Bitcoins (primera parte)

Para entender qué es este asunto de las criptomonedas y cómo nos afectará

 

Lo que sigue es una serie de artículos que intentan describir qué es bitcoin. No sé qué le sucedió a usted, pero yo vengo escuchando hablar del ‘mundo bitcoin’ desde hace un tiempo, pero toda la información que me llegaba me resultaba entre confusa e incomprensible. Por supuesto, mi culpa. Es que con el afán de no invertir ningún esfuerzo en tratar de entender, o de tratar de entender sin hacer el menor esfuerzo, mi frustración se fue incrementando. Más aún: sospecho que este tema terminará (si no lo es ‘ya’) siendo sumamente importante en nuestras vidas futuras y aunque sea nada más que por esa razón, ya me produce curiosidad y ganas de estar informado.

Pero hay otra cosa que es lo que suele empujarme interiormente: estar enfrente de algún tema (que me interese, claro está), pero que origina algún tipo de controversia, o dilema ético, o que requiere de algún tiempo de reflexión para decidir de qué lado estar. Dicho de otra forma, situaciones en donde…  ¡no sé lo que pienso! Cuando esto me sucede, cuando no sé qué posición tomar, me fastidia no educarme lo suficiente. En todo caso, quisiera poder invertir u ocupar una buena parte de mi vida (lo que me queda de ella ya que ‘ya no soy tan joven’) en ilustrarme en temas de los que no tengo opinión formada.

Pero en realidad, me sucede algo peor. Como no tengo la información adecuada, el mínimo indispensable, como no leí lo suficiente como para entender, para sacarme el problema de encima, me dejo llevar por la impresión del momento o porque escuché o leí algo que me interesó, o porque me siento cómodo acompañando lo que dijo alguna persona que valoro y por lo tanto, al escucharla (o leerla) me creo que ya entendí. Y como usted advierte, esta manera de proceder no parece una buena fórmula para defender una postura.

Este que sigue es solo un ejemplo de los miles que me interesan. Lo que usted encontrará en esta serie de artículos es un poco de información. Le pido que no espere que después de leer todos los textos que siguen tendrá una idea concreta de qué son los bitcoins, cómo se usan, quién los diseñó, a quién le conviene que esta tecnología se distribuya pero también a quién no le convendría que esto prospere. No, no aspiro a que eso suceda. Pero lo que me propongo es comunicar lo que me fue pasando a mí, compartir con usted qué me fue pasando a medida que iba avanzando en los datos que fui incorporando y familiarizándome con la terminología más básica.

Después me capturó el interés que me fue despertando interiormente, hasta terminar fascinado con las ‘ideas’ que contiene. Más allá del éxito futuro que puedan tener los bitcoins, hay algo extra que es mucho más importante y que es la tecnología de las blockchains, y esa sí que me parece que llegó para quedarse. Préstele particular atención.

Por último, no se preocupe si todos estos nombres (bitcoins, blockchains, etc) le resultan foráneos. Sería muy extraño que todo le resultara natural en una primera lectura. Mi objetivo es que —si lee los textos— se sienta un poco mejor preparada/o para entender de qué se trata. Tendrá una idea de qué hablan los que quieren usar la tecnología de las blockchains y en todo caso, los bitcoins serán simplemente un ejemplo más.

De lo que estoy convencido es que podría usar lo que lea como un disparador y que tenga una idea más cercana sobre qué y dónde buscar más y mejor información de la que pueda encontrar acá.

Espero que disfrute al leer los textos tanto como yo al escribirlos. Eso sí: me llevó muchísimo tiempo acceder aún a esta educación primitiva y elemental. Si pudiera proponerle algo, le diría que usted también se permita avanzar y retroceder, detenerse para pensar e incluso en algunos momentos, quizás le pase como a mí: cuando creí que había entendido, en el camino apareció ‘algo diferente’, que me hizo sospechar que lo que yo creía que era cierto en realidad no era tal. Pero… ¿por qué no intentarlo? Verá que al final habrá valido la pena. Acá voy.

 

Bitcoins, primera parte

 

No sé si usted tuvo la oportunidad de volar en avión alguna vez. En cualquier caso, desde hace ya bastante tiempo que uno consigue sus pasajes sin tener ninguna copia física, ningún cupón, nada… Uno llega al aeropuerto y cuenta con que solo presentando el documento, la compañía aérea encontrará en su base de datos todo lo que necesita: código de reserva, número de vuelo, tipo de clase en la que viajará, asiento, tiempo de espera en cada aeropuerto, combinaciones con otros vuelos… Estos son los datos más obvios.

