Capitalismo de espionaje

Monopolios, conflictos y control social

 

Los recientes ataques cibernéticos a grandes corporaciones norteamericanas –Solar Winds, Colonial Pipeline, JBS y Kaseya– han colocado al espionaje cibernético en el centro de la escena política mundial. El martes pasado, al visitar las instalaciones de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (Office of the Director of National Intelligence, ODNI), el Presidente Joe Biden advirtió sobre la posibilidad de que “un ataque cibernético en los Estados Unidos derive en una guerra abierta (shooting war) con China y Rusia. “Creo que este es el resultado más probable, si es que terminamos en una guerra” (usnews.com 27 7 2021). En un mundo plagado de armas nucleares, una “guerra abierta” entre potencias implica el posible fin de la vida humana en el planeta. El tono casual de la advertencia de Biden convierte a la guerra cibernética y a la extinción de la vida en fenómenos naturales, algo que es dado desde siempre y no admite posibilidad de cambio. Así, de un modo subrepticio, se construye a un enemigo cuya mera presencia siembra el miedo y el odio, sentimientos que bloquean a la reflexión. Se busca así detonar comportamientos de “manada” que facilitan la obediencia al dominio de una elite política.

En los últimos meses, Biden ha acusado a China y a Rusia de ser los instigadores de los ataques cibernéticos ocurridos en los Estados Unidos. Sin presentar prueba alguna que fundamente esos cargos, ha logrado que la OTAN incorpore los ataques cibernéticos a su artículo 5, que habilita una respuesta colectiva si un miembro del grupo es atacado. Paralelamente, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional en Inteligencia Artificial realizada el 13 de junio pasado en Washington D.C. y con presencia de autoridades europeas, el general Lloyd Austin, secretario de Defensa, se explayó sobre la necesidad de impedir que China “domine en un futuro las reglas del juego de la inteligencia artificial” señalando la importancia de estas tecnologías para “garantizar la superioridad militar norteamericana y los valores democráticos en el mundo”. A su vez, la vicepresidenta de la Comisión Europea expresó preocupación ante la utilización de estas tecnologías en el espionaje masivo “como ocurre en China, donde los individuos son considerados meras entidades creadoras de datos en lugar de ser el origen de la democracia y la fuente de todo poder” (zerohedge.com 17 7 2021).

 

 

Censura e industria de la inseguridad

Esta preocupación oficial contrasta con la revelación de “la existencia de un instrumento que destruye los códigos de la civilización”: el software Pegasus. Luego de una cuidadosa y ardua investigación, un grupo internacional de periodistas (el Proyecto Pegasus) descubrió que este software, licenciado por el grupo israelí NSO, era vendido con el aval del gobierno israelí a gobiernos autocráticos que lo utilizaban para espiar y destruir a opositores políticos y periodistas. El software opera como un caballo de Troya en los celulares, convirtiéndolos en una poderosa máquina de espionaje que puede ser activada y desactivada remotamente y sin conocimiento de sus titulares. La información obtenida fue funcional para eliminar a la oposición en varios países, incluyendo el sangriento asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ejecutado por agentes del gobierno saudí mientras tramitaba documentación en la embajada de este país en Turquía (citizenlab.ca 2 3 2017, washingtonpost.com 20 7 2021; zerohedge.com 22 7 2021).

Para Edward Snowden, el Proyecto Pegasus expuso el mayor peligro a la seguridad de los Estados nacionales: la existencia de una “industria de la inseguridad” constituida por empresas que lucran con la seguridad nacional inventando métodos destinados a “infectar” teléfonos y aparatos de uso diario, generando así crecientes vulnerabilidades que luego pretenden ser solucionadas con medios o “vacunas digitales”, producidos por las mismas empresas. Esta situación deriva de la mayor crisis de seguridad que registra la computación desde su orígenes como consecuencia de problemas técnicos relacionados al funcionamiento de las computadoras, a la interconectividad y homogeneidad de las redes sociales, a los tiempos y la rapidez en que los códigos son escritos, a la necesidad de cambiar constantemente los lenguajes para protegerlos y a la total falta de regulación estatal de las prácticas monopólicas de las corporaciones tecnológicas. Esto último explica las maniobras dudosas que estas cometen para controlar y ampliar sus mercados (edwarsnowden.substack.com 26 7 2021).

