Bonafini, las otras búsquedas

Historias olvidadas y otras tergiversadas que merecen ser expuestas

 

Además de secuestrar a los dos hijos de Hebe Pastor de Bonafini, la dictadura también le llevó a su nuera, cuya familia, a su vez, sufrió otras caídas. Uno de sus descendientes busca a una criatura que tenía cinco meses de gestación de la que nada se sabe. Esta es la historia de aquella retahíla.

Jorge Omar Bonafini, de 26 años, fue secuestrado en La Plata el 8 de febrero de 1977. Su esposa caería quince meses después, pero antes sería el turno de su cuñada.

Marta Elsa Bugnone Cepeda, de 28 años, junto a su esposo Jorge Ayastuy Villamil, de 27, venían de haber participado en Rosario de la Iglesia Tercermundista junto al sacerdote Edgardo Montaldo, quien los casó en 1974, antes de incorporarse al Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), donde los apodaban Cristiano y Cristiana. Luego de una bomba de la Triple A, hacia finales de 1975, partieron hacia Buenos Aires, donde fueron secuestrados.

El 6 de diciembre de 1977, el fatídico “Operativo Escoba” capturó a un centenar de miembros del PCML. Ese día cayeron el menor de los Bonafini, Raúl, y el matrimonio de los “Cristianos”, secuestrado de un departamento de la calle Gainza al mil, en el barrio porteño de Caballito. Tenían un bebé nacido en marzo que, con un principio de tuberculosis, fue dejado a unos vecinos hasta que los represores se lo llevaron aunque, debido a su salud, lo abandonaron. Un día antes de Nochebuena, “mis abuelos maternos me recuperaron de la Casa del Menor y la Familia que dependía del Ministerio del Interior”, describirá Matías en 2014.

 

 

Matías, con imágenes de sus padres. Foto: Sebastián Granata.

 

 

En tanto, su padre y su madre, con un embarazo de más de cinco meses, fueron retenidos en el centro clandestino El Atlético. Hacia enero de 1978, los pasaron a El Banco, sobre la autopista Ricchieri, donde otros cautivos recuerdan su afición al canto, según Carlos del Frade reconstruyó en su libro Marta y Jorge, un amor revolucionario. El fruto del embarazo, que pudo haber nacido entre marzo-abril de 1978, aún es motivo de búsqueda.

Días después, el 25 de mayo de 1978, fue secuestrada la hermana de ella, María Elena ‘Negrita’ Bugnone Cepeda, de 24 años, en una pensión de Morón. La docente y estudiante de psicología, también militante en el PCML, era la esposa del mayor de los Bonafini.

 

 

La esposa de Omar Bonafini y el matrimonio de su cuñada. Desaparecidos.

 

 

Una testigo

El menor de los Bonafini cayó el mismo día que el centenar de militantes del PCML, entre quienes estaba María Cristina Gioglio, quien declaró ante la CoNaDeP; frente al juez Baltasar Garzón, en España, y durante la audiencia del 15 de noviembre de 2000 en la Cámara Federal platense integrada por los jueces Leopoldo Schiffrin, Alberto Duran y Julio Revoredo. Allí se sustanciaba el proceso a partir de la causa 1828 que investiga el periodo de secuestro de su esposo Alberto Osvaldo Derman, a quienes le quitaron a su bebé, a quien la familia recuperaría pronto.

En esta instancia, Gioglio relató lo que les hicieron a partir de la caída del 6D, cuando ella y su marido fueron secuestrados en su casa de Ranelagh, al sur del Conurbano. Atormentados durante dos días, también oyeron las torturas contra Oscar y Arcángel Herrera, de 13 y 16 años, llevados en lugar del padre, a quien no encontraron: ante la picana, “Arcángel apenas podía respirar; el hermano pidió un vaso de agua y en respuesta le vaciaron un sifón en la cara”.

Otra de las secuestradas con Raúl Bonafini, Helda Viviani, sufrió un ataque de asma, por lo que debió ser llevada al hospital que estaba casi cruzando la calle. Así supieron que estaban en la Brigada de Quilmes.

El jueves 8, Gioglio fue trasladada al Destacamento de Arana, en la capital bonaerense, adonde también fue llevado Raúl Bonafini, quien había caído con una tercera militante, Zulema Leira, en la Villa España cercana a Ranelagh. Compartieron detención con Víctor Illiodo y los colectiveros Siolín, Figueredo y Acuña.

“El 6 de enero sometieron a Raúl Bonafini a un interrogatorio brutal y no supimos más de él. Es al primero que se llevan. Supimos que era Arana porque escuchábamos, en la radio policial, los hábeas corpus que pasaban; entre ellos, el de Raúl Bonafini”, declaró Cristina Gioglio.

Ella fue la última en quedar en el Destacamento. Cuando se relajó la seguridad, conversó con guardias externos, así supo: “El jefe del Destacamento era Miguel Kearney. En poco tiempo lo reemplazó Uhalde”. Uhalde es el apellido de una familia de policías aún en actividad.

“El subjefe de la Brigada, al que nombraban bastante, era Bernabé Corrales”. El sacerdote que las visitaba era capellán de la policía, “me dijeron que era el cura Astolfi”, recordó Cristina.

Recordó los nombres de los oficiales de servicio a cargo de cada guardia: Daniel Lencinas, Mario Mijín y Mario Jaime, a quien le decían “Jaimito” o “Piantadino”. A Mijín, los varones le habían puesto “el verduguito” porque era el de peor trato. Otro guardia de adentro era Rodolfo Néstor Zabaleta.

