CANTARES GATOPARDISTAS

Para Melconián, el macrismo ha muerto. ¡Larga vida al macrismo!

 

La tercera época neoliberal, corta pero desoladora, está llegando a su fin. El voto popular y ciudadano ha sancionado contundentemente sus resultados: retroceso del PBI, aumento de la desocupación, desindustrialización, fuga de capitales, endeudamiento, caída de jubilaciones y salarios, aumento de la pobreza, aparición y extensión dramática del hambre. Ante la impopularidad de las políticas ortodoxas, con una conducta igual que en los finales de la convertibilidad, emergen economistas que participan del paradigma que las sostiene y que catapultó al país a repetidas crisis, sosteniendo discursos que en tanto buscan reafirmarlo, se esmeran en diferenciarse en cuestiones de estilos de su aplicación, intensidad o valoración sobre el profesionalismo de quienes ejecutaron esas políticas, adjudicando a estas falencias las consecuencias calamitosas de las mencionadas políticas.

Carlos Melconián ha tomado un protagonismo en esta lid. Había sido en su momento el elegido por Menem como candidato a ser ministro cuando compitió por una tercera presidencia. Por esos años ya estaban en retroceso el resonar de las excusas de quienes adjudicaban el derrumbe de la convertibilidad a inconsistencias fiscales. El corralito de depósitos, la pesificación asimétrica, la mitad de la población en la pobreza, la destrucción del Estado y las privatizaciones, habían sido lo suficientemente duras para desacreditar las premisas del Consenso de Washington y la salida política viró hacia alternativas radicalmente diferentes, que comprendían el peso que la renuncia a la política monetaria, la liberalización financiera, la desregulación del comercio exterior y la dolarización tarifaria habían tenido en el desquicio económico del segundo turno neoliberal.

Pero una década y media después, en pleno desastre provocado por la restauración de sus premisas en una nueva experiencia, Melconián en su texto Cantar la justa (Planeta, agosto 2019) insiste en la misma estrategia: hoy tratando de dar una disputa para mantener la hegemonía del campo ideológico que impregnó al gobierno de Macri, apuntando discrepancias de implementación, para evitar el desplazamiento hacia el perfil propuesto por la heterodoxia económica, que compone otra visión del país y de su inserción en la región y en el mundo.

El libro sistematiza que el ejercicio de la conducción económica del país exige un trípode con un rumbo, una gestión y una macroeconomía.

Respecto del rumbo de Macri apunta que su política internacional fue “lúcida, alta de reflejos y efectiva”. “Distanciarse de Venezuela e Irán fue provechoso. Rindió frutos”, dice, así como elogia la “firma del Acuerdo con la Unión Europea” y el cambio del “estatismo asfixiante y arbitrario por la iniciativa privada y un Estado menos avasallador”. Piensa que “hemos pendulado entre populismos arcaicos y popu-capitalismos” y afirma que con Macri se emprendió “el rumbo adecuado y que hay que mantener más allá de las turbulencias macroeconómicas, y de quién sea el próximo Presidente”. Los términos elegidos no son novedosos, pues se perciben ecos de las relaciones carnales con los EE.UU. durante el menemismo. En cuanto a la gestión, el autor postula que se ganaron más batallas de las que se perdieron. Finalmente expresa que es en “la política macroeconómica donde el gobierno se mancó”, y tal como en las lamentaciones de muchos neoliberales a fines de los '90, lo adjudica a que la política encarada prefirió postergar el frente fiscal –a pesar del ajustismo presente desde un principio—, eligiendo una política de choque en las liberaciones cambiaria y financiera y un gradualismo en la reducción de gastos, impuestos y reformas estructurales. O sea que la crítica de Melconián es que Macri empezó deshaciéndose del “cepo”, las regulaciones del comercio exterior y de los precios, de los subsidios y las retenciones, mientras postergó el recorte del gasto público y de la presión impositiva junto a reformas estructurales que considera indispensables como la previsional, la laboral y del régimen monetario y crediticio. El texto lleva a concluir que el error consistió en haber invertido los pasos. Sólo una cuestión de orden. El argumento pone el acento en que “la presión tributaria récord y el nivel de gasto primario récord de 2015 conformaron una de las peores herencias fiscales de la historia. Con el agravante de que, a diferencia de otros momentos del pasado, más de la mitad del gasto no es licuable por la inflación. Lo que para el bolsillo de los jubilados y beneficiarios de los planes sociales es un atenuante, para el ordenamiento económico macroeconómico y el equilibrio fiscal que pide el sentido común, es un escollo severo”. O sea, se despacha contra las significativas y progresivas reformas jubilatorias y de apoyo social del gobierno de Cristina Fernández. Cantar la justa no contiene objetivos de igualdad social.

