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Investigadores hacen foco en los cabos sueltos de la causa por la desaparición de Jorge Julio López

 

Jorge Julio López desapareció el día que tenía que ir a presenciar los alegatos contra su torturador Miguel Osvaldo Etchecolatz. Esta semana se cumplen trece años de su desaparición. Qué pasó con el sobreviviente de la dictadura sigue siendo un misterio para su familia, para sus compañeros de militancia y para la Justicia. La causa principal en la que se investiga su ausencia tiene 48 cuerpos. Se le suman más de 40 legajos, con varios cuerpos cada uno, que abren la puerta a distintas líneas de investigación. Es una causa monumental que acumula frustraciones. Para la fiscalía, la apuesta pasa por revisar lo actuado y unir cabos sueltos.

 

Los cuerpos

El legajo 10 tiene once cuerpos de 200 fojas cada uno y corresponde a los cuerpos NN que fueron apareciendo en los últimos trece años. Los investigadores pensaron que podían estar relacionados con la desaparición de López, ocurrida el 18 de septiembre de 2006 – un día antes de que Etchecolatz recibiera su primera condena desde la reapertura de los juicios. El legajo de los NN es el que más se movió en los últimos meses en la fiscalía de La Plata, donde está delegada la investigación desde 2009.

El principal escollo que encuentran es la inexistencia de un registro nacional de cadáveres NN. La Unidad Fiscal de Derechos Humanos de La Plata está rastreando todas las causas que se instruyeron en todas las provincias en las que hay personas fallecidas no identificadas. La revisión incluye todas las morgues del país y el cruce de los datos con los cementerios de La Plata. Para hacerlo pidieron asistencia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y de organismos estatales como el Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas (SIFEBU), del Ministerio de Seguridad.

La fiscalía ya cruzó la información con las bases de causas que tiene la Policía Judicial de la provincia, pero, hasta ahora, el único dato saliente que arrojó es que están incorporadas las huellas de López como una persona buscada.

También pidieron la asistencia de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), que coordinan los fiscales Marcelo Colombo y Alejandra Mángano. Aunque es claro que el caso de López no está vinculado a la trata, tiene ejes comunes con los secuestros no extorsivos. Piensan que los fiscales pueden ver algún dato que los investigadores de la Unidad no percibieron.

 

Los teléfonos

En el expediente, las principales líneas de investigación están relacionadas con el entorno familiar de Etchecolatz, con los policías que trabajaron bajo sus órdenes durante la dictadura y que fueron mencionados por López y con un sector del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Todos estos sectores tienen relación entre sí y con otros grupos interesados en dar un golpe tan fuerte que paralizara los juicios que recién empezaban a caminar para 2006.

El primer proceso judicial en arrancar fue el de Etchecolatz, comisario de la Bonaerense e históricamente ligado grupos de extrema derecha, y el primero en llegar a sentencia ese año fue el de Julio Simón, el Turco, en los tribunales de Comodoro Py-

Para los investigadores, la clave está en desentrañar la madeja de comunicaciones que hubo en los días anteriores y posteriores al secuestro de López entre los personajes que rodean a Etchecolatz. Uno de los núcleos de esas conversaciones fue “Gracielita”, su esposa, como desarrollan en Los días sin López los periodistas Werner Pertot y Luciana Rosende.

Con la información que aportaron las telefónicas, se armó una base de datos en la que trabajaron las tres fuerzas que estuvieron involucradas en la investigación: la Bonaerense, la Federal y la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Ahora la Dirección General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal (DATIP), de la Procuración, tiene que desanudar la madeja. Debe ver si hay cruces que indiquen algunas relaciones o que muestren coincidencias en las antenas de los teléfonos que puedan ser un indicio de quiénes efectivamente estuvieron relacionados con la desaparición del testigo y querellante. Las antenas pueden indicar, dependiendo dónde se activaron los celulares, alguna zona de interés.

 

El bajo perfil

Una de las líneas a las que siempre apuntaron los querellantes fue la de los policías interesados en que no se indagara en su pasado. Julio César Garachico fue uno de los exponentes más claros de esa tendencia. Después de que López lo nombrara en su declaración, dejó su puesto como gerente de un casino de Puerto Madryn y se hizo humo. Era un ex integrante de la policía de Ramón Camps, jefe del comando radioeléctrico de La Plata y con vinculaciones con el Destacamento de Inteligencia 101. Una investigación de Miradas al Sur lo situó también como un nexo con la Concentración Nacional Universitaria (CNU) antes del golpe. En 2014 Garachico finalmente fue condenado a prisión perpetua, en el juicio de La Cacha.

Algunos creen que podría haber un hilo que conecte a López con el caso de un ex comisario de la Bonaerense ejecutado de un tiro en la nuca, tres años antes de la desaparición del testigo. Se trata de Jorge Luis Piazza, que en 2000 había declarado en el Juicio por la Verdad de La Plata y dicho que todos los que trabajaban en la Comisaría V platense sabían qué pasaba en el centro clandestino. Sus compañeros de armas sostenían que los que hacían trabajo de oficina ni se cruzaban con la patota. Entre los contactos de Piazza estaban algunos de los policías mencionados por López.

Por ahora, todo se trata de indicios. “Nos parece pertinente esta revisión y la estamos acompañando activamente, aportando líneas que en su momento no habían sido suficientemente investigadas”, dice la abogada Guadalupe Godoy, una de las impulsoras de la investigación. “Pasaron trece años, pero no nos podemos desanimar. Si hay algo en lo que tenemos entrenamiento en el movimiento de derechos humanos es en ser persistentes”.

 

 

 

 

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