Nombró a suboficiales como el principal “Lucho” Luis Enrique Benachez, Julio Tausi, “Rana” Zamora, Langone, sargento Mario Oscar Tocho, los agentes Zamora y Roberto Grillo. El carcelero Hilario Jara. A Miguel Angel Fernández le decían “Juan Sin Miedo”, porque vivía aterrorizado. “Pertenecían a la Brigada de Investigaciones de La Plata”, dijo antes de reconocer a varios en fotos.

No solo los “Cristianos” tenían afición por las canciones; también los represores. “Una noche vino una persona a cantar. A una de las chicas le pareció conocido; era Beto Orlando que vivía en el barrio y era amigo de la guardia, tenía acceso para cantar, tocar y compartir asado”.

 

 

 

 

 

Los interrogadores, “algunos con golpes y, en el caso de Raúl Bonafini, con ferocidad, venían de afuera. Había un Bidegain que vino con un grupo, interrogó y, cuando se iba, nos dijo a las mujeres: ‘Ahora estoy muy cansado, pero mañana vuelvo y sigo con ustedes’”.

En el camino, lo mataron. “Nos enteramos porque, al otro día, entra la guardia de Mijín y nos insultan, nos encierran. Cuando cambia la guardia por la de Jaime, discuten: ‘¿No te das cuenta que los zurdos no lo mataron? Fue uno de nosotros; él nunca le hubiera parado a la madrugada en la ruta a un desconocido’”.

El 29 de marzo de 1978, durante un asado al que asistió el jefe de la brigada, se decidió que iba a ser trasladada. Cristina lo recordó así: “Luego de comer, un jefe vino a mi calabozo, me sacó la venda y me obligó a que lo mirase: ‘Soy el Colorado Alcántara, vengo a decirte que vas a ser trasladada; nunca repitas lo que viste u oíste acá, porque para vos no va a haber segunda vez’”.

 

 

Un manto de mentira

El 8 de septiembre de 1978, desde la Regional Lanús de la Policía Bonaerense se elevó un parte a la Dirección de Inteligencia:

“(…) El día 7 del corriente, 21.30 h, Comisión Policial efectuaba operativo de interceptación en Rotonda de Pazco (sic) y Camino Gral. Belgrano, son agredidos por 3 masculinos, ocupantes de un Chevy patente M171192, mediante disparos, dándose a la fuga en dirección a Temperley. Móviles inician la persecución y al arribar a calles Liniers y San Marcos, el Chevy sube a la vereda, dos huyen a pie, quedando el tercero sin vida, que presumiblemente se haya eliminado con sustancias tóxicas”.

Otro parte le atribuye “22 a 25 años, cutis blanco, cabellos negros, ojos pardos, de 1,70 m y 70 kilos”. Un informe del 19 de septiembre agrega: “Los datos del delincuente muerto: Raúl Alfredo Bonafino (sic), hijo de Humberto Alfredo y Hebe María Pastor, nació el 3 de julio de 1953 en La Plata. Las causas que motivaron la muerte fueron ‘autoeliminación’, ingirió pastilla de cianuro”.

La militancia del PCML no cargaba con cianuro; ni hubo tal enfrentamiento, pero qué le hace una mentirosa raya más al tigre dictatorial.

 

Las mentiras de ayer y hoy

De todos modos, nada de lo que hubiera dicho la dictadura importa a los pro dictadura que apuestan a la carencia informativa porque lo que en verdad les interesa es deslegitimar los intentos distribucionistas del partido liderado por Cristina Fernández.

 

 

Esos anti kirchneristas que posan de negacionistas propalaron esta semana posteos que pretenden hacer creer que los Bonafini no han desaparecido porque figuran en los padrones para votar en su Ensenada natal, aunque “viven en Europa”, donde el padre “admitió haber cenado con ambos”, según una presunta entrevista difundida en 2009 que le atribuyen a Bernardo Neustadt (quien murió en 2008).

Miles de desaparecidos continuaron empadronados mientras no hubo certificados de defunción ya que no habían sido dados por muertos. Nadie inventó aún que alguien se haya presentado a votar en lugar de ellos.

En cuanto a lo que hubiera opinado Neustadt, si alguna importancia o incidencia tuviese, sus referencias a la titular de la Asociación MDPDM figuran en su blog Bernardo Neustadt: búsqueda de Bonafini con notas hasta 2004. Otro sitio con su nombre es el que contiene la despedida que el rabino Sergio Bergman le dispensara durante el mes de su muerte en 2008 bernardoneustadt.org. 

 

 

 

No obstante, aquello fue tomado como cierto por dos propaladores de Quilmes y Berazategui que también dieron crédito al texto que circuló esta semana en el que quieren hacer creer que Hebe no se animó a responderle a Alfredo Astiz. No es nuevo. El brulote fue subido hace más de una década al muro Frases Militares de Facebook donde algunos compartieron los videos con el alegato de Astiz en 2011 que, sin embargo, no contiene nada de lo que le hacen decir al militar.

Así de desigual es la confrontación entre aquellos cuyos crímenes fueron probados y los que solo cargan denuncias, sobre todo a partir de que los defensores de memoria, verdad y justicia incrementaron su presión judicial sobre los financistas del Golpe que se vieron beneficiados por la modificación del orden económico que aún carga sobre las espaldas del pueblo.

 

 

Hasta Infobae publicó que el marido de Hebe murió en 1982.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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