 

 

Monopolios tecnológicos y corporaciones farmacéuticas

La pandemia ha acelerado la digitalización de la vida social, desnudando la creciente conexión entre los monopolios tecnológicos y las corporaciones farmacéuticas. Esto ocurre en la investigación de enfermedades, la recolección y acopio de todo tipo de datos clínicos, biológicos y psicológicos, el monitoreo del comportamiento colectivo y la censura de la oposición a la vacunación. Esta conexión otorga a estas corporaciones mayor poder de control social. Más allá de las teorías conspirativas que puedan existir y de la presencia de un nacionalismo de derecha que pueda aprovechar las circunstancias, la implementación abiertamente coercitiva de este control social erosiona su legitimidad y siembra en los países ricos desconfianza y resistencia de la población a la vacunación, a las medidas impuestas para restringir los contagios y a la censura de la información en las redes y medios de comunicación.

La existencia de cerca de 100 millones de personas que son reticentes a la vacunación ha llevado al gobierno norteamericano a proponer premios y castigos y a impulsar esta semana la vacunación obligatoria de empleados públicos y militares (zerohedge.com 28 7 2021). Algo semejante ocurre en otros países ricos. Esto ha activado a la oposición y el 24 de julio una Protesta Mundial por la Libertad movilizo a importantes segmentos de la población de países europeos y de Australia para repudiar la vacunación obligatoria, la imposición de nuevas medidas restrictivas y las dificultades económicas, expresando la desconfianza hacia las corporaciones farmacéuticas. El texto de una pancarta resumió esto último:

“Explícame esto: si el test es bueno, ¿por qué hay falsos positivos? Si las máscaras sirven, ¿por qué el distanciamiento? Si el distanciamiento sirve, ¿por qué las máscaras? Si los 3 funcionan, ¿por qué el lockdown? Si todo esto sirve, ¿por qué la vacuna? Y si la vacuna es segura, ¿por qué no existe responsabilidad judicial de las corporaciones farmacéuticas?

 

 

Las recientes dudas de los gobiernos, incluido el estadounidense, sobre la eficacia de las vacunas ante las nuevas mutaciones del virus, contribuyen a sembrar la desconfianza (zerohedge.com 27, 28, 7 2021). Esto se ha agravado en los Estados Unidos por la publicación de los mails que comprometen a Anthony Fauci, director del NIAID/NIHAR (National Institute of Allergies and Infectious Diseases / National Institute of Health) en la financiación de una investigación de científicos norteamericanos y chinos para modificar la genética de un virus (gain of function) en el laboratorio de Virología de Wuhan, China. Esto ha dado nueva fuerza a la investigación de los orígenes de la pandemia, algo que los demócratas no aceptan.

 

 

Estado y monopolios tecnológicos chinos y estadounidenses

La caracterización de China como el enemigo de la humanidad se da en un contexto de fuerte integración de los mercados financieros chino y estadounidense. La ofensiva del gobierno chino para controlar las actividades monopólicas de las corporaciones tecnológicas chinas, “su uso de los mega datos obtenidos y su manejo arbitrario para obtener ganancias” ha generado esta semana fuerte inestabilidad en el mercado financiero internacional.

Iniciada hace algunos meses, esta ofensiva obligó a Alibaba y a Tencent –las plataformas que dominan las finanzas y el comercio digital– a reprogramar y cerrar actividades, y a pagar cuantiosas multas. El 30 de junio pasado, severas sanciones aplicadas a Didi (un gigante al estilo Uber) luego de que se inscribiera en la bolsa de Nueva York provocaron la pérdida del 43% del valor de mercado que tenía cuando salió a la bolsa. Acto seguido, el gobierno chino introdujo sanciones en los mercados financieros de Hong Kong y Macau prohibiendo la actividad de corporaciones que aceptan las sanciones europeas y norteamericanas contra China. Por último, esta semana prohibió la actividad de las corporaciones y plataformas de educación privada que operan tanto en China como en el extranjero impidiéndoles realizar ganancias, buscar nueva financiación y cotizar en bolsas del exterior.

Estas medidas impactaron seriamente sobre el valor de las acciones de las corporaciones tecnológicas chinas en todos los mercados financieros, amenazando con desencadenar una seria inestabilidad en el mercado financiero internacional. A mediados de la semana el gobierno chino convocó a los grandes bancos y fondos financieros estadounidenses a una reunión secreta en la que se habría explicado el sentido y los límites de estas políticas. Esta reunión y otras medidas adoptadas contribuyeron a restablecer momentáneamente la calma en el mercado financiero. Hoy se sabe que los mega bancos estadounidenses tenían inversiones equivalentes a más de 6.000 millones (billions) de dólares en dos de estas plataformas educativas chinas, perdiendo esta semana el 96% del valor que tenían en marzo último. Los principales perjudicados fueron Morgan Stanley y JP Morgan (zerohedge.com 22, 24,27/ 7 2021; wallstreetonparade.com 27. 7 2021 wsj.com 28, 7, 2021).