Pero también, si la persona que trabaja para la aerolínea detrás del mostrador tuviera algún interés, podría explorar su historia particular, en qué compañías ha volado, cuántas millas recorrió, cuántos tramos pagó y cuántas veces usó los puntos que fue acumulando, cuáles son sus destinos favoritos, cuántas veces viajó acompañada/o, cuánto tiempo por adelantado hizo su reserva… y la lista podría seguir. Me detengo acá solo porque quiero arrancar para otro lado.

Volviendo al punto original, alcanza con que usted muestre el documento para conseguir que le impriman la tarjeta de embarque. Más aún: seguramente no se le escapa que ahora es posible tener acceso al asiento que tiene asignado en el avión usando solamente su teléfono celular. Para ponerlo en otros términos: ya no hay más necesidad de tener nada impreso, no hacen falta átomos: ¡todo es digital!

Cuento esta historia porque recuerdo perfectamente que cuando las compañías aéreas empezaron a implementar este sistema, yo me sentía desprotegido y dudaba de su efectividad.

“¿Y si no encuentran mi pasaje? ¿Y si no me creen que yo lo compré? ¿Cómo los convenzo yo si no tengo ningún registro tangible de la operación?”

Hoy parece una estupidez, pero la necesidad de tener ‘algo’ en mi poder que pudiera demostrar que yo tenía razón me ponía tenso antes de cada viaje. Mi imagino que su pregunta debe ser: ¿Por qué está relatando todo esto ahora?

Téngame un poco de paciencia y verá.

Extrapolemos el ejemplo de los pasajes de avión (o un ejemplo equivalente que a usted se le ocurra) y hagamos un ‘salto al vacío’. La idea sería ahora hacer desaparecer el dinero en efectivo tal como lo conocemos. Yo sé que es posible que usted esté pensando en las tarjetas de crédito o de débito [1], o alguna variante del estilo, pero no. Yo digo reemplazar todas las monedas del mundo (pesos argentinos, dólares, rublos, yens, euros, patacones.. lo que sea) por una moneda única… ¡y virtual! Por ahora la voy a llamar Bitcoin [2].

Es fácil sospechar el tipo de problemas que esto generaría. De hecho, lograr que todo el mundo se ponga de acuerdo en algo, sin importar ‘qué’, ya parece un despropósito. Sin embargo, y aunque me exponga a que me acuse de optimista, piense que en todo el mundo se usan semáforos, y no importa en qué lugar del mundo usted se encuentre, si hay luz ‘verde’, usted entiende que tiene derecho a pasar, y si hay luz roja, usted está obligada/o a parar. Parece una trivialidad, pero lo logramos. Hay otros acuerdos universales [3] pero de eso me voy a ocupar en otro momento. Lo que quiero hacer con este artículo, es exhibir lo que ya existe (monedas virtuales), ver cómo funcionan y cuáles son las dificultades/problemas que surgen para que terminen reemplazando a todas las monedas del mundo.

Por supuesto que hay problemas técnicos y a ellos me quiero referir, pero también hay problemas impositivos, de identidad, gubernamentales, pero al mismo tiempo, más allá de hacer un recorrido por las dificultades que se presentan, también quisiera mostrar por qué habrá (y hay) una fuerte resistencia de todo el sistema financiero internacional. De hecho, si la población mundial pudiera ponerse de acuerdo en implementar una moneda ‘virtual’ única, los bancos, dejarían de tener el control que tienen, las entidades financieras tendrían que ser ‘redefinidas’, la ‘intermediación’ desaparecería y en esencia, las personas (usted, yo) lograríamos recuperar el poder de decidir qué hacer con nuestras posesiones.

En algún momento, el dinero reemplazó al trueque y fue sin ninguna duda un paso hacia adelante. Pero también hay un registro de confianza en cada transacción, por menor que sea. De hecho, aunque uno no lo advierta, en el momento en el que uno compra una botella de leche y paga con un billete de cualquier denominación, hay un instante de confianza entre usted y el cajero que le cobra. Casi siempre, o bien usted entrega el dinero primero y espera que la persona que está del otro lado le entregue la leche, o al revés. ¡No se produce un intercambio simultáneo en donde con una mano usted entrega el dinero y la otra persona le entrega la leche usando la otra mano! Hay una ‘mini-fracción de tiempo’ en donde hay un acuerdo basado en la ‘confianza’. Pero, para variar… me desvié.