Una de las mayores virtudes de la herencia dejada por la gestión de Cristina Fernández de Kirchner fue el reducido peso de la deuda en dólares respecto al PBI, sintéticamente una Argentina desendeudada. Lo que un país debe en su propia moneda tiene un grado de libertad de manejo que lo hace incomparable con las obligaciones que contrae en divisas. Sin embargo, el carácter decisivo y virtuoso de esa herencia es desmerecido en el texto criticado porque, si bien aclarando el “matiz metodológico”, en la página 49 se introduce el Cuadro 2 en el que se comparan las deudas al 2015 y el 2001, mezclando monedas y tipos de acreedores e incluyendo las que eran intra sector público. Con esta metodología indebida, Melconián concluye que la relación deuda/producto era la misma en ambas fechas y que la deuda externa se había pagado a costa de arruinar instituciones públicas para aumentar el gasto y el despilfarro, afirmaciones que no son acompañadas por cuantificaciones serias ni discusiones sólidas que las respalden. El texto no se ocupa de referirse a la mejora de la relación de las jubilaciones con la población en edad de percibir el beneficio. Tampoco hay referencia al cambio virtuoso en la estructura del crédito provocada por las medidas de orientación del mismo adoptadas por el BCRA. Siguiendo la misma línea, en la página 105, el final del período exitoso de la gestión heterodoxa 2003-2015 es caracterizado como de “crisis asintomática que curiosamente no explotó”.  ¡Todo un hallazgo haberla detectado!

A partir de la crítica respecto a no haber partido de entrada en establecer una contrarreforma previsional que elimine las conquistas de la ley de movilidad jubilatoria y que reduzca el peso del gasto para los sectores más carenciados, Melconián caracteriza de prematura la aplicación del régimen de Metas de Inflación. El argumento atiende claramente a la exigencia ortodoxa sobre la inexistencia de dominancia fiscal. Lo que explicaría el escalamiento de la tasa de interés, como resultante del incremento incesante del stock de LEBACs, producido por las necesidades de esterilizar los pesos con los cuales el BCRA le compraba al Tesoro los dólares que este tomaba prestados para financiar el déficit en pesos. Dicho en criollo, para evitar el endeudamiento y la suba de la tasa de interés que llevaba también al carry trade, la receta indicada por el texto era el recorte del gasto previsional y social. Como si el déficit requiriera inevitablemente del endeudamiento externo, lo que es inexacto.

En el final de Cantar la justa hay una carta dirigida a quien resultare electo Presidente, en la que se sostiene la necesidad de un período de acumulación con alta inversión y precios competitivos, lo que exigiría “la postergación de cualquier iniciativa sobre mejoras de la distribución del ingreso” porque “capitalizar un país… implica..., en la mayoría de los casos, un proceso traumático”.  Tal vez esta postura lo lleva a omitir referirse a la mejora del índice Gini y de la distribución funcional ocurrida en los doce años en que gobernó el kirchnerismo, acontecida con promedios que denotaron un alto crecimiento de la economía.

Y sobre el cierre del texto da por hecho que “habrá reformas evidentes, como la previsional y la laboral” y dice que son “fundamentales”, tanto esas como otras también. Porque su carta es construida bajo el supuesto del advenimiento de un oficialismo pragmático y una oposición constructiva. Tácita pero claramente las propuestas se construyen bajo el postulado de la continuidad del rumbo inaugurado por el macrismo.

Finalmente plantea un salto exportador y el desplome de la dolarización, remitiéndose a mecanismos no especificados de reformas monetarias, cambiarias y fiscales para encarar esos desafíos. Pero la partitura de estos cantares del posmacrismo no se detienen en una mirada analítica de cuestiones como la planificación industrial, el desarrollo de sectores estratégicos, la investigación científico-tecnológica, el carácter concentrado de la oferta en los mercados de bienes esenciales, el papel del Estado en la política de desarrollo, el rol fundamental de la integración regional. Tampoco se interna en el debate sobre la sustitución de importaciones y las cuestiones referentes a la restricción externa. Están también ausentes las preocupaciones por el pleno empleo y la inclusión social. Sonidos y silencios compuestos por una macroeconomía sin anclajes nacionales ni especificaciones respecto de las particularidades sobre economías periféricas.

 

 

  • Prof de la UBA, ex director del CEFID-AR

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí