Balabanov, la agonía de la URSS

Cargo 200, una síntesis aterradora y categórica del colapso soviético

 

Corría 1984, la Unión Soviética atravesaba su sexto año de guerra en Afganistán y asumía como líder político Konstantin Chernenko, uno de esos dirigentes veteranos y enfermizos que poco duraron en su cargo hasta la llegada de Mikhail Gorbachov en 1988. Todavía no se dimensionaba el desastre en el que se había metido una de las dos grandes potencias militares del mundo yendo a buscar roña contra los muyahidines afganos y sus amigos. Luego el asunto escaló tanto que se empezó a hablar de “el Vietnam de los soviéticos”, una comparación que parecía exagerada y que terminó siendo más bien insuficiente, porque este conflicto fue uno de los aceleradores del derrumbe cuan avalancha de la Unión Soviética.

En esta guerra había un servicio que traía a casa los féretros con los soldados caídos en Afganistán. Como el estado soviético estaba ya muy desmadrado, acerca de estos cargamentos abundaban las historias truculentas que llegaron a oídos de un joven llamado Aleksei Balabanov, que recién se estaba iniciando en el cine y había servido en la división aérea de su país, en donde conoció a un piloto de esas misiones. También escuchó testimonios de vecinos, sobre todo en aquellas ciudades de provincia que se extienden en la gigantesca Rusia, muy lejos del control central. La cosa es que los cuerpos de los héroes de guerra llegaban de a montones y se habían convertido en toda una molestia para las autoridades locales, que terminaron casi sin controlar lo que pasaba con ellos. Ya en 2006 Balabanov era un director de cine consolidado cuando decidió juntar aquellas historias para lograr una de sus mejores obras, la síntesis más aterradora y categórica del colapso soviético. Cargo 200 (Gruz 200) era el nombre de estos cargamentos mortuorios y será el título de la película que estoy osando recomendarles, con todas las advertencias que corresponden al caso porque la película es bravísima, realmente.

Aleksei Balabanov con el afiche de Cargo 200.

 

La historia se sitúa en alguna localidad ficticia de la ex URSS, uno de esos típicos asentamientos urbanos propios de la era soviética que crecieron o tal vez fueron montados alrededor de alguna mina o fábrica, ya visiblemente vetustos. Lo que tenemos aquí son personajes particulares y colectivos que a través de sus conductas nos anuncian sin saberlo la inminente desintegración del proyecto soviético: hay un profesor de Ateísmo Científico que empieza a dudar de la solidez de sus convicciones, un comisario militar que hace un gran esfuerzo por eludir su trabajo, un ex convicto que para la olla fabricando vodka clandestino, un inmigrante vietnamita en estado de semi-esclavitud, un secretario local del Partido Comunista que por supuesto vive mejor que todos los demás y un joven que lleva la camiseta de la selección de fútbol soviética (la CCCP que hoy es objeto kitsch) y que ya sabe muy bien que la prosperidad está en los chanchullos. También están los obreros que viven pésimamente en húmedos edificios en bloque corroídos por la polución, alternando las jornadas laborales con litros de vodka clandestino servido en frascos de vidrio. Y por último están los jóvenes soviéticos a los que lo único que les interesa es divertirse y parecerse lo más posible a la juventud occidental.

 

Año 1984, la juventud soviética quiere fiesta.

 

Presentado el panorama, nadie puede esperar que la historia principal que emerja de este fangal sea agradable: una noche de sábado, mientras los jóvenes están de fiesta en busca de alcohol, un comisario pueblerino encuentra perdida a la joven hija del secretario del Partido Comunista, la viola y al día siguiente se la lleva a su casa, la deja atada a una cama y le dice a su madre que es su nueva esposa. La búsqueda de la muchacha secuestrada, sumada a la llegada del famoso Cargo 200, va a desencadenar una serie de situaciones aterradoras en una progresión de magnitudes absurdas. Así de sencillo y eficaz es el argumento. No les voy a mentir, esto no es para cualquiera, pero a quien logre sobrepasar el espanto le aseguro que se encontrará con una obra mayúscula, y hasta podrá rescatar algún punto de fuga hacia el humor, el más trágico, el más desesperante, el humor de los que ya vieron todo lo que un humano puede soportar.

 

La hija de un alto dirigente comunista es secuestrada por un comisario policial. Empieza la tremenda Cargo 200.