Quiero volver a la moneda virtual.

Lo que sigue ahora es una idea (aproximada) de cómo funciona hoy esto de los Bitcoins.

Hace mucho tiempo que escucho hablar de ellos. Quizás esto mismo le pase a usted también. De hecho, yo conozco mucha gente que está a la búsqueda de descubrir nuevos (bitcoins). Acá tengo que hacer la primera pausa porque la primera pregunta que se me ocurrió cuando escuché que hay personas que están buscando descubrir bitcoins fue: ¿qué quiere decir que están tratando de descubrirlos? ¿Dónde están escondidos?

Por otro lado, si usted sigue leyendo verá que se los conoce con el nombre de ‘mineros’, y aunque en este momento le resulte todo muy extraño, como le pedí más arriba, téngame un poco de paciencia y comprenderá por qué se los llama así.

Pero también conozco mucha gente que ha invertido en bitcoins, apostando a ese tipo de moneda como una manera de proteger su capital, y lo hizo como si hubiera comprado alguna acción en la Bolsa. Y no hace falta que lo escriba, pero igual lo hago: hay muchísima gente que deplora su existencia y les augura un futuro ‘negro’.

Como usted advierte entonces, ‘hay de todo’, pero si pudiera empezar con una observación, permítame decir:

“Las criptomonedas, de las cuales los bitcoins son nada más que una de ellas —quizás la más conocida— llegaron para quedarse. ¡No hay vuelta atrás!”.

Pero el mayor problema es que somos muchos los que escuchamos hablar de los bitcoins desde hace bastante tiempo, y sin embargo, no entendemos específicamente qué son, cómo funcionan, cómo se generan, quién está detrás de ellos, cómo se opera con ellos, cómo se consiguen.

No se entiende tampoco si es conveniente que los usemos o no, si les conviene a los bancos que los usemos, o en cambio, ¡si NO les conviene! Y por otro lado, no se me escapa que todo esto tendrá (y tiene) un lugar muy destacado en las finanzas internacionales. Entonces, aunque suene un poco maniqueo y ‘antiguo’, ¿a quién le conviene que tengan éxito? ¿A la derecha o a la izquierda?

¿Y por qué hay tanto misterio sobre ellos? ¿Por qué no hay un poco más de claridad?

Por las dudas, me apuro en enfatizar que dentro del grupo de gente que no sabía (o no sabe) cómo contestar todas estas preguntas, estoy yo. ¡Sin ninguna duda!

Es por eso que hace un par de semanas decidí que quería dedicarle el tiempo necesario para tratar de entender, pero con un agregado: no solo quiero entender, sino que quiero ver si puedo comunicar lo que son, ahorrándole a usted el trabajo de tener que estudiar y/o tener que volverse un experto en bitcoins para poder hablar de ellas.

No sé si lo voy a lograr, pero le escribí a Horacio (Verbitsky) y a Marcelo (Figueras) responsables de El Cohete a la Luna, y les dije lo que estaba haciendo. Mi idea es escribir este texto para algún futuro libro, pero en el camino, ¿por qué no hacerlo acá y ahora, aunque necesite una serie de artículos para hacerlo? Está claro (al menos para mí) que no lo voy a poder hacer en una sola entrega. Veremos qué sale. Ahora sí, acá voy.

 

 

Supongamos que a partir de un determinado momento (fijemos el 1 de enero del año 2025, por elegir una fecha cualquiera) el mundo entero se pone de acuerdo en que desde ese día ya no existirán ni se aceptarán más monedas, más dinero en efectivo. Como escribí más arriba: no más dólares, ni pesos, ni coronas suecas, ni libras esterlinas, ni yens, ni euros… nada. Desde ese día habrá una única moneda, se llamara Bitcoin [4] y será ‘virtual’.

Creo que usted y yo estaremos de acuerdo en que si desaparece el peso argentino (otra vez, por poner un ejemplo), nadie en el mundo se va a sentir muy consternado. En nuestro país eso ya lo intentaron varios gobiernos con variada suerte. La dolarización de la economía no logró implementar que usáramos los dólares como moneda de cambio reconocida legalmente, pero estuvimos cerca. Creo que más que nada porque Estados Unidos se negó a que imprimiéramos dólares en la Argentina. (Por las dudas: es una broma.) Pero cuando hablo de que desaparecerán todas las monedas, esto significa que también va a tener que desaparecer el dólar. ¿Se imagina lo que pasaría en nuestro país, si desapareciera el dólar? Me imagino la gente llorando en las calles. Pero, bueno, la idea sería convertir todo el dinero en efectivo en cualquier moneda que haya en el mundo… a bitcoins.

Para hacerlo nos tendremos que poner de acuerdo en varios puntos y voy a presentarlos en término de preguntas y respuestas.

1) ¿Cómo se mide el capital que tiene una persona? Si una persona está en la Argentina y tiene su capital en pesos y otra está en Gran Bretaña y tiene su capital en libras o en Italia y tiene su capital en euros, ¿cómo hacemos para adjudicarle a cada uno la cantidad de bitcoins que les corresponden? ¿Quién estaría habilitado en tomar las decisiones que habiliten las conversiones? O puesto de otra manera, ¿quién ‘establece’ el ‘valor’ del Bitcoin?

Esta es una pregunta natural. No me refiero —por ahora— a bienes inmuebles o posesiones materiales de cualquier tipo, aunque la respuesta debería ser similar. Me refiero únicamente al dinero que usted posee o bien en su bolsillo o en un banco. Si una persona tiene mil pesos argentinos o mil euros o mil libras esterlinas, ¿cómo convierte su dinero a bitcoins? [5]

Para decidir cómo convertir el dinero en efectivo que usted tenga en cualquier moneda, piense que por ahora los bitcoins cotizan en bolsa. ¿Qué quiero decir con esto? Yo no soy un experto ni mucho menos, pero la idea es que usted puede ir a un banco (o hacerlo por internet), fijarse cuántos pesos argentinos (o dólares o yens) usted tiene que pagar para ‘comprar bitcoins’, hace la conversión e inmediatamente tiene su dinero transformado en bitcoins. O sea, esa parte debería ser fácil. De hecho uno podría intentar resolver este último problema haciendo que el Bitcoin cotice en la Bolsa (algo que ya existe) o en todas las bolsas de comercio del mundo. De la misma forma que una persona puede comprar acciones de una compañía cualquiera, digamos Apple o Facebook, lo mismo podría suceder con el Bitcoin. Más allá de los inconvenientes técnicos, no parece ser un problema muy grave. Por supuesto, y antes que me lo señale usted, me lo señalo yo mismo: esto que estoy escribiendo, más allá de ser hipotético, contiene una píldora de veneno de entrada, y es que la mayoría de los habitantes del mundo no tienen dinero en efectivo guardado en ninguna parte, y tampoco me imagino a esas ‘grandes mayorías’, yendo a ninguna casa de cambio a llevar el dinero que tengan (mucho o poco) para que sea convertido a una moneda ‘virtual’. Por ahora, le pido que avancemos por otro lugar, porque si arranco con ese rumbo, el artículo en sí mismo carecerá de sentido. Hagamos de cuenta que estamos todos en las mismas condiciones y que vivimos en Disneylandia.

De todas formas, suponiendo que nos pusiéramos de acuerdo (TODO EL MUNDO, reitero) en convertir nuestro capital a bitcoins, ¿cómo seguiría todo? Es decir, en alguna parte tendría que haber un registro de las operaciones que se realizan y ese registro, tendría que ser accesible para todo el mundo y válido en todo el mundo, de manera tal que si una señorita uruguaya llega a Noruega y quiere pagar su noche de hotel, tiene que haber alguna manera de que quien llega de Sudamérica pueda convencer al empleado del hotel de que los bitcoins que ella dice que tiene se los van a reconocer. ¿Cómo hacer?

2) ¿Dónde queda registrada la operación?

Esta ya es una pregunta que requiere una respuesta un poco más complicada.

