Burguesía nacional y reconstrucción económica

Desde el fondo de la historia, antagonizan dos modelos de país

 

Dos Argentinas se enfrentaron desde siempre: la porteña cuyos ojos miraban hacia Europa que les proveía utopías de futuro y los bienes que generaban las rentas de la Aduana, y la más profunda, integrada y visceral que defendía sus identidades diferentes, reivindicaba su proyecto federal, sus valores nacionales y estaba dispuesta a luchar por ellos.

Rivadavia como Presidente unitario pretendía entregar las minas de plata de La Rioja a la "River Plate Mining Association”, una empresa inglesa cuyo Directorio integraba.

Urquiza es impedido de llevar adelante el plan económico de Mariano Fragueiro, quién planteaba crea un banco estatal como instrumento para el desarrollo interno y la distribución del valor agregado de las incipientes industrias del interior.

En 1904 el “Informe sobre el estado de las clases obreras en el Interior de la República” de Juan Bialet Massé revelaba con crudeza una realidad de explotación ilimitada, y se optó por rechazar su tratamiento legislativo e invisibilizarlo.

El informe desnudaba que esa Argentina cuya grandeza exalta y añora el liberalismo se explicaba en las miserias y explotación que sufrían los trabajadores que generaban tamaña grandeza.

No fue casualidad que esa misma dirigencia fuera pionera en definir el paradigma del tratamiento de los reclamos de los trabajadores, un concepto lineal: sangre y fuego, los peones rurales en la Patagonia y los obreros de los talleres Vasena fueron los primeros de una larga y dramática lista de trágicos ejemplos que finaliza en la última dictadura con la complicidad empresarial en la desaparición y muerte de delegados sindicales en Ford, Mercedes Benz, Ledesma, Astarsa (solo ejemplos emblemáticos de una larga lista).

En 1933 se suscribía con Inglaterra el tratado Roca-Runciman para garantizar la exportación de una cuota de carne al Reino Unido. Julio A. Roca (h) que presidía la delegación que acudió suplicante al Reino Unido, fue quién mejor graficó esa miserable visión de la dirigencia argentina cuando explicó que "la Argentina era, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico".

Es esa dirigencia que no dudó en disparar y causar la muerte de Darwin Pasaponti, cuando el subsuelo de la patria sublevada marcaba el inicio de una épica de justicia social, en marcha a la Plaza de Mayo a reclamar la libertad del Coronel Perón a quién por primera vez sentían como un defensor de sus derechos.

La violencia fue una constante de los defensores de "La República", que reconoce ejemplos emblemáticos en las bombas en el subte, la masacre de Plaza de Mayo, los fusilamientos de José León Suarez y Trelew, una escalada dramática que culmina con 30.000 desaparecidos, una tragedia que los miserables descalifican matemáticamente.

De ahí su enfrentamiento al peronismo, porque instalar que donde existe una necesidad, nace un derecho no solo legitimó los reclamos de los humildes, sino que los dignificó e inculcó en sus conciencias los derechos irrenunciables que genera su condición de trabajadores, una marca que Cooke magistralmente llama el hecho maldito del país burgués.

Ni la violencia, la proscripción, la cooptación de dirigentes, la posverdad ni el fraude mediático han logrado la resignación a un destino de pobreza, un conformismo que cabe a los desposeídos en Latinoamérica.

 Al “pobres habrá siempre" de Menem le siguió el kirchnerismo, que volvía a proponer los sueños que encarna el peronismo y lo convirtió en el hecho maldito del peronismo burgués, de ahí el odio visceral que genera y la explicación que hace a Duhalde, Reutemann, Pichetto, Urtubey y tantos ser considerados como republicanos equiparando su defección a los símbolos hipócritas que enarbolan.

