El Rostro del Otro dice: ¡No matarás! Esta es la máxima expresión de la ética judía, dice el pensador Emmanuel Lévinas.
Lo que vemos hoy son los rostros de palestinos suplicantes que preguntan: ¿Por qué nos matan? Los palestinos de la Franja de Gaza están muriendo de hambre, sed, falta de medicinas, drones asesinos, bombardeos aéreos, desplazamientos forzosos, agotamiento, terror psicológico y físico… Están enterrando a sus bebés por docenas cada día, a sus padres, a sus maridos, a sus esposas, a veces a familias enteras, y vemos devastación y revuelta, hambre y súplica en sus rostros cada día.
Imaginemos por un momento que dos millones de israelíes hubieran sido sometidos a un confinamiento equivalente por un Estado extranjero invasor. Si más de quince mil bebés judíos hubieran sido asesinados, otras tantas mujeres judías masacradas, vírgenes, embarazadas, ancianas, madres. Imaginen a dos millones de israelíes judíos rodeados por todas partes, muriendo de hambre, sed, enfermedades, falta de medicinas, en ciudades devastadas, sin electricidad, sin teléfonos, teniendo que desplazarse incesantemente de un lugar a otro, de una ciudad a otra, a pie, en busca de la ración ocasional, a merced de bombardeos aleatorios, sometidos a la humillación, el despojo, la destrucción de sus condiciones mínimas de existencia y la amenaza explícita que pende en el aire proponiendo su exterminio total. ¿No se levantaría el mundo occidental al unísono, denunciando un nuevo Holocausto, un genocidio, una barbarie sin precedentes, y utilizando todos los recursos de presión económica, mediática, militar y atómica, si fuera necesario, para contraatacar y tratar de impedir a tiempo semejante Hecatombe? ¿No estarían Europa, siempre tratando de expiar sus culpas, y Estados Unidos, siempre aliado incondicional, enviando sus flotas navales a la región, equipadas hasta los dientes?
Me vas a decir que este escenario imaginado ocurrió realmente durante la Segunda Guerra Mundial, ¡¡¡y que nadie se opuso a tiempo!!! ¡Es verdad! Y esta mancha empañará la historia europea y americana para siempre. En aquella época, por lo que nos cuentan, la mayoría de la gente no sabía nada de los campos. Y los pocos que lo sabían, desde el Papa hasta el Presidente de los Estados Unidos, no hicieron nada. Y es verdad. Pero hoy TODOS NOSOTROS lo sabemos, lo vemos en directo y en color en la televisión y en las redes sociales, y sin embargo SEGUIMOS MIRANDO, como si no nos concerniera. ¡Pero lo sabemos! ¡Lo vemos! ¡Somos testigos! ¿Por qué guardamos silencio?
El gobierno israelí afirma estar defendiendo a Israel e impidiendo que vuelva a ocurrir un Holocausto: ¡NUNCA MÁS! Y afirma que lo hace en nombre de los judíos de todo el mundo. NO EN NUESTRO NOMBRE, gritaban hace meses estudiantes judíos en Berlín o Nueva York, antes de ser detenidos por la policía. El Estado de Israel no ha recibido ningún mandato de la diáspora judía para exterminar en su nombre a la sociedad palestina y expulsarla de su tierra, y mucho menos diezmarla. Los delirios de Trump sobre la Riviera de Oriente Próximo, así como los de los ministros del gobierno israelí que abogan por una Nakba definitiva, tendrán que ser juzgados todavía por la historia, junto con sus autores.
Cualquier judío, por muy alejado que esté de la vida de la comunidad judía, por muy liberado que se sienta de cualquier marca que se refiera a la vida judía en su dimensión cultural, religiosa o comunitaria, aun así, en la mayoría de los casos, ha sobrevivido de algún modo a una catástrofe colectiva dirigida explícitamente contra su ascendencia judía.