Uno puede comenzar a llevar una suerte de LIBRO MAYOR, como en una empresa, en donde quedan registradas TODAS las operaciones que se realizaron desde el primer día que abrió sus puertas. Pero de ese LIBRO MAYOR no puede haber una sola copia como es habitual en una compañía, sino que tendría que haber tantas copias como sean necesarias, que sean todas iguales, y que no haya manera DE FRAGUAR ninguna operación. Es decir, por un lado tiene que estar registrada la cantidad de bitcoins que tiene cada persona. Cada persona tendrá una suerte de billetera virtual en donde se llevará un registro de todo los bitcoins que posee en ese momento, y a partir de allí, todas las fluctuaciones que se produzcan, ya sea para incrementar o disminuir la cantidad. Pero no solo eso: como usted verá más adelante, una vez que una persona accede a tener una billetera virtual (o una ‘criptobilletera’), allí estará anotada para siempre el registro de lo que siempre tuvo, desde el día ‘cero’. Todas las operaciones que hizo desde ese momento, quedarán registradas por los tiempos de los tiempos. Esa información será inviolable, segura, inmodificable y además… ¡anónima! No habrá manera de ligar esa información con la persona (o entidad física) en la vida real. Aunque parezca un hecho trivial, supongo que a usted no se le escapa que esto es un tema central.

Sigo.

Un par de observaciones importantes, que tienen que ver con las protecciones para el dueño de los bitcoins por un lado y para el resto de la gente por el otro. Me explico.

Para el dueño, la billetera tiene que ser inviolable. Y totalmente invisible para el resto de la humanidad. Como escribí más arriba: la identidad y el volumen de bitcoins que contenga tiene que tener visibilidad y acceso disponible a una única persona: ¡el dueño! Y nadie más.

Por otro lado, falta una componente de seguridad para los que quedamos del otro lado, los que no tenemos acceso a esa billetera digital de esa persona. Como usted verá, el sistema que lleva el registro de los bitcoins (o ese Libro Mayor), garantiza que esa persona no pueda gastar dos veces (o más) ese mismo bitcoin. Una vez que lo usa para comprar o pagar algo, listo: desaparece de su billetera y pasó a la de alguna otra persona o entidad. ¡No hay manera que lo vuelva a usar una segunda vez.

Vuelvo al Libro Mayor. Ese libro tiene que tener múltiples copias, tantas como sean necesarias. Tienen que ser de fácil acceso y ese acceso tiene que ser —además— gratuito. Bastará con poseer el software necesario y que ese software lo pueda tener cualquiera (que lo quiera tener).

Pero, por otro lado, todas las copias tienen que tener la misma información, y cada operación que se produzca tiene que alterar TODAS LAS COPIAS DEL LIBRO simultáneamente.

Llegado a este punto, quiero detenerme un instante porque el grado de dificultad de las situaciones que planteé más arriba es bien distinto. Fíjese por qué. Hacer múltiples, miles de millones de copias (eventualmente una por cada una de las siete mil millones ‘y pico’ de personas que habitamos el planeta), no debería ser tan difícil. ¿Por qué? Piénselo así: cuando usted envía un correo electrónico (por poner un ejemplo), si se lo envía a una persona o a un millón no requiere de ningún esfuerzo ‘extra’ de parte suya. En todo caso, dependería de tener una forma de enviarlo a toda su lista de contactos (o una lista de contactos que alguien le provea), pero en sí mismo usted no tiene que procurarse ningún tipo de trabajo extra: aprieta el botón de ‘enviar’ y listo.

Mas aún: usted, sin importar qué servicio de correo electrónico usa, tiene una carpeta spam (o correos electrónicos no deseados). A esa carpeta convergen miles de mensajes enviados en forma masiva que uno decide filtrar y no leer. Pero, en alguna parte del mundo hay alguien (o algo… ¿un robot quizás?) que envía el mismo mensaje millones de veces. Es por eso que todas las compañías pagan por tener, no solo los datos personales suyos (y míos), sino las direcciones electrónicas de cada uno de nosotros. Esa es la información más valiosa que tiene algún interés para este tipo de compañías.

