Astormundo

La música que escuché mientras escribía

 

La selección de hoy es fruto de una deriva algo distraída por los tesoros que se encuentran en YouTube. Después del show de Susana Rinaldi del que te hablé la semana pasada me quedé con ganas de más tango, específicamente de bandoneón y más en particular, de Pantaleón. La Tana lo menciona con admiración y afecto en su espectáculo que incluye un par de temas suyos, de los menos conocidos, pero bellísimos, alguno con letra de Eladia Blázquez sobre Buenos Aires.

En el primer mes de navegación de El Cohete, incluí un fragmento del concierto de Piazzolla en el Central Park, el 6 de septiembre de 1987, que voy a repetir, porque como dice Mirtha Legrand para explicar por qué siempre pregunta las mismas pavadas (dicho con el mayor respeto y admiración por su persistencia), dice que el público cambia cada vez.

Mientras aquí el gobierno de Raúl Alfonsín descubría que la ley de obediencia debida no era suficiente porque aún quedaban bajo proceso centenares de oficiales que amenazaban con nuevas sublevaciones como la de Semana Santa de ese año, Pantaleón volvía a la ciudad de su infancia. Se lo escucha eufórico. Su new tango por el que fue tan combatido en su país va en camino de convertirse en una música universal, identitaria como el jazz.

En 1924, cuando Astor tenía tres años, Gershwin estrenó en Nueva York su Rhapsody in Blue. Esa fue la banda sonora para las correrías del hijo del peluquero italiano por el Greenwich Village. Tres años después Nonino le compró el primer bandoneón. Esto ayuda a entender su música, tanto como la intensidad que ambas ciudades sólo comparten con Berlín.

En 1934, siendo un gurrumín de 13 años, hizo de canillita en una escena de El día que me quieras y Gardel se lo quiso llevar de gira. En una carta imaginaria que le escribió en 1978, le dijo: “Charlie, me salvé porque los viejos no me dejaron ir. Si no, en vez del bandoneón estaría tocando el arpa”.

 

El niño Ástor junto a Carlos Gardel en una escena de "El día que me quieras", película de la Paramount de 1935.

 

 

En el Concierto en Central Park presentó la segunda versión de su quinteto, con Pablo Ziegler en el piano, Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, Fernando Suárez Paz en violín y Héctor Console en bajo. en esta breve selección  tocan Muerte del Angel y después Astor habla con el público.

En un gran momento de buen humor comunicativo, empieza explicando en castellano de qué se trata y luego traduce al inglés, hasta que alguien desde el público le grita algo en italiano. Lo que sigue son unos minutos deliciosos en los que cuenta en los tres idiomas la historia del tango y de su instrumento que, explica, no es un acordeón sino un bandoneón, que nació a mediados del siglo XIX en Alemania para interpretar música religiosa en las iglesias, pero que de allí pasó a los burdeles de Buenos Aires. La gente se ríe y él responde que no está bromeando, que el tango nació impuro como el jazz en Nueva Orleans.

 

 

 

 

De allí llegué a este fragmento poco conocido de 1989 en que Pantaleón comparte el escenario en Amsterdam con Osvaldo Pugliese. Piazzolla, camisa negra y botones desabrochados, con su sexteto, esta vez con Gerardo Gandini al piano, y Don Osvaldo de formal smoking, con su orquesta típica. Hacen sólo dos temas juntos, pero es suficiente, son aquellos que los singularizan: La Yumba de Pugliese, y Adios Nonino, de Pantaleón. El final es muy gracioso, porque Pugliese se dirige al público y sospechosamente todos celebran sus palabras. Curiosos holandeses que captan todos los matices del idioma de los argentinos.

 

 

Y después me fui al diablo. Empece a encontrar todo tipo de versiones de temas de Piazzolla: Fuga y Misterio, por un conjunto de 12 cellos de la Filarmónica de Hamburgo:

 

Oblivion, por la guitarrista ucraniana Nadja Kossinskaja:
Libertango, por el cuarteto de guitarras de la bielorusa Tatyana Ryzhkova: 

 

Adios Nonino, por el quinteto londinense Fugata:

 

 

Y de nuevo Libertango, por la trompetista inglesa Alison Balsom y por la Orquesta de Cámara de Minsk, en Bielorusia, con el acordeonista italiano Mario Stefano Pietrodarchi. Es un espectáculo aparte como gesticula, mientras el director bailotea en el escenario:

 

 

 

 

El mismo Pietrodarchi interpreta en bandoneón la Milonga del Ángel,  con la Orquesta Nacional de Armenia:

 

 

De toda esta serie que muestra el alcance global que logró Piazzolla con su música hermosa, las que más me gustan son las dos versiones del Romance del Diablo que dejé para el final. La primera, grabada en vivo en una iglesia de Holanda hace siete años, por un conjunto internacional. El único argentino es el bandoneonista Marcelo Nisinman. La pianista es ucraniana (Natacha Kudritskaya); el guitarrista, inglés (Daniel Rowland);  el guitarrista, italiano (Alberto Mesirca); y el bajo, esloveno (Zoran Markovic). Es una interpretación sutil e introspectiva.

 

 

 

La otra, también de calidad, la grabó en 2014 el Omega Ensemble, de Australia, que también parece un seleccionado del resto del mundo: el acordeonista escocés James Crabb; las violinistas Huy-Nguyen Bui (vietnamita) y  Airena Nakamura (japonesa);  el violista alemán Tobías Breider; el cellista holandés Teije Hylkema; el bajo inglés Alex Henery y el pianista  australiano Ben Martin, el único australiano del grupo.

 

 

Y como remate, el auténtico Astor Pantaleón Piazzolla, en su album de 1989 La Camorra, con los mismos músicos del Central Park.

 

 

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