Steve Bannon, el ideólogo de la derecha en el mundo, propone una actitud intransigente, una lucha sin cuartel contra quien ose cuestionar el modelo de concentración económica donde es imposible encontrar una arista que beneficie a quienes trabajan, de esa movida global es militante la oposición, militan esa intransigencia que define como traición a coincidir en cualquier aspecto

Es en este marco que hoy el peronismo debe afrontar una nueva tragedia social que de por sí es dantesca, después de cuatro años de saqueo, y se agrava aún más por los efectos de la pandemia que azota al mundo. Es en ese escenario donde es preciso convocar a todas las fuerzas de nuestra sociedad para acordar las bases de la reconstrucción.

Incorporar a nuestra burguesía es imprescindible aunque sea árido, arduo, casi un oxímoron pensar en la voluntad de diálogo y capacidad de generar propuestas para un crecimiento con inclusión de un empresariado identificado con una visión mezquina de la Argentina, con esa intransigencia en la discusión de las ideas, con esa identificación suicida con una ideología que contraría su horizontes de negocios, con esa persistencia en proponer una economía que solo puede mostrar fracasos, desindustrialización, desocupación y endeudamiento externo masivo como preludio del default como lo hicieron Martinez de Hoz, Cavallo y Macri.

¿Qué podría ahora superar su enanismo intelectual, su compulsión a victimizarse y negarse a asumir riesgos y responsabilidades?

  • Un diagnóstico correcto de las áreas a priorizar.
  • Un planeamiento eficaz que establezca metas, contemple los riegos implícitos y defina instrumentos para neutralizarlos.
  • Establecer compromisos con metas medibles, especificas, con plazos definidos, alcanzables y significativas.
  • Un esquema claro de beneficios por el logro de metas que no podrán ser pospuestas sin una asunción clara de las responsabilidades y consecuencias que originaron el desvío.
  • Un esquema de premios y castigos, la pérdida de las ventajas y beneficios que surgen de la participación en los programas para quien incumpla .
  • Un compromiso de transparencia e idoneidad de los funcionarios designados, que implique la inutilidad de la cooptación y la inviabilidad de componendas marginales como alternativa al incumplimiento.
  • Reorganizar el Estado desde la excelencia profesional y el conocimiento profundo de los temas a ser abordados.
  • Una batería de herramientas tecnológicas para implementar mecanismos de seguimiento y control de las acciones presupuestadas.
  • El diseño de instrumentos financieros e impositivos que hagan a un atractivo clima de negocios en los sectores que se definan como prioritarios, cuya rentabilidad no requiera de oscurantismo fiscal ni precarización de la legislación laboral, se va en ello el éxito del programa de reconstrucción y el apoyo social al mismo.
  • Definir la cotización bursátil de los nuevos proyectos de negocios que requieran capital estatal, un mecanismo idóneo que impide improvisaciones, hace necesarios planes de negocios sensatos y un equipo gerencial idóneo al tiempo que garantiza transparencia en los resultados que se generan.

Este escenario obliga a analizar la utilización de todos los modelos jurídicos existentes para cada actividad, el sector privado como actor exclusivo reconoce una dificultad en la rigidez de las formalidades de la legislación laboral y su computo de la capacitación como un mayor costo (necesariamente su horizonte es la rentabilidad) pero esto puede ser salvado con otros modelos asociativos,

Es imprescindible incorporar a todos los actores de la economía social que por el contrario priorizan la solidaridad, lo que les ha permitido mitigar el drama de las políticas liberales que pauperizaron a la mayoría de los argentinos.

Los mecanismos participativos para acceder a la gestión de negocios deben ser autosuficientes, autónomos y no deberían ser considerados como actores secundarios que reconozcan obligaciones de subordinación con respecto al colectivo que originó esa actividad.

El Estado deberá garantizar un modelo que articule la gestión sin distorsiones y haga innecesarios canales de comunicación alternativos, la creación de puestos de trabajo debe tener sin excepciones un correlato de creación de valor, medible y tangible.