Pero, volviendo al tema original, la parte de ‘replicar’ las copias no parece ser una dificultad insalvable. Los puntos críticos están puestos en otro lugar. Acá van algunos:

  1. La instantaneidad o simultaneidad de la modificación ante cualquier operación que se produzca;
  2. La inviolabilidad (o seguridad) que tiene que tener. Nadie debería poder modificar lo que está escrito;
  3. Una pregunta interesante que no quiero postergar más sin abordar: ¿en qué idioma va a estar escrito el Libro Mayor? La respuesta en ese sentido es sencilla: cada página del Libro Mayor estará codificada (o encriptada) y lo que uno vería (si imprimiera una página cualquiera) serían ‘tiras’ de letras y números que en principio solo serían comprensibles para una computadora que debería tener el software adecuado y por lo tanto, un lenguaje universal. Piense que los números cumplen con esa propiedad. No importa cuál sea su idioma materno, los dígitos son todos iguales y se entienden en cualquier parte del mundo, tanto en Noruega como en Nigeria. Aún los chinos entienden que (1 + 1) = 2.
  4. Si uno quisiera codificar un texto, el software de la computadora lo va a hacer (y más abajo voy a intentar contar cómo se hace), pero no requiere de usted nada en particular. Eso sí: encriptar es una cosa. DESencriptar es otra. Puesto de otra forma: ir para un lado (encriptar) es muy fácil. “Volver para atrás”, o ‘desencriptar’, es virtualmente imposible. Para poder hacerlo, necesitará una ‘clave’ que poseen solamente las personas involucradas en la transacción.

Como usted advierte entonces, aparecen algunas dificultades técnicas. Yo voy a seguir describiendo cómo se resuelven esas dificultades sin necesidad de entrar en tecnicismos matemáticos, pero lo que tiene que quedar claro es que no es esperable que ninguna persona tenga ningún conocimiento específico de nada para poder hacer ninguna operación, de la misma forma es que usted quizás, y yo, seguro, sabemos conducir un auto, pero yo no tengo ni idea de por qué funciona. ESA es la aspiración: fácil acceso, fácil uso, CERO complicación y MAXIMA efectividad, SIN NECESIDAD DE QUE NINGUNA PERSONA SEA ESPECIALISTA ni en criptografía ni en criptomonedas, ni en bitcoins, ni en nada. Tiene que ser de tan fácil uso como lo es el dinero en efectivo que usamos todos los días.

En todo caso, la única condición será que para poder leer lo que dice en las páginas que a esta persona le interesen (a usted o a mí), uno deberá ser capaz de recordar una clave o contraseña, de la misma forma como usted recuerda la contraseña de su cuenta de correo electrónica o para acceder a su teléfono celular o el balance de su cuenta bancaria. Es decir, no hace falta nada diferente de lo que ya hacemos en la vida cotidiana.

Al llegar acá, quiero establecer una hoja de ruta y contar los pasos que hacen falta dar hasta llegar a los bitcoins. Pero de todas formas, me hace falta hacer una aclaración: mientras re-leía lo que escribí hasta acá, me quedé con la sensación que para poder usar los bitcoins (o cualquier otra criptmoneda), hace falta que DESAPAREZCA el dinero en efectivo. ¡Eso no es así! Si usted se quedó con esa impresión, es mi culpa. Lo escribí de esa forma porque creo (y esto es pura especulación mía) que ese es inexorablemente el futuro. El dinero en ‘efectivo’, tal como lo conocemos, resolvió un problema hace varios siglos en donde la tecnología que teníamos a disposición era muy diferente. Hoy el dinero en efectivo parece imprescindible cuando se trata de hacer operaciones ilegales, ya sea para ‘vender mercadería robada’ (¿quién lo va a hacer escribiendo un cheque o usando una tarjeta de crédito?) o para conseguir algunos medicamentos en forma ilícita (o no recetadas por un médico), pero todo el resto de las transacciones que usamos en nuestra vida cotidiana debería ser posible de hacer sin necesidad del uso del papel que represente cualquier moneda.

Y por otro lado, quiero hacer una diferencia que me parece importante: cuándo escribí “Libro Mayor”, que es el lugar en donde quedan registradas todas las operaciones, ¿a qué me estoy refiriendo? ¿Qué es un libro mayor? ¿Quién lo tiene? O mejor dicho, ¿quiénes los tienen? De eso me voy a ocupar en forma —casi— inmediata, pero ni bien nos pongamos de acuerdo en cuál es la respuesta a esta pregunta, recién entonces me dedicaré a los bitcoins propiamente dichos.

Por un lado necesito hablar sobre ‘el lugar’ en el que quedan registradas las operaciones, y por otro lado (bien distinto), necesito explicar qué son los ‘famosos’ bitcoins.

Ahora sí… empiezo con la historia.

