Cambiemos: Negar y rezar

La devaluación fue un terremoto en el mar. Ahora viene el tsunami inflacionario

Antes del descalabro de abril y mayo, el cálculo económico-electoral de Cambiemos incluía la perspectiva de una contracción económica en la segunda mitad del año, que se superaría en los primeros meses de 2019, para ir ganando consistencia y acrecentar la fuerza electoral a medida que se acercaran las elecciones de octubre.

El dibujito de la trayectoria económica prevista para este año tenía la forma de una curva descendente, que luego invertía la tendencia y repetía, de alguna forma, el “éxito” de 2017.

Pero el descalabro cambiario, reflejo del descalabro de la re-regulación caótica a favor del capital protagonizada por Cambiemos, empezó a modificar el cuadro.

El susto del macrismo a partir de la huida del capital especulativo fue tan grande, que corrió a abrazarse a una de las instituciones madre del capitalismo que les gusta, el FMI. Ese organismo, con evidente visto bueno norteamericano, aportó todo lo posible para incrementar los fondos líquidos macristas para sobrellevar la contingencia, pero sin renunciar a su línea previsible e inexorable: el ajuste fiscal.

Si algo faltaba para completar el cambio de escenario fue la sumatoria de impericias, confusiones y caos interno que derivaron en el salto del dólar a más de cuarenta pesos, para luego moderarse un poco. Ese desborde de desorganización económica, definitivamente, dejó atrás las moderadas curvas de contracciones y expansiones manejables desde el tablero de medidas que admite el recetario macrista.

 

Explotó el termómetro

En un artículo anterior en El Cohete, advertíamos del peligro social que representaba “un dólar a 30”, porque si bien volvía más viable el modelo macrista en materia externa –o en todo caso, demoraba su crisis—, lo hacía muy dañino en lo social y por lo tanto inviable políticamente.

Pero el dólar hoy está en 37. Es un número catastrófico en términos de las derivaciones de precios relativos e impacto en tres cuartos de la población argentina. Es mortífero en el contexto regulatorio de este gobierno.

Todos los experimentos neoliberales que hemos vivido en nuestro país tienen ciertas características inconfundibles en cuanto a la vivencia social: nos hunden a todos, querámoslo o no, en el más atroz cortoplacismo, dependientes todos de una variable volátil que siempre está al borde de algún precipicio al que estamos permanentemente por caer. Por lo tanto, que el dólar frene de subir, y que se estacione en un nivel grotesco, desproporcionado, parece un alivio. Pero es una catástrofe.

El día que arribó a casi 42$, si hubiera un gobierno nacional en Argentina, se debieron haber tomado mínimas medidas de defensa del bienestar básico de las mayorías y del mercado interno: desdolarización inmediata de todas las tarifas públicas, establecimiento de retenciones en serio, capaces de compensar el impacto del delirante aumento de la divisas en los costos de alimentos básicos de la población, y prohibición de indexación automática –y caprichosa— al dólar de los precios finales de los bienes e insumos fundamentales.

Nada de eso se hizo, y ahora, con el dólar a 37, a 35, o a 42, vendrá un tremendo golpe adicional inflacionario sobre el grueso de la población argentina. Esto es fundamental: todavía no hemos visto nada, a pesar que ya el deterioro productivo y salarial es palpable. Lo que pasó –el salto del dólar— fue un terremoto en el centro de Pacífico; ahora el tsunami se viene hacia las costas de la sociedad real, que ya está parcialmente inundada.

Si se observa bien, el gobierno de Cambiemos ha logrado que el acceso o no al alimento de parte de la población dependa hoy de las timbas diarias en el mercado de cambios, cuyo trasfondo es la fragilidad financiera provocada por la actual gestión. Mayor desaprensión social, imposible.

 

Efecto acumulativo

En el mundo de los neoliberales, muchos de los cuales hoy se dicen opositores, es cuestión de jugar con el formato de la curva que mencionábamos al comienzo: un poquito más profunda (habrá más recesión), un poquito más larga (la reactivación comenzará en mayo). Siempre dejando espacio para la esperanza de poder repuntar y llegar victoriosos a derrotar nuevamente al populismo en 2019.

Lo que no parecen comprender los analistas de Cambiemos y sus repetidores en todo el sistema de dominación mediático, es que las “cosas que pasaron”, provocadas por ellos mismos, desbarataron todos los planes económico-políticos del neoliberalismo vernáculo.

