Más que nunca, el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania parece estar a la mano. Y con ello se actualiza el debate sobre el futuro de las tierras raras ucranianas. ¿Qué va a suceder con sus yacimientos minerales? ¿Moneda de cambio, o eventual precio a pagar para compensar la ayuda militar que recibió Kiev en estos últimos tres años, o que seguirá recibiendo en el futuro?
Minerales estratégicos
A fines de abril, el Presidente Volodimir Zelenski firmó con su par norteamericano un convenio que describe una hoja de ruta y anticipa opciones. Según la cadena británica BBC, se trata de “un histórico acuerdo para la explotación de minerales en la nación europea”, mediante la creación de un Fondo de Inversión para la Reconstrucción de Ucrania. Por su parte, el comunicado del Departamento del Tesoro estadounidense anunció que “esta asociación económica posiciona a nuestros dos países para trabajar de forma colaborativa e invertir juntos para garantizar que nuestros activos, talentos y capacidades mutuos puedan acelerar la recuperación económica de Ucrania”.

La cadena de televisión Euronews informó que ambos países contribuirán por igual al fondo y que además de las inversiones directas Washington podría proporcionar apoyo adicional en forma de armamento. Desde una perspectiva de largo plazo, este fondo conjunto invertirá capital en proyectos mineros y de recursos naturales, así como en infraestructuras afines. En declaraciones a la prensa, el Presidente Donald Trump afirmó que esta iniciativa da garantías la contribución de Washington al esfuerzo bélico ucraniano: “Hoy hemos llegado a un acuerdo por el cual obtenemos, en teoría, mucho más que los 350.000 millones de dólares [invertidos hasta ahora en apoyo militar a Ucrania], pero yo quería estar protegido”.
Ya en octubre de 2024 Zelenski había abierto de par en par las puertas a la posibilidad de un convenio de este tipo. Su entonces denominado Plan de la Victoria, de cinco puntos y tres anexos secretos que no salieron a la luz, anticipaba en su apartado 4 que “Ucrania ofrece a sus socios estratégicos un acuerdo especial para la protección conjunta de los recursos críticos del país, así como para la inversión conjunta y el aprovechamiento de este potencial económico”. Según Kiev, “se trata de recursos naturales y metales críticos que valen billones de dólares estadounidenses, incluidos uranio, titanio, litio, grafito y otros recursos estratégicamente valiosos, que suponen una ventaja significativa en la competencia mundial”. Este acápite del Plan se complementa con uno de los anexos secretos sólo compartido con “socios designados”.
Los otros puntos del Plan de la Victoria son la incorporación de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); el fortalecimiento del poder defensivo de Kiev; el despliegue en su territorio de un paquete integral de disuasión estratégica no nuclear (acompañado de un anexo secreto compartido solo con Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania) y, por último, uno sobre la posguerra. Este propone un eventual y novedoso sistema de mercenariado continental, con “la sustitución de ciertos contingentes militares estadounidenses estacionados en Europa por unidades ucranianas con experiencia real en la guerra moderna, el uso de armas occidentales y la cooperación con las tropas de la OTAN”.
Ni tierras, ni raras: simplemente minerales codiciados
Analizar este acuerdo lleva automáticamente al concepto de tierras raras, lo que puede derivar en una interpretación errónea y por duplicado. Como lo señala un artículo reciente del Cuaderno de Cultura Científica, tierra es un término arcaico utilizado en química para denominar elementos que aparecen en la naturaleza en forma de óxidos. No tiene nada que ver con el suelo en tanto sedimento más superficial. El calificativo raras se asocia automáticamente con escasas, aunque en verdad estos elementos son muy comunes en el planeta, más abundantes que metales como el oro. Sin embargo, se encuentran en pequeñas concentraciones en minerales y rocas y su extracción es compleja.