 

BLOCKCHAIN

Si usted llegó hasta acá, permítame decirle que lo que sigue es la parte más interesante de todo el texto. Lo digo porque contiene algunas ideas ciertamente muy novedosas, y a medida que usted avance, logrará —como me fue pasando a mí— capturar la calidad de esas ideas (que ciertamente no son mías). Verá que estas mismas ideas no solo se pueden utilizar para las criptomonedas, sino también para múltiples otras actividades que requieren del mismo tipo de protección, privacidad, seguridad y confianza.

Por un momento seamos cómplices en ‘algo’: hagamos de cuenta que los bitcoins ya existen, que es cualquiera de las ‘monedas’ que usted y yo conocemos. Después verá cómo nos desprendemos de ellos y hablamos de los bitcoins propiamente dichos.

Me quiero poner de acuerdo con usted en algunos nombres, pero no permita que estos nombres la (o lo) confundan. No tienen importancia, solo es una manera de referirme a ellos. Hagamos de cuenta que vamos a abrir una empresa, una compañía. Esa compañía necesita que anotemos y dejemos REGISTRO de todas las operaciones que hagamos, desde el día uno. Supongamos también que la compañía tiene múltiples sucursales en diferentes partes del mundo. Si prefiere, digamos que tiene sucursales en todo el mundo. Eso sí: toda operación que hagamos desde el momento de la fundación, necesitamos que quede escrita en este libro, que llamé el Libro Mayor.

Lo notable y necesario también es que no solo queden registradas todas las operaciones, sino además el orden en que se hicieron. Yo quiero que guardemos todos los datos de lo que está sucediendo en todo el mundo, y hacerlo con la prolijidad y eficiencia, como para saber que si en Bangladesh hay una sucursal de la compañía que dice que allí se realizó una operación (por ahora no tiene importancia si es de compra o de venta), pero lo que importa es que se efectuó alguna operación, y necesitamos que quede registrada en este Libro Mayor.

A esta altura me voy a detener otra vez porque si bien yo lo he llamado Libro Mayor, el nombre con el que se usa EN TODO EL MUNDO es Blockchain. Este es el verdadero nombre [6]. En inglés, blockchain significa ‘cadena de bloques’.

Permítame que avance un instante con el nombre Blockchain. Cada página del libro es un bloque de la cadena, y justamente, como va a tener suprema importancia el orden en el que aparezcan las operaciones (y por lo tanto, las páginas o bloques), el ‘enlace’ o la forma en la que los bloques aparezcan encadenados también será muy importante. De la misma forma que importará el orden en el que se produjeron las operaciones y que quedarán registradas dentro de cada bloque, por otro lado hay que evitar que alguien pueda cambiar el orden en el que aparecen los bloques, algo así como que una vez que uno le puso un número al bloque, ya nunca más nadie podrá alterar ese número. En algún sentido es como que la Blockchain es un libro de páginas numeradas y tanto lo que está escrito en cada página y la numeración de cada una de ellas es invulnerable e inviolable.

Al mismo tiempo, es fácil concluir que si pretendemos que quede registrado lo que sucede en todo el mundo con este tipo de operaciones, esta cadena tendrá que tener muchísimos bloques, y como verá en poco tiempo (si sigue leyendo), la forma en la que ‘encadenemos’ los bloques será no solo inviolable (casi) sino que quien lo diseñó (o quienes lo diseñaron) fueron especialmente creativos: de allí viene el nombre de Blockchain.

Otro tema muy importante. Esta cadena de bloques (o Blockchain) tiene que estar actualizada en forma instantánea en todo el mundo y al mismo tiempo. Como usted habrá detectado desde hace tiempo, en el mundo virtual no hay original y copias: TODO es igual, originales y copias son indistinguibles, cosa que claramente es falsa en el mundo de los átomos.

Por ejemplo, en la época en la que había videocasettes, era muy fácil descubrir una copia, y por otro lado, cuantas más copias se hacían, se perdía claridad y calidad. De la misma forma, uno no puede hacer una copia de un peso o de un dólar. Es decir, si usted quiere, hágala, pero es muy fácil darse cuenta cuál es el original. En el mundo digital, esa diferencia ¡no existe! Todo es original o si usted prefiere, todo es copia. Lo que importa en todo caso es que todas las copias de la Blockchain que haya sean todas iguales. El libro es el mismo todo el tiempo. No es fácil (para nada) agregarle bloques a esta cadena (o páginas a este libro), pero una vez que un bloque ha sido agregado y ha sido universalmente aceptado, la Blockchain varió y TODAS LAS COPIAS que hay en el mundo cambiaron simultáneamente.

 

El orden

Quiero volver sobre mis pasos por un instante otra vez: es muy importante notar que el orden en el que esos bloques aparecen en el libro mayor es inviolable también. Quiero proponerle que piense conmigo sobre lo decisivo que es este factor, y por qué hago tanto hincapié en la CRONOLOGIA con la que aparecen escritas las operaciones.

Supongamos que en un momento determinado usted era poseedor de un cierto número de bitcoins. Eso está registrado en algún bloque (o en alguna página) del Libro Mayor. Si usted quiere comprar algo, es muy importante que se sepa que usted SIGUE TENIENDO ESA CANTIDAD DE BITCOINS como para poder efectuar la operación de compra que usted quiere hacer. Es decir, IMPORTA MUCHO saber (para TODO EL MUNDO) que cuando usted hizo la tal operación, usted tenía ese dinero.

En algún sentido ese orden conserva un par de propiedades importantes:

  1. Si usted quiere comprar dos productos diferentes, no puede usar dos (o más) veces el mismo dinero para hacerlo. Importa que quede registrado INSTANTÁNEAMENTE que ahora usted NO TIENE MÁS el dinero que tenía antes de la operación.
  2. Por otro lado, si una persona vendió un producto que a usted le interesa, ese producto ya no DEBERÍA estar disponible en el momento en el que usted lo quiera adquirir.

En ambos casos, en ambas situaciones, el orden tiene esencial importancia.

Algo más: le pediría que trate de seguirme con esta idea porque es la única que vale la pena de todo lo que está leyendo. Si no soy suficientemente claro, le pido que no se frustre (no haga lo que hice yo durante muchísimo tiempo): deténgase y vuelva a leer. (Si está interesado en algo más, la literatura sobre el tema es increíblemente vasta y en algunos casos, muy explícita.) Yo me voy a ocupar más adelante de agregar suficiente información y ‘fuentes’ para que usted pueda acceder a más datos y educarse mejor (si es que el tema le sigue interesando), pero ahora vuelvo a los bloques y a la forma de encadenarlos, a lo que se llama la tecnología de la Blockchain.

 

 

(Continuará)

 

(1) Las tarjetas de crédito o débito sustituyen momentáneamente que usted tenga que llevar dinero en efectivo en el bolsillo. Es una manera de mostrarle al ‘vendedor’ que usted tiene ese dinero en alguna parte, o bien en el banco o bien que el banco le garantiza a ese ‘vendedor’ que la institución se hace responsable del dinero que usted debería pagarle en ese momento. Digo todo esto porque las tarjetas de crédito no reemplazan al dinero en efectivo, solo posponen que usted tenga que mostrar que lo tiene y sería equivalente a pagar con un cheque.
(2) Yo sé que hay otras. No las voy a listar a todas ni tampoco tengo ningún interés económico en promover una sobre otra. Mi interés es solamente comunicar lo que significa una ‘moneda virtual’, cualquiera que sea.
(3) Los billetes electrónicos o pasajes que emiten las compañías aéreas es otro ejemplo. Hay una red en la que convergen todas y cada una de ellas puede ‘ver’ lo que ha emitido una competidora. Esa base de datos común, a la que todas tienen acceso, las obliga a ‘honrar’ los compromisos que aceptó cada una de las integrantes.

 

(4) Si usted está familiarizado con los bitcoins tal como existen hoy, apelo a su generosidad. Quiero ver si soy capaz de superar el desafío de tratar de comunicar y/o popularizar la idea de lo que significa una moneda ‘virtual’. Ciertamente, en el camino voy a tener que hacer múltiples simplificaciones, pero si lo logro sin violar lo que conceptualmente significa, creo que habremos dado un paso adelante en entender ‘algo’ que inexorablemente va a pasar.
(5) Antes que me lo pregunte, yo me doy cuenta que habrá que decidir dónde están o quedarán registrados los bitcoins que tiene cada persona, pero eso lo voy a contestar más adelante. Vayamos por partes.
(6) Cuando pregunté a los expertos cómo se dice en castellano, todos me dijeron que tenía que usar Blockchain, porque si no, nadie entendería de qué estaba hablando. Es por eso que terminé transando: se llamará Blockchain a lo largo de todo este artículo.

 

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