Buscando un Teatro Abierto

La pandemia reclama alternativas hasta que vuelva a ser posible el encuentro entre artistas y público.

 

Hace casi 40 años, un grupo de valorables personalidades de la escena y de la cultura argentinas enfrentaron desde el movimiento de Teatro Abierto al virus de la cerrazón autoritaria de los militares. Esa alegoría –aún viva– llega hoy a los centenares de salas inactivas en todo el país. Esta semana, como representante de una actividad muy golpeada (“Fue la primera en parar y, probablemente, será una de las últimas en regresar a la actividad”), quien no hizo mutis por el foro fue el colectivo de Teatro por la Identidad. La cuarentena le aguó la merecida celebración de sus 20 años, pero no menguó su entereza. En su comunicado titulado “El teatro en situación extrema” señalan: “No podremos buscar más nietos desde el teatro, si no hay teatros. Y sin teatros, no tendremos identidad”. En el mismo texto mostraron su temor por aquellas salas que pueden verse obligadas a cerrar, algunas importantes como el Picadero.

“La verdad es que estoy muy preocupado”, explicó a El Cohete a la Luna el propietario de la legendaria sala que, literalmente, renació de sus cenizas. Sebastián Blutrach no desmintió a Teatro por la Identidad. “Pago los sueldos con la ayuda del Estado. La extensión de la pandemia y las condiciones en que abriremos (salas con capacidad restringida, miedo de la gente, endeudamiento de la clase media) y otras circunstancias que no acompañan ni ayudan, me exige pensar en alternativas. Lamentablemente, no hay muchas. Y un cierre temporal puede ser una de ellas”.

La asistencia económica del Estado es importante, y continuará. Un fomento solidario de Cultura de la Nación en conjunto con el Instituto Nacional de la Música benefició con 10.000 pesos a cada uno a 1.168 músicas y músicos. En total, son 2813 los artistas a los que alcanzó el estímulo. A través de su programa federal “Puntos de Cultura”, la cartera cultural seleccionó a 213 proyectos. El derrame (casi 50 millones de pesos) se distribuyó de esta manera: Región NOA, 27 proyectos; NEA, 23; Patagonia, 17; Centro del país, 43; Cuyo, 22; provincia de Buenos Aires, 45 y CABA, 36. Aguardan resolución para una segunda etapa, unos 2.000 proyectos más. Las necesidades son demasiadas. Esa es la realidad. Durante la semana, en nombre de 1.200 titiriteros, el artista y creador del Grupo Libertablas, Sergio Rower solicitó una tarjeta de ayuda alimentaria para una cantidad de colegas que necesitados de asistencia urgente.

Lo cierto es que las nuevas formas de transmisión a distancia son novedosas y atractivas, pero, hasta el momento poco sustentables. El mismo Blutrach lo señala: “Los vivos no son una alternativa. Con ellos uno puede sentir que está más cerca de volver, pero económicamente no mueven la aguja “. En un artículo reciente (“La cultura, de la cama al living”, también publicado en El Cohete a la Luna), la licenciada Natalia Calcagno señala: “La realidad es que no se puede, de un día para el otro, trasladar la producción cultural autogestiva a un esquema virtual a la gorra. La idea de aporte voluntario, mecenazgo virtual, es antieconómica a mediano y largo plazo, porque suprime la idea de la oferta y la demanda, porque omite el intercambio y porque depende más de lo afectivo que de una elección racional. Mejor sería reorganizar el ingreso y, a partir de eso, redistribuir”.

 

 

La pandemia no afloja

En sociedad con Nelson y Mariel Rueda y Corina Fiorillo, el periodista y director Pablo Gorlero rema en costoso dulce de leche para sostener a su teatro El Ópalo, “temporalmente cerrado”, en Junín al 300. “Estamos frente a un apocalipsis artístico. Los artistas son pudorosos, prefieren no expresarse, pero sé que hay muchos que la pasan mal”, explica. Aunque entiende que las salas independientes serán las que primero reabran, Gorlero y sus socios piensan en alternativas, como programar funciones desde el teatro para ser emitidas por streaming. Aclara: “Con esta salvedad: el teatro es un espectáculo vivo, el acto artístico se completa con el espectador enfrente. Por el momento, el espectador no visible es, todavía, un objeto de estudio y no integra el hecho teatral”. Actor y docente, Fabián Vena confirma el sentimiento de Gorlero. En declaraciones recientes a Tiempo Argentino dijo: “Como actores, sentimos que estamos hundidos en el fondo del mar. Al no poner el cuerpo, al no poder prepararnos para el ritual, no existimos”. En las últimas semanas Vena dio pruebas de existencia virtual. Fue cuando el teatro San Martín puso a disposición la puesta de Robert Sturua del año 2005 de La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht, que en su momento lo tuvo como protagonista. Además continuó dando clases a alumnos en el país y en el extranjero, a través del sistema Zoom. A Norberto Gonzalo, al frente del teatro La Máscara, la cuarentena le pospuso cuatro proyectos. “Tres de ellos estaban en etapa de ensayo y uno era, muy soñado, la puesta de Stéfano, de Armando Discépolo, con dirección de Osmar Nuñez. También tuvimos que postergar los recitales de Ignacio Copani”, cuenta y agrega: “Ahora lo que esperamos es poder volver a ocupar la sala, aunque más no sea para empezar a limpiarla y a ponerla en condiciones”. Gorlero admite que en su teatro están subsistiendo gracias a los fomentos de Proteatro y del Instituto Nacional de Teatro, mientras que Gonzalo aguarda cobrarlos.