Por eso me gustaría dirigirme a todos y cada uno de los judíos brasileños que aún albergan sentimientos de repulsión hacia cualquier guerra genocida, y mucho menos hacia una cometida por judíos. También me dirijo específicamente a todos y cada uno de los judíos brasileños que tengan alguna influencia pública, escrita, oral, mediática, académica, institucional, científica, política, artística, religiosa o económica (y no son muchos, pero este llamamiento se extiende obviamente a todos), porque sé que nada molesta más al establishment israelí que las manifestaciones de protesta de judíos insumisos de todo el mundo. Las manifestaciones contra la política del gobierno israelí fuera de Israel son calificadas inmediatamente por la prensa israelí de antisemitas, e incluso se utilizan para reforzar la creencia encubierta de que “todo el mundo está contra nosotros”. Pero cuando son llevadas a cabo por judíos, esta acusación no puede sostenerse: sus protagonistas serán a lo sumo tachados de traidores. Quizá sea éste el único elemento de presión que nos queda. Y si esta ola se extiende, ¡la coartada de que Israel actúa en nombre y defensa de todos los judíos se vendrá abajo! No, lo que está en juego no es la supervivencia del pueblo judío –que la política israelí pone en peligro frontalmente, inflamando el antisemitismo en todo el mundo–, sino la supervivencia del gobierno más truculento, fascista y corrupto de la historia de ese país. Y, obviamente, la supervivencia del pueblo palestino.
Por eso, consciente del poder multiplicador que el ascenso económico y la inserción social en las más diversas esferas de la sociedad brasileña han dado a sus judíos en las últimas décadas, creo que tenemos el deber ético de hablar públicamente y animar a la mayoría silenciosa a encontrar el coraje para desafiar la tutela ideológica y política que Israel ejerce sobre las instituciones y comunidades judías, silenciándolas u obligándolas a un alineamiento automático. Dos artículos recientes en Folha de São Paulo son una señal del giro interno que afecta a algunos judíos: el texto de Bruno Blecher del pasado domingo (“Israel es como un hermano mayor que protege y decepciona”) y el del hijo de Vladimir Herzog (“El hijo de Herzog acusa a Israel de matar de hambre a los palestinos”). Que esas iniciativas aisladas se multipliquen y consigan resonar entre las voces progresistas locales y extranjeras, de judíos y no judíos, y de manifestantes en Israel, ya sería una ganancia.
Escribo en nombre propio, pero también en el de la editorial que ayudé a fundar hace 15 años, n-1 ediciones. Junto a nuestro catálogo, que está en sintonía con los temas que se arremolinan en torno al pensamiento contemporáneo, hemos tratado de intervenir en el debate público en ocasiones extremas, desde el abyecto asesinato de Marielle, el movimiento de los estudiantes de secundaria, hasta el macabro mandato de Bolsonaro, la tragedia de la pandemia y varios otros episodios, vinculados sobre todo al fascismo creciente en todas partes.
Así que, llegados a este punto, no pudimos evitar proponer algunas acciones vinculadas al contexto actual. Organizamos una lectura pública del libro de Franco Berardi Bifo (Pensar después de Gaza) en el Teatro Oficina, así como un acto público contra la guerra y el genocidio en la Ocupación 9 de Julio. También hemos publicado varios textos sobre el tema en el dossier TERRA ARRASADA.
Desde el pasado martes, publicamos un texto semanal en la subserie NAKBA NUNCA MÁS, en el mismo enlace. Se trata de “El luto como resistencia. Necropolítica de Israel, de Palestina al Líbano”, de Dalia Ismail, y esta semana hemos subido el excelente “Todo pueblo tiene derecho a existir – pero no a cualquier precio”, de Étienne Balibar. Y vendrán muchos más.
Lo que antes era vergüenza se ha convertido en rabia. Aun así, todo esto nos parece insuficiente. Porque nuestra impotencia en el teatro del mundo es grande.
* Peter Pál Pelbart es profesor de filosofía en la PUC-SP, coeditor de n-1 ediciones y coautor de The Post-Jewish Jew: Jewishness and Ethnocracy.
** Publicado en el portal Lobo Suelto.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí