se ha intervenido sobre ellas es sabido por la sociedad que ha sido regresivo, derivando en mayor decadencia y arbitrariedad; b) que, pese al discurso “anti casta”, los manejos de Milei y Cía. cada vez queda más en evidencia que son los habituales de negociaciones bajo cuerda de la política (ej.: primeros escándalos propios por auto-asignación de salarios, negociaciones de toma y daca en el Parlamento por la nueva ley Ómnibus, protección vergonzosa de grupos afines, entre otras), y c) que, al no haber brindado concesiones presupuestarias antes de la marcha —hecho que hubiera controvertido la posición de Milei, y también del FMI de mayor autofinanciamiento de las universidades públicas (arancelamiento)— tendrá que hacerlas ahora y llevará a que otros sectores lógicamente sumen sus demandas (salarios, provincias, jubilados, etc.).

Tal vez por desorientación o desesperación, y no por sutileza, Milei da la impresión de no saber siquiera que no es lo mismo ser oposición, lugar desde el que se puede decir cualquier cosa sin compromiso alguno, y ser gobierno, lo que supone ideas claras, realismo, consensos, capacidad, decisiones y acciones efectivas y no solo excentricidades y malos tratos.

A la manera de un niño terrible que poco aprende, el Presidente salió ahora a prometer en forma chabacana que el país crecerá como resultado de la reducción del déficit público y por el impulso del sector privado como pedo de buzo”. Váyase a saber su fundamento, sin contar argumentos objetivos de peso por no existir vectores expansivos hoy reconocibles. Quizás suponga que podrá lograrlo sólo con el apoyo de las “fuerzas del cielo”. Extraño, ¿no? Por ahora, pareciera ser que su metáfora solo podrá servir a los argentinos para ratificar que esto huele mal.

 

 

 

 

 

 

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