  • La profundidad de la contracción económica es inconmensurable: el gobierno ha puesto en marcha todos los mecanismos posibles para promover la contracción económica. Caída del salario y del consumo; derrumbe de la inversión privada; reducción del gasto público y de la obra pública. Sólo promesas exportadoras de escasa relevancia en el corto plazo y de casi nulo impacto en la dinamización del mercado interno.
  • Han asumido compromisos internacionales para endurecer aún más las restricciones: todo lo negociado con el FMI, incluido el completamente fantasioso déficit 0 para 2019, apuntan a que no haya prácticamente ninguna política pública impulsora de la demanda. No hay freno para una declinación que ya empezó en mayo pasado.
  • Ignoran que todos los factores contractivos puestos en marcha se potencian mutuamente: la destrucción de ingresos personales y empresariales provocadas por el tarifazo, destruye ventas y puestos de trabajo, que a su vez destruye empleo, consumo e ingresos. Es un proceso acumulativo que no tiene freno en el esquema actual. El gobierno se ha juramentado ante todos los dioses a contribuir en esa dirección.
  • Los derrumbes previsibles no son normales. Por ejemplo hoy, comienzos de septiembre en localidades del interior, ya el 30% de la población no puede afrontar las tarifas energéticas. Hace meses hay sectores poblaciones que piden prestado para pagar tarifas… (¿Cuándo se corta la cadena?). Los créditos UVA se transformaron en trampa mortal para quienes creyeron en la milagrería neoliberal. La morosidad crediticia en general va a espiralizarse, así como las largamente reportadas interrupciones en la cadena de pagos. ¿Cuánto tiempo demorará en que esto afecte la salud de las carteras bancarias?
  • Siguen pensando en un esquema de ayuda social que explotó. Que ellos hicieron explotar.

Se trataría de asistir a un 25-30% de pobres, mientras el resto más o menos se las arreglaría. Falso: producto del dólar a 37, y de todos los efectos que el gobierno deja que ocurran en precios, tarifas y salarios sin intervenir en serio, hay otro 35% de la población con serio riesgo de derrumbe en sus condiciones de vida. Los tecnócratas neoliberales, que festejan con alegría el cambio de precios relativos, no perciben la magnitud de la agresión producida contra el tejido social argentino. Repiten frases para simular sensibilidad, como el propio Presidente, pero no entienden de qué se está hablando.

  • Es irrelevante el alineamiento político de la población frente a la magnitud del impacto de la devaluación para pensar la conducta futura de los actores. Las tarifas son impagables, tanto para el más activo opositor como para el más dócil admirador del Presidente. El kilo de pan a 90$ es una salvajada, no importa si los cuadernos existen o no. Los números del derrumbe no reparan en las clasificaciones convencionales con las que el marketing electoral mira a la sociedad. El nivel de expropiación es masivo e inmisericorde, más allá de si se crea que este es un episodio más de la lucha de las corporaciones contra la sociedad, o producto de la mala suerte que nos trajo una turbulencia.

Nuestra hipótesis es que entre el dólar a 40$ y el objetivo del déficit cero para 2019, acaban de dinamitar toda la curva de la esperanza neoliberal.

 

Cómo explicar la negación de la realidad

El advenimiento del macrismo respondió a las necesidades de poderosas fuerzas locales y globales. Diversas fracciones locales pensaban que podían mejorar sus rentabilidades relativas si se desembarazaban de políticas “populistas”, y desde el imperio global, colocar un gobierno adicto en uno de los países eje del Mercosur era una excelente oportunidad para revertir grados de autonomía regionales y volver a la vieja subordinación de otras épocas.

Es decir: la supervivencia del macrismo es muy importante para actores muy poderosos. El problema es que el macrismo realmente existente ha protagonizado una catástrofe económica que ahora deviene en crisis social en contexto de depresión continua.

¿Cómo se procesa esta situación dentro del marco conceptual de los actores sostenes de este proyecto?

Parece que por ahora, la única respuesta es hacer como si siguiéramos en marzo, con algunas correcciones menores. Disimular y seguir.

En ese sentido, parece confundirse la necesidad política de los factores de poder que el proyecto neoliberal siga como sea en la Argentina, con el rechazo a una lectura realista del sendero en el que se ha colocado a la economía nacional.

La actual administración norteamericana hace lo que corresponde: apoya y avala, porque Argentina está cada vez más endeudada y comprometida con las finanzas internacionales y el FMI.

Pero no aporta una gota de racionalidad a un esquema desequilibrado. El FMI actúa como una máquina sin capacidad política; presta y condiciona.

Y los actores locales —finalmente los que están en el terreno y que deberían tomarle el pulso a la situación—, niegan y esperan el milagro. Que ya era difícil en marzo.

Y que hoy es imposible.

 

 

 

 

 

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