 

Antes de hacer esta película Balabanov había alcanzado su punto más alto de popularidad con el díptico Brat (1997-2000), sobre un joven militar que toma con total desenvoltura el camino del crimen organizado, y atención que este no es un recurso argumental de ocasión sino una observación de la transición hacia el capitalismo que atravesará Rusia durante toda una década, en donde los ex funcionarios se convertirán en magnates con la misma naturalidad que los hombres de armas se transformarán en mafiosos. Hecha en 2006, Cargo 200 aporta más elementos a este enfoque involucrando a todas las instituciones rusas, incluido el vodka.

 

Vodka y más vodka en Cargo 200.

 

Pese al prestigio adquirido, a Balabanov no le fue fácil filmar Cargo 200. Productores, actores y hasta el camarógrafo que lo había acompañado durante toda su carrera salieron despavoridos al leer el guión. También fue complicado el estreno porque exhibidores y distribuidores directamente le bajaron el pulgar y operaron para que no tenga acceso a algunos de los festivales más encumbrados. De todos modos, en Buenos Aires tuvimos la oportunidad de verla durante un BAFICI, creo que en 2008. Recuerdo muy bien esa función a sala llena porque entre el enmudecido de estupor se podía oír a dos personas que se cagaban de risa y celebraban cada brutalidad de los dirigidos por Balabanov. A la salida del cine hablé con uno de ellos: era ruso. Para él habíamos visto una comedia. Me dijo que la ciudad era muy parecida a la de su infancia y que todos los personajes se parecían a algún amigo o vecino suyo. Luego nos hicimos grandes amigos, compartimos el vodka y le dije que me gustaría conocer alguna vez aquella Rusia profunda de donde él había llegado. Me miró atónito y me dijo: “¿Para qué?”.

Balabanov murió a los 54 años dejando una decena de largometrajes, todos al menos muy buenos y algunos verdaderamente magníficos. Hay en sus películas un modo inteligente y valiente de enlazar aquella Unión Soviética y esta Rusia de hoy. Su descarado modo de destilar la violencia es apenas la primera capa de un cine mucho más sofisticado. Además es evidente que era un hombre con un gran bagaje cultural (entre sus películas hay adaptaciones de Kafka y Bulgakov, nada menos) y de un profundo conocimiento de los claroscuros del país en el que nació, se crió y realizó toda su obra. En todas sus películas hay al menos dos o tres momentos grandiosos, de alto vuelo cinematográfico. En Cargo 200, por ejemplo (y cuidado que adelanto un detalle del argumento), hay una escena en que la joven secuestrada aparece desnuda y maniatada rodeada por los cuerpos sin vida de un obrero, un militar y un policía con las moscas zumbando a su alrededor, mientras por la ventana un tren de carga atraviesa la polución. Toda una composición pictórica, la más perfecta representación de la agonía soviética.

 

Toda una composición pictórica para rubricar la defunción de la Unión Soviética. Las moscas no se ven, pero se escuchan.

 

A medida que a Balabanov se lo fue conociendo fuera de Rusia empezaron las comparaciones con otros directores, especialmente con Quentin Tarantino. Sin dudas algo de acertado hay, si es que nos atenemos tan solo al delgado sendero entre violento y cómico que ambos transitan con maestría. Pero por lo general estas comparaciones terminan siendo demasiado obvias y simplistas, y en el caso de Balabanov muy lejos están de describir su estilo prácticamente inhallable en otros colegas suyos dentro y fuera de Rusia.

Si es que son necesarias las comparaciones, sólo diré que a diferencia de Tarantino, la violencia en las películas de Balabanov toma el lugar de una fuerza que prevalece en todos los niveles de una sociedad, son lo único que sobrevivirá del trance entre el comunismo y el capitalismo, y hasta me animo a decir que serán el combustible para esa traumática transición. Los violentos de Balabanov no tienen el glamour de los personajes de Tarantino, no se mandan esas largas parrafadas antes de disparar porque para ellos la violencia es una herramienta resolutiva exenta de emociones o de canchereadas, no amerita ni introducciones ni arreglos ornamentales. Lo mejor que le puede pasar a un personaje de Tarantino es no cruzárselos por la calle: esos tipos muerden sin ladrar.

 

Título original: CARGO 200 / Rusia, 2006 / Duración 90 minutos / Color / Guión y dirección: Aleksei Balabanov / Fotografía: Aleksandr Simonov / Reparto: Agniya Kuznetsova, Aleksei Poluyan, Aleksey Serebryakov, Leonid Gromov.

 

 

 

 

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