“Que alguien pare un poco el mundo. Es lo que implora, en el final, mi obra El equilibrista. Para que la vida deje de ser un error imparable que, una y otra vez, nos obliga a seguir sin poder pensar, meditar, evaluar”, explica el actor, director y dramaturgo Mauricio Dayub, también co-propietario de la bella sala Chacarerean, en Palermo. Para una de las rutinas de su obra más reciente, El equilibrista, cuya nueva temporada la pandemia postergó, Dayub aprendió a caminar sobre una delgada cinta. Ese recurso simboliza este duro momento de salas y butacas vacías. Así, en ese equilibrio precario está el mundo teatral. Dayub piensa que “en la medida que no pueda haber encuentro de personas en un mismo ámbito, no habrá teatro. El teatro se produce solo cuando se realiza en vivo y en una sala, mientras ‘unos’ intentan subir lo que sienten arriba del escenario y’ ‘otros’, desde la platea, lo comparten. Espero poder seguir haciéndolo en breve, como antes, cara a cara, pero con el tiempo necesario para tenernos en cuenta y valorarnos, pero no con la velocidad y superficialidad con la que lo veníamos haciendo”. El artista, reflexiona Gorlero, “¿de qué vive? De su arte, de su exposición pública, de dar clases. Para un teatro independiente, un cierre tan prolongado es catastrófico, porque la mayoría alquilan las paredes, no son tantos los propietarios. A veces uno tiene la suerte de pegarla con algún espectáculo, pero otra entrada de dinero importante, interrumpida, es que alquilamos las salas para dar clases”. Todos los consultados coinciden en que la imposibilidad de circular impide incluso tareas de limpieza, lo que origina ámbitos libres de espectadores pero que tienen el riesgo de llenarse de bichos.

 

 

A volver, a volver, vamos a volver

El periodista especializado y también autor y director teatral Pablo Zunino llama a Víctor Hugo Morales el “Santo Patrono radial de los Artistas Muertos de Hambre del Río de la Plata”. Lo sabe por experiencia, ya que del periodista recibió innumerables ayudas mientras tenía en cartel su obra El doctor Lacán. No exagera Zunino.

“Hasta antes de la cuarentena, iba por lo menos entre tres y cinco veces por semana al teatro. Y, por supuesto, la falta se extraña”, cuenta Víctor Hugo a El Cohete a la Luna. En este centenar de días de aislamiento Víctor Hugo no se privó de la experiencia de ver desde su casa espectáculos por streaming o reposiciones online. Reconoce: “Me costó. Ví ratitos, como para acompañar, pero me costó sentirlo igual. Lo irremplazable es la ansiedad mientras espero el inicio de la función, el cafecito previo, la cofradía con la gente que uno no conoce pero que la siente parecida; lo que se extraña es la osadía de actores y actrices, la búsqueda de algo que te abra el cerebro, eso que tanto caracteriza al teatro independiente, el comentario final con mi esposa y, después, salir y caminar por la vereda sintiendo que hice algo por mí mismo. Y también, hinchar a los amigos por teléfono o por radio para que otros vean lo que a mí me gustó”. Aficionado generoso y espectador en estado puro, Víctor Hugo Morales ya imagina el regreso. “Sí, iría con barbijo. Supongo que así empezaremos. Igual me hago preguntas en relación a los protagonistas. Quizás, para empezar lo antes posible, el género ideal sería el de los unipersonales. Obras con varios personajes mientras el peligro del virus siga latente, parece algo impensable”, admite el indiscutido relator de fútbol, que no lamenta tanto la interrupción del campeonato como las puertas cerradas del teatro independiente. “Cuando sé que algo bueno me espera al terminar el día, siento que ya lo estoy disfrutando desde que me levanto”, concluye.

Mientras tanto, desde el viernes e incluso hoy, hubo para elegir un torrente de opciones de espectáculos transmitidos en modo digital. Mencionamos tres de este domingo 28 de junio. A las 16, Francisco Pesqueira y Ramiro Pettina hacen De entrecasa, 20 años de música, a la gorra virtual; a las 7 de la tarde la presentación del audio libro digital basado en la obra de teatro Ballet 40-90, el camino de los sueños, de Sara Melul, por Zoom y por Facebook a través de El Camino de los Sueños. Y a la misma hora, en vivo, desde el Picadero por streaming, el excelente unipersonal Christiane, bío musical científico escrito e interpretado por Belén Pasqualini (con entrada paga).

 

 

 

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