ALIVIO

Como escribió Leopoldo Marechal, es la hora de los raros y las raras

 

 

La palabra alivio ha sido utilizada en los últimos años procurando crear la falsa ilusión de un bienestar imposible bajo las medidas económicas y sociales que nos regían.

La verdadera solución no proviene de parches ni remiendos, sino de cambios estructurales que modifican diametralmente la trayectoria de nuestro camino.

Impregnado en la teología de la esperanza, Pedro, el baquiano de los senderos del perdón, le dijo a la multitud que, absorta, lo escuchaba:

“Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados y el Señor les mande tiempos de alivio, enviándoles a Jesús…” Hechos de los Apóstoles 3.19-20a DHH.

La pregunta a realizarle al apóstol sería: "¿En qué hemos de convertirnos?"

Joaquín Víctor González, en su discurso “La Universidad y el alma de los argentinos”, pronunciado en 1918, nos ofrece una respuesta taxativa acerca del mal que corroe a la Patria:

 “… porque los únicos derrotados son los que no creen en nada,

los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio,

y se desesperan o reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen,

cada vez que les sale mal un cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo”.

 

 

La realidad

Nuestra sociedad fumigada con individualismo y meritocracia está impedida de ver al otro como una parte sustancial de su propio ser. Por eso, perdiendo la esencia del amor al prójimo surgen argumentos en defensa del opresor en boca de los oprimidos.

Esta química envenena todo, incluso las teologías y los púlpitos cristianos, distorsionando las enseñanzas de Jesús para apuntalar la codicia.

La prosperidad como meta y no como medio para el buen vivir de todos, intoxicó corazones y plegarias apartando a muchos de la razón divina. Tal distorsión hace al derecho tipificar como “sodomía” las aberraciones sexuales, cuando, en realidad, el pecado de Sodoma fue su obscena falta de solidaridad, como explica el profeta Ezequiel:

“Este fue el pecado de tu hermana Sodoma: ella y sus aldeas se sentían orgullosas de tener abundancia de alimentos y de gozar de comodidad, pero nunca ayudaron al pobre y al necesitado”. Ezequiel 16.49 DHH.

El anhelo de sectores religiosos por alcanzar el poder siempre fue maquillado con piadosos sermones sobre la implantación de un divino reino terrenal, opuesto a la laicidad expresada por Cristo al afirmar: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18.36).

La pandemia que nos azota deja al descubierto las intenciones más ocultas expresadas en el reclamo de prebendas y la oposición a la cuarentena preventiva.

Evidentemente, como le dijo Jesús a Nicodemo, debemos nacer de nuevo.

 

 

 

Ser pentecostal

La escandalosa experiencia pentecostal convulsionó a la religiosa Jerusalén, en aquella fiesta de las cosechas del año 3.793. Pocos días después de la partida de Jesús, nacía una comunidad ruidosa, sin liturgias preestablecidas, ni rígidas estructuras, plena en vivencias y milagros, que sació al pueblo hambriento del sabor eterno.

Con el paso del tiempo, los amantes del poder se hicieron presentes y, bajo el símbolo de la cruz, escribieron las páginas más siniestras de la historia. Sin embargo, la llama del Espíritu Santo se mantuvo perenne, pasando de generación en generación.

Durante la gris y gélida segunda revolución industrial, con estruendoso arribo en diferentes partes del mundo simultáneamente, el santo fuego del Ayudador fue la respuesta al clamor de los obreros explotados. Desbordando vidas, en menos de medio siglo, cubrió el planeta. Una onda expansiva igualmente poderosa a la del primer siglo.

El poder pentecostal, un movimiento virgen y salvaje del cual nadie es propietario.

Gilberto Alvarado López, en su ensayo sobre el pentecostalismo mexicano, lo describe como el mayor nivelador social de nuestros tiempos, por su exclusiva estructura sin escalafones, donde prima el llamamiento, la consagración y los dones de servicio. Todos iguales ante los ojos de Dios (1).

 

 

La resistencia

Hoy, como en el siglo IV, la tentación por estar cerca del poder seduce corazones y voluntades con doctrinas que azuzan la ambición.

Debemos convertirnos, volviendo —o persistiendo, según fuere el caso— al primario pentecostalismo popular, al de las barriadas, compuesto por gente sensible, siempre dispuesta a correr en ayuda del prójimo, sin anhelar lugares de predominio. Aquel que bien describe Marechal al hacer la semblanza del pastor pentecostal Pedro Suligoy, su pastor:

“…imponiendo sus manos nudosas de obrero a un endemoniado, a un paralítico, o a un vulgar afligido… manos, callosas de faenas y teñidas aún de materiales terrestres, eran, empero, manos de bendecir y de curar; y eso lo veía cualquiera, si necesitaba una cura o una bendición…”.

Sencilla y profunda identidad a la que desde El poema de Robot, Leopoldo nos convoca:

“A los que aún entregan a la emoción del viento

una risa Pentecostal en la salud del Cristo vivo;

a todos esos 'raros' que aún perfuman el cosmos…”

 Hoy, cuando los medios de comunicación y las redes sociales cauterizan las conciencias, debemos tener la incorrección política de María Magdalena y correr junto a ella hacia la tumba del perseguido más perseguido de todos los tiempos, quien mudó su domicilio a las veredas de las oprimidas y oprimidos de este mundo. Junto a ellas y ellos asombrarnos, pues es en el umbral de la tumba vacía donde nace el milagro del amor que trae alivio.

Llegó la hora de los “raros y raras”, militantes de la vida y la equidad, amantes eternos, compañeras y compañeros de luchas y reivindicaciones en cada lugar donde impere la injusticia o se presente una necesidad y, así, inundar nuestras veredas con la fragancia de la solidaridad y el amor, aunque esto suene utópico, pues la bendición es para todos.

En un mundo binario, vivir en diversidad es una aventura.

Así somos las y los pentecostales, plurales, en una extensa complejidad sin fin.

Ser demanda una permanente conversión.

 

 

* Alvarado López, G. (2006) El poder desde el Espíritu. La visión política del Pentecostalismo en el México contemporáneo. Publicaciones Científicas para el Estudio de las Religiones. Buenos Aires: Libros de la Araucaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pastor Pedro Suligoy

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