Según la cadena informativa France 24, Ucrania podría contar hasta con un 5% de la reserva mundial de estos minerales críticos, esenciales para sectores industriales clave y la transición a una energía renovable y sostenible. Constituye una fuente importante en un sector manejado por China, que controla casi el 70% de la explotación mundial de las tierras raras.
Aunque la información se maneja de forma muy confidencial, Ucrania contaría con al menos seis de los diecisiete elementos de tierras raras: escandio, utilizado en la industria aeroespacial; lantano, en la fabricación de baterías, televisores y sistemas de iluminación, y cerio, esencial en la industria del vidrio. Adicionalmente neodimio, empleado en las turbinas eólicas y las baterías de vehículos eléctricos; erbio, esencial en la construcción de láseres para tratamientos clínicos, e itrio, empleado en radares, equipos de comunicación y luces económicas tipo LED.
Las tierras raras además forman parte de los llamados minerales críticos, un grupo más amplio de elementos químicos fundamentales para la seguridad, la economía y la transición energética. Ucrania contaría con el 7% de la producción global de titanio (fundamental en la construcción y la industria aeroespacial) y un tercio de las reservas europeas de litio (esencial para la fabricación de baterías). Por otra parte, sus reservas de grafito, importante para electrodomésticos, piezas de ingeniería y baterías, ubican a Ucrania entre las cinco naciones del planeta con las mayores reservas de este semimetal.
Subsuelo de Ucrania, relativizar su valor
Según los términos del acuerdo, la mitad de las futuras ganancias del Estado ucraniano por la explotación de recursos naturales se destinará al Fondo de Inversión para la Reconstrucción. En un estudio que acaba de publicar la segunda semana de mayo, el Instituto para la Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI) plantea varios interrogantes con respecto al potencial de dichos recursos, así como su distribución. Señala que en 2023, el Estado ucraniano recibió solo unos 1.500 millones de dólares en ingresos relacionados con productos de su subsuelo.
Aun desde la perspectiva de un escenario de posguerra, el SIPRI cree que las estimaciones ampliamente difundidas de que Ucrania posee una riqueza mineral equivalente a decenas de miles de millones de dólares “han sido ampliamente desacreditadas” porque “se basaron en cálculos opacos y especulaciones y se apoyaron en datos de prospección obsoletos de la era soviética”. Y sostiene que el acuerdo también se basa en varias suposiciones erróneas e ideas miopes. En primer lugar, no está nada claro que el sector minero de Ucrania tenga un potencial significativo de ingresos extraordinarios. En segundo lugar, Rusia bloquea activamente el acceso a importantes recursos minerales en los territorios ocupados, al tiempo que absorbe estos recursos del subsuelo, así como las industrias relacionadas e incluso las instalaciones de exportación, en sus propias redes económicas.
Así mismo, según el SIPRI, las afirmaciones sobre el valor de los recursos naturales de Ucrania también han creado confusión entre lo que son los recursos o depósitos (es decir, los minerales que están geológicamente disponibles) y las reservas (los minerales que sería económicamente viable extraer). Por ejemplo, una afirmación temprana de Estados Unidos de que Ucrania tenía tierras raras por valor de 500.000 millones de dólares “parece haber sido sacada de la nada”. El mercado mundial de todos los minerales clave considerados críticos para la transición a la energía verde (cobalto, cobre, grafito, litio y níquel, así como tierras raras) asciende a menos de 500.000 millones de dólares anuales. De hecho, la mayor parte del valor que Ucrania tiene para ofrecer al Fondo de Reconstrucción parece residir en los hidrocarburos o combustibles minerales como el gas natural.

El estudio del SIPRI reconoce que Ucrania posee depósitos de muchos de los minerales considerados esenciales. Por ejemplo, cuenta, supuestamente, con uno de los mayores depósitos de litio de Europa. Sin embargo, otros Estados europeos, que cuentan también con abundantes reservas de litio tienen en la actualidad dificultades para llegar a la fase de extracción, incluso sin padecer una guerra en su territorio.
Por otra parte, la producción ucraniana de grafito, manganeso y titanio es y seguirá siendo importante para mitigar la vulnerabilidad de las cadenas de suministro occidentales. No obstante, esta importancia no se correlaciona necesariamente con los ingresos, ya que la demanda y los mercados para minerales críticos de nicho tienden a ser extremadamente reducidos.
EL SIPRI concluye que tanto Estados Unidos como Rusia poseen reservas significativamente mayores que Ucrania en muchas categorías de minerales críticos de interés global, incluidas las tierras raras. Y relativiza los posibles impactos positivos: Estados Unidos —al igual que muchas otras economías avanzadas— tiene dificultades para encontrar fuentes de inversión directa para proyectos de extracción aun localmente. Las prioridades de la administración Trump de relocalizar las cadenas de suministro y aumentar la producción nacional chocan con la idea de fomentar la salida de capitales al exterior, incluso si estos se dirigen a un supuesto socio estratégico. Por último, las eventuales ganancias son muy poco atractivas porque el plazo promedio de ejecución de los proyectos mineros es de décadas, incluso en entornos sin conflicto. En el caso de Ucrania, con el agravante de que los nuevos proyectos de extracción en muchas zonas tendrán que esperar a que se realice el desminado básico. En otras palabras, a pesar de todos los rumores sobre una ganancia suculenta del acuerdo minero para Estados Unidos o Ucrania, según el SIPRI la perspectiva económica parece poco clara.
Europa, hoy escenario de una de las dos peores guerras dentro de sus fronteras de los últimos 80 años —la otra dramática fue la de los Balcanes de 1991 al 2001— ve más cercano el final del conflicto actual. El próximo capítulo será el de la reconstrucción ucraniana, con costos elevadísimos para los aliados de la OTAN. Estados Unidos, aceleradamente, movió ficha y definió ya su propio juego: cobrarle a Kiev con los recursos naturales de su subsuelo. Transfiriéndole así a Europa Occidental la gigantesca responsabilidad de una reconstrucción carísima que pagarán todos sus contribuyentes con altos costos sociales complementarios.
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