No será fácil instrumentar acuerdos en el marco de esta crisis con una burguesía cuya incapacidad solo les permite, históricamente en forma monótona y repetida, proponer como ejes dominantes una reducción de la presión impositiva y la flexibilización de la legislación laboral y olvidan que cuando lograron ser escuchados por ministros de economía abrazados al neoliberalismo, los logros prometidos se trastocaron en fracasos con el común denominador de un nuevo y repetido aumento de la pobreza e indigencia

Los resultados de la UIA en pos del crecimiento de la industria nacional, su apoyo e identificación con las políticas que lograron una desindustrialización que no retrocede desde Martínez de Hoz, su oposición necia y obtusa a las políticas económicas del gobierno nacional y popular pese al crecimiento y márgenes de ganancia significativos que se verificaban, sugiere como alternativa superadora restringir su denominación a Unión Industrial sin más.

La eficacia de la Unión Industrial en defender la industria argentina es gráficamente similar a un electroencefalograma plano.

Pero esta Argentina que fabricaba aviones a reacción en los albores de los '50, cuando Embraer no había sido soñada, que también en esos tiempos fabricaba autos con tecnología, diseño y materiales cien por ciento argentinos cuando Corea estaba en guerra y nadie podía pensar que alguna vez Hyundai o Kia serían marcas de autos valoradas internacionalmente, necesita recuperar la vocación de esa industria, que retome esa historia, que genere puestos de trabajo calificados y desarrolle tecnología localmente como lo hizo Cifra con las calculadoras, Tonomac con las radios o el Torino con la industria automotriz, finalizar definitivamente nuestra decadencia industrial.

Hoy existen realidades que contradicen el modelo que nuestra burguesía abraza y nos refuerza en nuestras convicciones.

José Luis Basso, dirigente de la Unión Industrial, es junto a su hermano Juan Carlos propietario de Basso S.A, una fábrica de válvulas para motores, establecida en Rafaela, nacida en 1963. El mercado argentino absorbe el 11 por ciento de su producción, el resto es exportado. ¿Un ejemplo? El motor Ferrari 3.9 lts., elegido como mejor durante tres años consecutivos, lleva sus válvulas.

Sería una colaboración de inestimable valor si alguno de los economistas que repetida e incansablemente bregan por tipos de cambio estratosféricos y salarios enanos como condición sine qua non para el desarrollo económico, pueda explicar por qué sin esa rastra de falacias disfrazadas de sentido común Basso S.A. pudo llegar a tan alto nivel de desarrollo.

Importa insumos por 3.000 dólares la tonelada y los vende elaborados a 26.000. Juan Carlos Basso lo sintetiza muy bien: “La intervención del Estado, si permite generar puestos de trabajo, hace bien. Yo soy ideológicamente industrial, si tenemos una política de desarrollo industrial, como país vamos a estar bien”

Javier Madanes, principal accionista de Aluar, invierte constantemente en la capacidad tecnológica de la empresa para mantener su competitividad a nivel global.

Enrique Pescarmona siempre ha bregado por producciones de alta tecnología como lo demuestra la construcción de las grúas portuarias en Shanghai, numerosas turbinas eléctricas o generadores de energía eólica,

Hugo Sigman invierte en proyectos de alta tecnología como el ahora renombrado por su capacidad de fabricar vacunas para el Covid-19.

Estos ejemplos, los malos y los buenos son notorios, pero además es posible encontrar, convocar y acordar con un entramado muy vasto de pequeñas y medianas empresas que deben ser un factor central, empresas que la crisis ha golpeado en mayor o menor medida, situación que deberá ser considerada definiendo mecanismos de crédito ad-hoc.

Esto no significa dejar de reconocer que el acuerdo macro debe indefectiblemente incluir a las grandes corporaciones.

Es un desafío dantesco, el esfuerzo del gobierno por la vida será exitoso, pero como es de rigor será también olvidable y la economía teñirá la temática que será eje de las discusiones en las elecciones de 2021. A ello apuesta la oposición y el éxito del gobierno actual es la única posibilidad para que el peronismo conserve sus banderas y no se confirmen las ambiciones de quienes solo lo reconocen como una variante actualizada de los conservadores populares, tal como sucedió con el socialismo europeo que hoy no llega a un pálido recuerdo de su gestión desde la posguerra.

 

 

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