En este contexto, la Reserva Federal tomó esta semana dos medidas para prevenir una posible crisis de liquidez en el mercado de pases interbancarios (repo), donde actúan estos mega-bancos. Por un lado anunció la creación y puesta en operación inmediata, con carácter permanente, de un fondo de 500.000 millones (billions) de dólares a tasas de interés más bajas aun de las que rigen en el mercado financiero. Paralelamente anunció la creación de otra facilidad financiera, para abastecer de liquidez a las autoridades financieras internacionales.

 

 

Campaña electoral en la Argentina

Formadas las listas de los candidatos que competirán en las PASO, la campaña electoral del macrismo entró en una vorágine de barro y sangre mientras Mauricio Macri permanece varado en el exterior para escapar a sus causas judiciales y al nuevo escándalo del contrabando de armas a Bolivia. Buscando despegarse del pasado, los máximos dirigentes del macrismo se canibalizan sin que se les caiga una idea original. Después de haber agotado el verso anti-vacuna, en versión fascistoide y mintiendo a cara descubierta, ahora se desangran rabiosamente y prometen un “código de conducta” interno, algo difícil de imaginar luego de cuatro años de gestión desastrosa y corrupta. Ahora enfrentan a un caballo de Troya “de pura cepa radical” que viene a “renovarlos” olfateando las presidenciales.

El Frente de Todos se prepara para las legislativas consolidando la unidad y apoyándose en el enorme esfuerzo realizado para superar la pandemia. La conformación de las listas, sin embargo, no es representativa de las fuerzas populares que constituyen su base social. La falta de presencia significativa de los movimientos sociales; las maniobras de muchos intendentes de la provincia de Buenos Aires que buscan revalidar su gestión en las legislativas poniendo a sus funcionarios (especialmente de la ANSES) en las listas de concejales, y la imposición a dedo de la lista definitiva en La Matanza contribuyen a enturbiar la transparencia democrática que exige la actual emergencia nacional.

El futuro no puede estar ausente de la campaña electoral. Debería existir un plan para después de las elecciones que incorpore políticas inmediatas y mediatas que permitan: desarrollar al mercado interno incorporando a los sectores excluidos; garantizar su acceso a la educación, a la salud, a las nuevas tecnologías y al crédito subsidiado; controlar efectivamente la formación monopólica de precios, las cantidades exportadas y las divisas efectivamente liquidadas. La inexistencia de un plan permite al modelo extractivo agro-industrial afianzarse “naturalmente”. Este no incluye socialmente, no reactiva a la economía y condena al endeudamiento ilimitado. El avance reciente sobre el control del comercio exterior por parte de Glencore es consecuencia de la falta de un plan y muestra que los errores de política no son gratis. Glencore, un conglomerado controlado por el fondo de inversión BlackRock, ha sido el principal beneficiario de la incapacidad del gobierno para crear una empresa “testigo” en el comercio exterior de granos aprovechando la debacle de Vicentin. En su lugar, avanza la extranjerización del comercio de granos y pareciera que la triangulación para truchar las cantidades exportadas y las divisas ingresadas continua viento en popa.

Si el gobierno no aprovecha la campaña electoral para definir políticas inmediatas y mediatas que marquen un norte claro para su base social, no sólo no podrá detener la arremetida de los monopolios haciendo saltar precios y tipos de cambio sino que descorazonará a sus bases generando tensiones y desestabilización política. ¿Cuánto tiempo más se puede aguantar sin trabajo, con comida insuficiente, sin un norte claro ni participación efectiva en las decisiones que se toman para poner fin a la miseria que se vive? Correr detrás de la inflación con planes y ayudas que se devalúan constantemente, multiplicar medidas cambiarias que reproducen “rulos” de todo tipo, fuga de divisas y sobrefacturación de importaciones, esperar que las recetas del FMI permitan capear el temporal implica más dolarización de la economía, más extracción de recursos y más tensiones sociales. Sin embargo, todo está en perpetuo movimiento y nada es definitivo. El gobierno puede movilizar a sus bases sociales en la campaña electoral y crear condiciones para el éxito electoral y para aplicar políticas tendientes a desatar el control social que hoy ejercen los monopolios sobre la vida de los argentinos.

 

 

 

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